Artesanas cuentan cómo terminaron haciendo muñecas que conquistan a niños y adultos y muchos encargan personalizadas

Son muñecas artesanales hechas siguiendo la pedagogía Waldorf que enamoran por su sencillez y materiales. Cuatro artesanas cuentan su experiencia con emprendimientos que les cambiaron la vida.

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Muñecas Pandora Dolls, de Paula Pérez.
Foto: Leonardo Mainé.

Tengo una muñeca vestida de azul/
con zapatos blancos y medias de tul/
la llevé a paseo y se me enfermó/
la tengo en la cama con mucho dolor.

Varios adultos recordarán esta canción, sobre todo las mujeres. Porque jugar con muñecas, vestidas de manera muy delicada y simulando ser nuestros hijas era algo más propio del sexo femenino. Pero como todo cambia con los años, eso no es tan así hoy en día. Y no solo ha cambiado el juego, sino las muñecas con las que se juega. En esta nota nos ocuparemos de las artesanales, esas que recuerdan la infancia de sus creadoras, pero que al mismo tiempo se han actualizado con ropas y accesorios muy modernos.

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Muñecas Ramona, de Elizabeth Porciúncula.

Muñecas Ramona

“Me enamoré, me casé y me vine a vivir a la ciudad de Colonia”, cuenta Elizabeth Porciúncula (57 años) al recordar los orígenes de sus muñecas Ramona. En ese entonces trabajaba como administrativa en un departamento contable en Montevideo y durante cuatro años fue y vino de una ciudad a la otra.

“Llegó un momento que no aguanté más porque era muy sacrificado”, comenta a Domingo. Dejó el trabajo, pero se dio cuenta de que debía llenar ese espacio que se le generó. Entonces recordó lo mucho que disfrutó hacer los souvenirs de su casamiento y cómo eso la trasladó a la niña que veía a su madre usar la máquina de coser. “Voy a empezar a hacer souvenirs en tela”, se dijo.

No sabía tejer, por eso tomó el camino de la costura y comenzó haciendo todo tipo de cosas: mantelitos, individuales, delantales, bolsitas para el pan… Le tomó un par de años advertir que eso era lo que realmente le gustaba.

“Un día me pidieron una muñeca. La verdad que me quedó horrible, mis primeras muñecas eran muy feas. Hasta que empecé a ver cómo las podía perfeccionar”, confiesa. Recurrió a Pinterest, redes sociales, tutoriales de YouTube. “Así encontré mi onda, mi estilo romántico”, acota sobre estas muñecas que invitan a tocar, apretar y sentir texturas.

Las muñecas de Elizabeth son de tela y guata, todas hechas a mano con apenas un toque de máquina de coser. Utiliza lana para hacerles el pelo y diferentes telas para vestirlas.

Recopila todo el material que ve por allí, pero la limita bastante vivir en un país chico como Uruguay. Entonces recurre a Amazon y otras compras por Internet que incluyen a todo el país porque, no sabe por qué, en el Interior encuentra mejores telas que en Montevideo. Si se va de viaje también aprovecha para comprar, aunque no mucho porque no se puede. No utiliza materiales reciclables, prefiere lo nuevo. “Me gusta innovar”, alega.

Trabaja en serie, es decir que hace varias muñecas de una vez. “Por ejemplo, corto diez, hago los cuerpitos, los rellenos, la ropita. Después les pongo el pelo. Todo eso te lleva muchas horas. Mi mamá a veces me bordaba cosas cuando vivió acá conmigo un tiempo, pero todo eso eleva el costo y a veces la gente no lo quiere pagar”, explica.

Su forma de competir en el mercado es haciendo algo lindo, pero que no sea muy costoso. “Uno lo hace por amor, pero también porque da una ganancia. Yo lo hago porque es una pasión”, apunta quien, a pesar de que también hace animalitos en tela, hoy por hoy se define por sus muñecas. “Son mi debilidad y siento que es lo que me identifica”, sostiene.

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Muñecas Ramona, de Elizabeth Porciúncula.

¿Y por qué se llaman Ramona? Es un homenaje a su abuelo Ramón, un empleado del casino al que le gustaba hacer réplicas en miniatura de aviones y barcos en corcho, algunas de las cuales llegaron a estar en el Museo de la Aviación. “Vivíamos en el Interior y cuando íbamos a lo de mi abuelo en Montevideo era una locura llegar e ir a verlo al taller”, recuerda.

Las Ramonas se comenzaron vendiendo en ferias artesanales, comercios de Colonia y un mercado de artesanos; hoy solo se las puede comprar por Instagram (@ramona_tienda_online) y llegan a todo el país. “Fui dos veces a la Feria Máxima, pero me resultó muy costoso”, señala Elizabeth.

