TOMER URWICZ
Pensá en lo más sensato que le podés decir a tu hijo. Entre el abanico interminable de frases célebres que se te pueden ocurrir, una de las más eficaces no tiene sustantivos ofensivos ni adjetivos crueles. Son sólo dos palabras. Suena a castigo, pero es sinónimo de afecto. Decirle "¡así no!", es poner los límites y ofrecer opciones.
Si sos padre debés saber que el "así no" implica mostrar a los niños y adolescentes otras posibilidades. Al revés de lo que se cree, no se trata de reprimir una conducta que se considera inadecuada, sino de enseñarles caminos alternativos para mejorar su toma de decisiones. Un caso claro es el consumo de alcohol.
"No se trata de que los menores no prueben un sorbo, sino de que sepan cuáles son las consecuencias del consumo de la sustancia y cuáles son sus límites", afirma la médica Susana Grunbaum, quien coordina el Programa de Salud de Jóvenes del Ministerio de Salud Pública.
El decir "así no" es poder cambiar la opinión del 40% de los adolescentes uruguayos que toman alcohol "porque sí" (según la última encuesta de la Junta Nacional de Drogas), para que entiendan cuáles son los riesgos de esta droga que afecta a seis de cada diez menores de 18 años y que cada vez se adquiere el hábito del consumo a más temprana edad (14 años es el promedio actual).
"El niño no comienza a consumir de la nada", explica el psicólogo Roberto Balaguer, quien sostiene que se trata de un trabajo desde la niñez: "La puesta de límites es una carrera que se debe entrenar todos los días para estar fuerte frente a situaciones que se presenten; es como un músculo que se ejercita desde los primeros tiempos".
Es un ejercicio con estímulos que le juegan en contra, entre ellos la cultura del consumo. Las personas empiezan a consumir al primer año de vida. El estímulo de los colores en el supermercado es un mecanismo de persuasión para el niño. La madre lleva en el carrito de compras a su bebé, quien está anonadado mirando esas góndolas que le parecen interminables y alucinantes. En medio de ese mundo, casi psicodélico, el adulto lanza la pregunta clave: "¿Qué galletita querés?"
Grunbaum insiste en que "a veces los chicos no tienen por qué elegir lo que consumen". En todo caso son los adultos los que deben ofrecer lo mejor para el bienestar de sus hijos.
La preocupación por el desarrollo del niño debe fomentarse desde la temprana edad. "Los padres se deben involucrar en la vida de sus hijos, sabiendo que son los padres y no los amigos", dice la médica. Ese involucramiento parte de generar un vínculo afectivo, de conocimiento y no de represión.
Piense si usted es capaz de describir cinco características de la personalidad de su hijo. ¿Conoce a cinco amigos/as de su hijo? ¿Cuál es su próximo examen o parcial? ¿A dónde le gusta salir en las noches de verano y con quiénes? Estas interrogantes son una simple guía lúdica para autoevaluarse, carece de rigor científico y no pretende ser abarcativa. Porque, como cuenta Grunbaum, el diálogo debe ir mucho más profundo: "Saber cómo está, quiénes son sus amigos, sus deseos, qué hace en el tiempo libre, su relación en la escuela y sus vínculos con las sustancias". El tiempo que el chico pasa en el centro educativo le es fundamental. Allí no sólo se genera un aprendizaje formal, también hay peleas, amores, risas y angustias. Y ahí los padres deben estar presentes.
"A los 10 años, el niño tiene cierta madurez para hablar sobre el problema del alcohol", explica la médica. Si a los 14 años es el promedio del debut en el consumo frecuente de esta sustancia, es prudencial hablar abiertamente del tema, "sin temor y sin poner a la falta de tiempo como excusa", agrega.
MODELO. Los organismos de Salud insisten en que la familia debe funcionar como ejemplo. "No se puede decir una cosa y hacer otra", señala Grunbaum. Por eso el niño necesita observar que hay adultos que están preocupados, no con el ánimo de dirigirles la vida, pero sí con el afán de buscar lo mejor para ellos. Este comportamiento, que no implica ser puritano ni prohibir el consumo a modo de Ley Seca, trasciende todo tipo de conformación familiar.
"Se puede llegar a que el chico consuma en forma problemática en una familia autoritaria y en una permisiva. En el primer caso, ante la falta de diálogo y de normas muy marcadas, el joven actúa como oposición al régimen. En el segundo caso, a aquellos que se les deja hacer lo que quieran, reaccionan sin límites", afirma la doctora.
Un 56% de los menores de 18 años consume alcohol en la casa, según la encuesta de la JND, lugares en los que el adulto tiene un control específico. "Si los menores toman alcohol incentivados por los padres, los responsables son esos adultos que le dieron el alcohol", advierte el secretario general de la Junta Nacional de Drogas, Julio Calzada.
El Dato
36.000 Son los puntos de venta de alcohol que hay en el país. Esto significa un local cada 100 habitantes; el promedio más alto de la región.
Qué decir y cómo
UN Ejercicio PARA la FAMILIA
La médica Susana Grunbaum propone esta actividad que puede ejercitarse esta noche antes de la cena de fin de año o cualquier otro día que crea conveniente. Aproveche para dialogar con sus hijos. No confronte. Busque el momento ameno. Se sugiere mientras preparan la mesa y están esperando a los invitados.
Pregúntele: ¿A dónde va a salir? ¿Con quiénes va? ¿Qué van a hacer? ¿Cómo va a volver? (Recuérdele que no se suba a un auto de alguien que haya bebido).
Recuérdele las recomendaciones para no emborracharse: salir con la panza llena; no sacarse la sed con alcohol; no mezclar bebidas ni combinar con otras sustancias; y no estar todo el tiempo con el vaso en la mano.
Estimule a que su hijo salga temprano. Cuanto antes vaya a bailar, antes regresará a casa. Si el adolescente no suele salir con frecuencia, conviene pactar una hora de regreso.
Cuando su hijo está en la discoteca, no es necesario que se lo esté "molestando" por celular. Demuéstrele la confianza que deposita en él.
Si su hijo no regresa a la hora pactada, llámelo. Consúltele si tiene mecanismos para regresar.
En el momento que su hijo regresa no insista en hablarle. Con seguridad llegue cansado. Si está pasado de copas vigílelo, recuerde que dormirá mucho y que a la mañana despertará con algún malestar.
Hable con él al día siguiente. La conversación debe rondar sobre qué fue lo que ocurrió y cuándo fue que perdió la cordura. No lo castigue ni le prohíba otra salida. El propio malestar de la resaca le hará entender que hizo lo incorrecto. Dígale: "Esto te demostró tu límite y ahora sabés hasta dónde podés llegar".