DE PORTADA
Curadores, artistas, directores de museos hablan del efervescente mundo de la creación y su pelea por salir de fronteras.
Hacia dónde van los artistas contemporáneos nacionales? ¿Se puede detectar hoy al arte uruguayo del futuro? Con esas preguntas partió esta nota, que en el proceso se fue deconstruyendo para entender un poco más cómo es el sistema actual y cuáles son los desafíos que se plantean artistas, curadores, productores, galeristas e investigadores. Algunos hablan de una desorganización del sistema, otros de la falta de diálogo con el mundo, otros de la producción visual en una era donde justamente la vista está bombardeada. Y otros de lo económico.
Lo que sí se sabe es que el arte contemporáneo en Uruguay es diverso, abundante, original y abierto. No tiene edad, género o estructuras visibles. Y el límite que separa a lo emergente de lo consagrado es borroso. Dónde se marca la línea de ese límite dependerá de las subjetividades de quienes le pongan valor tanto a la obra como al artista. Fernando Foglino, ganador del 49° Premio Montevideo de Artes Visuales y autor de una obra que encanta dentro y fuera del país, tiene esta mirada sobre ese tema: “Muchas veces entrás en una casilla en la que no querés estar. En el concurso se entregó el Premio Emergente y había artistas que no querían recibirlo, porque sentían que tenían una carrera más hecha. Pero, también, cuando considerás a alguien consagrado, estoy seguro de que la mayoría de los artistas van a decir que les falta mucho por hacer y que están en sus búsquedas. Hablar de emergente capaz es mejor porque se habla de futuro y potencial. Yo no estoy en ninguna de las dos”.
Para un medio comparativamente pequeño —en proporción a los tres millones y medio— el número de artistas que trabajan con lenguajes actuales y temáticas que conmueven y trastocan tanto al individuo como a las comunidades, es bastante grande. A nivel bibliográfico, "Panorama del arte contemporáneo en Uruguay" (2016) del Centro de Exposiciones Subte puede brindar pistas con 100 nombres reseñados. Otro termómetro cuantitativo puede ser la cantidad de propuestas que se presentan al Premio Montevideo de las Artes: este año fueron 136. O las que año a año recibe el Espacio de Arte Contemporáneo para sus salas. De un promedio de 500 por año, la mayoría son uruguayas. Un dato más preciso pero menos actual es el de la medición económica sobre el sector cultural en Uruguay, publicada en 2009 por el Ministerio de Educación y Cultura. Según esa evaluación, menos de mil personas (796) vivían de su trabajo como artistas plásticos en Uruguay.
Hay un entramado cultural interesante, instituciones que se afianzan, colectivos con trayectoria y actuales. Y el arte uruguayo crece y llega a bienales, salas y exposiciones colectivas afuera. Pero aún así, a los agentes culturales locales les cuesta responder a las preguntas iniciales de este informe.
Nuestra posición en el mundo
Martín Craciun es artista, curador, asesor de colegas locales y extranjeros, profesor e investigador. Él afirma que Uruguay tiene una posibilidad “fantástica” por ser un lugar que, a pesar de su historia rica en pintores, sigue siendo poco explorado.
“Cada tanto llegan curadores con una avidez por conocer e introducir artistas uruguayos. Porque, al parecer, no todo está viciado por un sistema económico que todo lo mide a partir de cuánto vale en el mercado. Quien trabaja en arte en Uruguay es porque realmente lo siente. Hay un ecosistema de artistas muy genuino y pujante”, comenta. Sin embargo, lo que le preocupa a Craciun es que tal alejamiento del sistema económico termine por costar en la integración. Y la integración, para el mundo artístico, es fundamental. “La economía cada vez es más parte del diálogo”.
Para él, “Uruguay tiene que generar más diálogo, porque si me quedo solo y no tengo con quién dialogar, no tengo a quién mostrarle mi voz”, asegura.“Uruguay queda por fuera de algunas tendencias por las dinámicas propias del país, por la incapacidad de generar un diálogo más fluido con lo internacional”, añade.
