Históricamente refugio de los argentinos, este es el verano de los brasileños, que la eligen por su calma y sus vinos.
Hay silencio mientras Iara y Rodrigo están en la piscina del Hotel Dijama. Solo el sonido de los pájaros y alguna chicharra se mete en su conversación, mediada por una copa de vino. El hotel está en el balneario Zagarzazú, a 8 kilómetros de la ciudad de Carmelo. Rodeado simplemente por árboles, plantas y pasto, parece ser un lugar en el que el relax y la distracción son esenciales. Iara y Rodrigo son brasileños, de San Pablo, y llegaron a Carmelo atraídos por la actividad vitivinícola de la ciudad y buscando un lugar turístico que los conectara con el campo. "Yo estoy enamorado de Carmelo", dice Rodrigo mientras Iara cuenta que un rato antes habían salido a cabalgar. Es la primera vez que visitan el lugar y ya lo incluyeron en los planes de sus futuras vacaciones.
La ciudad de Carmelo, elegida como un lugar para relajarse por los visitantes argentinos desde hace 20 años, según cuenta la alcaldesa Alicia Espindola, se configura como destino emergente de turistas extranjeros, especialmente brasileños, que llegan atraídos por los vinos y también por la tranquilidad del lugar. Así, Dina Ruiz, encargada de la Oficina de Turismo de la ciudad, explica que "desde diciembre del año pasado la mayoría de los turistas que nos visitan son de Brasil".
Hace calor y el sol enciende el verde alrededor de la piscina de Dijama mientras Pablo Nin, encargado del hotel desde mayo de 2016, le cuenta a Iara y Rodrigo algunos atractivos de la ciudad, aunque el principal objetivo de su visita ya esté cumplido: probar buenos vinos. "Ayer visitamos Narbona", dice Iara y levanta la copa desde el agua. Narbona es una de las principales bodegas del lugar, que además incluye una posada y un restaurante.
El exclusivo Dijama tiene capacidad para 18 personas y, según sostiene Pablo, tendrá una ocupación del 100% durante todos los fines de semana de la temporada, es decir, enero y febrero, y una ocupación mayor al 60% durante la semana. Además, ya tienen el hotel completo para semana de Turismo. "El público más fuerte actualmente es el brasileño", cuenta Pablo, "un 80% de los huéspedes actuales son de Brasil y el resto argentinos".
El encargado dice que ese público es muy organizado. "Son los que reservan con mayor antelación y los que cuando llegan a Carmelo ya tienen decidido qué es lo que quieren hacer. Los brasileños que vienen se van siempre contentos y tienen un boca a boca muy fuerte". Lo mismo afirma Veronique Castello, gerenta de la Posada Campotinto: "Más del 80% de los turistas de este verano son brasileños.".
En la entrada de Campotinto hay un recorte del diario New York Times entre vidrios y con un marco de madera: Wine, Olive Oil and the Good Life in Uruguay (Vino, aceite de oliva y buena vida en Uruguay). Así titulaba el diario estadounidense una nota sobre Carmelo y sus bodegas en 2014. "Gracias a ese artículo empezaron a llegar muchos turistas norteamericanos", cuenta Veronique. "Después la nota fue reproducida por el diario O Globo, de Brasil", dice. Y desde entonces los turistas brasileños no han cesado.
Así, parecería que durante la temporada 2017, al contrario de lo ocurrido durante dos décadas, los brasileños coparán la ciudad coloniense, si bien los argentinos también siguen llegando. Según sostiene Miguel González, director del Hotel Casino, "los argentinos siguen siendo un público constante", que solo se interrumpió con la crisis que "vivió el país el año pasado". Para el verano estima que 60% del hotel estará ocupado por argentinos.
Tranquilidad.
Lejos del movimiento que las ciudades del Este experimentan durante la temporadael centro de Carmelo está tranquilo. Como buena ciudad del interior, después del mediodía los comercios cierran; la "hora de la siesta" es sagrada. Pasa el mediodía y pasa la siesta. La actividad en las calles carmelitanas sigue siendo poca o relativamente escasa para un destino con un importante flujo de turistas. Y es que la tranquilidad y la "paz" que buscan los visitantes no se concentra en la ciudad en sí misma, sino en sus alrededores.
