DE PORTADA
En 1981, hace cuarenta años, un protocolo de nombre modesto, IPv4, aceleró las conexiones entre millones de computadoras para que la web empezara a dominar el mundo.
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Hay más de una fecha (en realidad, años) que se disputan el título de “el inicio de la red de redes”. Como explica el científico Gastón Gonnet -actualmente radicado en Suiza, donde investiga fenómenos como inteligencia artificial y machine learning- no es que “un día hubo Internet cuando el día anterior no la había”. Gonnet, el primer uruguayo en enviar un correo electrónico (lo hizo desde la ciudad canadiense de Waterloo hacia Montevideo), cuenta desde Zürich que el nacimiento de Internet se dio como un proceso que tuvo varios hitos.
Internet, cuenta Gonnet, es uno de los grandes éxitos de DARPA (por Defense Advanced Research Projects Agency, o Agencia de Proyectos de Investigación de Defensa Avanzada). “Ese organismo es conocido por haber apoyado, también, el desarrollo del GPS o el PC. Tiene una lista de méritos impresionante. Se reconocía que había una necesidad de conectar las redes locales y se necesitaba un protocolo universal. Ese fue el proyecto que luego llevó a crear todos los demás protocolos necesarios, que son unas cuantas cosas. No es insignificante”. Un protocolo es un programa con una serie instrucciones a cumplir por parte de los dispositivos conectados.
El mundo estaba en plena Guerra Fría, la Unión Soviética ya había lanzado el primer satélite al espacio exterior y Estados Unidos estaba preocupado. ¿Qué hacer si se llegaba a un conflicto bélico con la URSS y se usaban armas atómicas? ¿Cómo seguir funcionando tras semejante cataclismo? Un sistema de computación descentralizado y abierto fue una de las respuestas. Si una parte de la red fallaba, quedaban otras para seguir comunicándose entre sí, posibilitando las tareas de comunicación y coordinación del Estado.
Paso a paso, investigadores militares y académicos fueron creando los primeros componentes de ese sistema y conectándolos. Eran necesarios protocolos que hicieran posible la comunicación entre distintas computadoras. La creación de esos protocolos fue uno de los más importantes desafíos y durante años fueron suficientes para satisfacer las demandas de quienes estaban involucrados en ese proyecto.
Hacia fines de la década de 1970, las reglas que regían la conexión y comunicación entre distintas partes de la incipiente red seguían siendo consideradas suficientes como para satisfacer las demandas de la comunidad científica que investigaba y desarrollaba dicha red.
Pero cuando empezó la década de 1980 se empezó a desarrollar un nuevo protocolo -el IPv4- que fue una pequeña revolución. Ese protocolo quedó operativo en 1981, hace ahora 40 años.
Así lo explica el ingeniero Carlos Martínez, que luego de casi 20 años en Antel hoy es parte de Lacnic(el Registro de Direcciones de Internet de América Latina y Caribe): “Antes, lo que había de Internet no permitía escalar a nivel global. Este protocolo fue el primero con las características como para crear una red de miles de millones de dispositivos. Eso no ocurrió de la noche a la mañana, claro, pero este año se recuerda la piedra fundacional que permitió que eso ocurriera”.
Es que antes del IPv4 ni siquiera era común pensar en Internet -tanto Gonnet como Martínez dicen que ese era apenas uno de los nombres utilizados para referirse a lo que estaba gestándose- como algo que fuera de interés más allá de las comunidades académicas y científicas. Pero con la llegada del IPv4 (que empezó a ser el dominante al año siguiente, en 1982) se abrió una puerta hacia el futuro.
-¿El IPv4 se modificó posteriormente para permitir que una mayor cantidad de datos pudiera circular por la red?
-Martínez: El que realmente influye sobre la capacidad de transmisión de datos es el protocolo TCP. Una de las cosas que se hizo en 1981 fue separar las dos funciones. En la Internet previa a los protocolos TCP/IP, esas funciones estaban mezcladas, lo que hacía que fuera difícil resolver los dos problemas a la vez. Un problema es conectar los dispositivos, otro que el intercambio de datos entre esos dispositivos sea lo más eficiente posible.
Con los protocolos TCP/IP en funcionamiento, la cantidad de computadoras con posibilidades de conectarse a la red creció significativamente y es por eso que 1981 es considerado el año de partida para la explosión de la web como fenómeno global.
Hasta ahora el régimen de los protocolos ha permanecido en el poder absoluto, pero Martínez adelanta que eso va a cambiar. Ya hay más dispositivos conectados en Internet que habitantes en todo el planeta y el IPv4 no da a basto. Por eso, pronto vendrá el IPv6, que permitirá seguir sumando más y más dispositivos -computadoras, tabletas, smartphones- a la web. La conquista de Internet de cada vez más espacios, en otras palabras, seguirá.
Fases
El continuo crecimiento de la web y su avance sobre múltiples aspectos de la vida social e individual es uno de los principales intereses de la politóloga y magister en periodismo argentina Natalia Zuazo. Autora de los libros Guerras de Internet (2015) y Los dueños de Internet (2018), Zuazo divide la historia de la red en cuatro etapas. “La primera empezó en 1969 y va básicamente hasta 1990. Nace como un proyecto público, abierto y descentralizado. Con público quiero decir que es un Estado (Estados Unidos) y no privados que invierten en desarrollar una tecnología descentralizada de comunicaciones en un marco de Guerra Fría. Muchos de los desarrollos de las tecnologías que conocemos hoy -Internet, GPS, vacunas- son fruto de inversiones estatales, lo que rompe el mito de que la tecnología es generalmente una inversión privada”.
