LEONEL GARCÍA | BUENOS AIRES
No había nada extraño en los sueños adolescentes de Diego Capusotto, en la convulsionada Argentina de los `70. Quería jugar al fútbol o quería formar una banda de rock. Paralelamente, veía películas en el cine. Mucho cine. Mucho Juan Moreira. Tanto, como para representar sus escenas en la soledad de su habitación, con el disco de la banda de sonido de fondo. Tenía 13 años. Todavía faltaba para dejar "el Secundario" en primer año, hacer "la colimba" (el servicio militar obligatorio), probar suerte -sin suerte- en las inferiores de varios clubes, acercarse a la batería y alejarse después, ser cadete en una fábrica "de corpiños" y "laburar en mil lados" más. Faltaba aún para muchas alegrías, muchas tristezas y para esa entelequia tan rara llamada éxito.
"Son muchas las circunstancias que hicieron que yo me dedicara a esto". "Esto", dice Capusotto en el sector semi-reservado de un porteñísimo café del porteñísimo barrio de Barracas, es la actuación, a la que llegó formalmente a los 25 años cuando comenzó a tomar clases en el Teatro Arlequines. "Uno no se dedica a cualquier cosa, sino a algo que está en tu espíritu. Y eso llega en un momento, no importa cuál, cómo, ni dónde. Simplemente, llega. Capaz que lo tenía antes y me llegó después. Y eso forma parte del misterio que no me interesa develar".
Y dentro de la actuación, el humor. Su currículum televisivo incluye Cha cha cha, Todo por 2 pesos y -sobre todo- Peter Capusotto & sus videos. Los ratings para nada impresionantes son contrastados con los miles y hasta millones de vistas en cualquiera de los videos por él protagonizados y subidos a YouTube. Sidharta Kiwi, Irma Jusid o Pomelo. Hay para elegir. Humor a segunda vista. Lo bizarro o lo ultracotidiano, lo absurdo y lo surrealista, lo exacerbado ayudado con unos recursos materiales que parecen rendir culto a la máxima punk "hágalo-usted-mismo". Todo para hacerlo reír al punto de no poder respirar. Y el responsable es él. El cómico primero de culto (con pasado en la última etapa de ese templo under y border que fue el Parakultural en Argentina), luego "conocido" y, finalmente, protagonista de una masividad que él prefiere matizar. El que provocó en 2008 una movida inédita en Uruguay cuando más de tres mil firmas se juntaron para que Peter... llegara a Canal 5. Ese mismo actor que, gracias a la popularidad de este ciclo, está por estrenar una película en 3D; última y definitiva muestra de que el éxito, aquella entelequia tan rara, ya le llegó.
Y sin embargo, este inminente cincuentón con aspecto de rockero que zafó del reviente tiene al hablar un tono entre calmo, pausado, sentencioso y reflexivo. No da el perfil del típico payaso triste o agrio, pero solo se permite unas pocas sonrisas durante la charla. Hay que ponerse serio, se habla de humor.
"Yo tengo una conexión muy fuerte con el lenguaje humorístico. Es lo que más me conmueve, lo que más me sale y lo que tengo más ganas de hacer. A través de él, como una defensa que tenemos a las injusticias y cosas que nos maltratan, con Pedro (Saborido, productor, coguionista y compinche) nos interesa mostrar la orfandad que tenemos en muchos aspectos. Y como el humor está muy ligado a la burla, a eso que nos duele, es como plantarse y burlarse de eso que te ataca. Y, además, es un espacio de juegos necesario para también justificar la alegría de vivir. Eso es el humor. Me junto con Pedro y a la hora de pensar en algo gracioso nos reímos y disfrutamos de la vida en ese momento. Sentimos que estamos en la vida para eso. Y que eso te justifica la vida".