Su sueño es poder vender al exterior, especialmente a Argentina, donde hoy tiene muchos seguidores pero a los que no les vale la pena comprarlas por lo caro que sale el envío. Como no tiene hijos, le da pena pensar que cuando ya no haga Ramonas nadie recogerá la posta. “Tengo sobrinas, podría vender mis moldes porque capaz un día valen algo”, imagina quien hoy puede asegurar que le va bien en lo que hace. Este año Ramona cumplió 10 años.

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Elizabeth Porciúncula, de muñecas Ramona.

Muñecas sin boca que invitan a imaginar

Tanto Elizabeth Porciúncula (Ramona) como Gabriela Alonso (Dulce Blue) señalaron que sus creaciones están basadas en las muñecas de la pedagogía Waldorf, que son muñecas que destacan por la calidad de sus materiales y por su sencillez, con caras casi sin expresiones definidas.

“Al principio mucha gente me preguntaba por qué no les ponía boca. Y yo les decía que el niño proyecta más la imaginación en ese rostro”, contó Elizabeth. Una vez accedió al pedido de una clienta de hacerle boca y se encontró con que la muñequita cambió mucho. “Me arrepentí porque no es lo que me identifica”, comentó.

Algo similar le ocurrió a Paola Pérez (Pandora Dolls), cuyas muñecas tampoco tienen boca. “Una madre me pidió que le pusiera y lo hice a regañadientes. No sentí que fuera parte de la esencia de Pandora y dije ‘nunca más’”, recordó quien hasta perdió una venta por eso. “Si voy a fracasar, quiero fracasar con lo que realmente amo hacer”, remarcó.

Es por eso que ahora incorporó la venta de un marcador que le permite a los niños dibujarle la boca que quieran a las muñecas y eso luego se borra pasando un secador de pelo. “Te doy una lapicera y hacés lo que quieras”, indicó.

Las artesanas coincidieron en que en realidad es un tema de los padres, los niños no se dan cuenta de la falta de boca porque aplican el juego simbólico.

Adri Muñecas

Adriana Rodríguez (48 años) es hipoacúsica desde niña, es decir que escucha y habla muy poco. Desde los 7 años calcaba personajes a través del vidrio, lo que determinó que la llevaran a estudiar dibujo y pintura. Con el tiempo llegó a hacer velas y trabajos en madera.

Tuvo que dejar porque se casó y aparecieron otras responsabilidades. Cuando estaba embarazada de su hija Romina (12) comenzó a tejer ropa para ella. “Nació y quise seguir ese camino, entonces se me ocurrió hacer ropa en miniatura y probarla en muñecas y peluches”, cuenta a Domingo.

Se lo mostró a familiares y amigos y le llovieron pedidos. Eso la alentó a publicar sus creaciones en Facebook. En 2017 dio un paso más y las llevó a un local de decoración de Maldonado —ella es de San Carlos— y una de las dueñas le terminó dando un consejo clave: enfocarse en diseñar una muñeca especial y propia, y que tuviera nombre.

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Adri Muñecas, de Adriana Rodríguez.

Así nació Adri, una muñeca con varios vestuarios para la que creó un logo, papelería y una caja, y la publicó en Instagram con excelentes respuestas. “Traté de generar un modelo que fuera seguro para los niños, que la muñeca, además de linda y vistosa, fuera resistente y segura”, explica.

Adri puede lucir desde vestidos de crochet y ropas de ballet hasta jeans, gorritos de lana y bandoleras a la moda. Su creadora trata de aprovechar cada retazo de tela y utilizar productos amigables, pero como no es sencillo conseguirlos, hoy compra mucho al por mayor. Lamenta que en el medio local se torne tan difícil encontrar insumos. “Los costos son excesivos y la variedad es escasa”, apunta.

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Adri Muñecas, de Adriana Rodríguez.

Cada muñeca le lleva muchas horas de trabajo a mano. Los clientes pueden comprar las que ven publicadas en Facebook o Instagram (@adri_muñecas) o pedirlas personalizadas. “Me han pedido profesiones como dentistas, médicas, etc.”, comenta.

Si bien donde más vende es en redes, le gusta concurrir a ferias porque allí la gente puede tocar sus creaciones. “Me llaman de varias ferias, a algunas puedo ir y otras no porque trabajo sola muchas horas para poder cumplir con los pedidos”, señala.

Agrega que aún no puede vivir de Adri Muñecas, pero que está muy cerca de lograrlo. “Estoy acondicionando un local de campo, en la Ruta 39, para hacer una tiendita de artesanías locales y exhibir las muñecas”, anuncia entusiasmada.