Hoteles, posadas y bodegas rodean Carmelo (en el kilómetro 253 de la ruta 21), desde un paisaje verde y silencioso, que garantiza a sus visitantes la calma que pretenden. Ese es el caso de Campotinto. Ubicada en el Camino de los Peregrinos, una antigua casa de campo devenida en posada atrae a los turistas por su entorno y tranquilidad. Cuatro habitaciones de estilo rústico tienen vista hacia el jardín. En el frente del lugar está la piscina, en el fondo el restaurante — uno de los más frecuentados por quienes visitan la ciudad— más allá está la bodega, y más allá, el viñedo.
La posada Campotinto, su restaurante, su bodega y su viñedo, constituyen una experiencia en su conjunto. Las personas que llegan al lugar "buscan relajarse, pasarla bien, comer bien y tomar buen vino", explica Veronique, la gerenta. Así, comer en la posada es una experiencia "que se debe hacer con tiempo. Porque el chef cocina en el momento y recoge lo que necesita de la huerta para cada plato". También, los huéspedes pueden hacer una visita guiada por el viñedo y la bodega a cargo de un enólogo, que permite, además de la degustación, ver partes del proceso de elaboración de los vinos.
"Disfrutar de la naturaleza", así define la alcaldesa Alicia Espindola el principal objetivo de los turistas extranjeros que durante el verano visitan la ciudad. Son muchos los argentinos que cruzan desde El Tigre en la Cacciola para disfrutar un fin de semana en Carmelo. "Cuando bajan del barco los ves que están eléctricos y necesitan desenchufarse, para eso este lugar es ideal", explica Miguel, del Hotel Casino. "Nosotros tenemos que procurar que ellos estén tranquilos", agrega. Así, piscina, playa, buen vino y buena gastronomía, son las ofertas principales de una ciudad que, según su alcaldesa, "nunca descansa", a pesar de (o a costas de) su tranquilidad.
Según Miguel, director del Hotel Casino, Carmelo "está cambiando la mentalidad de ciudad del interior a la de centro turístico", entendiendo el potencial que tiene como tal, para brindar más y mejores servicios a quienes la visitan.
En el barco propio.
Andreay Ricardo están limpiando su barco, que amarraron el 28 de diciembre de 2016 en el Atracadero de Yates de Carmelo. Son de Buenos Aires, Argentina, y vinieron a pasar fin de año con sus hijos, Natalia y Juan, y con su perra Hellen, que los observa desde la sombra de un árbol. Si bien hace seis años que vienen a la ciudad, es la primera vez que la eligieron para cerrar el año. Ambos son arquitectos y, aunque no tienen una fecha de regreso exacta, piensan que regresarán a Buenos Aires "el 8 o 9 de enero, más o menos".
Ellos son dueños de uno de las tantos yates que se hamacan amarrados en el Atracadero. Según fuentes del Puerto, se estima que en la temporada alta del 2017 — de mediados de diciembre a fines de febrero — las amarras estarán completas, con una concurrencia mayor a los dos años anteriores. El Atracadero tiene unos 665 metros de muelle, en los que entran alrededor de 140 o 160 barcos, dependiendo del tamaño.
La mayoría de los turistas que llegan en sus yates no alquilan habitaciones en un hotel ni en una posada. Se quedan en sus barcos, que tienen todo lo que necesitan y más.
Juan José es de Zárate, Argentina, y llegó con su esposa el 28 de diciembre. Se quedaron en el yate hasta el 30, cuando llegaron sus hijos con sus nietos para pasar fin de año. Entonces sí, se fueron todos al hotel Playa Seré: "Alquilamos varias habitaciones, así los hijos se van con su pareja y nosotros dormimos con los nietos", cuenta Juan José, sentado a la sombra de un árbol enfrente a su yate, mientras ceba un mate. Después de que sus hijos y nietos se fueron, él y su esposa volvieron al yate y planean quedarse hasta el 13 de enero.