Craciun reconoce como un avance los intentos del Estado por posicionar al país. La muestra de Pedro Figari en el Museo Nacional de Bellas Artes de Argentina, o la exposición de Pablo Picasso en el Museo Nacional de Artes Visuales de Uruguay son señales de esa intención. Aún así, considera que todavía falta. Hay exposiciones y curadores que no llegan porque los presupuestos que Uruguay tiene para esas inversiones no dan abasto. Y falta, sobre todo, interés de los productores privados en el panorama nacional, más allá de que hay excepciones.
“Es ingenuo pensar que un estado pequeño como el de Uruguay puede asumir la totalidad de los costos que significa tener una muestra internacional”, apunta. Le resulta todavía muy magro el sistema de galerías montevideanas que trabajan con arte contemporáneo. Son pocas, a pulmón, y los uruguayos muestran poco interés en adquirir obras de compatriotas.
Diana Saravia, galerista que trabaja con nombres con trayectoria y también más actuales, comenta que cuando sale del país, las obras uruguayas se venden. “Pero salir es muy difícil. Nosotros vamos con las obras desarmadas abajo del brazo, las cruzamos como podemos en el aeropuerto, las armamos allá. Aún así vas. Porque afuera respetan el valor del artista. No te cuestionan. Acá llegar a un número real es difícil. La gente con dinero que podría ayudar a mover el mundo del arte no lo hace”, dice.
Solamente con cruzar el Río de la Plata se ve un movimiento privado mucho más desarrollado: el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), por ejemplo, es el emprendimiento de un empresario y coleccionista. O la Fudanción PROA, de una empresa constructora.
Craciun menciona a Este Arte como otro esfuerzo local en revalorizar el circuito. Se trata de la feria de arte contemporáneo que se hace en los veranos de Punta del Este y para la que él trabajó tres veces. También hay un ímpetu de internacionalización en Galería Del Paseo, que está en Lima (un mercado fuerte), y la presencia de Xippas, de origen parisino, en la Ciudad Vieja, por ejemplo. El premio Paul Cézanne que desde 1982 entrega la Embajada de Francia es otro componente fundamental.
A todo eso hay que sumarle la labor de artistas particulares que por sus propios medios hacen de embajadores. Como Pablo Atchugarry que inauguró un centro en Miami. “O Marco Maggi, que es un interlocutor por el cual la gente está conociendo Uruguay. Es parte de colecciones internacionales, lo citan y es parte de colectivos. Lo mismo pasa con Alejandro Cesarco, que tiene un trabajo notable, está en Nueva York y dentro de su circuito es un gran agente. Fue el curador invitado a la Bienal de San Pablo”, señala Craciun. O Luis Camnitzer, otro uruguayo internacionalizado, que el año pasado expuso en el Museo Reina Sofía de España.
Pero son contados, y el arte uruguayo sigue siendo una incógnita para muchos, incluso para locales. Craciun pone como ejemplo a Pablo Uribe, que entre fines de 2018 y principios del 2019 hizo una de los montajes más emblemáticos del Museo Nacional de Artes Visuales, con acceso al acervo y alterando la estructura edilicia y el lenguaje de la institución, A pesar de que Uribe cuenta con una trayectoria prestigiosa seguía habiendo, tres meses después, gente que se sorprendía con su obra en otros ámbitos y admitía desconocer su trabajo.
Hito en el MNAV
dónde puede llegar el arte uruguayo? La exposición de Pablo Uribe con Aquí soñó Blanes Viale en el Museo Nacional de Artes Visuales es una prueba de que incluso los límites de las instituciones legitimadoras se pueden quebrar. El artista trabajó durante años junto al equipo del MNAV, el curador Carlos Capelán y la productora Maru Vidal con el archivo del museo para mostrar una forma distinta de contar en un museo. Alteró desde la fachada hasta los ideales: cuestionó los términos “originalidad” y “plagio” colgando copias de Torres García y réplicas de la escultura "Figura de joven" de Bernabé Michelena.