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Adriana Rodríguez, de Adri Muñecas.

Dulce Blue

Las muñecas aparecieron en la vida de Gabriela Alonso casi que por casualidad. En su casa había excedente de jean y ella se resistía a tirarlo o convertirlo en bolsos. Hace unos ocho años, aprovechando conocimientos que le venían de familia y su gusto por la plástica, se animó a hacer una muñeca que conservó. Luego se le ocurrió hacer otras y regalarlas a familiares y amigos, lo que provocó que se las comenzaran a encargar.

Pero Gabriela no tenía tiempo porque trabajaba cocinando para personas con patologías o que necesitaban dietas especiales. Entonces llegó la pandemia y su principal actividad se retrajo. Fue ahí que aprovechó el tiempo libre para regresar a las muñecas, aunque esta vez con un fin comercial, por más que lo que buscaba era mantenerse activa.

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Dulce Blue, de Gabriela Alonso.

Cada vez hacía más muñecas, lo que provocó que su amiga, la reconocida artesana Natalia Cantarelli, le propusiera postularse para la feria Ideas+ de 2021. “Me mandé porque estaba haciendo algo muy rutinario y no estaba trabajando la parte didáctica que siempre me gustó”, relata quien se formó en Ciencias de la Educación pero nunca pudo encontrar una actividad que la motivara dentro de la carrera.

Ideas+ le confirmó que la artesanía era lo suyo y es una feria que siempre le sirvió para testear sus productos. Cuenta, por ejemplo, que hay un gesto que se repite mucho en cada mujer que visita el stand de Dulce Blue —como bautizó a sus creaciones— y es que toman a la muñeca como si fuera un bebé que recién terminó de comer, la colocan contra su hombro y le tocan la espalda. “Sus caras cambian, se dan cuenta de que la muñeca es blanda”, comenta la creadora de muñecas de piel de jean —ha sumado otras telas— y accesorios modernos. Su madre la ayuda haciendo los apliques en crochet.

Todas demandan su tiempo de confección y es un trabajo cien por ciento manual, salvo las costuras del cuerpo, la cabeza o los miembros que se hacen a máquina. “Están inspiradas en las muñecas usadas en la pedagogía Waldorf, pero con un patrón totalmente original creado por mí”, destaca Gabriela.

Hace poco sacó dos nuevos prototipos. Uno es una muñeca pequeña y redondita que funciona como adorno. En lugar de rostro tiene bordadas flores y lleva un bolsillo para que en un corazón alguien ponga una dedicatoria. El otro es la Mini Dulce, que la hace utilizando los bolsillos que quedan como excedentes. “Hice una especie de libro con dos bolsillos: de un lado va la muñequita blanda que puede mover brazos y piernas, y del otro lado todo un set de ropa para intercambiar”, explica.

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Muñecas Dulce Blue, de Gabriela Alonso.
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Mini Dulce de Dulce Blue, de Gabriela Alonso.

Su próxima idea es una muñeca con estructura de alambre, pero más para colmar su veta artística. Quiso presentarla en el último Premio Nacional de Artesanía —en 2022 sacó Mención Honorífica— pero no le dio el tiempo. “Ojalá pueda este año”, acota. También este año dictará los talleres para niños y adultos que no pudo dar en 2023.

Sus ventas son por Instagram (@dulceblue.uy), el boca a boca y espera cupo para ingresar al Mercado de los Artesanos. “Todo con mucha calma porque sino pierdo el gusto por lo que estoy haciendo, que es algo que me da mucha tranquilidad”, asegura.

Gabriela Alonso
Nota a Gabriela Alonso, artesana uruguaya que hace muñecas de trapo, en su taller en Montevideo, ND 20230111, foto Leonardo Maine - Archivo El Pais
Leonardo Maine/Archivo El Pais

No solo las piden los niños, también los adultos

“Me compran abuelas, padres, madres y a veces para regalar a personas mayores”, contó Adriana Rodríguez (Adri Muñecas).

Fue un comentario que se repitió en sus colegas, son muchas las mujeres que compran muñecas para regalar a amigas o para regalarse a ellas mismas.

Por eso Gabriela Alonso (Dulce Blue) diseñó líneas que sirven como adorno. “A las señoras grandes les gusta la sensación de tomarlas y agarrarlas, y se las llevan para ellas”, dijo sobre su experiencia en la feria Ideas+.