Zuazo señala un hecho decisivo en esta primera etapa: “Además de abierto y descentralizado, los protocolos no se privatizaron. Que no se hayan privatizado, que los padres fundadores de Internet (como Vint Cerf, Robert Kahn y otros) no lo hayan hecho tiene mucha importancia para el día de hoy. Porque se veía a esa tecnología como algo bastante distinto de lo que pasó después”.
La segunda etapa, añade Zuazo, empieza cuando cae el Muro de Berlín. En esa etapa se crea una serie de instituciones para coordinar la centralización técnica y comercial de Internet en la cual muchas empresas privadas invierten en despliegue de infraestructuras. “Eso también tiene que ver con que Internet crece masivamente en el mundo. Deja de ser una cosa de universidades, centros militares e investigación y empieza a llegar a las casas de las personas”. Es en esta etapa en la que, agrega la investigadora argentina, empieza la “privatización” de Internet, un proceso que transcurre en medio de debates y sobre los cuales ella ahonda en Guerras de Internet.
La siguiente fase, la tercera, comienza con la crisis financiera global de 2008-2009. A raíz de ese sacudón a las finanzas y sistema bancario -que arrastró a las finanzas “reales” en su caída-, “la especulación financiera se va de Nueva York, de la costa Este, a la costa Oeste, a invertir en estas empresas. El capitalismo financiero financia toda la expansión de las plataformas, de los Google, los Facebook, los Uber. Y estas plataformas se convierten -eso lo cuento a mi segundo libro, Los dueños de Internet- en empresas monopólicas, cada una en su área de interés: Google en los datos, Facebook en lo que yo llamo el monopolio de la atención (noticias, entretenimiento, mensajería) y así”.
Esa monopolización, continúa Zuazo, es lo que generó tantos problemas el 4 de octubre, cuando Facebook, Instagram y WhatsApp(todas plataformas de la misma empresa) estuvieron fuera de línea durante varias horas. La experta pone un ejemplo: “En Buenos Aires, donde vivo, los resultados de las pruebas de COVID-19 realizadas en el sistema de Salud Pública se comunican por WhatsApp. “Se cae WhatsApp y cualquier persona que se haya hecho un test en un hospital público no recibe el resultado”, dice Zuazo para ilustrar el grado de dependencia hacia la empresa propiedad de Mark Zuckerberg. “Para muchos, Facebook es sinónimo de Internet. Esa plataforma tiene casi 3.000 millones de usuarios y hay que descontar a China (1.400.000 millones de habitantes, en un mundo donde hay algo más de 7.000 millones). O sea, la idea de plataforma de comunicaciones descentralizada original se privatizó tanto, se monopolizó tanto, se centralizó tanto, que finalmente tenemos una situación en la cual estamos en un punto en que se rompe una partecita de esas y afecta a todo el sistema. Justamente la función de la Internet era la descentralización, justamente lo contrario” al estado de las cosas en el presente.
La última etapa, la cuarta, y en la cual nos encontramos hoy de acuerdo a Zuazo es la del “capitalismo de vigilancia”, con sus sistemas de reconocimiento facial, rastreo y almacenamiento de datos, algo sobre lo que Edward Snowden sabe un poquito.
Impacto
Más allá de la discusión política sobre la importancia del desarrollo que ha tenido la web de 1981 a esta parte, el filósofo uruguayo Javier Mazza reflexiona sobre cómo esta ha penetrado en nuestras vidas, reconfigurando ideas y conductas.
“Siempre que se implante una tecnología de manera exitosa va a habilitarte a hacer determinadas cosas y, al mismo tiempo, genera dependencia. Esas cosas van a ser posibles solo con esa tecnología”, afirma y amplía: “Un caso bien sencillo: la ropa. Tener ropa nos habilita a una cantidad de cosas, como poder trabajar en el campo sin que las inclemencias del clima nos perjudiquen. Empieza a haber determinadas actividades que solo son posibles a partir de esa tecnología: podemos trabajar la tierra porque podemos salir a la intemperie gracias a estar cubiertos por la ropa”.
Mazza recurre a José Ortega y Gasset para redondear la idea: “Tenía una frase muy interesante para entender esto. ‘Construimos siempre un mundo sobre el mundo que nos viene dado’ e Internet no escapa de eso”, sostiene Mazza. En esa virtualidad confluye la escritura, la cinematografía, la televisión, la radio y más.
“A partir de todo eso, se construye algo nuevo. Nuevos modos de comunicación, de ver televisión, de hacer cine, etc. No hay nada nuevo, y es todo nuevo al mismo tiempo. Y ahí viene lo más interesante: el modo en el que esta nueva tecnología nos lleva a hacer y a ser. Eso sí es distinto. Somos a partir de lo que hacemos”.
Lo que también le resulta distinto a muchos de los saltos tecnológicos que se dieron en, por ejemplo, el siglo XX (telégrafo, radiofonía, cine, televisión) es el carácter abarcador y ubicuo.
Internet, concluye, redefine todo y hay que remontarse hacia muy atrás en la historia de la humanidad para encontrar algo de semejante impacto. “Hay que ir hasta la escritura para encontrar una tecnología que sea tan avasallante como esta, que está penetrando en casi todos los aspectos de la vida. Porque esa es otra faceta: además de omnívora es omnímoda: está en todos lados. No parece haber lugar donde no aparezca y, que no aparezca redefiniendo cosas como relaciones afectivas y sexuales. Todavía no terminamos de ser conscientes de la radicalidad de este cambio.