De portada
El hábito de escribir y enviar cartas parece en franca extinción, pero aún sobrevive.
"Una carta intercambiada entre Napoleón y Liniers, en perfecto francés, una carta normal en su momento, se convierte —años más tarde, cuando Napoleón invade España— en prueba acusatoria contra Liniers, por afrancesamiento. Esa sombra de duda sobre su nombre sólo se disipó cuando la revolución de Mayo lo ejecuta, por su lealtad a la corona española", describe Ribeiro.
La historiadora recuerda que era tal la importancia del intercambio epistolar en el pasado que se inventaron formas de proteger sus contenidos de miradas ajenas, como la llamada "tinta simpática" o invisible que sometida al calor se volvía visible para el receptor.
"Por carta se envió información y se debatió sobre todos los problemas políticos inherentes a la conformación de nuestros países como naciones independientes; sobre las primeras décadas de vida independiente y la formación de los partidos políticos; sobre las influencias sociopolíticas recibidas del mundo europeo y norteamericano", señala.
Los ejemplos surgen de a puñados desde el fondo de la Historia. "Por carta le contó Julio Herrera a su eterna novia, Elisa Maturana, cómo eran los días de la guerra del Paraguay y por carta le respondió ella, cómo pasaba sus días en la casona del Prado. Por carta le contó Fructuoso Rivera sus mil avatares a su esposa Bernardina y por carta le respondió ella dándole detalles de la vida política y familiar, enviándolas a la más extraña dirección, porque él y sus tropas se movían sin cesar en el territorio: donde se halle", recuerda Ribeiro.
"Desde mi punto de vista, la carta sigue totalmente vigente, pero lo que ha cambiado con el tiempo es el modo de enviarlas. Muchísimas cartas y pequeños mensajes de texto se escriben por día entre familiares o en relaciones comerciales...son todas cartas escritas. Lo que ha cambiado es la forma de enviarlas", dice por su parte Walter Britz, un premiado filatelista uruguayo, experto en historia postal.
Britz ha estudiado no solo la evoluciónde los envíos postales, sino además su impacto en distintos momentos históricos. "Su importancia fue fundamental. Ya desde la época Colonial, en 1764 el rey Carlos III establece por decreto la creación de los Correos Marítimos entre España e Indias. De ahí en más, el comercio fue creciendo y todo lo que sean precios, pagos y envío de mercadería se comunicaba a través de cartas. Esto ayudó a desarrollar la industria y el comercio", dice.
Britz pone un ejemplo que ilustra muy bien la importancia que en el pasado tuvieron las cartas, en particular durante el período artiguista.
"En esa época la comunicación militar era tan importante a través de las cartas, que muchas veces los ejércitos tenían franquicias y entonces su correspondencia se enviaba sin costo alguno —relata Britz—. Es muy interesante estudiar estos envíos durante períodos de guerras y ocupaciones. Por ejemplo, hay una carta escrita en la época de la Provincia Cisplatina, enviada por José Artigas desde Purificación a Buenos Aires en 1817, cuando en ese momento el Correo era administrado por los portugueses. Indudablemente esa carta fue llevada por las fuerzas leales al ejército artíguense en un "correo paralelo" y no por el Correo instalado en Montevideo y otras zonas del interior. En dicha carta, Artigas muestra su preocupación por sus tropas y la provisión de recursos y otras cuestiones comerciales".
En tal sentido la historiadora Ana Ribeiro, una estudiosa y referente académica en la gesta artiguista coincide acerca del valor de estos documentos.
"Son invalorables. No solamente por la variedad y riqueza que contienen, sino porque una carta no es un discurso escrito pensando en la posteridad; una carta —si es realmente íntima—contener confesiones, revelaciones, secretos. Hay códigos semi ocultos que permiten leer el carácter y la forma de ser de un personaje, a través de sus cartas. Son atrapantes. Un desafío que todo historiador sueña encontrar, como joyas de los archivos", señaló Ribeiro
LITERATURA POSTAL
Las colecciones de cartas de grandes autores de la litertura ocupan un lugar destacado en las letras. Algunas piezas dejaron de ser meros mensajes para convertirse en obras por sí mismas, como ha sido el caso de la célebre Carta al padre de Franz Kafka, donde el autor lanza una dura reprimenda a su progenitor. Del mismo autor también se conocen las cartas a su novia, Milena.
El intercambio epistolar entre la filósofa Hannah Arendt y Mary McCarthy, puede ser leído en clave de diario intelectual de la Nueva York del siglo XX. O la abultada correspondencia de Raymond Chandler con editores, agentes literarios y otros autores donde el autor realiza alguna de las observaciones más profundas sobre la literatura en general y la novela policial en particular.
Los ejemplos podrían llenar bibliotecas, el valor de las cartas como piezas literarias por sí mismas ha sido sobradamente consagrado en la historia de las letras.