“Muchísimas mamás me dicen: ‘Me compraría una para mí’, pero no se animan”, relató por su parte Paola Pérez (Pandora Dolls). “El hombre es distinto, si ve una cosa que le gustó, se la compra. A nosotras nos han inculcado que el juego termina”, agregó.

En tanto Elizabeth Porciúncula (Ramona) señaló que ha hecho muchas muñecas para abuelitas, pero que recuerda especialmente el siguiente mensaje de una señora que la marcó: “Vi una Ramona de pantalones de pana y la cabeza me hizo un flash. Ella con esos ‘pelos’, sentí que la quería abrazar. Nunca fui muy de muñecas y me sentí una ridícula queriendo abrazarla. Creo que lo que me tocó la fibra es que estoy saliendo de quimio por cáncer de mama (...) el gran trauma fue mi pelo, largo, colorado, ondeado y ahora me está creciendo un felpudo en la cabeza y la vi tan yo, mi yo de antes”.

Pandora Dolls

Paola Pérez (40 años) trabajó durante muchos años como auxiliar contable. Cuando nacieron sus hijos pudo acomodar los horarios para dedicarles sus mañanas, pero seguía sin ver a su esposo el tiempo necesario para sostener una pareja. Fue ahí que resolvió dejar esa actividad y ponerse a elaborar cajitas de té, pero era algo que no la llenaba.

“Un día me puse frente a la computadora, cerré los ojos y le pedí al universo que me guiara. Cuando abro la computadora me aparecen unas muñecas que jamás había visto, de tela y solo con ojos. Eso me hizo recordar cuando hacía muñecas de tela con mi mamá. Ahí fue que arranqué con Pandora”, relata a Domingo.

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Pandora Dolls, de Paola Pérez.

A fines de 2019 probó en una feria con sus primeras muñecas. “Eran muy diferentes a las que estoy haciendo ahora. Aunque gustaron, me fui perfeccionando hasta llegar a las muñecas que las veían y enamoraban”, recuerda sobre un proceso que incluyó los conocimientos que tenía por un curso que había hecho de diseño de moda, tutoriales de YouTube y clases con una profesora rusa de forma virtual.

Comenzó a vender por las redes y en plena pandemia salió seleccionada para tener un local en el Paseo de Compras Techitos Verdes, donde estuvo un tiempo pero finalmente cerró porque ya no le valía la pena. Se quedó con el Instagram (@pandora.dolls.uy) y su página web (pandoradolls.com.uy).

La donación de telas por parte de una muchacha que vio a su hija jugar con una de las muñecas dio un giro al emprendimiento porque comenzó a utilizar telas recicladas. “Uso telas nuevas si me piden algo específico”, aclara. Su objetivo es poder crear una red de emprendedoras a la que poder acudir para que, por ejemplo, cosan para ella.

A la hora de definir a sus Pandoras enseguida responde que son mágicas. “Es una muñeca que acompaña a la niña o al niño, que crece con ellos porque le pueden seguir comprando ropitas. Me pasó con una nena que su primera muñeca era con tutú, pero empezó a ver las series Karate Kid y Stranger Things y me entró a pedir camperitas oversize con el logo de las series”, comenta Paola y agrega que ofrece la posibilidad de colocarles el pelo de sus dueñas cuando se lo van a cortar.

El nombre Pandora se lo sugirió un señor que fue a la secretaría del local de yoga en la que trabajaba. No estuvo segura hasta que su cuñada se apareció con una bolsa con un dije redondito, diminuto, de la joyería Pandora. “Ahí dije: ‘Acá está la respuesta’”, apunta sin olvidar que a quienes le mencionaban la historia de la caja de Pandora de la que salieron todos los males, ella les decía: “Lo último que quedó fue la fe y la esperanza, que es lo que trae Pandora Dolls”.

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Paola Pérez, de Pandora Dolls.

El sueño de Paola es tener una boutique de muñecas. “Un localcito para que puedan ir y comprar la remera que se parezca a la de la muñeca y ropita para ella y a su vez un espacio donde puedan compartir y jugar”, detalla. También quiere armar El Club de las Pandoras, para niñas más chicas, y ver la forma de sumarle tecnología a sus creaciones.

“Si no fuera soñadora no me hubiera animado ni a la mitad de las cosas que hice. Desde hace cuatro años no he parado de ver ese potencial que tengo y es parte de lo que quiero transmitir”, concluye esta emprendedora que no se detiene.

Opinión profesional

Al jugar con muñecos se aprende mucho

“Hay diferentes tipos de juego, casi todos buenos, que es recomendable respetar y promover”, explicó la psiquiatra infantil y psicoterapeuta Natalia Trenchi al hacer referencia a la importancia que tiene jugar con muñecos. Estos entran en lo que llamamos el juego imaginativo, el que permite volar con la imaginación, hacer cualquier cosa, y todo bajo nuestro control.

