EL PERSONAJE
Es actriz, comunicadora e instructora de fitness. Trabaja en los medios desde hace más de 15 años y hoy conduce La culpa es de Colón edición mujeres, programa de humor de Teledoce.
Catalina Ferrand llega a Teledoce cargando una percha de la que cuelgan un vestido negro y una camisa de colores, y con algunas bolsas en la otra mano. Está vestida con una camisa estampada, tiene el pelo recogido en una cola pero a veces le cae sobre la cara y ella lo deja. Saluda a la persona que está en la recepción del canal, saca el mate de una de las bolsas y me dice que vayamos a la cantina, que seguramente esté tranquila. Es un lunes a las cuatro de la tarde y ella tiene que grabar La culpa es de Colón, el programa de humor que conduce, a las seis. La cantina está vacía. Hay mesas con manteles y heladeras y una televisión que sintoniza Teledoce y que, ahora, pasa la novela brasileña Corran por sus vidas. Catalina se sienta y dice que antes no le daba tanta importancia pero que ahora se fija en cada detalle antes de grabar, que por eso se trae el vestuario todos los días, que trabaja con su propia vestuarista, que cuida mucho la forma, que más allá de la estética también es una manera del respeto: hacia su trabajo pero, sobre todo, hacia las personas que miran el programa.
Después, mientras ceba un mate, dirá que está en un buen momento personal, por ver crecer a sus hijas, Cayetana y Simona, y poder acompañarlas, y por la familia que formaron junto aFederico Buysan, periodista, y sus hijos, Joaquín y Florencia —“Es como si nos conociéramos desde siempre”—. Y también profesional, por estar al frente de la edición mujeres del programa La culpa es de Colón —en el que comparte elenco con Lucía Rodríguez, Luciana Acuña, Jimena Vázquez y Leticia Cohen—, que no solo es un éxito televisivo, sino que además tiene mucho que ver con ella.
“Trabajo en la tele y en el teatro pero si me preguntás qué prefiero, te digo que dar clases de gimnasia, porque ahí soy cien por ciento yo y porque sé que le hago bien a la gente, la hacés moverse, la hacés pasar un buen rato. Como que mi rol siempre es estar al servicio. Pero no desde el lugar del ego, sino que me hace bien, me genera una alegría y una paz muy grande”.
Catalina, que además de actriz y comunicadora es instructora de fitness, no dice que La culpa es de Colón tiene que ver con estar al servicio o con hacer algo por alguien más, pero cuenta esto: que justo el programa empezó en la pandemia, que siempre habla con sus compañeras sobre lo que ha generado, sobre las cosas que les escriben las personas por redes, sobre la manera en la que les agradecen las risas. Y también esto: que el año pasado estaba en un consultorio médico cuando la chica que estaba en recepción se le acerca y le dice que espera cada noche para ver el programa, que mira la edición mujeres, que tiene muchos problemas en su vida pero que cuando las mira se va a acostar de otra manera, con una sonrisa, más contenta, que son como un bálsamo. Catalina se emocionó ese día y se emociona ahora, también, al contarlo: es lindo tener la oportunidad de generar algo así en una persona, dice.
También están los otros: los que cuestionan, los que se preguntan por qué hay cinco mujeres al frente de un programa de televisión y por qué hacen humor, los que le escriben para decirle que es antipática o cheta o falsa. Con esas personas Catalina iría a tomar un café para preguntarles por qué, qué vieron, por qué lo dicen. Sin embargo, hoy, a los 46 años y con casi 20 de trabajo en los medios, deja que eso pase de largo, camina liviana: ya no la hiere.
“Me entristece, eso sí, que las personas tengan esa incapacidad enorme emocional y vincular como para hablar y que no sea para decir algo lindo, porque si no te gusta, seguís de largo. Yo te puedo gustar o no, podés seguir al medio en el que trabajo o no, y eso está perfecto, pero lo que no entiendo es que los medios de comunicación sean una hoguera. Hay gente que viene con un arsenal demasiado pesado a criticar y vos decís ¿por qué?, ¿qué te pasa en tu vida como para que tengas que venir a decirme todas esas cosas a mí, que debería serte insignificante?”