En cuanto a la formación de artistas, la Fundación de Arte Contemporáneo ha sabido ser referente en el intercambio con las residencias de extranjeros en Uruguay. Y hoy, el Espacio de Arte Contemporáneo(EAC) es un actor fundamental, además de público, con su programa de residencias. Las convocatorias expositivas en el EAC son abiertas y en esta temporada, por ejemplo, exponen más artistas extranjeros que locales. Además, desde hace tres años trabaja en la exportación de uruguayos con destinos que van desde Chile a China. El EAC también ha apoyado la muestra que harán Paola Monzillo y Agustina Fernández Raggio en Inglaterra. Fernando Sicco, director del EAC, asegura que si bien la notoriedad del arte uruguayo es relativamente escasa, se nota que el país aporta algo diferente.
Movilizar al otro a través del arte
Hay un pasillo oscuro. Tan oscuro que para caminar por él se precisa firmeza en el paso y confiar en el instinto de que allí, en la sala tres del Museo Nacional de Artes Visuales, el camino es libre. Al final un sofá y tres pantallas con relatos de personas ciegas sobre la vida, la sexualidad, las redes sociales, el amor, los otros y ellos mismos. Son 16 minutos de inmersión total en ese submundo. El arte contemporáneo, dicen los expertos consultados para esta nota, tiene que movilizar de alguna manera, invitar al visitante a pensar o rever o sentir respecto a los tiempos que corren. Esa instalación, "Estar igual que el resto" de Paula Delgado —que estuvo hasta el 1° de setiembre—, era una forma de ir más allá de uno y comprender al otro. O tomarse el tiempo para escucharlo.
El vínculo del Museo Nacional de Artes Visuales con los artistas contemporáneos se trabaja. Así como un día se recibe en sala a Picasso, se exponen las geometrías potentes de José Pedro Costigliolo o se planifica una retrospectiva de Petrona Viera (irá en marzo), también se pone énfasis para que artistas de hoy tengan lugar. Incluso aquellos que se salen de la estética museística de la caja blanca y los cuadros enmarcados. Delgado es un ejemplo de una artista que hizo de la sala su propia obra.
El criterio para elegir artistas, explica el director Enrique Aguerre, se basa siempre en el diálogo con los creadores. “Nosotros les pedimos a los artistas que acerquen proyectos, sin compromiso de exhibir. Ahí vemos cómo hacerlo, si podemos solos, o si tenemos que buscar a otros”. Pero, agrega, como comunidad hay que estar de acuerdo a qué tipo de museo se quiere ir y cuál es el acceso real al arte.
Es cierto que el arte contemporáneo requiere de un acercamiento desde otro lugar, que a veces puede parecer distante o incluso incomprensible. Pero Aguerre cree que con la formación de públicos, con las charlas, con las visitas, con un vínculo más estrecho y preocupado, cualquier visitante puede sentirse cercano a la obra. “Que el arte no sea solo para una élite”, es uno de los pilares en el trabajo del MNAV y, afirma su director, no hay que subestimar al público. Aunque sigue habiendo desafíos importantes, el arte contemporáneo nacional crece y avanza.
Los ganadores
Fernando Foglino, Anaclara Talento y Javier Abreu fueron, en ese orden, los tres premiados por el 49° premio Montevideo de Artes Visuales. “Rulfo” Álvarez, coordinador del Centro de Exposiciones Subte (donde se puede recorrer el salón del premio) explica que lo que espera la “comunidad interpretativa” es ver cuáles son las nuevas formas de mirar.
Ni Foglino, Talento o Abreu son nombres nuevos y desconocidos. Vienen trabajando por lo menos desde hace una década y sus obras permiten una apreciación de tres líneas de trabajo.
