Linda Rottenberg, fundadora de Endeavor, está acostumbrada nadar contra la corriente y también a triunfar: está entre las cien personas más innovadoras para Time y es uno de los referentes de Estados Unidos.
Sofía Beuchat I El Mercurio/GDA
Hace algunos días 37 emprendedores se reunieron en el Hotel W de Santiago de Chile para ser entrevistados por más de 20 líderes empresariales. Algunos de estos emprendedores serán seleccionados por la fundación Endeavor, organización presente en más de 20 países (también en Uruguay), que apoya negocios en alza con capital y un programa de mentorías de primer nivel.
Pero la mujer tras esta iniciativa no estuvo presente. Linda Rottenberg, socia fundadora y CEO de Endeavor, es líder a nivel global en asuntos relacionados con el emprendimiento, tema en el que es asesora del Foro Económico Mundial. Además, ha sido incluida entre los 100 innovadores para el siglo XXI por la revista Time y ha sido calificada como uno de los mejores líderes de Estados Unidos por U.S. News. Viajar es parte de su ADN y su trabajo, una pasión. Pero esta vez, quiso quedarse en su casa, en Nueva York.
"Decidí quedarme porque mis gemelas, Tybee y Eden, cumplen 10 años esta semana. Ellas me recordaron que yo puedo ser emprendedora por 10 minutos, pero soy mamá para siempre. Y tienen razón. Así es como yo funciono: en mi oficina todos saben que yo las voy a dejar todos los días al colegio, que no me pierdo una presentación de ballet", dice.
En el mundo empresarial, las conductas que buscan un equilibrio entre la vida personal y la profesional se conocen como estrategias de conciliación. También se usa mucho la idea de balance. ¿Cómo lo hace para balancear trabajo y maternidad?, es quizás la pregunta que más se les hace a mujeres como Linda. Pero a ella no le gustan estos conceptos.
"Prefiero hablar de integración —acota—. Nada está nunca balanceado realmente. Entonces hablar de balances es hablar de imposibles. Quiero que mis hijas crezcan sabiendo que pueden tenerlo todo, y eso incluye una familia. Por lo demás, es algo que los hombres también quieren. Yo trabajo mucho con millenials y quieren estar más en sus casas, sin los modelos de roles tradicionales. Necesitamos mostrar más ejemplos de esta integración para que las nuevas generaciones tengan claro que se puede tener una vida plena en todo sentido".
Hace 30 o 40 años, asegura Linda, las familias se veían enfrentadas a una decisión difícil: alguien tenía que hacerse cargo de los niños y, por lo general, era la mujer quien se postergaba. Pero hoy, dice, cada vez es más factible que ambos padres compartan esta tarea.
—¿Cree usted ser un ejemplo de esto?
—Si contar mi historia ayuda, genial.
Bajar la guardia.
Linda creció en Boston, en una familia tradicional: su padre trabajó toda la vida en el mismo estudio de abogados, mientras que su madre dejó de trabajar para cuidar a Linda y sus hermanos. "Mis padres tenían aversión al riesgo y esperaban que yo siguiera la senda tradicional, cosa que hice por algún tiempo. Estudié primero en Yale y luego en Harvard", comenta.
Pero cuando estaba terminando de estudiar Leyes, Linda se dio cuenta de que quería hacer otras cosas, conocer otros mundos, abrirse caminos. Gracias a una alianza de su universidad con instituciones de educación superior latinoamericanas, viajó a Chile y luego a Buenos Aires. En la capital argentina, un taxista le comentó que no conseguía trabajo, pese a tener un título como ingeniero civil.
Esto la hizo reflexionar mucho. ¿Qué era esto de "conseguir" un empleo? ¿Por qué una persona con herramientas profesionales no podía crear su propia fuente de trabajo? "Veinte años atrás, nadie usaba la palabra emprendimiento; nadie hablaba de innovación, no existía el fervor de hoy por empezar un negocio propio", afirma.
Entusiasmada con esta idea, Linda se sumó a las filas de Ashoka, organización global enfocada en el emprendimiento con énfasis en lo social, donde trabajó por poco más de dos años.
