¿Cómo enfriar a Montevideo para enfrentar las olas de calor?

Las olas de calor serán cada vez más frecuentes e intensas. Expertos comparten ideas para repensar la vida en las ciudades.

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La ola de calor marca el fin de semana en Uruguay
Ola de calor en Montevideo.
Gianni Schiaffarino/EFE

“El problema fundamental es la mínima”, resume Gustavo Nagy, investigador del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República. La mínima más alta de los últimos días para Montevideo ocurrió el 2 de febrero: 20,5 grados. La mínima más alta para el país fue de 24 grados; estos se registraron en Rivera, el 4 de febrero. ¿Pero por qué es el problema si esos números parecen inofensivos? “Si la mínima está muy alta no te permite recuperar”.

Una ola de calor es un fenómeno que se caracteriza por tres días consecutivos —que pueden prorrogarse a cinco— con mínimas superiores a 20 grados y máximas entre 34 y 38 grados (en Artigas, el 3 de febrero se sufrieron 38,8 grados). Según indicaron los meteorólogos José Serra y Mario Bidegain, el promedio histórico de temperatura mínima para esta época es de 17 grados.

Así como una golondrina sola no hace verano, un día de mucho calor tampoco hace una ola. El tema es que las mínimas y máximas van subiendo a lo largo de esos tres o más días, lo que acumula y maximiza la sensación de agobio y no afloja durante la noche. Bien lo saben en Buenos Aires donde las mínimas se mantuvieron estos días entre los 24 y los 26 grados.

“Enero fue espectacular para los que solo piensan en la playa. Lo malo es que tuvimos un principio de sequía. Pretender un verano continuo sería perder todo lo que tenemos. Así como tener una ola de calor continua sería morirse”, sentencia el investigador en diálogo con Domingo.

Otra parte del problema —y una grande— es que las olas de calor no serán continuas pero sí más frecuentes y más intensas. Y ante escenarios futuros de calor sin precedentes, Myrna Campoleoni, urbanista y coordinadora del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático, hace una sola advertencia: la adaptación de las ciudades será ineludible. ¿Se puede repensar Montevideo? Se puede.

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Ola de calor en Montevideo
DEFINICIONES: OLA, EXCESO Y GOLPE DE CALOR

“La gente dice que no es la primera vez que hace calor y, por supuesto que no, yo he vivido 40 grados de niño en Montevideo y alguna vez de grande”, cuenta Gustavo Nagy, investigador de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República especializado en ecología y ciencias ambientales.

Por definición, un día de calor no constituye una ola de calor. Se considera ola de calor cuando se registran altas temperaturas al menos durante tres días con mínimas superiores a 20 grados y máximas entre 34 y 38 grados y se pueden establecer umbrales de riesgo nivel amarillo, naranja y rojo. Por ejemplo, la ola de calor de los días pasados fue la primera de este verano. “Podés tener un día de 42 grados y no es ola de calor”, compara el experto. Es decir, una ola de calor es un fenómeno estabilizado que, normalmente, dura tres días pero puede llegar a cinco.

Por otra parte, los conceptos de “exceso de calor” y “golpe de calor” son diferentes. El exceso de calor es la situación provocada por un anormal calentamiento del cuerpo en un período de tiempo relativamente breve. Usted puede experimentar calambres, agotamiento, dolor de cabeza, náuseas o vómitos, presión arterial baja y deshidratación. Se debe prestar especial atención a personas de avanzada edad y a la primera infancia. El golpe de calor, por su parte, es una situación más extrema del exceso de calor, lo que normalmente se conoce como fiebre térmica o insolación: la temperatura corporal es mayor a los 40 grados, la piel está caliente y enrojecida, la persona siente inestabilidad al caminar, mareos y somnolencia, puede sentirse confundida y hasta padecer delirios y convulsiones.

Toda la gama del verde.

Varios expertos consultados para esta nota creen que Montevideo puede transformarse en una ciudad mejor preparada para enfrentar los impactos futuros de las olas de calor. La base debe incluir tres elementos básicos: más verde, más sombra, más agua. “No alcanza con poner un florerito”, opina Nagy.

