Carlos Pascual / El País España
A las 12 de la noche, la Princesa tornó a ser Cenicienta. La medianoche del 20 de junio de 1991, la que había sido capital “provisional” de la República Federal de Alemania (RFA) desde 1949 devolvió el testigo a Berlín. Pero se quedó con algunos centros oficiales y el título de Bundesstadt, ciudad federal. Y aunque perdió protagonismo, no es que volviera a la grisalla.
Bonn tiene una historia larga que empieza con las legiones romanas de Druso fijando allí sus cuarteles para controlar el valle del Rin. Y volvió a plena actualidad este 2020 por el 250º aniversario de su hijo más ilustre, Ludwig van Beethoven.
Aunque las bombas de la Segunda Guerra Mundial destruyeron el 80% de sus edificios, los más importantes escenarios de la época del músico se conservan. Roza los 300.000 vecinos, pero su casco histórico se puede recorrer a pie. Y tiene metro (y tranvías) para llegar a los barrios y zonas verdes que arropan su núcleo. Sale a cuenta hacerse con la tarjeta de transporte WelcomeCard Bonn (24 horas, 10 euros; 19 euros la familiar) o practicar hop-on hop-off en el City Tour.
9 am
Por el paseo de la fama. El corazón de Bonn es su plaza mayor o Markt, que ofrece cada mañana un mercado callejero: puestos de hortalizas y fruta, pan, quesos, embutidos y flores. También food trucks de comida rápida o étnica. La preside el Ayuntamiento, de armoniosas líneas clásicas; a sus pies, el restaurante Em Höttche brinda a los turistas el aspecto que tenía cuando Beethoven lo frecuentaba.
La casa natal queda a un paso, en la Bonngasse, que sale de la plaza. Y a escasos metros, la taberna Im Stiefel asoma a sus ventanas los bustos de Beethoven y su padre, pues era allí donde el progenitor acudía con frecuencia.
Esa calle breve es conocida como el paseo de la fama, porque en el suelo se iluminan las efigies de vecinos ilustres. Como el matrimonio de músicos Clara y Robert Schumann, cuya tumba está en el vecino Alter Friedhof (Bornheimer Str), el cementerio viejo, donde también reposa la madre de Beethoven. Enfrente, el Collegium Leoninum (Noeggerathstrasse), un enorme seminario de tiempos de León XIII, combina el uso de hotel elegante y residencia de mayores.
Bonn ha puesto en marcha un Circuito Beethoven para seguir sus pasos por la ciudad. Un recorrido con 16 paradas en lugares relacionados con el músico: se empieza en la casa natal de Bonngasse, que a los recuerdos exhibidos se añadió en 1989 una sala de música de cámara, además de tienda y un café. Las siguientes paradas se detienen en puntos como la parroquia de San Remigio donde tocaba el órgano, la Schlosskirche, la catedral o el Beethovenhalle, la sala de conciertos construida a orillas del Rin en 1959. Los 16 puntos se pueden recorrer a pie por el centro peatonal, excepto los dos últimos -la sala de baile La Redoute y el palacio de Lippe, en Oberkassel-, que quedan algo alejados y a los que se puede en transporte público.
11 am
A pocas manzanas, la Sterntor es una puerta medieval con arranques romanos, rodeada de calles de ajetreo comercial. Cualquiera de ellas nos puede llevar a la Münsterplatz, la plaza de la catedral, donde la estatua más veterana de Beethoven (se erigió 18 años después de su muerte en 1827) fija su mirada en la mole de la catedral. Esta se levantó en el siglo XII y es buen ejemplo de románico renano. Apenas unos pasos bastan para llegar al oasis verde de la universidad, en la Residenz o palacio de los Príncipes Electores de Colonia, quemado y surgido de sus cenizas un montón de veces. Más del 10% de la población de Bonn son estudiantes. Se les puede ver jugar en la enorme explanada del Hofgarten, en cuyo extremo están el Akademische Museum, de escultura clásica; la vanguardista biblioteca universitaria y el Collegium Albertinum, donde preparaba sus clases el teólogo Ratzinger (el papa Benedicto XVI), a cuatro zancadas de su aula en la Residencia. Pegados a esta se encuentran la Puerta de Coblenza y el Museo Egipcio (Regina-Pacis-Weg), orillando un jardín municipal que lleva a Alter Zoll, la vieja aduana: una espléndida terraza sobre el Rin donde antaño se encontraba el fielato para los barcos que surcaban el río. Al pie de este balcón panorámico sigue el embarcadero, de donde parten (o hacen escala) barcos turísticos hacia Coblenza, aguas arriba, o hacia Colonia y Düsseldorf, aguas abajo, en trayectos de unas horas… o varios días.
12 am
Desde Alter Zoll corre paralela al río la avenida Adenauerallee, eje de la llamada Museumsmeile, la milla de los museos, conectada con las líneas 16, 63 y 67 de metro. El primer museo que sale al paso es la Casa de la Historia, centrada en la Alemania posterior a 1945. Más adelante, el Kunstmuseum y la Bundeskunsthalle, pabellón expositivo, forman un conjunto vanguardista tanto por su arquitectura como por el entorno verde que generan; el primero se centra en expresionistas alemanes, como August Macke (tiene su casa-museo en el casco histórico). También se llama a esta orilla izquierda del Rin el barrio diplomático, ya que en ella están Villa Hammerschmidt , antigua sede presidencial, y otros edificios oficiales (algunos se visitan). Para comer o reponer fuerzas, se puede acudir al restaurante de la Bundeskunsthalle o aventurarse hasta la cercana Post Tower y gozar de la gastronomía y vistas del Konrads en el piso 17.
15
Vistas al valle del Rin. La orilla izquierda del río desemboca en Bad Godesberg, que es ahora como un barrio de Bonn, pero fue ciudad balnearia importante y ha conservado algo del esplendor pasado. La orilla derecha es el vasto espacio natural de Siebengebirge (“las siete montañas”, aunque son muchas más). En la llamada Drachenfels (peña del dragón) hay un castillo y un tren para subir. En Petersberg fundaron unos monjes del siglo XII un monasterio que en el XIX fue desplazado por un hotel señorial, que sigue siendo alojamiento de huéspedes oficiales y por el que han pasado todos los políticos e intrigas imaginables del siglo XX. Está abierto al público de a pie, sus salones acogen bodas de postín y sus terrazas son un fabuloso mirador sobre el romántico valle del Rin.
19
19.00 ¿Ópera o dance? En la patria chica de Beethoven es normal que el ocio nocturno esté embargado por la música. La Ópera (Am Boeselagerhof), junto al Rin, es un edificio funcional con buena programación. Poco más adelante, también asomado al río, está el histórico Beethovenhalle (Wachsbleiche), sumido en una reforma que llevará años. Ritmos más moviditos, incluidos rock, pop o dance, esperan en Jazz-Galerie o en la discoteca Die Falle (Belderberg). Y un ambiente relajado y posibilidad de cenar en la terraza del Skybar, siempre con el romántico Rin de cómplice.