Por: Carla Mouriño
La Nación/ GDA
Ciudad de México es tan gigantesca como microscópica porque en sus miles de calles hay pequeños detalles, llenos de color y de olores donde perderse. Lugares más alejados del centro histórico y de los edificios emblemáticos donde espera una ciudad más pausada, casi con alma de pueblo dónde los barrios gozan de vida propia y cada calle es una experiencia artística y gastronómica. La Roma, la Condesa y Coyaocán, tres barrios para sentirse como un local.
La colonia Roma parece suspendida en el tiempo. Los edificios de décadas atrás sobreviven y relucen, ahora son el escenario de nuevas cafeterías de especialidad, galerías de arte y bares nocturnos con música y vinilos. Un imperdible es subir a la terraza de Campobaja para comer unas tostadas de atún o gorditas de camarón que se acompaña muy bien con un Aperol de durazno. O para enamorarse de los tacos para siempre el mejor lugar es Taquería Orinoco, dónde sin dudar hay que probar los pastor, o en Taquería El Califa, dónde recomiendo la costra (y si sos fan del queso, también deberías probarlo).
En la esquina de Colima con Orizaba pasa todo: se puede oler la Panadería Rosetta, donde espera un rol de guayaba inolvidable y para los que buscan algo romántico Blanco Colima propone detener el tiempo durante una cena sin reloj. Vale la pena recorrer los bares de la avenida Álvaro Obregón y perderse en Limantour, para beber cócteles en un ambiente con luz tenue para conservar como contando un secreto. Un dato: curiosear quién toca en Departamento, será como si te hubiesen invitado a una fiesta privada.
Sin duda, algo que merece la pena en la Roma es pasearla de punta a punta, solo con el objetivo de observar cómo el sol se cuela entre las hojas de los árboles y garabatea las fachadas de colores. Constela Café y Café Nin serán buenas escalas; busca libros en Casa Bosques o en la Cafebrería El Péndulo. En el pasaje Parián la Galería Anomalía se presenta como un espacio de exposiciones de artistas emergentes que funciona también cafetería de especialidad. Ahora hay una de Román De Castro.
La Condesa es un bosque en mitad de la ciudad. Llena de bulevares y de parques que harán olvidar que Ciudad de México es en una urbe de millones de habitantes. Los edificios son más coloridos y particulares y el barrio es hogar de artistas y bares únicos. Para empezar a recorrerla no dudaría en desayunar los chilaquiles de Maque, un restaurante tradicional, al lado de Parque México, con una terraza para quedarse horas. Su pan dulce, cualquiera que se elija, es espectacular. A partir de ahí pasear, recorrer despacio, al ritmo de cada uno. Las librerías que se deberían visitar son Antonia o La Increíble y vale la pena comprar algo -cerámicas, láminas, ropa- en Mooni o en El Columpio, dos tiendas que tienen productos artesanales con una personalidad arrolladora.
Para la hora del café, Farmacia Internacional o en Blend Station. Y para comer, Lardo: sus paredes no existen, rodea el aire fresco en un ambiente con pan artesanal, pequeñas pizzas y postres de milhojas.
Entre paseo y paseo es inevitable cruzarse con muchos puestos de comida. ¿Una recomendación? Las gorditas de la esquina de Nuevo León con Michoacán: llevan papa y chicharrones y son una auténtica delicia. Solo están hasta las 3 de la tarde.
En Coyoacán, a unos 20 minutos en auto desde la Roma o la Condesa, se encuentra el Museo Frida Kahlo. Pero el barrio es mucho más que eso: los domingos hay mercado de comida y de artesanía y es un paseo perfecto para pasar la mañana. Los que se animan pueden probar los chapulines, unos insectos fritos y crujientes. Si se prefiere algo más normal: elote (maíz) con crema y chile.