"Aquí hay muchísimo talento concentrado"

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José Miguel Onaindia, al frente del INAE

JOSÉ ONAINDIA

Es argentino pero hace siete años vive en Montevideo, donde dirige el Instituto de Artes Escénicas. Es uno de los artífices de la proyección internacional de la cultura uruguaya. Foto: Darwin Borrelli

José Miguel Onaindia, al frente del INAE

En la cultura uruguaya están pasando cosas. En las artes escénicas, especialmente, han sucedido y suceden cosas. Han crecido, se han expandido, han salido, han empapelado las calles de Madrid y de Buenos Aires y de tantas ciudades y de tantos festivales. Y esas cosas suceden gracias a algunas variables: por un lado, el talento innegable de los artistas nacionales, por otro, porque hay unas generaciones que se consolidaron y otras que se están consolidando. Pero también, porque hay personas que hacen, que ayudan a que esas cosas sucedan. Y uno de lo más destacados es José Miguel Onaindia (64), un abogado argentino que ya es uruguayo, un admirador y un amante de la cultura, un espectador empedernido, y un conocedor del mundo.

Al frente del Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE), hace siete años que vive en Montevideo y disfruta de la vida cultural de una ciudad que no para. Y hace por ella. Por la cultura y, por lo tanto, por la ciudad.

Todo empezó cuando su madre y sus tías lo llevaron a ver a la Comedia Nacional uruguaya que se presentaba en el Teatro Cervantes de Buenos Aires, en una de sus últimas giras por la capital argentina. Aquello era un evento cultural importante. Onaindia estaba en el liceo. Era uno de los más jóvenes presentes en la sala, que estaba repleta. Esa fue la primera vez que aquel joven que había aprendido primero a mirar cine y teatro que a leer y a escribir, vio y escuchó y sintió al público aplaudir a una actriz a telón abierto, mientras la obra continuaba. Aquella actriz era Estela Medina. Y de esa Medina y de esa ovación, Onaindia nunca se olvidó.

Así fue su primer acercamiento con Uruguay, una relación que luego hizo patente: venía cada tanto, no solo a vacacionar, sino también a ver cine. Lo hacía, dice, porque en Argentina muchas películas y muchos artistas estaban censurados. "Había algunas cortadas y otras prohibidas. La censura argentina fue terrible y además atravesó muchos gobiernos", cuenta. "El primer caso de censura fue en 1938, consideraban que una película de Manuel Romero se reía de la identidad nacional y la sacaron. Pero desde 1968, durante la dictadura encabezada por (Juan Carlos) Onganía, se dictó una ley de censura que atravesó los tres gobiernos peronistas y se derogó recién en el 84", agrega.

Y aunque también el Uruguay estaba atravesado por una dictadura militar, Onaindia dice que había algunos rasgos que marcaban una diferencia entre ambos regímenes. Por un lado, la resistencia civil, algo en que Argentina "prácticamente no existió"; por otro, el laicismo: "Es algo que marca una diferencia enorme. Por eso, el argentino en Uruguay sentía que se respiraba otra libertad, más allá de que no desconozco de ninguna forma la crueldad que tuvo la dictadura uruguaya".

Y venía, Onaindia, a ver cine, al teatro o a respirar otro aire. Hasta que un día, en 2012, decidió quedarse. Lo hizo, dice, por razones de "ecología social", porque Uruguay le ofrecía la posibilidad de vivir "en una sociedad afín" a su forma de comportamiento, más tranquila y respetuosa. "Acá hay un respeto por la institucionalizad que a mí me impacta y eso es un valor muy apreciado en el mundo. Creo que en este momento Uruguay es verdaderamente un enclave democrático ejemplar".

Abogacía y letras.

Nació en Buenos Aires, en una familia trabajadora vinculada a la educación. No era una familia de intelectuales, aclara, pero sí de gente que admiraba a la cultura. Aunque su padre falleció muy joven, su madre y sus tías paternas lo llevaron al teatro y al cine antes de que Onaindia supiera leer y escribir. "El primer código simbólico que manejé fue el del audiovisual y el de las artes escénicas", cuenta. Cuando era adolescente, un poco porque sí y otro poco por curiosidad, empezó a colarse al Teatro Colón para ver ópera y escuchar música clásica. "Siempre me deslumbró algo que yo no me sentía capaz de hacer que eran carreras como la danza o el canto, en las que sos vos el propio instrumento, donde no hay una objetivación de la obra de arte, sino que es tu propio cuerpo". Entonces empezó a formarse como espectador de todas las ramas del arte, integró organizaciones no gubernamentales que se dedicaban a la promoción de la cultura, hizo cursos de crítica literaria o de narrativa, y también fue miembro de la Fundación Teatro Colón.

