TENDENCIA
La historia se pone de moda y tres clanes uruguayos recrean atuendos, armas, costumbres y tradiciones típicas del medioevo. Respetan ritos de antaño y llaman la atención con sus espadas.
Podría decirse que José Luis Rondán (63) fue un visionario. Una década antes de que se emitiera el primer capítulo de Vikingos y a siete años del furor deJuego de Tronos, él ya estaba mimetizado con la temática medieval y decidido a absorber de forma autodidacta todo cuanto pudiera sobre este período histórico que va desde la caída del Imperio Romano de Occidente, en el año 476, hasta la llegada de Colón a América, en 1492. Las películas, series y plataformas de streaming aún no habían vuelto a poner de moda las batallas de antaño, los trajes con pieles, los kilt escoceses, los escudos, espadas, dagas o hachas para el combate cuando a José Luis le empezó a picar el bichito del pasado. Su inquietud no surgió por lo que vio en pantalla, sino por sus ancestros celtas y en 2004 fundó junto a cinco amigos un clan al que bautizó Los Hermanos del Círculo. Un año más tarde, el grupo se disolvió por discrepancias y pasó a llamarse Vuelo de Cuervos en honor al ave mensajera de los druidas (sacerdotes celtas) entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
“Empecé a incorporar gente joven y mujeres, que no había. Los pueblos celtas eran inclusivos por demás: las mujeres eran libres, podían ser reinas, participaban en batallas y tenían derecho a tener varios esposos”, informa José Luis, apodado ‘cuervo viejo’ por ser el fundador y más veterano de este clan compuesto por 25 miembros estables de 20 a 63 años.
El grupo recrea la época celta a través de vestuario, armas, costumbres, ritos, mística e incluso desde la gastronomía -en los eventos medievales preparan comida de olla (guisados o estofados) y beben hidromiel, bebida típica del medioevo con 10% a 15% de graduación alcohólica-. Llevan juegos de ese tiempo -cinchada de cuerda, tronco y bola de la muerte- a las distintas actividades, se reúnen para celebrar festividades -equinoccios y solsticios-, hacen casamientos celtas, rinden tributo a sus deidades y lucen ropa medieval.
“María Pilar, mi esposa, es modista de alta costura y deja de hacer vestidos de fiesta por coser nuestros atavíos”, cuenta orgulloso José Luis a Revista Domingo.
Los domingos recorren la feria de Tristán Narvaja en búsqueda de materiales acordes (lino, lana, cueros y pieles) para moldear esos trajes que luego usarán también en su vida cotidiana. Un dato de color: era común ver a los miembros de Vuelo de Cuervos en los toques de la banda amiga Morrigan vestidos con trajes medievales. “La gente nos miraba porque entrábamos a un boliche en Punta Carretas ataviados, con escudos y espadas”, revela entre risas el fundador del clan.
Mimetizados
Vuelo de Cuervos no es una excepción. Draco (nombre artístico) tiene 25 años, es uno de los cinco miembros fijos de Valherjes Cruachán y asegura que si fuera por él andaría siempre con esta vestimenta típica, que aclara, no es un disfraz. “Estamos mucho más cómodos con estos vestuarios y junto a los que están en la misma sintonía. Para nosotros sería lo mejor poder vestirnos siempre así”, opina quien ha frecuentado bares, cumpleaños y boliches de kilt (pollera típica escocesa).
La recreación de época implica ser lo más fiel posible al contexto histórico y desde el ClanValhall se respeta a rajatabla. Sus integrantes ponen su expertise a disposición: un especialista en cueros se encarga de hacer los petos en ese material y una diseñadora profesional confecciona los atuendos.
“Compramos cueros y telas que se identifiquen con la época y la cultura nórdica, e Itatí, mi novia, nos ayuda a que la indumentaria sea lo más fiel posible al momento histórico. No es caracterizarse de un personaje, sino ser uno mismo vestido de época”, apunta Rafael Iglesias, Jarl (líder de los nórdicos) y artesano del ClanValhall.
