VIAJES
Entre calles empedradas y edificios coloniales, la capital colombiana es una ciudad que ofrece mucho para ver: desde recorridos artísticos a plazas históricas.
Viajo toda la noche. Uno va viendo por la ventana del ómnibus y aparecen los edificios, las autopistas y el color gris inunda el paisaje. Llego de mañana a Bogotá. La capital colombiana es una ciudad gigante, con mucho para ver.
La zona de La Candelaria es hermosa. Camino por sus calles empedradas y descubro los edificios coloniales que se encuentran entreverados con enormes rascacielos. Bogotá hace gala de ser una ciudad cultural y esto se constata todo el tiempo con la gran cantidad de museos, muestras, bibliotecas y su permanente actividad intelectual. Hay artistas en las calles que con sus pequeños talleres elaboran y crean espectaculares obras desde pinturas, retratos o las más diversas formas de arte.
Bogotá es conocida como “la Atenas sudamericana”. Uno camina por las pequeñas calles y desemboca en una gran avenida, “La Séptima”, que conduce directamente al punto central de la capital: la Plaza Bolívar. Es el corazón de la ciudad. Es un lugar perfecto para observar y fotografiar, una de mis actividades preferidas.
La plaza está llena de palomas y vendedores. Me quedo muy quieto y escondido en las escaleras de la catedral queriendo no participar y ver toda la escena desde lo alto. Uno en la plaza se encuentra rodeado de mucho poder. Por los cuatro lados encontramos grandes edificios: el Capitolio Nacional, el Palacio de Justicia, la Catedral Primada de Bogotá y la Alcaldía.
A pocos metros de ahí también está la Casa Presidencial (el Palacio Nariño) y con ello muchas vallas, militares y armas. A cada paso tienes que mostrar que no llevas armas ni bombas en tu mochila. La Plaza Bolívar es un majestuoso y sobrio espacio.
Historia y museos
Si estamos en la Atenas de Sudamérica hay que entrar a los museos. Una visita obligatoria es la del Museo del Oro. El precio son unos 40 pesos uruguayos y esto hace más agradable la propuesta. El Museo del Oro es la casa de una de las colecciones más grandes de oro prehispánico en el mundo. Allí podemos apreciar más de 55.000 piezas de oro y otros materiales de todas las culturas indígenas en Colombia.
Otro bastión cultural de Bogotá es el Museo Botero. Insisto con la importancia del precio; este museo es gratis y esto me hace disfrutar más la actividad. Fernando Botero es el artista colombiano más famoso debido a sus trabajos, obras y figuras voluminosas y monumentales. En este museo se pueden apreciar más de 100 pinturas entre acuarelas, óleos y pasteles; así como esculturas y maravillas de Picasso, Dalí, Renoir y Matisse.
Fue una gran sorpresa apreciar en el museo obras de Torres García y de Pedro Figari. Al lado del Museo Botero se encuentra la Casa de la Moneda; allí se concentra la historia de la moneda colombiana.
Luego de este gran baño de cultura me voy a la parte alta de la ciudad: el Cerro de Monserrate. Con una altitud de 3.152 metros, el Cerro de Monserrate brinda una increíble vista de la capital. El día no ayuda mucho y las nubes le ponen techo a Bogotá y la tapan de nuestras inquisidoras miradas. En lo alto se encuentra el Santuario de Monserrate, una iglesia católica con una figura de Cristo del siglo XVII que atrae a peregrinos y turistas. El lugar es lindo para observar a la capital desde lo alto.
Un lugar espectacular que me sorprende y que descubro por casualidad es el llamado Mercado de las Pulgas. Caminar por sus pasillos me traslada a un domingo en la mágica Tristán Narvaja de Montevideo. Aquí las pequeñas estatuas de Artigas se cambian por las de Bolívar y los puestos de tortas fritas se rotan por las locales arepas.
Un lugar icónico y que me fascina visitar es el llamado “Chorro de Quevedo”. Nos dicen que, en este lugar, Gonzalo Jiménez de Quesada un 6 de agosto de 1538 fundó lo que hoy se conoce como Bogotá. Estoy disfrutando y caminando entre turistas y estudiantes que abundan en esta zona, un lugar sumamente cultural e histórico; aquí se reúnen estudiantes, visitantes, músicos y artesanos. El Chorro aglutina gente y amontona historias.
Después, hago una pequeña visita a la llamada Embajada de la Coca. Ahí me recibe Don Clever y habla sobre la importancia de la coca para los diversos grupos y comunidades indígenas. Dice que su tarea en esta vida es exorcizar a la coca y hacer que la gente no la vincule con la cocaína, que es un derivado de la primera. Es más, la cocaína tiene un pequeñísimo porcentaje de coca; su gran mayoría son diversos químicos y sustancias. Tomo un té de coca y una pequeña torta de la mítica hoja andina.
Todo este recorrido por la llamada Atenas de Sudamérica se hace y se disfruta, pero también hay otro museo muy grande que me acompaña en todo momento: el grafiti y los murales de la ciudad. Bogotá es muro y lienzo. Todo es pintable. En Bogotá abundan enormes y llamativos grafitis. Son grandes pizarrones con destacados mensajes.
En la actualidad, la práctica no es ilegal, aunque esta conquista es muy reciente. Incluso Justin Bieber pintó un muro de la calle 26 de Bogotá mientras era custodiado por la Policía. Fue en 2013, cuando el grafiti todavía era ilegal y pintar un muro era un delito. La sociedad colombiana se levantó contra este episodio señalando y criticando como las instituciones nacionales protegen a personalidades del exterior, pero atacan y encarcelan a los jóvenes artistas colombianos. Al tiempo la situación se revirtió y hoy se puede disfrutar del arte urbano.
En Bogotá escucho un concepto muy interesante acerca de Colombia: “Locombia”. Con todas sus particularidades y contrastes, es que intelectuales y humoristas comenzaron a hablar de Colombia como de “Locombia”; un país con episodios y personajes locos, un país poco normal. Dicho esto por los mismos colombianos. Estamos hablando del país de Macondo, aquella tierra mágica de Gabriel García Márquez.