La combinación de verde, sombra y agua es esencial para contrarrestar el efecto de lo que se llama “isla urbana de calor”. Esto es sencillo de explicar: el calor pega más fuerte sobre el cemento expuesto al sol que bajo la copa de un árbol.

Las edificaciones y áreas asfaltadas provocan que los centros urbanos registren temperaturas del aire y de las superficies más elevadas con respecto a las temperaturas de zonas suburbanas o rurales circundantes al no favorecer la circulación de brisa y al retener más el calor. Es por esto que Nagy recuerda que fácilmente se puede hacer un huevo frito en el capó de un auto (o porqué los techos de zinc parisinos alcanzan los 80 grados).

La falta de cobertura vegetal hace que haya menos evapotranspiración, lo que, de forma natural, refresca el ambiente al transportar el calor desde el suelo hacia arriba. Y el combo agobiante se completa con los aparatos domésticos o comerciales que consumen energía y liberan calor (incluso los sistemas de refrigeración) y con los vehículos que hacen exactamente lo mismo.

Meteorólogo advierte una "situación crítica" por ola de calor; temperaturas alcanzarán los 35°
Ola de calor en Montevideo
Foto: Estefanía Leal

Estudios han determinado que Nueva York y Londres son 4 y 7 grados, respectivamente, más calientes en verano en comparación con los suburbios. El centro de Madrid tiene una diferencia de 8,5 grados con las áreas periféricas y esto es más de lo que se registra en la isla de calor del centro de Bombay (7 grados).

De Montevideo también hay datos. Emilio Terrani, máster en ciencias agrarias, estudió el efecto del sombreado de alineaciones de árboles sobre la reducción de la temperatura microambiental en tres calles céntricas durante todo un verano y encontró una diferencia máxima de 14 grados. Esta medida corresponde a la temperatura radiante que es lo que incide en nuestro confort térmico más que la temperatura del aire, que es aquella que vemos en el celular. En definitiva, es la que hace que sintamos que nos morimos de calor o de frío.

“No es que la ola de calor no se sienta en el medio rural sino que en la ciudad se magnifican sus efectos negativos. Todas las superficies de hormigón van en detrimento del confort térmico y todas las áreas verdes contrarrestan el efecto”, explica Terrani.

El verde en todas sus expresiones —árboles, pasto, techos y paredes verdes, canteros, parques— es una de las formas más sencillas de adaptar la masa gris y caliente de una ciudad. La capacidad de enfriamiento de la vegetación no afecta solo sus inmediaciones sino que, dependiendo del tamaño, puede extenderse hasta los 1.000 metros. Según relató Nagy, Teherán —capital de Irán— logró reducir 4 grados en casi dos décadas con un adecuado plan de vegetación.

Parece que Montevideo no arranca con mal pie. Terrani y Campoleoni coinciden en que hay una buena cobertura vegetal, en particular, por la extensión de parques y la presencia del arbolado de las calles. La urbanista reconoce que la intendencia y municipios trabajan en ese sentido. Según datos de la Intendencia de Montevideo difundidos en setiembre de 2022 por el programa SobreCiencia, la ciudad cuenta con 85 mil árboles en parques, plazas y canteros centrales y 211 mil en veredas.

Nagy, por su parte, sostiene que “no alcanza”. En un estudio científico de 2020 en el que participó junto a colegas de otros 10 países, se lee que Montevideo tiene 10% de áreas verdes y 8% de áreas azules, lo que determina 40 metros cuadrados de verde y 30 metros cuadrados de agua por habitante; no obstante, un estudio latinoamericano que revisó y que todavía no fue publicado advierte que, de acuerdo a métodos estadísticos de la Organización Mundial de la Salud, la ciudad está por debajo del mínimo recomendado para el bienestar humano.

De todas formas, los tres insisten en que debe haber más árboles “eficientemente” plantados y estos no pueden ser de cualquier especie –se debe considerar el tamaño y el follaje– y no deben ser desatendidos. “Es la estrategia más prometedora”, resume Terrani.

