EDUCACIÓN
Por diferentes factores las modificaciones en las rutinas, como la suspensión o la vuelta de clases presenciales, pueden afectar a los niños y niñas dentro del espectro autista.
Todos los días cuando Juan (9) se levanta mira en su “agenda” cuáles son las actividades del día. A veces también de la semana. La agenda no es tal. Es un lugar donde su familia pone imágenes vinculadas a las tareas diarias. Hasta el viernes 13 de marzo el día estaba perfectamente estructurado. Esa estructura implicaba que todos los días de la semana Juan iba al colegio, estaba con sus amigos y compañeros, con sus maestras, en su salón, jugaba en el patio y después volvía a casa. Pero al lunes siguiente la estructura desapareció de un momento a otro: no había colegio, ni amigos, ni maestras, ni salón, ni patio.
Los maestros, técnicos, talleristas y psicólogos que trabajan en su colegio se organizaron rápidamente para mandarles actividades, trabajos y juegos a través de videos. Las primeras dos semanas Juan realizó entusiasmado cada una de las pautas. Pero a partir de entonces no quiso saber nada más. No le interesaba nada que tuviese que ver con el colegio.
Después de más de dos meses en casa, en los que la rutina de todos los días se había quebrado y hubo que armarla de nuevo, en los que la caminata de los domingos con su mamá por el centro de la ciudad era una de las pocas actividades fijas de la semana, llegó un mensaje desde el colegio que retomarían, de forma gradual y con los cuidados y recomendaciones necesarias, las clases presenciales.
Aunque no a todos por igual ni en partes similares, los cambios en las rutinas suelen afectar a la gran mayoría de los niños y niñas con TEA (Trastorno del Espectro Autista), “generando una gran desorganización que se ve expresada a través de su conducta”, sostiene Antonella Luaces, psicóloga especializada en autismo y psicoterapeuta cognitivo conductual de niños y adolescentes.
“A las personas dentro del espectro del autismo suele resultarles difícil comprender señales naturales del entorno, por eso es que las rutinas estables y predecibles los organizan tanto. Porque los pautan en un tiempo y un espacio”, agrega.
Por su parte, Micaela Magnou, psicóloga y terapeuta cognitivo conductual, especializada en Trastornos del Espectro del Autismo, explica: “Los cambios impactan de modo diferente en cada niño, siendo variables las respuestas conductuales y afectivas que se generan”.
Eso, dice la especialista, responde a múltiples factores: “Las características propias de cada chico, el modo en que esta condición del espectro del autismo se expresa en esa persona en particular, los recursos de afrontamiento a nivel familiar, las redes de apoyo con las cuales cuenta, entre otros”.
Además, explica que las personas con autismo pueden llegar a presentar dificultades para “responder de manera flexible a las demandas del entorno, debido a patrones de pensamiento y comportamiento rígidos”.
Así, la incertidumbre y lo inesperado representan, para ellos, un gran desafío. “Por eso la adhesión a rutinas genera estructura y reduce el nivel de alerta, proporcionando seguridad y calma. Adaptarse a los cambios puede suponer un gran esfuerzo; ajustar su forma de pensar y comportarse ante nuevas situaciones puede generar malestar, ansiedad y angustia”.
En este sentido, en la ruptura de todas las estructuras que trajo la pandemia, fue clave el trabajo que pudieron hacer los y las profesionales que trabajan con esos niños para ayudarlos a comprender cabalmente la situación.
Lo mismo ocurre ahora, con la vuelta gradual a clases presenciales en los diferentes centros educativos. También, por supuesto, fue y es clave lo que las familias hagan o puedan hacer para ayudarlos con estos cambios que llegaron sin aviso ni tiempo para prepararlos.
Apoyo
No se puede afirmar, dice Antonella Luaces, que los cambios como el corte o la vuelta a clases presenciales, afectan a todos los niños dentro del espectro autista ni mucho menos de la misma manera. “Nos encontramos con chicos muy susceptibles a pequeños cambios en la rutina diaria, que los desorganizan en gran medida y otros que por ahí pueden ser más flexibles y contar con las habilidades para adaptarse a un cambio imprevisto”.
