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El adulterio siempre ha tenido una carga negativa. Pero ¿por qué? ¿Son ahora las mujeres más infieles que antes? ¿Qué implica la fidelidad actualmente? ¿Qué pasa con las parejas abiertas?
Nadie sabe qué es la infidelidad. Todos hablamos de ella. Decimos que la infidelidad implica un engaño, una mentira, algo negativo. Decimos que en una pareja heterosexual el hombre engaña por aburrimiento o miedo a la intimidad, pero las mujeres engañan por soledad y por ansias de intimidad. Decimos que se da al final de una relación y que casi siempre son ellos los infieles.
Hay palabras que están más investidas de sentido que otras. Hay palabras que cambian, se adaptan y se transforman, pero que cargan con una historia, un espacio y un tiempo que muchas veces desconocemos. Y la palabra infidelidad, es una de ellas. Al menos en lo que refriere a la infidelidad amorosa, es decir, dentro de una pareja.
¿Qué es la infidelidad hoy? ¿Qué implica ser fiel? ¿Refiere a tener sexo con alguien por fuera de la pareja? ¿Refiere a la mentira? ¿Es hablar por WhatsApp con alguien más sin que el otro no se entere? ¿Es una historia de amor paralela? ¿Y qué pasa con el poliamor? ¿Y con las parejas abiertas? ¿Hay consenso sobre qué es ser infiel? ¿Es el hombre más infiel que la mujer? ¿La mujer es más infiel ahora que antes?
Second Love, la web para “infieles” que opera en Uruguay desde 2016 y que solo en América Latina tiene un millón de usuarios, realizó un estudio comparativo de la actividad de las mujeres que utilizan el portal en Uruguay, a diferencia de otros países latinoamericanos. “Las sudamericanas, especialmente las uruguayas y las argentinas, son de las más participativas y atrevidas de la región: la mayoría de ellas confesó que cambian de amante con frecuencia, más del 80% especificó que no mantiene una relación más de 3 meses con el mismo amante y que buscan hombres que no sean de su entorno íntimo”, sostiene el estudio. “En la actualidad la infidelidad es masiva. Y si bien el hombre sigue siendo el pionero, la mujer avanza a pasos agigantados. Hoy en día las mujeres son un 40% más infieles” que hace tres décadas, agrega.
Para intentar una respuesta a las preguntas sobre la infidelidad, para poder entender los números que arrojan el estudio y en definitiva, para saber de qué hablamos cuando hablamos de infidelidad, es necesario conocer cómo surge la fidelidad tal y como la concebimos hoy.
Desde el comienzo
“El adulterio ha existido desde que se inventó el matrimonio, así como también el tabú en su contra”, sostiene la terapeuta de parejas belga Esther Perel, en una charla TED.
“Desde la antigüedad, las diferentes civilizaciones han instituido el matrimonio mediante distintos rituales para asegurar la fidelidad de la esposa; y por consiguiente la paternidad de los futuros herederos de sus bienes, dando así paso a la familia monogámica”, dice Juan Fernández Romar, psicólogo y profesor titular de Psicología Social en la Universidad de la República.
Desde el comienzo de la historia, entonces, el hombre ha exigido a la mujer la fidelidad, pero no por una cuestión romántica, sino para asegurar la procedencia de sus hijos. “La mujer era entregada al hombre sin reservas mientras que el hombre mantenía el derecho a la infidelidad. Su esposa, en cambio no podía, y en caso de cometer adulterio era duramente castigada. La institución matrimonial monogámica no exigió durante siglos ni amor recíproco ni respeto o exclusividad sexual mutua”, explica Fernández Romar. En la Grecia antigua, agrega el especialista, las relaciones amorosas estaban vinculadas a las sexuales pero permanecían separadas de las matrimoniales; los hombres podían tener sexo por fuera del matrimonio pero las mujeres deberían rechazar toda “tentación sexual por miedo a quedar fuera de las normas de una ‘sociedad respetable’”. De esta forma, el hombre aseguraba la fidelidad de su mujer y por lo tanto, una paternidad indiscutible, mediante la vigilancia constante de su esposa.
“La infidelidad ha sido entendida a lo largo de la historia como un problema religioso, moral y jurídico. Con el tiempo y la emancipación relativa de la mujer, se llegó a entender a la fidelidad como la obligatoriedad de ofrecer y cumplir un convenio de exclusividad conyugal para ambas partes y de no transgredir los compromisos establecidos de un modo u otro al consolidar una pareja. No obstante, el costo social afectivo y simbólico de ser infiel sigue siendo mucho más grande para la mujer que para el hombre”, explica Fernández Romar.
