Arrancó en teatro a los 13, tuvo el visto bueno de Benedetti y mantuvo una función el día más difícil de su vida

El actor, director y docente Hugo Blandamuro, referente del teatro uruguayo, hizo cine, radio y televisión y hoy también es consejero en AGADU. Sobre su trayectoria de más de 50 años en las tablas y un presente activo, charló con Domingo.

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Hugo Blandamuro
El actor, director y docente Hugo Blandamuro, figura histórica del teatro uruguayo.
Foto: Francisco Flores

Todo empezó en el extinto Teatro Cervantes. Corría el año 1959 y allí, donde funcionaba la Escuela Blanca Podestá, dirigida en aquel entonces por Oscar Casalás, el joven Hugo Blandamuro comenzaba a explorar una veta artística que sintió poseer desde muy chico. Fue así que a sus 13 años, dirigido por Roberto Rius, dio vida a marionetas en el Teatro Ta Te Ti, y con esta compañía protagonizó El rey de los muñecos y El circo Pif Paf en Canal 10. Luego vendrían otras escuelas, como la del Teatro del Pueblo y la del Teatro UNO, donde aprendió de profesores como Alberto Restuccia y Luis “Bebe” Cerminara.

Criado por una madre y una hermana que lo impulsaron, soñaba con cursar la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD). Sin embargo la vida se impuso y la formación que tanto deseaba vendría de otros lados y, sobre todo, de la experiencia en las tablas. “Apenas cumplí los 18 años subí aquellas escaleras (de la EMAD) con muchas ilusiones”, cuenta Blandamuro a Domingo. “Como no tenía el liceo terminado, no me aceptaron y ninguno de los que estaba ahí me dijo que me podían hacerme una prueba cultural, como le hicieron a otros. Me acuerdo que bajé los escalones llorando y puteando y dije ‘voy a ser actor a pesar de que ustedes no quieran’”, recuerda quien como actor haría más de 30 obras y como director más de cien puestas en escena entre teatro para niños y adultos.

Con aquella promesa siempre muy presente, en 1968 debutó para la crítica con Una pasión arrabalera y cuatro años después, tras realizar un curso de de dirección con Nelson Flores, debutó también como dramaturgo y director con la adaptación de Montevideanos de Mario Benedetti, para la cual tuvo que pedir el permiso del propio escritor. Así recuerda aquel encuentro de hace más de cinco décadas: “De atrevido, con un cuadernito y el texto escrito a lápiz me fui a hablar con Benedetti. Le dije que había adaptado sus cuentos para teatro, pero necesitaba que él me firmara porque sino no me lo dejaban hacer. Entonces me preguntó por qué y cómo surgió la idea. Le conté todo, y él era realmente un encanto de persona y me dijo ‘bueno, tenés mi permiso’. Entonces le digo ‘me tiene que firmar acá y acá abajo porque como la adaptación es mía, yo cobro la mitad’. Lo que era mi inconsciencia, ¿no? (se ríe). Y bueno, ahí debuté como director y como autor”, rememora.

Concomitante a una carrera que empezaba a solidificarse en el teatro, trabajó durante 29 años en Casa Soler, tienda que supo vestir a muchos uruguayos durante décadas.

En los 70 hizo de todo un poco: fundó su propia escuela; trabajó en teatro infantil en conjunto con Cristina Morán, con quien compartiría el trabajo en la radio y también varias parejas en la ficción; y llegó a Canal 5 con Correo de los Solitarios y Gran teatro del mundo junto a César Charlone Ortega. A finales de la década vendría su debut en carnaval, donde estuvo por más de 40 años y pasó por todos los segmentos.

Vivir del teatro nunca fue fácil y durante su trayectoria, le tocó aferrarse a su pasión para atravesar momentos de incertidumbre. “En una época muy difícil, siendo presidente del teatro El Tinglado, para poder tener unos pesos yo hacía la limpieza de la sala, de los baños, de todo. Después trabajé de mozo, pero el teatro siempre en paralelo. Me revolví como pude, pasé por épocas malas realmente, en las que no tenía para comer. Almorzaba en lo de la madre de Ricardo Beiro y cenaba en una productora que tenía Juan Carlos Ratto, que fue el que me trajo acá a AGADU”, cuenta desde una de las salas de la institución donde actualmente es consejero.