Unos metros hacia la izquierda por el muelle, Carlos, de Buenos Aires, acomoda una hamaca paraguaya entre dos árboles. Después busca una sombra, se sienta, ceba un mate y mira el arroyo. Carlos tiene 63 años y viene a veranear a Carmelo desde que tiene cinco; es profesor de navegación y compró su yate, el Matuka, con tres alumnos. El 30 de diciembre llegó su esposa para pasar fin de año y planean quedarse hasta el 15 de enero, cuando otro de los dueños del barco llegue a la ciudad.
Al igual que todos los turistas extranjeros que llegan a Carmelo, los que paran en el Atracadero también buscan tranquilidad. "Lo lindo de Carmelo es no hacer nada", dice Juan José y agrega: "Yo soy médico, ginecólogo. Venir acá para mí es desconectarme de todo, es estar acá sentado tomando mate tranquilo, sabiendo que nadie te molesta. Hacés una cuadra y estás en la playa, tenés ganas de caminar y te podes ir a la ciudad, no tenés ganas de hace nada, te sentás a tomar mate". Lo mismo piensan Andrea y Ricardo. La tranquilidad que hay en Carmelo es "real e integral. Porque no es solamente que acá no haya ruido, es que en Buenos Aires se está viviendo muy mal en cuanto a seguridad. Acá podés venir y dejar la puerta abierta, podés salir a caminar en la noche y no te va a pasar nada. El atracadero acá es muy tranquilo, además", cuenta Ricardo desde adentro de su yate.
El Atracadero está en silencio durante el mediodía. Solamente la naturaleza habla y lo hace con pudor. "¡Escuchá eso!", dice Juan José ante el canto de un pájaro. "Acá hasta los pajaritos están tranquilos, se te acercan a comer al lado, porque saben que nadie les va a hacer nada".
Carlos, en tanto, sigue con su mate, que prepara con yerba uruguaya. "Hace dos días que estoy por bajar del barco el disco de arado y no me decido a hacerlo", dice. "La tranquilidad que tengo en Carmelo no la encuentro en ningún lado. Me gustan las playas del Este de Uruguay, pero no es lo mismo. Acá descanso, pesco, tengo el gomón para recorrer el arroyo, hago las compras y no mucho más. ¿Sabés si sigue viniendo los miércoles el camión con los mariscos?".
Refugio.
El 22 de noviembre atracaron en el Puerto de Carmelo dos barcos enormes con más de 250 personas a bordo. El futbolista argentino Carlos Tevez y su pareja, Vanesa Mansilla, eligieron la ciudad coloniense para celebrar su casamiento y trajeron a todos sus invitados para pasar cuatro días de fiesta rodeados de naturaleza, discreción y tranquilidad. La mayor parte de los invitados se alojó en el Collection Resort & Spa Hyatt Hotel y la ceremonia se realizó en la iglesia de San Jorge, en Puerto Camacho. El Puerto y la Iglesia son parte del complejo privado El Faro, en donde se desarrolló el resto de la fiesta.
Hace años que Natalia Oreiro y Ricardo Mollo tienen una casa en Carmelo. Son asiduos visitantes y la frecuentaron sobre todo en 2012, mientras la actriz estaba embarazada de su hijo, Merlín Atahualpa, para estar en paz y rodeados de la naturaleza de su chacra.
Susana Giménez, su hija y su nieta, suelen elegir la ciudad para descansar y alejarse de los flashes y las cámaras. Lo mismo que Huberto Roviralta, expareja de la diva, que tiene su propiedad en Carmelo.
El barrio privado El Faro, al noreste de la ciudad de Carmelo, fue gestado en 1994 por el empresario argentino Eduardo Cantón. Desde entonces, son varias las personalidades del país vecino que tienen propiedades en él. Así, el lugar cuenta con puerto y playa privados, además de tener uno de los mejores restaurantes de la ciudad, Basta Pedro, al que solo se puede acceder por reserva o invitación previa.
En la misma zona se encuentra el Carmelo Golf, considerado uno de los mejores campos de golf de Sudamérica y también el club de polo. Además, el Collection Resort & Spa Hyatt Hotel, elegido también como uno de los 10 mejores Resorts de Sudamérica por publicaciones como Conde Nast Travelers y Travel & Leisure.