Los libros y películas con temática de la Edad Media cautivan a Draco desde la infancia. Él soñaba con ser el villano o el bárbaro, no el caballero. En 2019 viajó a Argentina para asistir a la Feria Valherjes y conocer de primera mano el combate medieval. El evento fue como meterse en una máquina del tiempo y resultó un camino de ida. “Allá conocimos el recreacionismo de distintas épocas y regiones, no solo el vestuario, también las costumbres y nos llamó mucho la atención”, asegura Draco a Revista Domingo.
Ver esas armaduras de antaño y luchas en la arena los obnubiló, y al retornar a Uruguay se mandaron a hacer hachas forjadas para las demostraciones en eventos. También tienen “armas más inofensivas”, como espadas, masas y escudos de madera “para no matarnos entre nosotros”, dice Draco. Y agrega que el actual es un combate amistoso, pero el clan apunta a armar batallas más competitivas.
José Luis, en tanto, tiene un arsenal de armas guardadas en La Pilarita, una cabaña en el kilómetro 112 de la ruta Interbalnearia devenido en la sede de Vuelo de Cuervos, donde el clan realiza la mayoría de sus rituales y fiestas celtas. Allí guarda espadas, hachas, asas, lanzas, masas y puñales que manda a hacer con distintos armeros. Hace poco tuvo que lamentar la rotura de una espada nórdica que le había costado $ 12.000. “Pegué en una viga de metal del escudo de un contrincante en combate y se me rompió. La mandé a arreglar pero va a quedar como adorno, no para combate”, cuenta afligido.
El cepo (artefacto que se usaba para castigo) que llevan a los eventos medievales causa sensación: la gente se divierte sacándose fotos emulando la típica escena de película.
Vuelo de Cuervos realiza demostraciones de combates con armas reales pero no permite la participación de personas ajenas al grupo. “Lo hacemos para que la gente escuche el ruido del metal, lo que era una estocada, un golpe, pero esas armas en manos inexpertas son peligrosas”, admite José Luis, a quien hace un par de años le quebraron la nariz con un hacha en plena lucha.
Un evento para viajar en el tiempo
El fenómeno de lasferias medievales desembarcó en Uruguay hace tres años por iniciativa de Sergio Arana, quien fue miembro del ClanValhall. Él ya no está físicamente pero “su espíritu sigue vivo en este maravilloso mundo medieval”, señala Patricia Chabot, productora de la primera Feria Universo Medieval realizada este junio en el Museo Castillo Pittamiglio de Montevideo.
El evento convocó más de 2.000 personas y superó con creces las expectativas de la organización. Chabot atribuye el éxito a lo cautivante de la temática: “El espíritu medieval vive en todos nosotros, pero hay clanes que lo mantienen vivo con respeto, conocimiento de causa y ganas de compartir esta filosofía de vida”, dice. El público vive una experiencia única, favorecida por el marco ideal que brinda el castillo ubicado en la rambla de Punta Carretas. Este espectáculo permite viajar en el tiempo y meterse en esta época involucrando todos los sentidos: a través de la caracterización, atuendos, gastronomía, tradiciones, juegos y materiales nobles propios de esa era. La Feria Universo Medieval tendrá nueva edición el próximo 5 y 6 de noviembre nuevamente en el Pittamiglio.
La mística está
Los pueblos antiguos eran muy combativos y tenían una fuerte tradición espiritual. Entre los nórdicos, era de orden que antes de que el Jarl partiera a una guerra consultara a las runas (una especie de oráculo) para conocer la opinión de los dioses: las campañas no se iniciaban si los consejos eran desfavorables. Así lo explica Néstor Melgarejo, actual chamán del ClanValhall, que dedicó su vida al estudio de las religiones y recorrió diversos caminos espirituales.
Tiene 63 años e ingresó al ClanValhall invitado por su fundador, Sergio Arana, hoy fallecido, con el fin de que transmitiera sus enseñanzas místicas nórdicas a los demás miembros e interpretara las runas.
