Celebrar Navidad en el Uruguay profundo

Un pantallazo de cómo se festejan Nochebuena y Navidad más allá de los límites de Montevideo

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Fiesta Club de Golf de Paysandú
Una celebración masiva en el Club de Golf de Paysandú
M. Gallardo

La capital nos ofrece / Buen servicio de salud / Los mejores sanatorios / Y hasta el mejor ataúd /Los mejores edificios / La mejor educación / Y para vivir en cuotas/ La mejor financiación, cantaba, hace años ya, Pablo Estramín, en Morir en la capital, probablemente su mayor aporte al cancionero popular oriental. La letra es una precisa y contundente descripción del país “Montevideocéntrico” y -supuestamente- de espaldas al “interior”, una manera un poquitín despectiva de englobar múltiples regiones en un único mote, generalizador y reductivo.

Al menos, así lo perciben muchos de quienes viven en ese “interior”. Hay matices, como en todo, pero hay al menos una excepción al trasiego desde los departamentos a la capital, y esa excepción se consuma esta noche, cuando una cantidad no definida de uruguayos y uruguayas se sienten a la mesa a compartir Nochebuena con sus seres queridos en lugares como Aiguá, Pueblo Quintana, ciudad de Paysandú, Tacuarembó o Rivera.

EN EL CAMPO NO HAY NOCHEBUENA
Alejandro Lima, como varias de las personas consultadas para esta nota, vive desde hace muchos años en Montevideo, pero cuando llegan estas fechas, pone las cosas en su auto y emprende el regreso hacia Toro Negro, un lugar que, según cuenta, tiene cinco casas, a unos pocos kilómetros de Pueblo Quintana, cerca de la frontera entre Salto y Tacuarembó.

Es un trayecto largo para el funcionario de carrera en el Ministerio de Educación y Cultura. En rigor, casi 500 kilómetros. Su papá ya falleció, pero la madre y los hermanos siguen sobre esta tierra, y cuando se acercan los últimos días de diciembre, los Lima se juntan para compartir, cenar, ponerse al día y recordar anécdotas del ayer. Ahí, en el medio del campo, las celebraciones son al revés de lo que ocurre en la mayor parte del país. “Ahí se festeja el 25 y el 1º, no el 24 y el 31”, le comenta a Domingo antes de emprender el camino hacia, como dice él, “uno de los lugares más alejados de la patria, porque yo celebro en el interior profundo”. “Seremos mi madre, un hermano, la cuñada, sobrinos y demás. Deberías conocer el lugar. ¿Vamos? ¡Así hacés la nota desde allá!” La oferta es tentadora, no se puede negar.

Él hace ese trayecto desde hace casi 50 años, cuando se mudó a Montevideo para estudiar. En un lugar tan apartado y con tan poca gente, cualquier cosa llama la atención. “A decir verdad, ni siquiera es en Toro Negro mismo, sino un poco más allá. Celebramos en el medio de la nada mismo”, cuenta.

Cuando llega a destino en Nochebuena la gente está durmiendo, descansando y preparándose para el otro día, donde se comerá lechón. Pero ya no recurren a la pirotecnia. La suerte de condena social hacia ese fenómeno llegó incluso hasta el Uruguay profundo. La oferta de Lima sigue en pie, pero hay otros lugares a los que hay que consultar sobre sus costumbres por estas fechas.

SIGA EL BAILE, SIGA EL BAILE
Pedro Dutour es sanducero, pero vivió durante dos décadas en Montevideo. Regresó a su lugar de origen hace más o menos un lustro, pero lo que siempre fue una constante en su vida, más allá de su dirección, es que las Fiestas siempre fueron en Paysandú, una ciudad en la que el vínculo con Colón de Santa Fe es cotidiano. Muchos uruguayos, informa, fueron a aprovisionarse en el lado argentino para estas Fiestas, dado la ventajosa relación de precios para el consumidor con cédula de identidad.

Esta Navidad probablemente sea recordada entre una parte de los sanduceros (los más o menos pudientes) como una en la que más gustos pudieron darse, al menos en lo que refiere a ciertos artículos de consumo.

“No sé si hay diferencias significativas entre celebrar Navidad acá y en Montevideo, porque siempre estuve acá. Es todo más o menos similar”, comenta Dutour, pero hablando casi enseguida llega a uno de los eventos más típicos de la ciudad: la fiesta del Club de Golf de Paysandú. Esa fiesta, agrega Dutour, se hace al aire libre en el predio del club y convoca a aproximadamente 7.000 personas. “Es una tradición, se junta un mundo de gente. La organización es del club de rugby El Trébol y es tan grande la concurrencia que lo que recaudan en esa noche les da para sostener el presupuesto del club durante todo el año próximo, es impresionante”.

