NOMBRES DEL DOMINGO
La corredora sudafricana, campeona mundial y olímpica de los 800 metros planos, es obligada a someterse a un tratamiento hormonal por tener hiperandrogenismo, es decir, porque su cuerpo segrega más testosterona que el de otras mujeres.
Los ojos fijos en la pista, la cabeza hacia abajo, las manos en la cintura. Tiene una malla negra con detalles grises y dorados que se ajusta al cuerpo y luce los músculos, como piedras. Está parada en el carril número ocho y balancea el cuerpo pasando el peso de una pierna a la otra. Lleva las manos a la altura de la cara, las une en gesto de rezo y después las frota. Tiene una medallita con la forma de África que cuelga en su cuello, caravanas que parecen perlas y una alianza. Se agarra un codo y el otro, después acaricia el anillo y aprieta con fuerza la medallita.
Es 3 de mayo de 2019. Caster Semenya tiene 28 años y está por correr la última carrera de 800 metros planos, distancia de la que es campeona mundial y olímpica, por última vez antes de que entre en vigencia para ella el reglamento de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) que dice que las mujeres cuyos cuerpos produzcan más testosterona de la considerada “normal” para el género femenino biológico deberán medicarse para reducirla.
En sus marcas. Después de la señal las 12 corredores se ponen en posición. Semenya flexiona las piernas, coloca la izquierda adelante, inclina el torso casi 90 grados, adelanta el brazo derecho y mira hacia abajo. Tiene la cara rígida, con el ceño y la frente fruncidas, como si estuviera haciendo fuerza incluso antes de empezar a correr. Listas. Largan. Semenya da zancadas largas y el cuerpo la acompaña como un bloque musculoso que apenas vibra con su movimiento. Se mantiene en segundo lugar, detrás de Noélie Yarigo, corredora de Benín. Pasa los 400 metros y en la recta final corre más rápido. Sin que las demás puedan ni siquiera notarlo, Semenya está primera. Cruza la meta habiendo hecho un tiempo de 1 minuto, 54 segundos y 98 centésimas. La corredora que llega en segundo lugar lo hizo tres segundos y 23 centésimas después.
El cuerpo de Semenya segrega más testosterona que el de otras mujeres. Por lo tanto, tiene rasgos que se asocian al género femenino y otros al masculino. Eso para la IAAF supone una ventaja biológica y física sobre sus colegas corredoras al momento de competir, por lo que, desde el pasado 8 de mayo, si Semenya quiere volver a correr contra mujeres deberá someterse a un tratamiento hormonal que baje el nivel de testosterona de su cuerpo. Porque su cuerpo, dicen, no es como el de una mujer. Y, por lo tanto la IAAF está partiendo de la base de que la superioridad atlética y deportiva es patrimonio exclusivo de los hombres.
“¿Qué hace que alguien sea mujer? , pregunta la corredora en el documental Semenya, correr como mujer. Ella no lo sabe. Le es suficiente con sentirse una mujer y no da demasiadas respuestas. Nunca lo hizo.
Era 2009 y Semenya acababa de ganar la medalla de oro en el Campeonato Mundial de Atletismo de Berlín. Había corrido la final después de que la IAAF había solicitado a las autoridades de Sudáfrica que le realizaran una verificación de sexo, por los rumores de que podía no ser una mujer. Semenya estaba saliendo del Estadio Olímpico de Berlín y un periodista la frenó. “Escuché que están diciendo que sos un hombre”, le dijo. “¿Qué tenés para decir al respecto?”. Semenya tenía 18 años y era la campeona del mundo, no tenía nada más para decir.
En ese mismo mundial, Usain Bolt rompió dos récords históricos que nadie ha podido alcanzar hasta ahora. El jamaicano, aunque ya no corre profesionalmente, sigue siendo el hombre más rápido del mundo y eso tiene una explicación: a diferencia de otros corredores, Bolt mide 1,95 metros, lo que hacía que el deportista pudiese completar las carreras de 100 metros en solo 40 o 41 zancadas, mientras que sus rivales se veían obligados a terminarlas en 44. Además, sus zancadas eran más largas que la de ninguno de sus rivales. Su velocidad y su potencia fue estudiada por diferentes equipos científicos para intentar explicarla. Pero ¿por qué ni la IAAS ni el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), ni ningún aficionado al deporte cuestionó la superioridad física de Bolt sobre los demás corredores? ¿Por qué Bolt es un ídolo y Semenya tiene que cambiar su cuerpo?