No es que la mujer ahora se esté animando más a la infidelidad. La mujer infiel, sostiene la sexóloga y terapeuta sexual Vivián Dufau, ha existido siempre. “Antes se asociaba más al hombre porque era el que salía de la casa a trabajar, el que tenía contacto con el exterior y la mujer se quedaba en su casa, pero si las mujeres quisieron ser infieles, en cualquier momento de la historia, lo fueron”.
No es que exista una nueva estructura de la infidelidad en la que la mujer se anime más que antes a engañar. Lo que ocurre es el feminismo, que es la revolución de estos tiempos y que, en la lucha por la igualdad de género, exige que las mujeres tengan libertad para vivir su sexualidad como quieran. “El cambio viene dado de la mano de los avances en cuanto a la equidad de género”, dice el sexólogo clínico Santiago Cedrés. “La doble moral, donde una misma práctica vale diferente si es realizada por un varón o por una mujer, tiñe a la infidelidad. Con las luchas por la equidad, se tiende a que las prácticas sean indistintas del género. Particularmente en la consulta hace varios años que he comenzado a recibir demandas de varones que consultan porque sus parejas mujeres le han sido infieles. Hace 20 años o más un hombre no consultaba por este tema, porque claramente la sociedad se encargaba de condenar la conducta de la mujer, por lo tanto no era un problema para el varón. Ahora la mujer puede ser infiel y el valor de esa práctica no es condenable. Eso hace que la infidelidad como una práctica prohibida por tanto tiempo para las mujeres quede liberada de tal condena”.
En este sentido, Matías Lamouret, vocero de Second Love, dice que en las últimas tres décadas, el comportamiento de las mujeres ha cambiado respecto al uso de la web, que funciona como una red social para conocer parejas ocasionales. "Están más activas que antes y se animan más a dar el primer paso, a tener la iniciativa", cuenta.
¿Y en el amor libre?
“Creo que tiene muchas puntas, pero al fin y al cabo termina siendo una búsqueda”, dice Sabrina Yanque, 26 años, actriz. Y habla del amor. “Sin dudas todos los conceptos son hallazgos momentáneos. En lo personal pasé por la experiencia de la monogamia hasta que entendí que no amaba menos a esa persona porque me interesara otra o hasta quiera a otra”.
La infidelidad, a Sabrina, le resulta más difícil de deconstruir. “Si mencionamos infidelidad es porque mencionamos un contrato, que casi siempre es heredado de la monogamia. Tenemos mucho más aceptada la infidelidad que la libertad. No creo que mi forma de entender a la infidelidad sea socialmente aceptada”. En su caso, dice, muchas veces defender la libertad en la pareja le generó conflictos, porque, en definitiva, dice la sexóloga Dufau, la “infidelidad es una idea subjetiva de cada uno y en una relación implica un acuerdo entre sus miembros. Muchas veces no se llega a ese acuerdo”.
Pero, ¿qué ocurre cuando sí se llega al acuerdo de tener un poliamor? Es decir, cuando las dos partes de una relación aceptan que cada uno puede tener más parejas, ¿cómo opera la infidelidad en estos casos?
“El poliamor implica que el contrato con tu pareja es abierto, eso significa que vos podes tener más de una persona a la que ames. Sin embargo ese poliamor se tiene que basar en principios que lo regulen, y uno de ellos es la honestidad, la comunicación, el ser leal a ese acuerdo. La infidelidad se da cuando vos hacés algo que está por fuera del acuerdo. Por ejemplo, si en vez de estar con tu o tus otras parejas, de las que yo estoy al tanto, estás con otras personas. Ahí se da la infidelidad en el mismo poliamor”, sostiene la sexóloga.
El poliamor se basa en “vínculos amorosos no posesivos basados en el respeto de los acuerdos establecidos con las otras personas, sean los acuerdos que sean”, dice Fernández Romar. “Una idea muy seductora pero de difícil realización porque exige una gran equidad entre todos los miembros de esa relación, un gran nivel de horizontalidad, respeto y cuidado de la no instrumentalización de las relaciones”, es decir, utilizar a la otra persona como un instrumento o medio indirecto para conseguir algo con un fin personal. Aclara, además, que “se habla de poliamor en varios sentidos, por ejemplo, el de la pareja abierta, donde hay un compromiso afectivo monogámico pero en el que ambos se permiten otras relaciones”.
