¿Y tiene alguna contra? La pregunta era necesaria porque Nelson Bracesco, profesor agregado de Biofísica y responsable del Laboratorio de Radiología de la Facultad de Medicina (Udelar), hablaba sin parar sobre los beneficios de la yerba mate (Ilex paraguariensis). Respondió al segundo: “El precio”.
Él es un embajador de la especie y de la infusión: asesora a los institutos de yerba mate de Argentina y Brasil y lidera varias investigaciones médicas en el país. Por ejemplo, a mediados de la década de 1990 amplió el descubrimiento del compatriota Alejandro Gugliucci sobre los antioxidantes. En ese entonces se determinó que era mayor el efecto antioxidante del mate que el del vino Tannat. Más tarde, estudios argentinos han dicho lo mismo en comparación con el té verde y el té negro. Esta propiedad hoy promovida por nutricionistas de la Clínica Cleveland.
Sí, profesionales de este centro médico de Estados Unidos hace pocos días recomendaron a sus pacientes tomar mate como una alternativa saludable al café. “Permítanos presentarle la yerba mate, un té de hierbas robusto hecho con las hojas secas de un árbol sagrado sudamericano”, escribieron en un blog.
Aunque por estos lares parezca extraño, el consumo de mate se ha expandido en Estados Unidos y Europa, en particular, en saquitos como los del té. “No comparten baba”, bromea Bracesco. Y más extraño parece que japoneses estudien sus propiedades con compuestos de Arabia. O que los uruguayos, los mayores consumidores de mate del mundo, no produzcan yerba ni conozcan cómo es su árbol ni su flor ni su fruto ni la vean como una planta medicinal. Cuántas ironías.
Victoria Panzl, máster en Tecnologías Alimentarias, apunta que cada gramo de yerba aporta, en promedio, 10 miligramos. “En las primeras mateadas es como si estuvieras tomando más que una taza de café; es una taza de café concentrada”, dice.
Larga lista de beneficios.
La Clínica Cleveland lo resume en su blog: “La yerba mate cuenta con una impresionante lista de vitaminas y nutrientes e incluye antioxidantes”. Para Bracesco, decir esto es decir poco.
La cuestión es esta: nuestro organismo normalmente genera unas moléculas llamadas radicales libres que dañan las células y favorecen al desarrollo de ciertas enfermedades; nuestro organismo también es capaz de regular este proceso pero si el equilibrio se rompe ocurre lo que se conoce como estrés oxidativo. La yerba mate, como otros alimentos de origen vegetal, contienen polifenoles que “atrapan” los radicales libres.
Esto no se agota acá. “La yerba sube un escalón puesto que su efecto antioxidante va más allá”, afirma Bracesco. Él y su equipo están por publicar los resultados de una nueva investigación que determinó que la ingesta de mate “funciona como un escudo” ante la agresión de rayos X o rayos gamma. “Cuando ponés estas radiaciones en presencia de células de mate hay mucho menos daño celular. La yerba mate tiene componentes que son capaces de modular a nivel celular la reparación del ADN así como también de modular los efectos de la inflamación”, explica.
En otro orden, por la pandemia se suspendió un estudio sobre la incidencia de la yerba mate en los componentes nutricionales de la leche materna. La hipótesis de Bracesco es que su consumo no modifica de manera significativa el contenido lácteo de nutrientes al tiempo que aporta los citados antioxidantes.
¿Qué sucede con lasalud cardiovascular? Alejandro Cuesta, cardiólogo, electrofisiólogo y docente, expresa con claridad: “Del punto de vista cardiovascular no hay nada malo y probablemente haga cosas buenas”. Por ejemplo, no favorece las arritmias. A pesar de que ha escuchado lo contrario por parte de colegas, un estudio que realizó para analizar los ritmos cardíacos de pacientes desechó el mito. “Por el efecto estimulante, el mate, como el café, aumenta la actividad, la vigilia y las percepciones, por lo tanto, puede aumentar la sensación de tener una arritmia en la gente que ya tiene arritmias pero no las causa”, aclara.