“Cuando ese juego implica un muñeco, está implicando a otro ser humano. Entonces permite desplegar todas las redes que unen o desunen a los seres humanos”, detalló Trenchi a Domingo.

Eso posibilita entrenar la empatía, atribuirle emociones a determinadas señales o ponerles nombre, entre otras cosas que son cruciales en el desarrollo de un ser humano. “Cuando uno ve a un niño jugando con un muñeco, no te imaginás todo lo que está pasando en ese universo entre ellos, cosas que te conforman como persona”, agregó la psiquiatra.

Destacó además lo que es la vivencia de la responsabilidad. “Es una relación asimétrica: el niño tiene el poder, el muñeco no. De alguna manera es lo que sucede en la relación entre un adulto y un niño, solo que con el muñeco es el niño el que ocupa la posición más elevada de la asimetría”, aclaró. “Eso le permite entender determinadas cosas que la parte ‘poderosa’ hace y por qué lo hace, y también le permite desarrollar eso de ‘pucha, si no lo cambio yo de posición, nadie lo va a hacer’. Es vivenciar la verdadera responsabilidad”, añadió.

Por todo esto es que se aconseja tanto a niñas como a varones jugar con muñecos porque sirve para configurar los diferentes roles y además se evita transmitir el mensaje de que “los varones no juegan con muñecas porque no se hacen cargo de sus hijos”. “Increíblemente todavía hay muchas mamás y muchos papás, por no decir abuelos y abuelas, que se ponen muy nerviosos si ven a un varón jugando con una muñeca o muñeco”, se lamentó Trenchi.

Las artesanas consultadas en esta nota coincidieron en que aún son pocos los padres que compran muñecos para sus hijos varones.

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Momento

Consultada sobre la edad en que es bueno que los niños empiecen a jugar con muñecos, Trenchi manifestó que hay que tener el radar bien sensible para identificar los momentos en que algo empieza a tener sentido para un niño.

“De repente un bebé puede agarrarlo de objeto transicional, de objeto acompañante, pero no se está jugando ahí el rol que veo para años siguientes por un tema de maduración del cerebro. Los chiquilines te van guiando”, señaló.

La psiquiatra destacó que en la interacción con los muñecos se da una cosa bien interesante y muy importante que es que ese muñeco también sos vos mismo. “Por ejemplo, cuando los niños van al doctor y les hace una maniobra que los estresa, después lo repiten con el muñeco. Ni que hablar en casos más tremendos de abuso. Es una manera de poder pensar lo que pasó y cuando uno logra pasar el hecho por el pensamiento y transformarlo en palabras o ideas, es un paso gigantesco hacia la resolución o aceptación o el ‘ahora entendí’ o ‘ahora ya no me duele tanto’”, explicó la psiquiatra.

Advirtió que de todas maneras no hay que apurarse a sacar conclusiones. “Se han cometido y se siguen cometiendo muchos excesos. No es que ‘si dibuja tal cosa, es que le pasó tal otra’; no funciona así. O ‘puso una muñeca arriba de otra, debe ser que alguien abusó’... Pará, capaz que pasó por el televisor y vio algo. Hacer una denuncia solo por eso, no. Es una herramienta útil, pero hay que saberla usar”, remarcó.

En cuanto a si la situación cambia si el muñeco representa a un animal, consideró que sí. “Siempre es más fácil la transferencia entre lo que sea más parecido a uno. De todas maneras, en el juego con peluches o animalitos uno ve un despliegue fantástico de emociones y actividades. Puede servir para entender el lugar que deberíamos ocupar en relación a los animales y los animales en relación a nosotros. Hay una frase que me encanta que dice: ‘Enseñarle a tu hijo a no pisar a la oruga es tan importante para la oruga como para tu hijo’”, sentenció.

La película "Barbie" modificó el consumo

“La muñequería era una categoría dentro de los juguetes que venía en caída. La venta de bebotes se vio afectada por el gran éxito de las muñecas coleccionables Cry Babies y similares”, señaló a Domingo, Carolina Rosas, jefe de Producto Juguetería y Bebés de Mosca Hnos. sobre lo que ocurre en jugueterías.

“El año pasado, con el lanzamiento de la película Barbie, la categoría pasó a ser una de las más importantes en venta, principalmente en lo que son muñecas de formato Barbie, no tanto así bebotes. Se da una venta residual de lo que es baby born y muñecas artesanales y tradicionales”, añadió marcando una diferencia con lo que ocurre en redes sociales.

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