Aunque pasaron más de 25 años de la caída del muro y de la reunificación, la capital alemana renueva su perfil día a día con la reconstrucción de edificios y nuevos proyectos en diversas áreas.
Pasaron más de 70 años del gran enfrentamiento mundial que dejó a Alemania en ruinas y ya se celebraron más de 25 desde cayó la gran pared que dividió a la ciudad —y al país— en dos. Pero todavía Berlín, la guerra y el muro son uno en cualquier visita por la ciudad.
Apenas se llega es inevitable preguntar de qué lado se está y buscar el testimonio de la guerra, todavía visible, en muchos edificios, especialmente del ex lado oriental (bajo dominio soviético), con agujeros de bala en las paredes y todavía cerrados, destruidos, pendientes de restauración.
Porque la ciudad sigue en permanente reconstrucción. La gran excepción del Viejo Continente: prácticamente no hay nada antiguo. Se destruyó el 70% y se fueron reconstruyendo algunos sitios a imagen y semejanza de los originales y otros, con nuevos diseños y el estilo de este milenio. Las obras siguen, el perfil de esta ciudad de vanguardia sigue modificándose en un proyecto sin fin. Ahora está en plena construcción el Palacio Real de Berlín, que se destruyó durante la guerra y se espera esté listo para 2019.
Y los alemanes también van cambiando. A nadie asombra que un tren se detenga durante más de dos horas en medio de la nada en una noche con temperaturas bajo cero y que no se informe lo que sucede. Que la ampliación del aeropuerto berlinés Berlín-Brandemburgo Willy Brandt se transforme en una novela de corrupción y sobreprecios con un atraso en la inauguración de más de cinco años de la fecha prevista. O que la remodelación de la ópera Staatsoper Unter den Linden, la más importante de Berlín, se demore más años de lo proyectado.
Berlín es más humana, más real y muy amigable con los turistas. Si se llega en tren, al bajar, la gran estación Berlín Hauptbahnhof impacta. Es de esos lugares a los que se debería visitar de todas maneras.
Fue construida para el Mundial de 2006 y es considerado el centro de transbordo más importante de la Unión Europea, con vías subterráneas y superiores, ascensores panorámicos, escaleras mecánicas y negocios.
Los tres centros.
Para ubicarse en Berlín, si se va por primera vez, conviene tener como referencia los tres centros neurálgicos de la ciudad. Alexanderplatz, Potsdamerplatz y la zona de Kurfurstendamm. Cerca de ellos se concentra la mayoría de los sitios imperdibles para visitar.
Alexanderplatz fue el centro de la Berlín Oriental en los tiempos comunistas. Después de la guerra, Alemania y Berlín fueron divididas en cuatro zonas de ocupación. Berlín Occidental, en manos de norteamericanos, ingleses y británicos, quedó como una isla dentro de la zona soviética, la tierra anhelada, símbolo de libertad a la que muchos querían llegar.
Para evitar el escape de la noche del 12 agosto, a la mañana del 13 de agosto de 1961, el gobierno de la República Democrática Alemana levantó el muro que estuvo en pie durante 28 años, hasta 1989 que cayó y dio lugar a la reunificación alemana en 1990.
Allí está la Torre de la Televisión, uno de los símbolos de la ciudad junto con la Puerta de Brandemburgo. Con 368 metros, fue por años la segunda antena más alta de Europa, después de la torre de la Televisión de Moscú. Se puede subir al mirador que está en la esfera en la punta de la torre para una vista de la ciudad.
La zona tiene varios centros comerciales, con marcas renombradas de Europa y el mundo y es un buen lugar para probar por cuatro euros, en alguno de los puestos callejeros, el currywurst, es algo así como el plato de fastfood preferido: una salchicha gruesa cortada en trozos y bañada con una salsa con curry.
A unas pocas cuadras de Alexanderplatz se puede visitar la catedral de Berlín, que fue reconstruida, y subir después de unas cuantas escaleras, hasta la cúpula, que regala una vista de la ciudad y a una altura que se distinguen claramente las construcciones cercanas. También está permitido visitar la cripta, con varios ataúdes, entre ellos el del primer rey prusiano, Federico I.