Por el momento, Cuesta no conoce estudios clínicos que se ocupen de otras relaciones como, por ejemplo, el mate y los infartos o casos de muerte. Sí conoce uno que le llamó la atención: el año pasado una revista científica lo invitó a arbitrar un trabajo paraclínico japonés sobre el efecto positivo de la yerba mate en el perfil lipídico (colesterol, HDL, LDL y triglicéridos) y como antiinflamatorio. “No solo era de japoneses investigando la yerba mate sino que el concentrado que utilizaban en el modelo experimental era un extracto producido en Arabia”, recuerda entre risas.
Algo obvio del mate es que aporta mucha agua al organismo -esto ya es visto por Bracesco como uno de sus mayores beneficios- y, por lo tanto, va a tener un efecto diurético. ¿Pero hay evidencia científica sobre un posible efecto laxante? “Confirmamos el dicho popular que dice que la gente toma mate y mueve”, comenta Beatriz Iade, profesora agregada de Gastroenterología. Su estudio fue el primero en demostrar que la ingesta de mate promueve la defecación aumentando la frecuencia y disminuyendo la consistencia tras analizar la materia fecal de voluntarios por dos semanas.
Otras investigaciones en Uruguay se han ocupado de quitarle el halo dramático a los hidrocarburos aromáticos policíclicos que contiene la yerba mate. Estos productos químicos son el resultado de una combustión incompleta y están presentes desde el escape de los autos hasta en el asado y en el jamón ahumado. A la hoja en cuestión llegan a través de su proceso de secado con humo y calor -“una etapa de barbacoa”, dijo Victoria Panzl, máster en Tecnologías Alimentarias, investigadora del Instituto Polo Tecnológico de Pando de la Facultad de Química y docente de UTEC-.
No obstante, se vio que la cantidad de HAPs (en particular, los benzopirenos) que se ingiere en un mate es “prácticamente nula”, dado que no pasan a la infusión.
No obstante, Bracesco explica que en Argentina y Brasil se está probando el secado de la yerba con técnicas de microondas o vapor para reducir los benzopirenos sin afectar el sabor.
La yerba mate también tiene vitaminas y minerales, entre ellos, potasio, sodio, magnesio, manganeso, hierro y zinc. Y por su alto consumo Bracesco cree que sería un buen vehículo si se quisiera aportar algún elemento nutritivo particular a la población. En general, el médico asegura: “Estamos generando información sobre algo que se consume diariamente. Sabemos que lamentablemente en nuestro país y en la región hay gente que vive a mate. Tenemos que saber qué contiene”.
Panzl, por su parte, tiene abiertas otras investigaciones: una para desarrollar métodos analíticos más accesibles para estudiar otros compuestos de la yerba mate y otra por la que examina muestras de orina (peor fue lo de Iade) para conocer qué es lo que absorbe nuestro cuerpo de la yerba mate y qué es lo que desecha y en cuánto tiempo.
“Siempre hay algo nuevo. O se hacen pastillas de yerba mate o se investiga el rendimiento en ciclistas, por ejemplo; por algo es un producto que los jesuitas y los guaraníes usaban en su momento y sigue vigente”, reconoce la docente.
Durante mucho tiempo se apuntó contra el mate por considerarlo cancerígeno. Eso ya fue resuelto: no es el mate sino los líquidos consumidos a gran temperatura los que pueden incidir en el desarrollo de cáncer de boca, esófago y lengua. “Lo mismo corre para para cualquier tipo de tisana o una sopa”, afirma Victoria Panzl, máster en Tecnologías Alimentarias. La recomendación, entonces, es consumir cualquier líquido a una temperatura moderada (que no supere los 70 grados).
En caso de gastritis, el médico Nelson Bracesco recomienda suspender su consumo al igual que el de otras bebidas con cafeína. Si se quiere tomar mate, es mejor dejar pasar las primeras cinco o seis cebaduras, dado que la siguiente tendrá menos cafeína.
Absolutamente única.