Ahora Semenya volvió a hacer silencio. Dijo, después de que el 1° de mayo la IAAS diera su veredicto, que es mejor no reaccionar. Porque ¿cómo reaccionar cuando alguien, sin pruebas físicas, científicas ni médicas que digan que Semenya es más rápida por la condición de su cuerpo, quiere cambiar, de un momento a otro, la identidad de una persona?
En un intento por estandarizar al género, el organismo rector del atletismo mundial, apoyado por el TAS, pretende establecer los cánones de lo que es o no es ser mujer. Entonces, el asunto Semenya se transforma en un asunto de fondo: ¿qué es ser mujer? ¿Existen normas sociales implícitas que las mujeres tenemos que cumplir al pie de la letra para poder definirnos como tal? ¿El deporte no concibe un género por fuera del binario hombre-mujer? ¿Qué sucede si, por ejemplo, hubiese una corredora travesti o transexual? ¿El atletismo solo considera a la sexualidad para definir el género?
Sobre identidades
Desde el mundial de 2009, su participación en competencias -tanto nacionales como internacionales- ha sido siempre cuestionada y Semenya ha vivido en un enredo constante de abogados, autoridades, chequeos médicos y psicológicos, al punto de haber querido abandonar el atletismo en más de una oportunidad. “Correr ya no me importa una mierda, me da lo mismo”, dijo en su momento.
Después de no poder competir por 11 meses, pudo volver a las pistas en 2010. Y, como lo que no mata casi siempre fortalece, salió primera. En el mundial de Corea del Sur, en 2011, salió segunda, por detrás de la rusa Mariya Savinova que también le ganó el Oro en los Juegos Olímpicos de Londres al año siguiente pero que quedó eliminada por dopaje. Fue la campeona de los 800 y de los 1500 metros del campeonato africano de atletismo en 2016 y se llevó el primer puesto en los 800 metros de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. En 2017 y 2018 fue la campeona mundial y en la Diamond League de ese año, en Francia, hizo su mejor tiempo en los 800 metros llanos, que es además la mejor marca mundial de la última década: 1 minuto 54 segundos y 25 centésimas. Al récord mundial lo tiene la rusa Jarmila Kratochvílová, que en 1983 tuvo un tiempo de 1:53.28 minutos. Su cuerpo no se parece en nada al de Caster.
A Semenya ya no le importan los récords, ni los campeonatos, ni las pistas. Tampoco le importa lo que digan sobre ella. En Sudáfrica todos la quieren y la reconocen, le piden fotos y autógrafos, la reciben con aplausos, abrazos, canciones y bailes. Semenya sigue corriendo porque es lo que quiere hacer, porque corriendo se siente bien, se olvida de todo y no escucha a nadie. Porque sabe que mientras corre puede inspirar a las personas que la miran, porque es lo que hace desde que es una niña. Tiene fe, Semenya y cree en Dios, y como cree, confía en que la IAAS dará marcha atrás con el reglamento y le permitirá seguir corriendo con su cuerpo.
Siempre fue buena en los deportes. A los 4 años se metía descalza a la cancha de tierra de su aldea, Ga-Masehlong, cerca de Limpopo, en Sudáfrica, para jugar al fútbol con sus hermanos y amigos. A los 12, cuando vivía con su abuela en una aldea alejada a la suya corría carreras con los niños y niñas de la zona. De a poco empezó a ganarlas y a ganar premios, hasta que un entrenador se dio cuenta de que aquella niña con manos grandes y físico marcado tenía un talento especial.
Empezó a ganar todas las carreras en las que competía. El atletismo se convirtió en su pasión. Para Semenya correr era, además, poder ayudar a su familia a vivir mejor. Después del mundial de 2009 utilizó el dinero que se llevó por haber ganado el Oro para construir una nueva casa para ella y su familia. Cuando regresó de Berlín, el rey de la aldea fue a saludarla personalmente, a agradecerle por sus logros. Allí no importa el aspecto de Semenya. No cuestionan ni su velocidad ni los pies más grandes, ni las piernas más largas, ni los músculos más marcados, ni la voz más gruesa. Semenya es la de siempre, la hija de Dorcus y Jacob, la que corre, la campeona, la que estudió en la Universidad de Pretoria gracias a una beca, la que se casó con Violet Raseboya su novia de toda la vida, la que se cayó y se levantó y se hizo fuerte y corrió más rápido que antes, más rápido que nunca. Ahora también, es la corredora a la que un organismo que desde su creación en 1912 ha sido presidido por hombres quiere imponerle un cuerpo que no es el suyo. Uno más chico, uno más flaco, uno con menos músculos y más curvas. Uno que se parezca más al cuerpo de lo que ellos consideran que es una mujer.
*Esta nota fue hecha en el marco de la Beca Cosecha Roja.