DR. PABLO PERA PIROTTO
El cáncer de piel es la enfermedad oncológica que afecta a más personas en el mundo y nuestro país no es la excepción. Año a año se diagnostican y tratan una gran cantidad de casos, relacionados casi siempre con exposiciones solares intensas y prolongadas en el tiempo en personas con pieles predispuestas a padecerlos.
Pero no todos los tumores malignos cutáneos son iguales. Básicamente existen tres tipos: carcinoma basocelular, carcinoma espinocelular y el melanoma. Este último es el menos frecuente, pero también el más agresivo, presentando una alta mortalidad, sobre todo cuando no es diagnosticado a tiempo.
Si bien los tres tipos mencionados se pueden presentar clínicamente de diferentes formas, los dos primeros suelen verse como lesiones elevadas que progresivamente van creciendo de tamaño, pudiendo tener en su superficie una costra o cáscara, y que en su evolución a veces sangran. Pero lo fundamental a tener en cuenta es que si una herida o lesión nunca cura ni retrocede y siempre va aumentando, debe ser examinada por un médico dermatólogo, para que determine cuál debe ser la conducta a seguir. También es característico que estas tumoraciones no duelan ni tengan ninguna otra sintomatología.
Los melanomas malignos requieren atención especial, ya que en las últimas décadas los casos se han multiplicado. Se estima que su incidencia ha aumentado 150% y la mortalidad 44% a nivel global.
Es el cáncer de piel que con más frecuencia afecta a las personas jóvenes, teniendo mayor riesgo aquellos de superficie cutánea muy blanca, que nunca o muy poco se broncean, así como los que tienen muchos lunares y poseen en su familia antecedentes de la enfermedad.
Los melanomas pueden ser confundidos con lunares benignos, pero tienen algunas características que los diferencian. En este sentido se ha establecido un método sencillo y práctico que permite la realización de un autoexamen de las lesiones pigmentadas, con el objetivo de ayudar a detectar precozmente aquellas que requieran ser vistas por el especialista ante la posibilidad de su estirpe maligna.
Para facilitar la memorización, se han utilizado las primeras letras del abecedario, correspondiendo cada una a una característica a observar: por ejemplo, la A es de "asimetría", es decir, que un lunar tenga una mitad notoriamente diferente a la otra. La B habla de los "bordes": si se aprecia una franca irregularidad en los límites, con entrantes y salientes o éstos son borrosos, también debe ponernos en alerta. La C corresponde al "color": no se trata tanto de si el lunar es negro, marrón o grisáceo, sino que el signo de sospecha de melanoma se relaciona con que una misma lesión tenga distintos colores. La D es el "diámetro": cuando supera los 6 milímetros, se puede estar frente a un tumor maligno, pero, de todas formas, no hay que perder de vista que éstos también pueden comenzar siendo pequeños. Y, finalmente, la E indica la "evolución": una característica muy importante de este tipo de cánceres es su rápido crecimiento o un notorio cambio en su forma o color en poco tiempo. También se debe tener en cuenta si aparece un sangrado o picazón en un lunar que antes no los tenía.
En los tres tipos de tumores malignos cutáneos, una extirpación quirúrgica completa y realizada a tiempo, muchas veces logra su curación, aunque luego siempre debe mantenerse un control y seguimiento evolutivo estricto. Pero, lo principal es la prevención, que se cumple manteniendo una buena protección contra los rayos ultravioletas, que implica el uso de gorros, lentes y pantallas solares seguras aplicadas en forma adecuada y varias veces en el día.