Casa Flora, el grupo de escritores que encontró un tesoro al trabajar la palabra de forma colectiva

El camino de la escritura puede ser muy solitario, por eso, ocho uruguayos decidieron reunirse mensualmente para leer, corregir y comentar textos propios. Algunos tienen libros publicados y premios en concursos de escritura. Acá su historia.

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Casa Flora Escritores
Ocho escritores uruguayos integran "Casa Flora".
Foto: Manuella Sampaio

Luis Enrique Durante (42) no tuvo la escritura en su radar hasta 2016, cuando realizó un extenso viaje. Mientras visitaba varios países, escribió crónicas sobre los paisajes y personajes que se encontró por el camino. Cuando regresó a Uruguay, decidió pulir aquellos textos. Se anotó en el taller del escritor artiguense Fabián Severo y allí conoció a otros que, como él, sentían la necesidad de expresarse a través de las letras.

Los años pasaron y, con la reclusión ocasionada por la pandemia, aquellos encuentros virtuales regados con literatura, propia y ajena, se volvieron aún más especiales. Cuando llegó el aislamiento, el contador con formación en antropología decidió profundizar el trabajo que ya venían haciendo y le propuso al gestor cultural y escritor Leandro Taramasco (53), su compañero de taller, crear un colectivo. Así nació, Casa Flora Escritores, donde buscan transitar la escritura —un trabajo que puede ser muy solitario— en conjunto.

“Fabián empezó a insistir en que muchos tenían cosas muy buenas escritas y que seria interesante dar forma de libro o presentar en concursos. Entonces dijimos ‘ya que tenemos textos trabajados, que están más o menos pulidos, vamos a darle la segunda parte, que es la mirada general, y también ayudar a que se publiquen’”, cuenta a Domingo.

Luis Enrique Durante
En 2023 Luis Enrique Durante recibió una mención en los Premios Nacionales de Literatura.
Foto: cortesía

Fue con este impulso que, con otros colegas del taller, empezaron a reunirse mensualmente para trabajar en sus creaciones, compartir herramientas y asesorarse colectivamente sobre lugares donde publicar, llamados a concursos literarios y plataformas para visibilizar sus escritos.

La dinámica funciona más o menos así: cada mes, un integrante comparte una producción propia para que los demás puedan leer y hacer comentarios. Cuando se encuentran presencialmente llevan a cabo la instancia de devoluciones y sugerencias. Esa dinámica exige compromiso, confianza y generosidad. Tres cosas que abundan en este grupo, ya que todo se hace desde lo espontáneo y por el simple placer de compartir y madurar la palabra.

“Hay un saber compartido. Cuando hay crítica, es constructiva, nos damos para adelante. Es maravilloso porque tenés una mayor apertura, es algo como ‘dame palo porque sé que es para mejorar’”, dice Silvia Núñez (72), docente jubilada y participante de Casa Flora.

“Todos queremos tener nuestro trabajo revisado por los demás, pero es una obligación recíproca. Además, no solo la persona que las recibe aprende, también nosotros al escuchar las devoluciones”, complementa Leandro, quien el año pasado publicó su primer libro La lluvia en verano, que lleva en sus páginas los preciados aportes de sus compañeros.

Leandro Taramasco
Leandro Taramasco en la presentación de su libro "La lluvia en verano".
Foto: cortesía

“Lo que se recibe en esas instancias tiene un valor enorme, porque hay ocho ojos que buscan el pelo al huevo y te dicen donde podés mejorar, qué palabra podés cambiar para que el texto brille más. Es valiosísimo”, expresa Isabel Gonçalves (57), publicista e integrante del grupo.

El despertar para la escritura

Todos ellos recuerdan haber vivido de chicos alguna experiencia con las letras que los marcó. Carmen Rodríguez (70), por ejemplo, tiene muy presente la voz de su abuela, una mujer que aun siendo analfabeta le transmitió la pasión por los cuentos y le narraba historias en la infancia.

“Yo vivía en el campo, mi mundo era muy acotado, pero descubrí que si leía o escribía, todo se expandía, podía tener una vida diferente y un mundo más grande. Eso fue lo que me mantuvo aferrada a la escritura”, cuenta quien fue alumna de Milton Schinca por más de dos décadas, tiene la novela Ecos del silencio y varios cuentos publicados.

Fabián Severo, Carmen Rodríguez y Facundo Ibargoyen.
El escritor Fabián Severo junto a Carmen Rodríguez y Facundo Ibargoyen.
Foto: cortesía

La licenciada en psicología Yael Szajnholc (51) recuerda que su madre le leía cuentos de Juana de Ibarbourou; que publicó un poema en la escuela aún siendo una niña y que en la adolescencia alimentaba páginas y más páginas de diarios. Hoy sus cuentos están publicados en antologías y fue la ganadora del Primer Concurso de Vivencias en Prosa, en Radio Nacional 1130 AM.

A su vez, Myriam Sosa Espel (82), docente jubilada, recuerda haber leído todos los libros de la pequeña biblioteca del liceo donde estudió en una zona rural en Rocha. A lo largo de su vida pasó por distintos trabajos, pero siempre encontró la vuelta para estar vinculada a las letras. Cuando llegó la emergencia sanitaria fue un desafío aprender desde la virtualidad, pero encontró en los talleres por Zoom una experiencia renovadora.

“Yo no podía ir a ningún lado y me vino depresión. Empecé el taller virtual de Fabián y luego con este grupo; siento que nos complementamos”, dice la autora de Arena de almohada, libro que también se escribió aprovechando el intercambio en Casa Flora.

Presentación del libro de Myriam Sosa
Parte del grupo Casa Flora en la presentación del libro "Arena de almohada", de Myriam Sosa Espel.
Foto: cortesía

Por otro lado, el ingeniero Facundo Ibargoyen (41) eligió un camino profesional que casi no se relaciona con la escritura. Pero eso, dice, fue una ventaja, ya que cuando se vuelca a la literatura no hay obligaciones, todo es disfrute. Lo hizo primero en el taller de Severo y ahora en este colectivo de escritores.

“Casa Flora tiene la fuerza de la diversidad de quienes la integramos, porque somos de orígenes diversos, de generaciones diferentes, con estilos y miradas distintas. Para mí representa disfrutar algo que nos gusta, y que no es fácil encontrar en la vorágine de la vida diaria. Es como un refugio”, describe.

“Ha sido una experiencia que nos ha dado mucho más de lo que esperábamos. Hemos crecido no solo en la escritura, sino en la visión de la literatura; salimos de nuestras cápsulas”, finaliza Leandro sobre una experiencia que es grata y unánime para los integrantes de este grupo: buscaban compañía para una tarea casi ermitaña, pero encontraron un tesoro, no solo en la acción de compartir la palabra, sino también en el grupo humano que la recibe.

Un encuentro para disfrutar de lecturas y música

El sábado 30 de noviembre el colectivo hará un encuentro abierto a todo el público en el café y librería Lo de Molina (Tristán Narvaja, 1578). En la ocasión, Casa Flora se presentará formalmente como colectivo de escritores y presentará los libros Arena de Almohada, de Myriam Sosa Espel, y La lluvia en verano, de Leandro Taramasco, dos integrantes que han publicado en el marco de su participación en el grupo. Además, darán un cierre festivo al año con lecturas de textos de los demás integrantes del colectivo y habrá música de la mano de Andrés Rivero y Luis Enrique Durante con su proyecto de música y poesia Mormaço: Poéticas de frontera. La cita será a las 19.00.

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