Su hermano mayor, ese que le hizo descubrir el rock, el dueño de aquel disco de Juan Moreira, falleció en 1989. Años después, una enfermedad se llevó a otro hermano, menor. El creador de El Hombre Bobo y Juan Carlos Pelotudo sabe bien hasta qué punto el humor da la talla como defensa o anticuerpo.
AL 3D. Es casi mediodía. Capusotto firma un autógrafo. El beneficiado se va visiblemente emocionado. Cuando se acerca a la ventana, un grupo de escolares lo reconoce y le grita. Cosa de todos los días. Requisito y consecuencia ineludible de la condición de famoso. "No suelo ir a lugares de mucha gente, porque no voy a poder estar tranquilo", admite. Marxista, pero de Groucho, Harpo y Chico, el rótulo de cómico "de culto", o para unos pocos, ya no le calza. Aún así, parece querer resistirse.
"A mí me parece que lo que hacemos nosotros está más relacionado a lo coleccionable, digamos, que al gran éxito. Si hablamos en términos de éxito masivo como (el de Marcelo) Tinelli, lo que hacemos nosotros no tiene nada que ver. Lo que hacemos es lo coleccionable, lo rico para el otro, lo que es bueno tener y compartir". No en vano YouTube y el boca a boca en clave de web fueron los reales sostenes del suceso de Peter Capusotto -surgido en 2006; desde 2007 por el canal estatal argentino; nunca más de 14 capítulos por temporada; llegado a la tevé uruguaya por pedido del público; un "récord" allá de 4 puntos de rating (menos de 400 mil espectadores entre casi 10 millones de televidentes porteños y granbonaerenses). No por nada el actor apela al término "complicidad" para definir el éxito (sí, que perdone, la palabra encaja) de su propuesta. "Estamos en el cofrecito de las cosas que amás. Ese es el lugar más interesante para estar".
Y la colección, como las familias, se está agrandando. El hombre que le pone el cuerpo a Micky Vainilla, Bombita Rodríguez y Luis Almirante Brown, dice que la película Peter Capusotto y sus tres dimensiones -así la nombra-, con la dirección de Pedro Saborido, ya está en postproducción y se estrenaría en Argentina entre noviembre y diciembre. "Fueron dos meses y medio de filmación, ¡por suerte ya se terminaron!", resopla el cómico, permitiéndose la sonrisa más ancha del encuentro, como un desahogo. "Irá luego también a Uruguay. No me cabe duda".
El actor rechaza definir a la película como un capítulo más largo y en pantalla grande. Una de sus creaciones más logradas, la abuela del punk (encorsetada en un ficticio programa simil Club del Clan) Violencia Rivas, será la que lleve adelante el hilo argumental. "Va a tratar de todo lo que tiene que ver con el entretenimiento o lo que hacemos para fugarnos de nosotros mismos. El espectador se encontrará con varios de los personajes del programa en otras situaciones, y con otros nuevos".
Hay un largo camino recorrido desde el Parakultural a las salas de cine de esas en las que se precisan lentes raros (sí, como con Avatar, Los Pitufos o la última de Harry Potter). Casi a regañadientes, a Capusotto -en pareja con María Laura, dos hijas de 12 y 8 años, fanático de Racing, criado en un hogar peronista, más identificado con la "Cris-pasión" que con la "crispación" (traducción: en una sociedad políticamente tan dividida como la argentina hoy, manifestar empatía con el kirchnerismo)- no le queda más remedio que admitirlo. "Nos ofrecieron la idea y la aceptamos... eso también sugiere que (la película) va a ser..." ¿Rentable económicamente? "... Que va a generar movida de gente. Y como el programa no salió este año en televisión, habrá más ganas de verla".
URUGUAY. Desde la época de Cha cha cha (1993-1997), Capusotto personificó al "Batman uruguayo" y dio clases de "tango uruguayo". En Peter... tuvo efímera vida Beverly di Tomasso, "rocker uruguayo". Sin embargo, la primera vez que pisó Uruguay fue siendo casi cuarentón, en 1998, y apenas por un rato: a Colonia del Sacramento, a pasar el día con una pareja amiga. "Me encantó".