A pasos de la catedral se llega a la famosa Isla de los Museos, con cinco grandes espacios dedicados al arte y a la historia. Los recomendados son el Museo de Pérgamo, de arqueología, para ver el altar de Pérgamo, del siglo II a.C. y la Puerta del Mercado de Mileto. Lo habitual es hacer una hora de fila para entrar... paciencia. El otro imperdible es el Museo Nuevo, donde se destaca la colección egipcia con la estatua de Nefertiti.
Viaje al futuro.
Potsdamer Platz revivió muchos años después de la caída del muro. La zona, una de las más modernas, era un cruce de cinco importantes calles y edificios prestigiosos que quedaron muy dañados por la guerra. Luego el muro atravesó la actual plaza y el área se convirtió en un desierto por el que nadie se atrevía a pasar. Con la reunificación se construyeron los edificios más modernos y vanguardistas de Berlín, como el Sony Center, con una estructura futurista.
Una linda caminata para hacer en estos días primaverales es desde Potsdamer Platz, bordeando el Tiergarten, el gran parque de Berlín, hacia el Norte. El circuito une los más importantes emblemas de la ciudad. Primero, el memorial del Holocausto, para recordar a los judíos asesinados, que se inauguró en 2005. Es un monumento poco convencional: 2711 bloques de hormigón de diferentes alturas por el que cada visitante elige su camino.
Siguiendo hacia el Norte, tras cruzar la Puerta de Brandemburgo, se llega al Reichstag. La cúpula de cristal, obra de Norman Foster, a la que se puede acceder es de los sitios más visitas de Berlín, pero requiere reservas con anticipación.
El tercer centro berlinés es sobre la avenida Kurfurstendamm, habitualmente llamada KuDamm, tan famosa como Unter den Linden, la avenida que desemboca en la Puerta de Brandemburgo.
En la época del muro fue el centro de la Berlín Occidental y aunque ahora perdió un poco de atractivo frente a la nueva Potsdamer Platz, concentra tiendas de lujo, locales de moda, electrónica, deportes y el KaDeWe, el Harrods de Berlín.
Tras el muro.
Los rastros del muro están por todo Berlín. En algunos sitios apenas quedaron marcadas en el pavimento las huellas de la gran pared de 155 kilómetros que abrazó Berlín Occidental y partió al medio la ciudad. Y en otros, todavía se mantienen en pie pequeños fragmentos. El mejor lugar para saber más sobre su construcción, el brutal cambio en la vida de los vecinos y la caída es en el Memorial del Muro de Bernauer Strasse.
En la zona Norte de la ciudad, sobre la avenida Bernauer Strasse en una extensa zona de más de cuatro cuadras largas hay una reconstrucción del muro y sectores interactivos con testimonios de la vida en los tiempos de la guerra fría. Historias de alemanes que perdieron su casa, que convivieron a metros del muro, que saltaban por las ventanas de los edificios para pasar el Oeste, separaciones, muertes. Al principio cuesta entender el recorrido.
En realidad, la división de Berlín en dos estaba formada por dos muros separados por aproximadamente 15 metros en el medio, con otra pared interna, cables de alarma, alambre de púas y torres de seguridad a lo largo de la muralla, para que los agentes de la RDA pudieran ver a los que querían escapar al Oeste.
Otro de los lugares, quizá muy turístico, es Checkpoint Charlie, el histórico paso fronterizo entre Berlín Oriental y Occidental en la céntrica Friedrichstrasse. Desde 2001 hay una réplica del cartel que años atrás advertía a los ciudadanos: está abandonando el sector americano y una caseta con un soldado vestido como entonces para la foto.
Justo al lado está el Museo del Muro de Checkpoint Charlie, otro lugar para saber más sobre la construcción de la gran pared. Siguiendo por Niederkirchner se puede ver un fragmento del muro de casi 200 metros y la exposición al aire libre Topografía del Terror, que recuerda las atrocidades de la época nazi. En esa zona estaban los cuarteles del gobierno de Hitler El muro sigue presente, resignificado, en la nueva Berlín, la ciudad que nunca se deja de hacer.
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