Así, entre el barrio privado y el hotel, hay unas 300 hectáreas de tierra con bosques de pinos y eucaliptos junto al Río de la Plata, que hechiza a los extranjeros.
Lejos de esa zona, varios autos con matrícula argentina están estacionados a la sombra de los árboles de la playa Seré, que está repleta. Turistas y carmelitanos disfrutan de sus costas, situadas en la desembocadura del Arroyo de las Vacas, en el Río de la Plata.
Más allá de El Faro, que se ha transformado en foco de atracción para los argentinos, la playa Seré atrae a los turistas por la tranquilidad de sus aguas y la sombra de sus árboles.
Ir a la playa con sus nietos es una de las actividades que Juan José más disfruta cuando está de vacaciones en Carmelo. "Tengo cinco nietos que tienen entre un año y medio y 12 años. Pasan bien acá. Hacen lo que quieren, en la playa no tienen peligro, juegan a la pelota, les compramos unos inflables, se divierten, se cansan y duermen bien", dice, mientras sigue sentado en el Atracadero tomando mate.
El puente giratorio sobre el Arroyo de las Vacas se ve desde lejos; el sol y el cielo despejado resaltan su color anaranjado característico. Más cerca, se ven algunas personas que pasean en kayak por el arroyo. El puente, único a tracción humana en Uruguay, fue ensamblado en Francia para un río francés. Como no funcionó para ese río, ahora es uno de los símbolos más conocidos de la ciudad de Carmelo. "Cada vez que se abre para nosotros es un acontecimiento. Verlo abrirse iluminado es un espectáculo único", dice la alcaldesa.
El puente se ilumina y brilla, y con él brilla el arroyo y con el arroyo la ciudad, una imagen que se repite a diario regalando su mejor postal.
La ruta del vino que atrae a brasileños
El 17 de noviembre de 2016 fue inaugurada la Ruta del Vino en la ciudad de Carmelo. El recorrido incluye una visita a cinco de las bodegas más famosas de la ciudad: Campotinto, El Legado, Cordano, Bodega Familia Irurtia y Zubizarreta.
La idea de crear un paseo por las bodegas surgió como necesidad de las personas vinculadas al turismo de la ciudad de organizar a los visitantes y ofrecerles una propuesta sólida sobre uno de sus principales atractivos. Así, el tour se divide en dos: un circuito por Irurtia y Zubizarreta. El otro por El Legado, Cordano y Campotinto.
La ciudad festejó el bicentenario
El 12 de febrero de 2016, Carmelo cumplió 200 años y los festejó a lo grande. Desfiles, conciertos, competencias y bailes fueron organizados para conmemorar el cumpleaños de la única ciudad del país fundada por José Gervasio Artigas que aún sigue en pie. "Después de esos cuatro días, durante todos los meses hicimos una actividad para festejar", cuenta la alcaldesa Alicia Espindola.
Un paseo por los lugares históricos del centro de la ciudad
Si bien la mayoría de los atractivos turísticos se encuentran en los alrededores de la ciudad, son varios los sitios históricos que ofrece el centro de Carmelo. Entre ellos, el Museo y Archivo del Carmen, ubicado en la calle Ignacio Barrios frente a la Plaza Artigas. El edificio fue mandado a construir por el presidente Manuel Oribe entre 1848 y 1849 y posee valiosos objetos y documentos de la historia de la ciudad. Otro sitio de interés es la Iglesia del Carmen, construida en 1830 por un grupo de vecinos con materiales rescatados del antiguo Templo de las Víboras en la Calera de las Huérfanas. Esta última, aunque se encuentra situada a unos 16 kilómetros de la ciudad por la ruta 21, es uno de los principales atractivos de Carmelo, especialmente por su relevancia histórica. La construcción, que se ha ido recuperando desde 2010, era una iglesia de los jesuitas creada en 1741 en la Estancia de Belén. Hasta 1837, la estancia funcionó como hogar de niñas huérfanas; de ahí su nombre actual. Otro de los atractivos son la Casa de la Cultura, que fue la casa de Ignacio Barrios, y el antiguo Teatro Uamá.
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