Cuando tuvo que elegir una carrera, sin embargo, eligió abogacía. "En esa época no había tantas opciones y estudiar letras te destinaba a dar clases toda tu vida. El derecho siempre me había gustado, la historia también y me parecía que era una carrera que tenía una posibilidad profesional mayor".

Dio clases en varias universidades (la de Buenos Aires, por ejemplo) ejerció (y ejerce) como abogado, asesoró a artistas que llegaban a su estudio jurídico, y la primera etapa de su carrera la hizo trabajando el Poder Judicial. "Después trabajé en el Legislativo y en el Ejecutivo: en el primero fui asesor de la presidencia de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados y luego fui director del Instituto Nacional de Cine, que tiene rango de subsecretario de Estado"; también fue coordinador general de cultura de la Universidad de Buenos Aires, teniendo a su cargo la dirección del Centro Cultural Ricardo Rojas.

No tenía una razón clara para venir a vivir a Uruguay. Había frecuentado el país desde su adolescencia, pero eso era todo. Sin embargo, se empezó a sentir incómodo con la vida en Buenos Aires: "Tenía una incomodidad interior con el clima de intolerancia y de exasperación que se instaló y creo que sigue instalado en Argentina, y yo no quería eso. Especialmente en los mundos donde yo me movía, que eran el de la cultura y el derecho, esa confrontación se había hecho muy agresiva". Así que, en 2012 cruzó el Río. Y se instaló en Montevideo. Dos años después, fue asesor artístico y de contenidos del Teatro Solís y luego pasó a estar al frente del INAE desde donde dirige, cada año, el Festival Internacional de Artes Escénicas.

"Ustedes lo ven como algo normal, pero a mí me llamaba mucho la atención los primeros años cómo la discusión política en Uruguay está en los escenarios de la política y no en la vida cotidiana, yo veía pasear por la calle a un expresidente y quedaba impactado", dice. Y recuerda que en el primer año que estuvo en el país, en el que trabajaba escribiendo free lance para medios argentinos como La Nación, en pocos días le ocurrieron dos hechos que le confirmaron que haber venido había sido lo correcto. En una misma semana fue a la presentación de dos libros: en una estaba el expresidente Julio María Sanguinetti, a quien habían reservado un lugar en la primera fila y prefirió quedarse parado atrás; en la otra, estaba el entonces presidente de la República José Mujica sin custodia alguna, sin protocolo, "no había ni grandes demostraciones de adhesión ni de repudio". "En Uruguay las figuras de la política, del deporte y de la cultura tienen otras formas. Es una sociedad donde el poder no estigmatiza ni infiere un cambio de conducta".

Onaindia disfruta de su vida uruguaya. De la tranquilidad del país y, sobre todo, de la vida cultural de una ciudad que, según cree, está constantemente activa y participativa. "Yo creo que la cultura uruguaya vive un muy buen momento. La concentración de talento que hay en una proporción tan pequeña de gente es increíble. Pero también hay instituciones que responden y políticas públicas que se han sostenido y han dado sus frutos. Hay un reconocimiento internacional muy grande, hay un lugar para las artes escénicas uruguayas muy importante afuera. Yo creo que son un instrumento de política internacional muy bueno".

— ¿Los uruguayos somos conscientes de ese reconocimiento?

—No, me parece que todavía falta un poco. No sé si son tan conscientes del reconocimiento que ha tenido su cultura. El fenómeno del Ballet del Sodre es único en el mundo en los últimos años, son el único país que sostiene un elenco de teatro estable, que han sido pulverizados en casi todo el mundo, ahora el premio que acaba de ganar el escenógrafo Hugo Millán en Hong Kong. La cultura enriquece simbólicamente pero también puede ser un camino para producir riqueza material. Con ella se instala el nombre del país afuera. Yo creo que la cultura es una embajadora extraordinaria.

SUS COSAS

UN LIBRO. José Onaindia fue y es un gran lector. Es que los libros siempre estuvieron a su alcance. Si tiene que elegir una novela, elige Madame Bovary, de Gustave Flaubert. "Es la novela a la que vuelvo siempre. Me parece que hay un estudio de personajes y un armado de un género que es de una pureza y de una profundidad absolutamente vigente".

UNA OBRA. "En teatro la obra de Henrik Ibsen me parece de una riqueza, una diversidad y una contemporaneidad que brinda la posibilidad de hacerla siempre", dice Onaindia sobre la obra del poeta y dramaturgo noruego. "Por eso los directores contemporáneos se la apropian tanto". El argentino es un gran espectador y además conocedor de artes escénicas.

UN LUGAR. José Onaindia ya tiene la ciudadanía uruguaya. Se vino buscando tranquilidad y un lugar que estuviese en sintonía con su forma de vivir. "En siete años, la convivencia me lo confirma". Montevideo, dice, es una ciudad para disfrutar. "Yo no paro de ir al teatro, a conciertos. No me dan los días para ver todo lo que quiero".

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