No escapa del lugar común de cultivar "el vínculo de la cercanía que cualquier argentino tiene con Uruguay", pero no se sumerge en una declaración de amor demagógica. No podría. A Montevideo vino dos veces: por la llegada de su programa a Canal 5 y por el estreno de su anterior película, Pájaros Volando, en 2010. Punta del Este, casi un territorio argentino en el verano, no lo desvela. "Yo fui dos días a hacer una obra de teatro al hotel no sé qué poronga, no la conozco, no descarto conocerla, pero no es que me interese..."
Su mayor puente binacional personal tiene que ver con el primer amor: el fútbol. "¡El lazo más importante fue por Rubén (con énfasis en la última sílaba, "a la argentina") Paz! Con él tuve el honor de jugar en el estadio cerrado donde Racing hace futsal, y de haber hecho un gol luego de tirar una pared juntos. Eso fue en diciembre del año pasado".
Sí se sintió tocado por el episodio de las firmas, tres años atrás. Y eso le sirve para insistir en uno de sus conceptos de máxima: el humor como complicidad. "Esas cosas no dejan de ser conmocionantes. Tienen que ver con la intencionalidad de lo que uno hace... que esto circule, encontrar aliados con la mirada... y que produzca un fenómeno no ligado al éxito y a la autoestima, sino a una cosa más colectiva... Si vos te enterás que hay un montón de gente que se junta y tiene un código en común con algo que uno hace, uno encuentra aliados, es un recorrido genuino, comparte un código genunino. Tal vez para esa gente, ese sería el programa que haría".
Cuatro personajes en boca de su autor
"A mí Sidharta Kiwi -un personaje que hacía en Cha cha cha- me daba muchas satisfacciones cuando lo hacía en vivo. Esos personajes que son monólogos a cámara son siempre más interesantes con público, como ocurre en el teatro".
"Como espectador, el personaje que más me gusta y me conmueve es Violencia Rivas. Ella es muy conmovedora en su discurso porque no tiene filtro ninguno y ella está diciendo algo que te suena a verdad; y si te da rechazo, es un rechazo a vos mismo y a tus discursos".
"Luis Almirante Brown no es una burla a Spinetta, a quien admiramos. El tema es: ¿qué pasaría si un tipo como Spinetta, con su poética tan especial, no tan directa ni formal, en la última parte de la canción se va al recontracarajo? ¿Y si lo intenta justificar?"
"No hay nadie tan pelotudo como Pomelo. Es la exacerbación de un discurso, el del rockero lleno de minas y exitoso, toda la puesta en escena, que nosotros la vemos deformada o exageradamente pueril. Y eso es algo medio patético, yo me río con eso".
Aquel grosso baterista de Psiglo y Crucis
Su concepción del humor, un reciente antojo por leer frases del poeta maldito Charles Baudelaire, su negativa a trasladar a Peter Capusotto a un canal de mayor audiencia -"donde estamos podemos hacer el programa como lo queremos hacer"- o su rechazo al término "capocómico" - "es como una legitimidad falsa". Todo en boca de Diego Capusotto tiene, conscientemente o no, como actitud genuina o como manifestación colectiva, algo de rock; el mismo que en su programa trata de bajar del pedestal.
El vínculo de Capusotto con el rock es hoy solo el de un fan. Jimi Hendrix, el ídolo mayor, adorna la espalda de su campera de jean. Pero no fue la guitarra sino la batería, instrumento del que tomó clases, la que impulsó sus sueños adolescentes de formar una banda. Y fue el rock quien, mucho antes que Ruben Paz, le aportó un uruguayo a quien admirar. "Gonzalo Farrugia, de Psiglo, que acá tocó en Crucis, fue uno de los bateristas más grossos que escuché".