En Evidencias está la poesía de Foglino, el gusto por la historia, el juego y la actuación. Es una instalación que reproduce una escultura (y partes de otras) que fueron vandalizadas y hoy no están en la ciudad. En la obra también está la invención de un personaje, que sería quien se robó las piezas y las fue guardando en su colección personal: un dedo de Hernandarias, la lanza de Ansina o la escultura La niña de la paloma. “¿Qué pasaría si no faltaran piezas no por vandalismo o para vender el bronce, sino porque alguien que, por saber demasiado, empieza a coleccionar todos estos símbolos?”, se pregunta el artista.
"Las cosas que fueron y las cosas que casi fueron", de Talento, es una performance enmarcada en un proyecto mayor y a largo plazo (Cartas a Sebastián) en el que una de sus líneas es una serie de cartas personales de la artista. “Habla sobre la memoria privada, íntima, y establece la pregunta de si cada vez que recordamos estamos haciendo un ensayo de la memoria. Como si fuera una obra de teatro que se ensaya”. Y la performance, en este caso, permite jugar con el espectador, que solo puede ver la obra si es parte de esta. “No se activa hasta que vos no sos la obra. Las cartas se transmiten en un boca a boca y las memorias empiezan a pertenecer también al que las recibe”.
Javier Abreu relaciona a La fuente (ganadora del tercer puesto) con su personaje El empleado del mes, por la razón crítica y mirada ácida e irónica que están por detrás. La fuente imagina que la obra dadaísta de Duchamp ocupa el lugar del monumento en la fuente de la Plaza Fabini, e invita a una reflexión sobre la estética (o falta de) en los ornamentos y monumentos públicos.
Colectivos
Agustina Rodríguez y Eugenia González son artistas e investigadoras y trabajan juntas desde 2006. Lo que hacen es otra de las características del medio artístico nacional: el trabajo en colectivo, que alcanza su máxima expresión en la Fundación de Arte Contemporáneo, fundada a fines de los años 90 y vigente, pero que se solidifica con grupos más pequeños que han marcado la escena regional, como Amorir, en el pasado, o Casa Mario en el presente, por ejemplo. El Museo de Arte Contemporáneo Montevideo (Macmo) es un colectivo que Rodríguez y González fundaron en 2014, donde trabajan con colegas nacionales y extranjeros. “Macmo es un espacio que ha estado casi siempre orientado a reflexionar sobre los espacios de producción, difusión y recepción de las artes visuales”. Pero esa vertiente de interpretación y cuestionamiento a las instituciones empezó mucho antes. Un ejemplo que trascendió fue el proyecto “Toll Galery”, que invitaba a los artistas a mostrar obras en macetones de la vía pública y así exponerlas ante un público menos usual, a las inclemencias climáticas y a las dimensiones pequeñas. Duró un año y medio, pasaron 56 artistas, trabajaron con emergentes y legitimados y diferentes tipos de producción.
Las galerías y sus vínculos
Las galerías son fundamentales para el arte contemporáneo en el mundo. En Uruguay, aunque menos desarrollado, hay un circuito que genera puentes con la región. SOA, fundada en 2010 por Vivian Honigsberg y hoy codirigida por Ana Gotta es un ejemplo. Honigsberg y Gotta trabajan tanto en la comercialización de arte como en el diálogo con la sociedad y el sector a través de exposiciones, charlas, talleres, la participación en ferias internacionales o en proyectos artísticos bilaterales (Suecia, Argentina y Perú). Gotta explica que buscan generar “una plataforma cultural para ampliar el rango de acción del arte contemporáneo y los artistas, hacia un vínculo con la sociedad y el territorio”. Un ejemplo es uno de los proyectos en los que están trabajando, acompañando la tercera escuela sustentable que se construirá en la comuna chilena Cartagena mediante residencias artísticas. El equipo de SOA considera que el terreno artístico en Uruguay es chico, y que tal dimensión significa un desafío mayor en el trabajo del artista y el galerista, en la llegada a espacios internacionales. Los costos también son cuesta arriba.