NOMBRES DE DOMINGO
El actor austríaco se convirtió en una estrella de Hollywood y vuelve en una superproducción de ciencia ficción.
Es austríaco, nacionalizado alemán, habla cinco idiomas y tiene formación clásica como actor. Ganó dos premios Oscar y en el cine hollywoodense cobró fama con papeles de villano. Su interpretación del oficial nazi Hans Landa en Inglourious Basterds (acá estrenada como Bastardos sin gloria), de Quentin Tarantino, es memorable y fue una de las que le valió la estatuilla. Lo cierto es que mucho antes de ello la carrera de Christoph Waltz (62) lo había llevado desde el teatro a la televisión y luego al cine en los más diversos papeles.
“Cuando me dicen ‘tú siempre haces de villano’, yo digo ‘el problema es que tú no has visto otra cosa’. Ni siquiera sé cuantos papeles he hecho en mi vida, ¿150, a lo mejor? Te puedo asegurar que los villanos son una minoría”, respondía hace poco en una entrevista publicada por El Mundo.
Lo cierto es que luego de haber sido “descubierto” por Tarantino su fama no ha hecho más que crecer. Y ahora pasa a un rol netamente protagónico en la película de Robert Rodriguez, Batlle Angel: la última guerrera, y por primera vez no le toca hacer del “malo”. La carrera de Waltz en el cine comercial parece hallarse en la cima en este momento.
Raíces familiares
Christoph Waltz nació en Viena el 4 de octubre de 1956. Sus padres, Johannes Waltz y Elisabeth Urbancic eran decoradores, pero el mundo del espectáculo pertenecía de lleno a la tradición familiar. Tanto sus abuelos como sus bisabuelos fueron actores o estuvieron vinculados al teatro.
Christoph sintió el llamado de la vocación de muy chico. Luego de sus estudios primarios y secundarios comenzó a formarse en interpretación dramática en el Max Reinhardt Seminar de Viena, y luego lo haría en el Lee Strasberg Theatre Institute de Nueva York, el instituto que formó a varias estrellas de cine entre ellas a Robert De Niro, Steve Buscemi, Scarlett Johansson, Angelina Jolie, Matt Dillon.
En poco tiempo comenzó a actuar en teatro. Pasó por algunos de los escenarios más tradicionales de la capital austríaca, tales como el Schauspielhaus Zürich, o el Burgtheater, así como el prestigioso Festival de Salzburgo.
En 1977 llegó por fin a la pantalla con una producción para televisión Der Einstand, a la que seguirían otras dos más para la pantalla chica. En 1982 participó de la primera película estrenada en cine, Fuego y espada.
Sus participaciones en cine comienzan a ser cada vez más constantes desde mediados de la década de 1980. Hasta avanzados los años 2000, Waltz había actuado casi exclusivamente en producciones alemanas. En 2004 tiene un papel coprotagónico con Malcom McDowell en una producción anglo-canadiense, Dorian, una reversión del clásico de Oscar Wilde El retrato de Dorian Gray. Tal vez esta fue la producción que despertó el interés de Tarantino por el actor.
El cineasta estadonunidense que rompió todos los esquemas con Perros de la calle en 1992 y se consolidó con Tiempos violentos (o Pulp Fiction) en 1994, “descubrió” en Waltz al villano casi perfecto y se lanzó a rodar una película bélica que homenajeaba y a la vez parodiaba a las clásicas del género de mediados del siglo XX.
Cuentan que Tarantino estaba preparando el rodaje de Bastardos sin gloria (Inglorious Basterds, 2009) pero tenía problemas para encontrar al villano que necesitaba. El personaje requería un actor que dominara cuatro idiomas para dar vida al exquisito y sádico oficial de las SS Hans Landa. Estaba a punto de abandonar el proyecto cuando en el casting apareció un poco conocido actor austríaco que pronto demostró un irresistible carisma y una sonrisa inocente que podía volverse de pesadilla en segundos. Dicen que Tarantino admitió mucho después que de no haber hallado a Christoph Waltz, nunca habría hecho la película.