En el Río de la Plata los ejemplos son también abundantes. Por citar tan solo uno de ellos cabe mencionar la correspondencia del poeta y editor rosarino Francisco Gandolfo, de reciente publicación en un volumen. El libro recoge, entre otras, las cartas que Gandolfo intercambió con Mario Levrero, autor con el que mantuvo una estrecha amistad durante años. Pero también recoge cartas de otros notables de las letras argentinas como Juan José Saer o Angélica Gorodischer.
"Mi viejo y Levrero se hicieron muy amigos y se mandaban los originales para leer, sobre todo mi viejo, hay más contestaciones de Levrero que de él sobre originales", cuenta Elvio Gandolofo, escritor, crítico y traductor rosarino y residente desde hace años en Montevideo, hijo de Francisco Gandolfo.
"Lo que tenían esas cartas era un nivel de joda tremendo, mucho humor, algo que yo creo que se ha perdido. Eso se podía ver en muchos casos, en la correspondencia entre dos tipos de esa época había mucha joda siempre", dice Gandolfo.
El autor recordó las cartas que solía escribir Julio Cortázar, en las que reinaba el humor refinado del genial escritor argentino. Él mismo se recuerda escribiendo cartas a sus amigos, una costumbre que dejó de practicar con la tecnología del correo electrónico.
"En las cartas había muchos sentimientos y ahora cada vez se habla menos de sentimientos, ¿quién habla de sentimientos ahora? Nadie", se queja.
Los epistolarios atraviesan prácticamente todas las literaturas, aunque su producción comienza a crecer, según los historiadores, a partir del siglo XVI. En el siglo XIX los mensajes manuscritos alcanzan todo su esplendor. En Londres, la "capital del mundo" por entonces, a mediados de siglo se crea un servicio de correos muy eficaz que por un penique asegura que el mensaje llegará a destino en el correr de una hora a cualquier punto de la ciudad.
Hoy la costumbre de escribir cartas va desapareciendo. Pero algunos aún no pueden resistirse a sus encantos (ver nota aparte) y se lanzan a esta aventura manuscrita. Para el Correo el sobre de elegante caligrafía es ya una rareza.
Correspondencia del Zorzal
El año pasado tuvo lugar una peculiar subasta cuya pieza principal fue un conjunto de cartas pertenecientes a Carlos Gardel. El rematador Eduardo Corbo fue el encargado de presentar el lote de nueve cartas manuscritas por el Zorzal criollo. Antes de dar lugar a la puja el rematador leía un fragmento de cada nota, la primera fue una dirigida a José Razzano, amigo y representante del cantor. Coleccionistas argentinos se llevaron las piezas, cuya mayor cotización alcanzó los US$ 2.650, en tanto las restantes promediaron los 1.000 dólares cada pieza datada en la década de 1920, en pleno esplendor del artista uruguayo.
Una misiva que dio que hablar
A principios de abril pasado se supo que el intendente de Montevideo, Daniel Martínez, le envió una carta al presidente Tabaré Vázquez. En media carilla manuscrita Martínez le comunicaba al mandatario su preocupación por la cantidad de personas en situación de calle que se observa en la capital, ofreciendo los servicios de la comuna para buscar soluciones. "Utiliza cotidianamente las notas manuscritas como un instrumento más de trabajo. Lo ha hecho no solo en el caso de la carta al presidente, sino incluso con su propio gabinete. En las reuniones de gabinete usa las notas como recordatorios de temas que se estén tratando en ese momento", dijeron a Domingo fuentes cercanas al jefe comunal. De hecho, señalaron que es habitual que envíe mensajes a sus directores por esa vía en cada reunión de gabinete. Martínez dice que prefiere la nota manuscrita porque confía en el soporte en papel, como un buen respaldo del soporte digital, con el que también trabaja todos los días, aseguraron las mismas fuentes.
La aventura de enviar una carta en la era del WhatsApp
"Necesito que me ayudes con esto, paso a paso, porque nunca lo hice". La empleada detrás del mostrador de la oficina del Correo Uruguayo me devolvió una mirada casi inexpresiva. No estaba sorprendida por mi ignorancia y no la puedo culpar. ¿Quién manda cartas hoy en día? La mía era la primera que escribí como adulto. Al menos, la primera que pensaba enviar por una vía tradicional. La destinataria fue una amiga que vive en el exterior y aunque quise sorprenderla, tuve que pedirle su dirección para lograr mi cometido. "Te voy mandar una carta", le advertí, apelando a que el asombro de la llegada de la correspondencia fuera igual de grande, pese haber revelado mis intenciones de antemano. Enviarla fue un trámite sencillo. Me esforcé para que la dirección, en Aarhus, Dinamarca, se entendiera en mi letra. Me divirtió ver el rostro de Artigas repartido en sellos de varios colores y opté por pagar el envío más barato, uno que no permite ver dónde va la carta día a día. El sobre costó 2 pesos y los sellos 65. La carta demoró cerca de dos semanas en llegar. Me enteré por WhatsApp, cuando mi amiga me confirmó que la recibió. (Pablo Staricco, periodista)