A pesar de la lista de beneficios -algunos ya comprobados y otros potenciales-, el uso de la yerba mate por fuera de la infusión clásica es muy limitado en nuestro país. Hay algunos ejemplos gastronómicos o cosméticos -helados o jabones, por ejemplo- pero no se ha aprovechado para otros usos comerciales. “Hay un movimiento gigantesco en la región”, analiza Bracesco. Por ejemplo, en Estados Unidos crece el consumo de yerba mate contenida en saquitos como los del té o en Brasil se venden geles para después de afeitarse hechos con yerba mate. También hay talcos, desodorantes, champús, mascarillas faciales y más. Aquí es donde el médico cree que Uruguay tiene más posibilidades en comparación con el cultivo comercial de la yerba mate, una industria históricamente dominada por los países vecinos. “La industria accesoria de cosmética y alimenticia está totalmente inexplorada en Uruguay”, señala.
Pero hay algo más llamativo. Y es que la yerba mate no es percibida culturalmente como una planta medicinal. Eso sorprende a la doctora Elena Castiñeira, profesora adjunta del Departamento de Ecología del CURE-Maldonado y del Laboratorio de Evolución y Domesticación de las Plantas de la Facultad de Agronomía, quien recorre las comunidades cercanas a las poblaciones nativas (que existen) para relevar los saberes que se han transmitido con el tiempo. “Muy poca gente le asocia alguna propiedad medicinal más allá de diurética y energizante; es considerada como una bebida o infusión utilizada en algunos casos como vehículo para incorporar hierbas medicinales”, resalta. Así se comercializan combinaciones de yerba mate con jengibre, menta, manzanilla, tilo, cedrón y más.
El mate tiene muchas formas. Y no solo por si es amargo o dulce o por si tiene más palo como la yerba argentina. En algunas partes de Brasil es común el consumo de yerba tostada o torrada (mismo proceso que el café) que le da un color negro; en otras, se prefiere una yerba más verdosa o brillante que se consigue al acortar el tiempo de estacionamiento. Victoria Panzl explicó que la yerba PU1, la que se comercializa y consume en Uruguay, se estaciona en sacos entre 12 y 24 meses. También en Brasil se venden cápsulas de yerba mate al igual que las del café. En Argentina y últimamente en Estados Unidos se opta por la yerba en saquitos como los del té (se evita así el uso o el compartido de bombillas). En Paraguay se consume el tereré que es una bebida hecha con hojas de yerba mate, agua con mucho hielo y hierbas medicinales. “Las formas de tomar mate son muy maleables. De hecho, la yerba torrada de Brasil se suele tomar fría y se la vehiculiza como si fuera una especie de bebida refrescante y es muy distinto el sabor a nuestro mate”, contó la docente. Y añadió: “En los últimos años se ha globalizado. Vas a Estados Unidos o a ciertas partes de Europa y encontrás diversos productos exportados desde Argentina y Brasil. La yerba mate ya no es solamente del núcleo del Cono Sur”.
Y por si la yerba mate no fuera lo suficientemente buena por sí misma, el doctor Pablo Speranza, profesor titular de Fitotecnia y decano de la Facultad de Agronomía, asegura que la yerba uruguaya (que no se comercializa) podría tener características propias relevantes en comparación con la que crece en Argentina y Brasil. Estudios de variabilidad genética han demostrado que es distinta a las yerbas vecinas. Esto se debe a que se ha desarrollado por miles de años en “refugios climáticos”.
Así lo explica: “El paisaje de Uruguay hace 15.000 años era mucho más árido. La Patagonia se extendía hasta Colonia; era mucho más parecido a las sierras de Córdoba. En ese paisaje mucho más seco, se refugió en las quebradas como si fueran oasis en el desierto”. Y añadió: “Los estudios genéticos muestran que (las poblaciones locales) están realmente muy aisladas las unas de las otras”.
¿Qué puede significar esto? Speranza y su equipo -que incluye a Castiñeira- analizan ahora si las diferencias genéticas son “valiosas” para “la evolución y permanencia de la especie y su resistencia frente a los cambios climáticos” y si estas diferencias también le brindan otras características químicas y nutricionales.