Desde la secretaría del Club de Golf dicen que esa es una de cuatro fiestas que organizan los rugbiers y una de las clásicas de Paysandú. “Se hace desde hace 46 años”, cuenta Joanna, desde esa oficina. “No hay joven que no esté al tanto de esa fiesta. Y de ahí, a la costanera. Luego, todo lo demás es bastante similar en cuanto a cómo se festeja”.

A BRILLAR MI AMOR

Ciudad de Rivera en Navidad
Las luces de "Rivera brilla" iluminan a la ciudad durante las fiestas.
Rinaldo Mora

Al otro lado del país, en la frontera no con Argentina sino con Brasil, Leonidas Bayo se prepara para otra Navidad en las trincheras. Como jerarca en la División de Cultura de la ciudad fronteriza, tiene una bala de plata para disparar a fin de cada año: Rivera Brilla. Se trata de “enchular” la ciudad con, principalmente, un despliegue de luces que remita a una cruza entre una metrópolis y una ciudad encantada. Hay, además, ferias nocturnas para que los pequeños comerciantes y artesanos muevan un poco la economía local en sus stands.

Bayo explica que Rivera Brilla es un fenómeno relativamente reciente en la ciudad para celebrar la llegada de la Navidad y que vino a sustituir otra actividad de la que ya no recuerda el nombre. “Básicamente, es engalanar la ciudad”, explica.

En la avenida principal de la ciudad, Sarandí, en la Presidente Viera y en las plazas Flores y 18 de Julio se prenden las luces de noche para darle brillo y color a la ciudad. “Salvando las distancias, es lo mismo que hace el Lincoln Center en Nueva York, que le pone luces a los árboles y al entorno, además de algunas construcciones lumínicas especiales, entre ellas una en donde se ven las palabras que le dan nombre al evento (ver foto contigua). “También hay arreglos lumínicos en algún barrio, pero principalmente es algo que está concentrado al centro”, dice.

Por otra parte, a esas luces se le suman varios conciertos al aire libre y de libre acceso para la población, tal como ocurrió hace pocos días en Montevideo Late. Bayo cuenta que hace poco actuó Lucas Sugo, un artista que nació en Tacuarembó pero que artísticamente es hijo de Rivera. Así, entre luces, ferias y conciertos, los riverenses festejan una fecha que, aunque tenga origen religioso, está secularizada, dice Bayo. “No tiene sentido hacer algo navideño en un país laico. Suele haber un pesebre, pero aparte de eso, muy poco más”.

El anclaje religioso

Alejandro Sánchez es profesor de Historia, cristiano y católico. Lo aclara para que se sepa desde qué lugar habla, consciente de la desconfianza que genera entre una parte de la población uruguaya cualquier cosa que provenga de la Iglesia Católica. “Al final del siglo XIX, cuando estábamos en las puertas de un Estado moderno, la impronta religiosa era fuerte. El ‘Estado Oriental’ (así se llamaba) adhería a la fe católica, lo cual no quiere decir que los ciudadanos estuvieran obligados a hacerlo. En esa Constitución, no se proclamaba la libertad de culto, pero tampoco se negaba. La Navidad era una fiesta importante, aunque la festividad más importante de la fe católica es la Pascua: sin resurrección, vana sería nuestra fe, como decía San Pablo”. A lo largo del siglo XIX y parte del XX, lo que Sánchez denomina estatismo fue cooptando fechas importantes de la fe católica y poniéndole otro nombre (Semana Santa por Semana de Turismo es uno de los casos más emblemáticos), como si fuera una inversión de lo que hizo la Iglesia Católica con fechas y festividades paganas. Así, el Estado uruguayo le quitó poder simbólico a la Iglesia.

LA SOLEDAD

Iluminación navideña en Tacuarembó
Luces y objetos alusivos a las fiestas en Tacuarembó.
Gentileza.

Unos cuantos kilómetros hacia el Este, en el departamento de Gardel, Carlos Arezo atiende la llamada de El País. El nombre Arezo está asociado, desde hace muchos años, a una de las festividades más típicas del departamento y del país también: La Patria Gaucha, pero Arezo también atiende otros quioscos. Como director general de Cultura de la intendencia, tiene que estar atento a múltiples fenómenos y acontecimientos en su departamento. Y aunque no se hable demasiado sobre esto en publicidades y medios de comunicación, las Fiestas tienen un significado un poco menos alegre y comunitario para muchos.

Ya sea por una situación familiar en la que se perdió a un ser querido, un estado económico poco privilegiado o simplemente porque no se halló a alguien como compañero de ruta vital, para algunos la Navidad es sinónimo de melancolía, soledad o tristeza, sin imágenes de Papá Noel bajando por la chimenea.

Arezo aporta que el intentende del departamento, Wilson Ezquerra, encabeza esta noche Navidad para todos, un evento destinado para aquellos tacuaremboenses que no tuvieron la fortuna de nacer en una familia privilegiada, que tuvo algún infortunio y perdió su patrimonio o que está sola. “Él y su familia se encargan de recibirlos a todos en un club social -el Club Democrático- para compartir un rato”, dice.