Sin embargo, anticipar una modificación en la rutina es parte esencial para que puedan transitarlas mejor. Sirven para eso, por ejemplo, los apoyos visuales como pictogramas o dibujos que “pueden ayudarnos a que el niño asimile de otra manera que ‘hoy no tenemos música porque el profesor está enfermo’ o que ‘no podemos salir al patio porque llueve’”. De esta forma, explica Antonella, “puede pasar que el niño acepte ese cambio antes de llegar a la frustración”.
Si bien cada familia y cada niño transitó como pudo el tiempo en el que las clases presenciales estuvieron totalmente suspendidas, tanto Antonella en su trabajo en un colegio de educación especial con niños y niñas muy diversos entre sí y Micaela en su tarea de consultorio con cada niño, buscaron la manera de mantenerse presentes en el vínculo con los niños o con las familias.
Entre actividades a través de videos, encuentros por videollamada y manteniendo el contacto, Micaela cree que un aspecto importante “fue explicar y darle sentido a lo que ocurría, brindando material e información acorde a las posibilidades de comprensión de cada chico. Para ello fue necesario utilizar un lenguaje claro y concreto, evitando el uso de metáforas, acompañado de apoyos visuales. Se trató de transmitir calma y seguridad, explicando que se trata de una situación temporal”. En este sentido, dice que hubo muchas familias, profesionales e instituciones que “fueron muy creativos con la producción de recursos y los materiales circularon por distintas vías demostrando gran solidaridad”.
Ahora que en la mayoría de los casos las clases presenciales se retomaron de forma gradual y que representa un desafío para todos los niños en general, Antonella sostiene que desde la casa de cada niño con TEA se los puede ayudar a comprender esta nueva normalidad. “Como familia pueden establecer rutinas claras, tanto de alimentación, higiene o descanso. Así como también motivarlos en el regreso a clases, contarles que van a encontrarse con sus compañeros y docentes. También recurrir a estrategias de apoyo como pueden ser las agendas semanales, en donde quede claro qué días van a ir al colegio y cuáles no”.
La clave sigue siendo, coinciden ambas, anticipar. Brindar información concreta sobre los cambios que se producen en el ámbito escolar para que se sientan lo más preparados posible para afrontar los desafíos de volver pero de una manera diferente y nueva.
La idea a Antonella le surgió el año pasado: hacer juegos para psicoeducar en emociones y facilitar su expresión. Ese tipo de juegos ya existían en el mercado pero, dice, eran de muy alto costo y no son accesibles para todos.
Los juegos, que se pueden encontrar a través de Instagram (@juegosdeemociones), ayudan a los niños “puedan reconocer e identificar las diferentes emociones, cómo se siente su cuerpo cuando se sienten de determinada manera. Hay algunos como por ejemplo el Cuadernito de relajación que les brindan estrategias para manejar el enojo o la ansiedad en situaciones cotidianas. Más allá de que reconozcan esa emoción, que tengan estrategias puntuales para abordarlas en el día a día”.
Los juegos, dice, están pensados para profesionales pero también para los padres y las familias. "Se puede, por ejemplo, en vez de jugar un ludo con los chicos, jugar un memory de emociones, para que las emociones empiecen a estar en la conversación cotidiana de la familia".
El tapaboca y la nueva normalidad
Principalmente en los niños con TEA que “presentan alteraciones en el procesamiento de los estímulos sensoriales” el uso del tapaboca puede representar un problema.
En ese caso, dice Micaela, “es necesario un plan de intervención que apunte a la desensibilización para habituarse al uso del mismo. Las técnicas se seleccionan o diseñan atendiendo las características de cada niño y se adecuan a sus posibilidades actuales".
La idea es que "mediante distintas técnicas se ejemplifica y ensaya la manera correcta en que debe ser puesto el tapabocas, se explica en qué situaciones debe llevarse, para qué sirve, se practica la exposición al uso del mismo y se amplía gradualmente el tiempo que se utiliza, a su vez puede ser acompañado con un plan de reforzamiento por uso adecuado. Recordemos también que los apoyos visuales siguen siendo uno de los recursos más potentes para efectuar aprendizajes en este tipo de población".