“Estamos acostumbrados a pensar en nuestros montes nativos como versiones empobrecidas de lo que podés encontrar en Brasil. Y no. No son versiones empobrecidas. Son únicas. Absolutamente únicas. Valiosísimas tanto para la especie y su futuro evolutivo y su permanencia y resistencia, como para el uso que se le puede dar”, comenta el decano.
¿La yerba mate es un árbol o un arbusto? La respuesta sorprende: es un árbol que puede superar los 15 metros de altura.
Andrés González, ingeniero agrónomo, forestal y especialista en identificación de la flora de Uruguay, describe el resto: “De corteza parda-grisácea, ramas verdosas con hojas de 15-25 centímetros por 4-8 centímetros, flores de pétalos blancos y fruto globoso, violáceo oscuro cuando están maduros”.
Y un dato llamativo: “Los ‘sexos se encuentran separados en individuos diferentes; hay árboles con flores estaminadas o ‘masculinas’ y otros árboles con flores pistiladas o ‘femeninas’”.
Pocos reconocen al árbol de la yerba mate. Y no porque sea una persona de la ciudad quien responda la pregunta. Dentro de las propias comunidades cercanas a las poblaciones naturales de yerba mate en el país, la investigadora Elena Castiñera reportó “un escaso conocimiento de la presencia de los yerbales y las características de la especie, de cómo se obtienen sus hojas y el procesamiento para su consumo”. Y añade: “Es una especie que tiene una distribución natural en el territorio y constituye un elemento identitario de la cultura uruguaya; a pesar de eso, los conocimientos tradicionales sobre la yerba mate se han desdibujado”.
Hay posibles respuestas a este fenómeno. Una es la ubicación de la yerba mate. Habita en bosques de quebradas y sierras y pequeños bosques pantanosos en Tacuarembó, Cerro Largo, Treinta y Tres, Lavalleja, Maldonado y Rocha que no resultan de fácil acceso. González apunta: “Crece en laderas, entre rocas, sobre suelos bien drenados ricos en mantillo, así como junto a cursos de agua y en lugares uliginosos”.
La otra respuesta se encuentra en la historia. Castiñera cree que interviene una “traba cultural”. Así lo cuenta: “La yerba mate tiene una práctica ancestral desarrollada por los pueblos originarios desde la época prehispánica combinada con lo que fue la imposición del modelo productivo jesuítico reduccional emplazado en Sudamérica en el año 1670. Con el transcurso del tiempo esta producción se convirtió en un fuerte rubro de intercambios de bienes y exportación hacia toda América y Europa y luego de la expulsión de la Compañía de Jesús por parte de la Corona española alrededor del 1767 las reducciones fueron desmanteladas y todos los cultivos de yerba mate fueron destruidos”.
De ahí en más y hasta las primeras décadas del siglo XX se erigió un sistema extractivista de los yerbatales del monte nativo en Brasil, Argentina y Paraguay. Uruguay pudo haber sufrido el impacto de este manejo; además, el ganado pudo haber influido en la abundancia de este recurso, alimentándose de sus renuevos y plantas juveniles. A pesar de ello la población uruguaya es la que más consume este producto -estimado en unos 10 kilos por persona anuales y el 100% de la yerba es importada de Brasil-. Y si se quiere sumar otro ejemplo a la traba cultural a la que se refería Castiñera es que una marca se promocionaba como “la yerba de los gauchos” aunque el origen de la tradición de beber mate es indígena guaraní, lo que refleja la persistencia de una connotación negativa asociada a los pueblos originarios.
En el presente hay algunas iniciativas (como AMBÁ y el vivero I Porá, en Rocha y Maldonado) que promueven la conservación de los yerbatales nativos. Desde la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República son entusiastas al pensar que es posible producir yerba nativa, sustentada en una producción agroecológica, a juicio de Castiñeira, y que, además, “rescate, visibilice y ponga en valor el legado indígena” que se ha perdido con el tiempo “por diversas razones políticas y sociales”.