Esto debe ser acompañado por techos verdes, un recurso que ya es obligatorio en otras ciudades del mundo y que, a juicio del investigador de la Facultad de Ciencias, debería recibir alguna bonificación impositiva para que se convierta en una práctica extendida. Ya está demostrado que un sistema de techos y paredes verdes puede ofrecer un alivio de entre 1 y 5 grados en verano.

La vegetación, por supuesto, trae el segundo ingrediente de la receta: la sombra. Pero esta no tiene porqué ser solo natural. Nagy apunta que elementos como toldos o gazebos o similares, fundamentalmente de uso doméstico, deben ser incorporados al paisaje urbano en plazas y otros espacios públicos. “No alcanza con árboles y verde; hay que aumentar la sombra”, afirma.

QUIÉNES SON LOS MÁS VULNERABLES

El aumento de las temperaturas genera un mecanismo de respuesta fisiológico del cuerpo humano que se traduce en la vasodilatación periférica y el sudor.

Por un lado, se activa el transporte masivo de sangre a la periferia del cuerpo para facilitar su enfriamiento lo que, consecuentemente, ocasiona una sobrecarga del sistema cardiovascular. Por otro lado, se genera la sudoración excesiva que puede provocar la pérdida masiva de líquidos y electrolitos. La Organización Mundial de la Salud aclara que las muertes por excesos de calor no son causadas directamente por el calor, sino que la mayoría de los decesos se debe al agravamiento de enfermedades cardiopulmonares, renales, respiratorias, circulatorias y neurológicas. Se estima que más de 61.000 personas murieron por causas relacionados con el calor en 35 países europeos durante el verano de 2022.

“No necesariamente sufren y mueren las personas mayores. Una persona que no tiene problemas cardíacos, que no tiene presión arterial y que está hidratada, salvo que se exponga mucho, va a sufrir menos”, ilustra Gustavo Nagy, investigador del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República. La balanza la inclinan las comorbilidades. Por tal motivo, Nagy considera que el Ministerio de Salud Pública no debería habilitar residenciales de ancianos si no cuentan con aire acondicionado para funcionar correctamente en verano. Por otra parte, reclama que los adultos tomen conciencia y no lleven a niños, especialmente a los lactantes, a la playa sin la debida protección. Las embarazadas son otro grupo de riesgo.

Gente en la playa durante la ola de calor. Foto: Juan Manuel Ramos/El País
Gente en la playa durante la ola de calor.
Foto: Juan Manuel Ramos/El País

Y la del azul.

¿Y qué sucede con el agua? Las áreas azules pueden enfriar la temperatura entre 1 y 3 grados mediante la evaporación. Y estas no tienen por qué ser solo el Río de la Plata o el río Uruguay para el litoral. Una buena estrategia de adaptación para Campoleoni es instalar más fuentes de agua “activas”, por ejemplo, bebederos, estanques, rociadores o incluso juegos de agua como los nuevos del Parque Villa Dolores. Esto permite hidratarse al tiempo que refresca el ambiente.

“Verde, sombra y agua son las medidas básicas porque no vas a cambiar la densidad de población”, señala Nagy. También pueden ser las más económicas. A nivel de las ciudades hay otra estrategia que, por ejemplo, están llevando adelante París y Los Angeles: uso de pintura reflectante. No estamos hablando de su aplicación solo en las fachadas sino en el asfalto y cualquier superficie de hormigón. Por supuesto que optar por una pintura blanca simple, aun sin ninguna propiedad especial anti-calor, también puede contribuir significativamente a un ambiente más fresco. En algunas zonas de la India, por ejemplo, se inició el Cooling Action Plan para pintar las fachadas de blanco. El objetivo es reducir la temperatura en las viviendas entre 2 y 5 grados. Y en plena ola de calor, esa diferencia puede ser la gloria.

EL EJEMPLO DE PARÍS: EVITAR SER INSOPORTABLE

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