Arezo cuenta que acuden más o menos cien personas a esos eventos y que todas cenan ahí. Además, también se le ponen luces al centro, como en Rivera, y figuras alegóricas a la fecha como renos. Todo para generar un entorno que remita a lo que ahora asociamos a lo navideño y que adoptamos tras ver una película tras otra de Hollywood, descartando pesebres y reyes magos que habíamos heredado principalmente de ancestros españoles.

Como se trata de una época calurosa, muchos acuden al balneario artificial Iporá a refrescarse un poco. Hasta hace poco, además, Tacuarembó tenía -tal como la tuvo Montevideo durante varios años- una “Noche de las Luces”. En la capital, esa fiesta se terminó porque era demasiada gente, con los consiguientes líos, en solo una zona de la ciudad.

En Tacuarembó, la tradición finalizó porque -otra vez, página 3- la pirotecnia tiene connotaciones negativas. Arezo cuenta que en la más reciente edición de la Patria Gaucha hubo fuegos artificiales “insonoros” y tal vez ese sea el camino a seguir para futuras celebraciones navideñas: colores que se despliegan durante unos instantes en el firmamento y en silencio. Los perros, agradecidos.

BANQUETES
Camila (no es su nombre real) tiene 40 años, y aunque ya hace años que se mudó a Montevideo, hace lo mismo que Alejandro Lima todos los años, y lo que hacía Pedro Dutour cuando vivió durante unos 20 años en Montevideo: regresar a la casa familiar en el interior para celebrar la Navidad en familia. Para ella, se trata de una celebración que se divide en dos. La primera, la noche de hoy, en la pequeña ciudad de Aiguá, en Maldonado. La segunda, mañana 25, en el campo de uno de sus familiares.

“Normalmente nos juntamos en casa de mis padres o en lo de alguno de mis primos. Todos llevamos algo para la cena, y en algunos casos hacemos un cordero a la parrilla o puede que alguien lleve un cordero a la pizza, que es algo bastante tradicional”.

Para los que no saben qué es el cordero a la pizza, extraemos parte del texto de un blog uruguayo, llamado Aguas Dulces Herald, que explica de qué va este plato: “No es una comida para hacerse uno, así como quien se prepara unos tallarines. No solamente lleva bastante tiempo sino que está diseñada para comerse entre varias personas (...) Lo segundo que hay que hacer es precisamente conseguir el noble animalito. Le sugerimos que no vaya a matarlo usted; primero porque si no es suyo constituye un delito y segundo porque tiene que ser medio baqueano para que no le de lástima y termine comiendo pizza común y corriente con un grupo de amigos malhumorados. Obviamente si usted vive en una ciudad grande va hasta la carnicería y soluciona fácil el tema (...) Considere que un cordero puede darle alrededor de 10 kilos de carne, lo que es más que suficiente para unos cuantos comensales comilones. Asegúrese de que le den el cordero deshuesado, operación que debe hacer alguien que entienda del asunto, porque usted y yo, seamos honestos, podemos quedar con 10 kilos de carne picada si hiciéramos el intento (...) Una vez deshuesado se condimenta a discreción y se procede a recostarlo en la parrilla o en el interior del horno (...) Lleva su tiempo; hasta el más chambón sabe que al cordero no hay que apurarlo. Cuando ya está casi pronto, se lo cubre con una salsa de pizza y luego con la muzzarella (para un cordero de 10 kilos va a necesitar alrededor de un kilo de muzarella)”.

A eso, añade Camila, se le suma “todo lo que se te ocurra: pascualinas, tartas, ensaladas, diferentes tipos de postres...” A la familia de Camila le gusta comer, y bien. Porque eso sigue en la jornada del 25, cuando las aproximadamente 20 personas se trasladan al campo mismo. Ahí, dice, puede que la comida sea más fría que en la noche del 24, porque en el campo hace un poco más de calor, según ella.

COMUNIDAD
Antonio hace mucho que vive en la capital, pero tiene en su memoria recuerdos muy nítidos de su infancia y parte de su adolesencia en Treinta y Tres. “Esto es muy subjetivo, pero es lo que me pasaba. Al ser un pueblo más chico, se estilaba celebrar en casa, pero uno terminaba de brindar y salía a la calle, a saludarse con los vecinos y también a las casas de familiares. Lechón, cordero y ensalada rusa. Eso es lo que recuerdo que más se comía. Los jóvenes, luego, al baile de turno hasta al amanecer”. Ahora que vive en Montevideo y que la familia no tiene un lugar fijo para reunirse, porque por distintas circunstancias muchos agarran para diferentes lugares, la Navidad olimareña es un recuerdo teñido de nostalgia.

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