A poco andar, comenzó a sentir que hacía falta crear un proyecto similar, pero enfocado directamente en los negocios y que ayudara a surgir a las empresas con alto potencial en países en vías de desarrollo. En 1997 se alió con Peter Kellner, quien había liderado la creación de empresas en Rusia, con el objetivo de unir el interés de ambos en un nuevo tipo de corporación sin fines de lucro. Con el tiempo, Endeavor se convirtió en la principal iniciativa de su tipo a nivel mundial, con 22 oficinas repartidas en América Latina, Medio Oriente, África, Europa y Asia. Y ella, en una de las conferencistas más solicitadas por las empresas que encabezan el ranking de la revista Fortune.
Pero en 2009, justo cuando el directorio de la empresa había decidido expandirse y doblar la cantidad de países en los que la organización estaba desarrollando su modelo, Linda tuvo que enfrentar una difícil noticia: Bruce Feiler, su marido —columnista de The New York Times y autor de 12 libros, seis de los cuales han sido superventas— tenía cáncer.
"Al principio me paralicé. No sabía cómo manejar esta situación", confiesa. "Estaba determinada a ir a cada sesión de quimioterapia y a cada hora al doctor. También necesitaba proveer estabilidad para nuestros hijos, mientras el trabajo me demandaba cada vez más. Mi instinto como líder, especialmente como líder femenino, fue hacer aquello para lo que había sido entrenada: compartimentar, afirmarme, mostrar mi mejor cara. Nunca dejar que alguien me viera transpirar o llorar. Pero ninguna cara de póquer podía esconder mi lucha interna. Entonces hice lo opuesto: llamé al presidente de la compañía, quien lideraba el proceso de expansión y había demostrado mucha inteligencia emocional ayudándome a atravesar por situaciones estresantes. Su reacción, en realidad, no me sorprendió, como tampoco me sorprendió que el equipo se adaptara a la situación ajustando los roles de cada persona. Lo que sí me sorprendió fue lo que pasó después: cuando Bruce ya estaba libre de su cáncer y volví a trabajar a tiempo completo, la experiencia me había cambiado. Bajé la guardia y desmantelé la muralla que había construido para separar Endeavor de mis asuntos personales".
Esta reacción, asegura, cambió para siempre su manera de entender el liderazgo. "Al mostrar mi verdadera persona, revelar que necesitaba de otra gente y comunicar en cada reunión que yo no era invencible, permití que la gente, especialmente mis empleados, se relacionaran conmigo de una manera en la que nunca lo habían hecho. Al demostrar que necesitaba ayuda, la recibí de maneras que antes no se habrían dado", reflexiona.
Tras esta experiencia, Linda sabe que si decide no ir a un encuentro tan importante como el que se realizó en Chile, otras personas estarán ahí para hacerse cargo. "Estoy muy orgullosa de lo que las mujeres han avanzado en el mundo de los negocios, pero un error que cometen mucho y que me extraña es que muchas insisten en hacer todo solas y convertir sus emprendimientos en proyectos unipersonales", dice.
Y agrega: "En su afán por mostrarse como mujeres independientes, no dejan entrar a nadie. Tienden a creer que tienen que cargar todo el peso sobre los hombros. El estereotipo dice que las mujeres trabajan bien en equipo, pero lo que yo he observado es que a muchas les falta dejar de sentirse indispensables. También creen que tienen que ser perfectas. No sé cuál es la razón detrás de esta óptica. Pero sí sé que no está bien".
Un apodo que la hizo crecer como persona.
Linda ha sido calificada por la cadena de noticias ABC como "the entrepreneur whisperer", expresión que podría traducirse como "la encantadora de los emprendedores". Tom Friedman, periodista tres veces ganador de un premio Pulitzer, dijo que ella era una suerte de mentora del capitalismo. Pero, de todas las frases que se han dicho para referirse a ella, hay una que es su favorita: "la chica loca". Según ha contado, ese fue el apodo que le pusieron sus padres cuando les contó que quería ir en ayuda de las empresas latinoamericanas y que resultó inspirador.
"Si ya se me conocía como chica loca, ¿por qué no apropiarme yo misma de ese concepto?", dice, para explicar el título del libro que publicó en 2014 y que estuvo entre los más vendidos según The New York Times: Crazy is a compliment (Que te digan loca es un cumplido). "Si la gente no te dice que estás loco, no estás pensando lo suficientemente en grande", es la frase más citada en la prensa de este volumen que invita a perder el miedo. "No todos tienen el estómago para ser emprendedores y muchos no llegan más allá del punto de partida. Pero lo más arriesgado hoy es no tomar riesgos".
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