En el caso de las parejas abiertas, la infidelidad opera con la misma lógica pero de otra manera. “Una relación abierta supone que los dos pueden tener las relaciones que quieran por fuera de la pareja”, explica Dufau. “En este caso no habría infidelidad, al menos en primera instancia, porque el contrato es abierto. Puede pasar que la pareja ponga ciertos límites ”.
Es verdad que de la teoría a la práctica puede haber un abismo. Que lo más “sano” siempre debería ser hablar con el otro sobre los límites de la infidelidad y no darlo por sentado. También es cierto que, aunque se puede entender a la infidelidad como una apreciación subjetiva, que depende de los valores y cánones con que cada persona entienda sus vínculos, el concepto carga, casi siempre y desde siempre, con una apreciación negativa. “La infidelidad rompe la gran ambición del amor”, sostiene la psicoterapeuta Esther Perel. Así que, en todo caso, habría que empezar por la deconstrucción del amor romántico, para, al menos, intentar entenderlo. Pero eso es otra historia.
Un estudio sobre la infidelidad en Montevideo
El sexólogo clínico Santiago Cedréz realizó, en 2015, una investigación sobre la infidelidad en Montevideo. El estudio se tituló Prevalencia de infidelidad en la consulta sexológica en Montevideo - Uruguay y consistió en interrogar a 100 parejas heterosexuales montevideanas, entre 20 y 50 años, por separado y bajo reserva profesional.
Para la investigación se entendió a la infidelidad como “la traición a la intimidad dentro de una relación de pareja, todo vínculo sexual extramarital”. Además, agrega: “Se habla de infidelidad cuando se ha incluido a un tercero dentro de la relación de pareja y hubo cierto intercambio sexual con este”.
Tras realizar a las parejas entrevistas médicas, psicológica y sexológica, se detectaron los siguientes resultados:
El 61 % de los hombres y el 40% de las mujeres que estaban en pareja cometían infidelidades. Además, “los hombres son mejores que las mujeres detectando infidelidades: el 70 % de las sospechas de las mujeres eran correctas, pero en el caso de los hombres el porcentaje es mejor aún, con 95%” de las sospechas confirmadas.
A su vez, el estudio demostró que si bien no hay diferencias entre los hombres referido a en qué momento ser infieles, sí las hay en las mujeres. La investigación dio como resultado que las mujeres son “sexualmente más activas pocos días antes, durante y después de su período de ovulación, y las mujeres presentaron mayor interés sexual y fantasía hacia el resto de los hombres -no hacia su pareja- cuando son fértiles que cuando no lo son”.
Existen, dice la investigación, dos tipos de infidelidades: la puntual, basada solo en el sexo y relativamente fácil de ocultar, y la de compromiso, que es duradera y supone la aparición de un amante estable (más de cinco encuentros sexuales consecutivos) con quien se da un compromiso.
“La mayoría de los hombres infieles cometió infidelidades puntuales, mientras que la mitad de las mujeres infieles presentó infidelidad de compromiso”, sostiene.
“La infidelidad ya no se ve como algo tan infrecuente, e incluso las reacciones varían según género de la persona. Mientras la infidelidad masculina se mantiene en una meseta, la femenina, desde hace unos 20 años, se ha popularizado”, concluye el estudio.
Las nuevas generaciones y un amor sin estructuras
Los adolescentes hoy en día se animan a probar, están abiertos a todo, a saber si les gusta o no. Si un día quieren estar con un chico, lo hacen y si después quieren probar con una chica, lo hacen también”, sostiene la sexóloga y terapeuta sexual Vivián Dufau respecto a cómo viven la sexualidad las nuevas generaciones.
Dice que el contexto uruguayo actual, las reivindicaciones de los derechos humanos, como la posibilidad de que la mujer pueda decidir sobre su propio cuerpo respecto a ser madre, ha ayudado a romper muchos tabúes respecto a la sexualidad.
También, asegura, hay que trabajar la educación sexual con otras generaciones.
“Si un niño o niña pasa todos los días con sus abuelos mientras sus padres trabajan, o si directamente no tienen la posibilidad de hablar con sus padres al respecto, es necesario educar a esos adultos”. A su consulta llegan muchos adolescentes, pero la causa principal es el cuestionamiento sobre cómo tener la primera relación sexual. “Yo celebro que los jóvenes sean más abiertos. Eso sí, no hay que confundir libertad sexual con libertinaje”.