Su rol es el de guía espiritual y consejero permanente de los hermanos del clan (así se llaman en la interna). Una vez al mes envía el mensaje de las runas a cada uno y, el que desea, puede transmitir su consulta puntual. En ciertas ceremonias, también se encarga de leer las runas para el clan como entidad con el fin de conocer qué depara el futuro al grupo como tal.
“El clan busca ser un grupo de apoyo y confraternidad. En un momento donde hay tanto abandono de los conceptos básicos de la moral (todo lo que tiene que ver con el compromiso y el honor), este clan busca apoyarse entre los hermanos. Está bueno que esos chicos jóvenes estén buscando el honor, el compromiso y se llamen hermanos”, asegura Néstor.
José Luis, en tanto, estudió chamanismo pero no se mete en esa área; prefiere abordar el druidismo, doctrina filosófica y espiritual de la Europa céltica. Realiza distintos rituales en su rol de sacerdote celta e incluso viajó a Europa para formarse en asuntos místicos.
“En 2019 me fui a pintar un mural a Burgos (ciudad medieval), me encontré con una bruja y terminamos haciendo el ritual del solsticio de verano en un asentamiento fúnebre de hace 4.500 años”, relata el mentor de Vuelo de Cuervos.
Comunidad
No basta con haber visto Vikingos y estar fanatizados con los bárbaros y guerreros; el requisito para ingresar al ClanValhall es el deseo de aprender y compartir la cultura nórdica. Por tal motivo, al inicio eran alrededor de 50 miembros pero decantó y quedaron los 15 realmente interesados en profundizar sobre el estudio medieval y tener ansias de trabajar. Se pretende que cada cual aporte su granito de arena a la comunidad para hacer funcionar el engranaje.
Los integrantes tienen entre 16 y 63 años y ejercen roles variopintos: hay artesanos que trabajan técnicas de la época, un chamán que aborda el mundo místico, un profesor de yudo que colabora con el entrenamiento de armas y tácticas de batalla, una diseñadora de moda que se encarga de los atuendos y un profesor de historia que los asesora en la materia y les comparte documentos.
Estos fanáticos de la era medieval no rechazan la tecnología del siglo XXI, más bien la usan en su favor: “Tenemos una especie de biblioteca online donde compartimos manuscritos y libros de historia”, señala Rafael. El ClanValhall y Vuelo de Cuervos se manejan a través de grupos de WhatsApp donde informan sobre rituales, eventos, fiestas y emiten comunicados para sus miembros.
En otro orden, la recreación histórica trasciende los atuendos o el uso de armas de combate: se apunta a respetar las nueve nobles virtudes de la cultura nórdica en la vida cotidiana. Estas son: autosuficiencia, coraje, disciplina, fidelidad, honor, hospitalidad, laboriosidad, perseverancia y verdad.
¿Cómo lo llevan a la práctica? Rafael cita un ejemplo de costumbre antigua que puede aplicarse en la diaria: “Si viene un extraño a tu casa o cualquiera del clan tenés que abrirle las puertas y recibirlo siempre con la estufa prendida y un plato de comida en la mesa”.
Señala, además, que comparten proyectos y sabidurías: “Si alguno no sabe trabajar la madera, le enseñamos los que sabemos. Hay un herrero forjador que nos transmite su oficio. Vamos creciendo y aprendiendo entre todos”, agrega.
Entre los proyectos en común figura el desarrollo de carpas nórdicas con el objetivo de hacer un campamento el próximo verano: será una suerte de retiro donde recrearán su época favorita. Estas experiencias les permiten conectar con la naturaleza y desenchufarse de la rutina: “Vivir a otro ritmo, salirse un poco de la vorágine, abrir la cabeza y saber que hay otras cosas para hacer, que Uruguay no es solo fútbol y política”, subraya Rafael.
José Luis asume Vuelo de Cuervos como un estilo de vida y también traslada distintas tradiciones celtas a su cotidianidad. “Trato de ser muy guerrero para la vida: emprendo cosas, le doy para adelante, promuevo. Trato de hacer cosas que convoquen gente, que muevan a otros. Me gusta la vida en comunidad, soy muy familiero, de arropar gente y siempre estoy rodeado de jóvenes”, enumera.