De familia
Ella cree que eso de ser así —de querer estar siempre al servicio de los demás— viene de su familia, de la manera en la que su padre y su madre los criaron a ella y a su hermano, Sam (tiene dos hermanas más por parte de padre, Verónica y Adriana). Su padre, un capitán mercante con una ideología de izquierda muy marcada, tenía unos valores que defendía por sobre todas las cosas. “Siempre estaba pendiente de ayudar al otro. Yo siento mucho orgullo del hombre que era mi papá”. Y su madre, dice, era igual: “Una tana con un corazón enorme, muy presente. A mis amigas les encantaba estar en mi casa, que compartíamos con mis abuelos, ellos vivían en el tercer piso”. Además, fue al colegio Seminario, donde estar al servicio y dispuesto a ayudar al otro era un valor fundamental. Todo eso, dice, fue sedimentando algo en ella, una manera de ser, de estar, de mirar.
A los 13 años quiso estudiar teatro. No quería ser actriz pero le gustaba el cine —se la pasaba alquilando películas en el videoclub de Pocitos, el barrio en el que vivió siempre— y sabía que necesitaba algo que le sacara la timidez, que la alejara de su zona de confort, que la moviera.
Se anotó en el taller del actor Jorge Triador y estudió con él hasta los 19 años. No había un límite de tiempo, una meta, un egreso: ella se quedaba porque el teatro empezó a gustarle más de lo que esperaba, se quedaba porque todos los años hacían una obra diferente, porque estudiaban distintas corrientes, porque la desafiaba.
Cuando terminó el liceo, sin embargo, se anotó en la Facultad de Derecho para hacer Relaciones Internacionales. Ese siempre había sido el plan: hacer una carrera universitaria. Estudió y cuando le faltaban los exámenes finales quiso hacer algo que la sacara del estudio, de los libros y de los tratados. Entonces se fue a Buenos Aires e hizo un instructorado en fitness. Era 1998. Cuando volvió, una amiga suya que daba clases de tenis en el Nautilus le preguntó si se animaba a hacer una suplencia. Catalina dijo que sí, no dio los exámenes de Relaciones Internacionales y dio clases en el club hasta 2018.
Un día hizo un video de una de sus clases de gimnasia. Alguien lo vio y pensó que tenía cualidades para trabajar en la televisión. Entonces, todo pasó como siempre había pasado en la vida de Catalina: los planes se torcieron, algo le cambió el rumbo y al poco tiempo estaba trabajando en Canal 10, en un programa que se llamaba En la tarde. Un año después pasó a trabajar en Teledoce, en Verano del 2003. Estuvo allí durante cuatro veranos: trabajaba dando clases durante el año y en diciembre se pedía licencia sin goce de sueldo para irse a Punta del Este y hacer notas para el programa.
Todo podría haber quedado en esos veranos y en ese programa pero entonces el canal le ofreció la conducción deDía perfecto, un magazine diario que hacía con Alejandro Figueredo. El programa estuvo al aire cinco años, entre 2010 y 2015. Lo que sigue es una historia ya contada: fue ahí que Catalina y Federico Buysan empezaron a salir. “Básicamente gracias a Día perfecto tengo dos hijas -dice- porque nunca había estado en mis planes ser madre, creo que era un regalo que teníamos que vivir juntos con Fede”.
De ahí se fue a VTV, para estar al frente del programa Acá te quiero ver. Hizo teatro -el año pasado estrenó su primer unipersonal, Taitantos - y carnaval, vino una pandemia, se encerró en su casa de Punta Carretas con sus hijas, lloró y un día decidió que tenía que hacer algo para pasar ese momento y se puso a hacer lo que más le gusta: todos los días se ponía frente a su teléfono y daba clases de gimnasia en vivos de Instagram. Después, volvió a Teledoce, al canal en el que todo comenzó: el lugar en el que Catalina empezó a ser lo que es hasta ahora.
Sus cosas
LA FAMILIA. Dice que nunca se imaginó siendo madre, que nunca fue algo que quiso. Sin embargo, desde que tiene a Cayetana y a Simona, lo que más ama, por sobre todo, es cuidarlas, estar con ellas. Además, está orgullosa de la familia que formaron junto a Federico Buysan y los dos hijos del matrimonio anterior del periodista.
COLONAS. “No siempre se está en un programa que sea un éxito como La culpa es de Colón. Creo que lo logramos por la frescura, por la libertad, por lo genuino. Es todo mérito de las chicas, que son talentosas, geniales, cada una tiene una impronta y juntas son explosivas, creo que la gente se identifica con una o con otra”, dice sobre La culpa es de Colón.
EL CINE. Lo único que dice que le queda pendiente es hacer cine: tener un buen papel en una buena película. Esa es una pasión que viene desde que era niña, cuando alquilaba películas en el videoclub de su barrio. Y es también una pasión que mantiene hoy en día y le transmite a sus hijas: si una película le gusta la mira una, dos, tres veces.