En 1997 se mudó a Asunción, contratado como director del programa Color Match. Allí estuvo tres años y en cada uno de ellos le acompañó la nostalgia y el deseo de volver a Uruguay. En un Paraguay recién salido de más de 30 años de dictadura Stronista, la vida, el ritmo y los colores eran otros. Blandamuro extrañaba el barrio, los amigos, los cafés y los bares de Montevideo. Así, en 2000 regresó a casa.

“Vine vencido a la casita de los viejos, como dice el tango, pero me sentía contento de poder regresar. Me costó repuntar, pero gracias a Ricardo Artola volví a Canal 10 como guionista. Nos presentamos Bimbo de Pauli, Franklin Rodríguez y yo, y quedamos los tres”, repasa.

Además, trabajó como actor en el cine, donde debutó con En la puta vida, en 2001, e hizo otras cinco películas, incluyendo El baño del Papa (2007).

Fiel a sí mismo

Para asumir su orientación sexual en una época donde, fuera del ambiente teatral, el prejuicio era la regla, tuvo siempre en mente la libertad que le había inculcado su madre. “Un día me preguntaron ‘¿Sos homosexual?’. Y yo le dije ‘mirá, yo soy un enamorado del amor, porque si me nace sentir algo, no me importa si es mujer o varón’. Indudablemente para mi madre y mi hermana fue un impacto, pero me sentí libre en ese aspecto y ellas me apoyaron. Creo que siempre fui un tipo bastante libre de cabeza y además las palabras de mi madre cuando decía ‘la vida es corta y hay que ser feliz’, me marcaron”, comparte.

Blandamuro lleva el teatro muy a pecho, lo encara como una misión. Esta visión, cuenta, fue heredada de sus maestros. “Pertenezco a una generación en la cual se hablaba siempre de Margarita Xirgu y ella decía que solo se falta al teatro con el certificado de defunción. Eso me quedó grabado”.

Es por eso que, como docente y director se considera un profesional estricto. “Soy muy exigente y siempre digo a mis alumnos o a los actores que dirijo que yo los defiendo porque defiendo mi nombre y quiero que el producto final sea de bueno para arriba. No pretendo que todo sea excelente, sería la gloria que fuera así, pero creo que la última palabra siempre la tiene el público”.

Hugo Blandamuro y Nelly Antúnez,
Hugo Blandamuro y Nelly Antúnez en "Azul resplandor", 2018.
Foto: Maria Fernandez Russomagno

También por este motivo, como actor no ha faltado nunca, ni en uno de los momentos más difíciles de su vida. “Con mi madre siempre almorzábamos juntos los sábados o domingos. Ese día yo estaba cocinando y tuve un presentimiento. Almorzamos, la dejé con la señora que la cuidaba y me fui al teatro. Estábamos haciendo La pecera, que fue un éxito. Cuando llego todos se miran y dicen ‘tenés que volver a tu casa’, y yo ya sabía que era mi madre, sentía. Y bueno, hice todos los trámites, la velé por 24 horas como ella quería y al día siguiente me dijeron: ‘Vamos a suspender la función’. Y yo dije: ‘No. La voy a hacer en honor a ella y al público’, e hice la función”, recuerda y se emociona.

Intercambio artístico entre Uruguay y España

Como consejero de AGADU, Blandamuro es parte del equipo que lleva adelante el proyecto Interautor Teatro. La iniciativa, que tuvo su primera edición en 2023, cuenta con la colaboración de la Comedia Nacional y la EMAD, y tiene como objetivo hacer un puente entre la dramaturgia de Uruguay y la de España. La idea es que cada año tres autores españoles vengan y tres uruguayos vayan para realizar lecturas dramatizadas.

Este año la iniciativa trae a Ana López Segovia con su obra Las Bingueras de Eurípides, José Padilla con Dados y María Goiricelaya con Nevenka. Las lecturas serán los días 18, 19 y 20 de setiembre, de 19.00 a 21.00 horas, con entrada libre en la Sala Blanca Podestá del Teatro AGADU.

De Uruguay, Alejandra Gregorio, Estela Golovchenko y Fernando Schmidt serán quienes llevarán sus creaciones al viejo continente en noviembre.

Este y otros proyectos —como la obra No me olvidé de lo tuyo, de Gallego Vidal, en la cual trabaja actualmente y tiene previsto su estreno para abril— mantienen a este actor, director y docente activo a sus 75 años.

“El aplauso y el reconocimiento del público, en definitiva, es lo único que ganamos los actores uruguayos. Y el teatro es mi vida, mi pasión, me hace feliz. Tengo 75 pero me siento de 50”, finaliza.

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