Su acierto fue confirmado luego con el Oscar al Mejor Actor de Reparto de 2010. A lo largo de la película Waltz da fe de lo acertado de su elección. Basta recordar por ejemplo la escena donde Landa pone en aprietos al teniente Aldo Raine (Brad Pitt) que intenta infiltrarse en una gala para los mandos nazis haciéndose pasar por un elegante italiano de visita que, por supuesto, no habla una palabra de alemán. Todo se complica cuando es presentado a Landa y el oficial alemán se larga a hablar fluidamente en italiano ante la perplejidad de Raine.
Durante la aventura el coronel Landa pasará del alemán al inglés, o al francés sin ningún tipo de dificultad. El personaje, inspirado en la tétrica figura de Reinhard Heydrich, uno de los mayores verdugos del régimen en la película es presentado como un implacable “cazador de judíos” que nunca pierde la sonrisa.
Debido al éxito de esta película Tarantino vuelve a apelar a Waltz en una nueva producción donde se lanza de lleno al western con Django sin cadenas (2012) donde el austríaco interpreta a un cazarrecompensas. Nuevamente el acierto se confirma con otra estatuilla en la misma categoría. Definitivamente, Waltz enamoró a Hollywood.
Las participaciones de Waltz en películas de gran presupuesto comienzan a ser cada vez más importantes. Desde el Cardenal Richelieu para Los tres mosqueteros en la versión de Paul W.S. Anderson, al villano de James Bond en Spectre (2015), o el capitán Rom en La leyenda de Tarzán (2016), entre otras producciones.
De este modo llega Battle Angel: la última guerrera (2019) donde le toca el papel del bueno de la película. En este estreno Waltz encarna al doctor Dyson Ido —una mezcla del Gepetto de Las aventuras de Pinocho y el doctor Frankenstein—, el científico que da vida a una sofisticada cyborg de combate que da nombre al film.
“El villano perfecto no existe, como no existe la madre perfecta. Los héroes necesitan antagonistas para erosionar esa perfección. Si no, no habría historia”, dice Waltz cuando le preguntan por sus frecuentes interpretaciones de villano durante la promoción de esta película.
Esta historia, que está basada en un popular manga (cómic) japonés, narra el despertar de la cyborg en un remoto siglo XXVI dominado por una oscura tiranía sin recordar nada de su pasado. “Me parece maravilloso que sea una cyborg quien nos recuerde que el amor duele o que se plantee la lucha contra las máquinas de una chica que, al mismo tiempo, intenta ser libre”, dice Waltz.
Su carrera se encuentra en pleno auge. “Interpretar puede parecer un trabajo solitario al estar frente a una cámara. Pero no llegarás lejos si piensas así. Todos somos actores en nuestras vidas, pero sólo funciona bien como trabajo si te apoyas en quienes te rodean”, reflexiona el actor.
Tres momentos
Bastardos sin gloria consagró definitivamente a Quentin Tarantino con esta mezcla de spaghetti western y aventura bélica ambientada en la Segunda Guerra Mundial. Christoph Waltz encarna aquí al coronel Hans Landa, un temible “cazador de judíos” cuyos exquisitos modales vuelven más revulsiva aún a la figura del sádico oficial de las SS, que terminará cazado por el héroe de la película.
Antihéroe: King Schulz y la recompensa. En Django sin cadenas el actor austríaco volvió a ganar un Oscar como Mejor Actor de Reparto, cuando interpretó al moralmente ambiguo doctor King Schultz, un dentista y cazarrecompensas que convierte a Django (Jamie Foxx) en pistolero a su servicio que lucha contra los esclavistas del sur. Aquí Tarantino se lanza de lleno al western, género por el que siente especial predilección.
Padre: el creador de cyborgs. Battle Angel: la última guerrera (que se estrenó este año) es una historia cyberpunk originada en un popular manga japonés, dirigido por Robert Rodriguez. Aquí el actor encarna al doctor Dyson Ido, el creador de la criatura cyborg que se convertirá en protagonista de la película (Rosa Salazar en el papel de Alita), el primer personaje netamente “bueno” que le toca a Waltz en una gran producción hollywoodense que aspira a romper taquillas.