Los clanes no tienen descanso. Todo el tiempo cranean ideas y planes para poder estar un poco más cerca del medioevo. En un mes, el ClanValhall tiene previsto armar una actividad que involucre técnicas de entrenamiento y lo hará junto a Quimera, un grupo que realiza esgrima medieval y los capacitará en el uso de espadas. “Somos niños grandes”, confiesa entre risas Rafael. Y añade: “El clan en movimiento empezó hace un año, en pandemia eran charlas y reuniones online. Hemos hecho demostraciones de lucha tradicional nórdica en alguna feria, ahora nos pusimos las pilas, nos comprometimos y está tomando fuerza”.
Negocio
La hidromiel o aguamiel es una bebida típica nórdica que se obtiene a partir de la fermentación de miel, agua y levadura silvestre en un proceso muy artesanal. Es considerada una de las bebidas alcohólicas más antiguas de la humanidad y precursora de la afamada cerveza. El ClanValhall se interiorizó tanto en este beberaje que están aptos para dar cátedra. Y así lo hicieron: en la última feria medieval dieron una charla donde expusieron el proceso de fabricación, la historia y toda la mitología que esconde la hidromiel.
Ni lentos ni perezoso, vieron en este producto una posibilidad de negocio y pusieron manos a la obra. Un maestro cervecero está fabricando cervezas típicas de antaño, que se caracterizan por ser bien maltosas, y también hidromiel. La primera tanda fue un éxito: se vendieron todas. Y van por más. “Necesita un tiempo largo de fermentación pero para el verano se va a armar una especie de producción de hidromiel y cerveza para el público”, anticipa Rafael. Habrá que esperar.
Los clanes medievales actuales buscan reivindicar oficios perdidos o en vías de extinción dentro de la cultura nórdica. Entre ellos figura la forja de metales y por eso el rol de Matías Castro como herrero forjador es tan valorado por el ClanValhall -su nombre dentro del grupo lo dice todo: Hakkon, que significa ‘útil’-. Descubrió la pasión por la artesanía a través de la talla en madera y se formó como carpintero ebanista. Se deslumbró con la forja artesanal gracias a videos de Ramón Recuero Ibáñez en YouTube y hace ocho años hizo un curso de iniciación al oficio dictado por el español en Maldonado. Su fuerte son las armas: cuchillos, hachas, machetes y espadas. “Me han encargado desde espadas cruzadas a sax nórdicos, cubiertos y campanas forjadas. Está el clásico ‘freaky’ que te dice, ‘quiero la daga de Ragnar, de Vikingos’”, cuenta Matías, a quien en el ambiente medieval nadie conoce por su nombre, sino como el forjador. Desde que ingresó al clan, un año atrás, se multiplicó su clientela e incluso sumó interesados en hacer cursos de forja. “Tengo pensado ampliar mi taller y empezar a dar alguna capacitación”, confirma. Su trabajo es 100% artesanal: un cuchillo de herrero puede salir $ 1.500; un hacha de combate, en cambio, vale $ 3.000 y supone 10 días de trabajo. Son réplicas históricas, hechas con materiales de calidad y talladas a mano. Matías compra el acero virgen y lo moldea. “Trabajo como se trabajaba tres mil años atrás. Tengo amoladoras y máquinas eléctricas pero trato de limitar su uso. Intento sacar la mayor cantidad posible de la pieza forjada arriba del yunque. Uso piedras de mano y piedras de rueda accionadas a pedal, como las que muestran las películas”, explica sobre su técnica. Es común ver a Matías en las ferias medievales con su yunque, martillos y fragua, mostrando su arte a quienes asisten. “El herrero forjador tiene eso de alquimista. Usamos los elementos a nuestro favor: el carbón que viene de la tierra, el fuego, el agua para templar las herramientas, el aire para alimentar las brasas del carbón y el propio espíritu”, compara el artesano.