Carolina Herrera, una vida elegante

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Carolina Herrera.
JP Yim

NOMBRES

Aun retirada es una diseñadora referente de la moda internacional. Este año protagonizó la New York Fashion Week con una entrevista.

Se trata del misterio y los privilegios. Lo primero lo predica, a lo segundo lo convirtió en impulso para ser lo que es hoy: una de las diseñadoras más emblemáticas de la moda contemporánea. “Tienes que adorar esto. Porque no es solo el glamour al final del espectáculo, los aplausos y demás. Es mucho trabajo y tienes que implicarte a fondo”. Carolina Herrera pronuncia esas palabras en un inglés tosco y bañado de español —es venezolana— en una entrevista donde su hija, la otra Carolina Herrera, lleva el hilo conductor y las preguntas. Así, “adorando”, con talento, ojo, un uso adecuado de sus contactos y la defensa de la elegancia, Carolina Herrera construyó un imperio que valuado en billones.

Carolina dice, explica, gesticula, sonríe, estira las manos y habla también a través de su cuerpo para demostrarle a su interlocutor en otra charla —el diseñador Wes Gordon, actualmente director creativo de la empresa Carolina Herrera— que puede confiar en ella, que si él está allí, sentado en ese sillón verde y beige elegante de su casa es porque hizo las cosas bien y merece su respeto.

La diseñadora junto a su sucesor en la dirección creativa de la marca, Wes Gordon.
La diseñadora junto a su sucesor en la dirección creativa de la marca, Wes Gordon.

En The conversation, la entrevista entre ambos que protagonizó la última semana de la moda de Nueva York, Carolina reflexiona, dice y pregunta sobre el oficio para el que se convirtió en icono. Y, sin embargo, no lo dice todo. Así sucede con cada entrevista que brinda: su palabra es locuaz, su discurso coherente y consistente a través del tiempo, pero medido a la vez. Elegante. Dice lo que tiene que decir y no más. Porque el misterio, defiende, es algo que todo hombre y toda mujer debe proteger de sí mismo.

De su vida se sabe lo necesario: que creció en una finca en las afueras de Caracas, que la flor que ha marcado su vida es el jazmín, que su familia se codeaba con grandes personalidades de la época, que su padre, Guillermo, era político y diplomático venezolano y su madre, María Cristina, era escritora; que se mudó a Nueva York por su carrera, que Andy Warhol le cambió retratos por un monedero Van Cleef, que tiene cuatro hijos, dos de su primer matrimonio con Guillermo Behrens Tello, dos de su actual esposo Reinaldo Herrera, de quien tomó el apellido.

“Mis hermanos y yo tuvimos una suerte enorme porque crecimos en una casa en la que todas las mujeres se vestían muy bien, compraban la ropa en París y creo que el ojo se acostumbra a las cosas bonitas; estábamos familiarizadas con la estética, pero no como ahora, que hay niñas de 8 años que pueden distinguir un bolso de otro”, confiesa a Vogue. Y aún así para Carolina en ese entonces la moda no significaba nada, no existía nada más allá de su finca y la vida en ella. El gusto le vino a sus 15 años cautivada por el glamour de las las películas de Hollywood.

El año 1981

Su arribo a las pasarelas más celebradas del mundo tiene año, escenario y hada madrina. 1981, Metropolitan Club de Nueva York y Diana Vreeland. Fue la directora de Vogue quien notó que Carolina no era una figura elegante más, sino una que tenía un estilo propio y un gusto tan suyo y marcado que fácilmente podría convertirlo en un símbolo reconocido por todos, en el mundo. Carolina recurrió a Diana para pedirle algunos consejos por unas telas que quería diseñar; su referente le dijo que ese plan era aburrido, que mejor diseñara ropa.

Carolina Herrera en el desfile de su primera colección, en 1981
Carolina Herrera en el desfile de su primera colección, en 1981

“Era una mujer increíble a la que admiraba enormemente y habría hecho cualquier cosa que ella me hubiese pedido. Me lancé a la piscina por ella y por mi marido Reinaldo, que desde el principio me apoyó en todo”, la recuerda la diseñadora en una entrevista con la revista Harper’s Bazaar.

“Yo estaba nerviosísima porque era mi primer desfile y no tenía ni idea de lo que iba a pasar. Hasta ese momento me había vestido con ropa de todos los diseñadores, pero nunca había diseñado ni para mí ni para nadie. Era una colección glamurosísima que no se me olvidará jamás, diferente a todo lo demás. Por eso llamó tanto la atención”.

Y, entonces, con la primera colección de vestidos suntuosos empezó todo.

Ese día de 1981, todavía recuerda, fue de elite, de pintores, escritores, escultores, socialités, personalidades que coloreaban de prestigio a su colección. Fue una noche en una mansión en Manhattan, de etiqueta. Al poco tiempo casi se lanza sobre una refinada asistente a la ópera porque vio que llevaba puesto un vestido de noche suyo, el de plumas de marabú hasta el suelo. “Cuando haces una cosa por primera vez nunca sabes dónde vas a llegar. No me imagino a nadie tan prepotente para pensar que va a seguir 37 años después. Desde luego, todo lo que he conseguido, desde los perfumes a la línea de CH, era algo que no me esperaba”.

Y pasaron los años y los nervios, y la primera colección de vestidos de novia, las semanas de la moda, los primeros diseños para celebridades de la época (el vestido para el casamiento de Caroline Kennedy es un emblema de la marca), las alfombras rojas de cada Met, los premios, el aroma a jazmín empaquetado en frascos glamurosos de 80 ml.

De la infancia con su madre transmite a La Nación Carolina Herrera hija, la más mediática de los cuatro hermanos y directora creativa del área de perfumería de la empresa familiar, también le queda el jazmín. “Es mi primera memoria olfativa. Recuerdo a mi madre mezclando aceites esenciales de jazmín y nardo para crear sus propias fragancias”.

Los perfumes fueron —desde el primero en lanzarse en 1988— otro producto que la llevó a posicionarse entre las mejores marcas, y el jazmín, a veces combinado con nardos u otras flores, es el distintivo especial. En 2001 a la ropa, los vestidos de boda y la perfumería se sumaron los accesorios y lentes.

Su nombre no ha estado exento de polémicas. Tal fue el caso de la colección de 2018 con la que fue acusada de apropiación de identidad por la comunidad mexicana o el de su perfume Good girl, donde la mujer queda plenamente relegada a un estereotipo de belleza y a un papel de sumisión analizado desde el frasco, con forma de zapato de tacón muy alto, y desde el anuncio. Asuntos pasados por alto por la prensa especializada internacional.

Polémica o no, María Carolina Josefina Pacanins Niño se transformó en la señora Herrera, con el título imperial que esa palabra, “señora”, carga en las puertas para adentro de su empresa y en el público y la crítica que cautiva aún hoy, a sus 81 años. Se retiró en 2018, pero su imagen y opinión son aún una piedra fundamental para la marca y el rubro.

Wes Gordon, sustituto en la casa

Wes Gordon es un diseñador estadounidense de 33 años. Tras pasar por distintas marcas como Oscar de la Renta y Tom Ford, en 2018 se convirtió en el director creativo de la empresa Carolina Herrera. En The conversation confiesa que hasta ese momento de grabar la entrevista nunca había hablado de moda con su jefa. El día que la conoció, confiesa, “estaba muy nervioso”.

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