DÍA DEL PADRE
¿Hay que deconstruirse? ¿Hay que seguir defendiendo la masculinidad de generaciones pasadas? ¿Cuánto influye la propia infancia de quienes hoy tienen hijos? Las paternidades del presente.
Samuel
“Todas las noches me hago la misma pregunta: ¿qué me va a cobrar cuando crezca? Porque algo va a ser. Es la ley de la vida”, dice Samuel (38) sobre la paternidad —tiene un hijo— que lleva adelante desde hace seis años y, ahora, separado de la madre (arreglaron que el niño pasara una semana en una casa y la siguiente en la otra). Samuel agrega que él mismo le cobró a su padre ciertas limitaciones emocionales y algunas prolongadas ausencias. “Trabajaba todo el tiempo para asegurarse de que yo tuviera una buena educación, que no me faltara nada, para que mi infancia fuese lo más plena posible”. Lo que, claro, le impedía estar presente para ver a Samuel dar sus primeros pasos, pronunciar sus primeras palabras y, también, darle amor durante todo ese trayecto. Había que proveer.
La angustia que le sobreviene a Samuel en la noche antes de dormirse podría ser una consecuencia de uno de los varios rasgos de las nuevas paternidades de este siglo: involucrarse emocionalmente en el presente de los hijos, con lo que eso implica de gratificaciones pero también de preocupaciones.
A diferencia de lo que ocurrió hasta el siglo pasado, cuando el modelo paternal predominante seguía, con matices, los postulados patriarcales: el papá afuera de casa trabajando para proveer y la mamá trabajando en casa —sin remuneración, eso sí— para cuidar y educar a los menores.
Con el explosivo desarrollo del feminismo en los últimos años (además de transformaciones económicas y laborales relevantes), el papel del padre y de cómo se lleva a cabo la paternidad empezó a ser cuestionado. Y lo sigue siendo hasta hoy.
Estudiar la paternidad —por ejemplo, qué implica pasar de pater familias a un “aliade” en la crianza y tareas del hogar y las que existen fuera de él como escuela, círculo de amistades, salud, recreación y así—, es un fenómeno histórico relativamente reciente, dice el experto Fernando Rodríguez Añón, psicólogo y especialista en temas de masculinidady paternidad. “Antes de los años 70 del siglo pasado, había muy poca cosa estudiada sobre esos temas, a diferencia de lo que ocurría respecto de temas femeninos y sus condiciones de vida
Él es uno de varios consultados que hablan de más de una manera de ser padre en el siglo XXI. El padre que hoy ‘ayuda’ es una transición del modelo del abuelo que nunca se involucraba en las tareas domésticas. Los padres actuales se dan cuenta que ‘tienen’ que hacer pero todavía no asumieron eso como algo propio. Tradición, transición y, tal vez más adelante innovación, serían tres modelos de paternidad que están en constante diálogo, construcción y transformación a nivel social, pero también dentro de nosotros mismos, de cada una de las personas (hombre, mujer, trans, no importa)”. Él, citando el postulado feminista “Lo personal es político”, pone su propio ejemplo de paternidad: “Tengo tres hijos, de los cuales uno es biológico. Los tres son mis hijos, más allá de que el aspecto biológico sea importante”.
Los hombres cuidan
El movimiento Men Care (que puede traducirse como “Los hombres se preocupan” o “cuidan”), lleva adelante varias actividades que apuntan a generar una conciencia distinta al modelo de paternidad más tradicional. Actualmente, ese movimiento está desarrollando la Campaña de Paternidad Internacional MenCare, que busca “promover la participación de los hombres en su paternidad y como cuidadores con equidad de género y sin violencia”. Además, sus impulsores apuntan a algo más que “eslogans y afiches”. Lo que se pretende es “aportar al desarrollo de campañas, programas y políticas de paternidad basados en la evidencia para involucrar a los hombres como cuidadores”.
Camilo
Camilo (39) tuvo su segundo hijo hace 11 meses (el primero nació hace tres años). Pasa toda la mañana con ellos cuando la madre está afuera, trabajando (él teletrabaja). Se encarga de todo: cocinar, limpiar, ordenar, cuidarlos, bañarlos… “Eso lo hace todo el mundo ya, ¿no?”, dice en un momento de la conversación. También él piensa en cómo será el futuro de sus hijos: “Me gustaría que tuvieran una organización familiar honesta. Mi papá fue medio desprolijo en ese sentido y eso me quedó: crecí escuchando historias non sanctas sobre la juventud de mi padre. Yo no quisiera generarle a mis hijos un peso así. Ni que ellos se lo generen a los suyos”.
La factura que Camilo le pasa a su propio padre tiene una contracara. “De mi padre aprendí a trabajar sin cuestionármelo. Tengo varios amigos para los cuales ir a trabajar es todo un tema, y me parece un pésimo ejemplo a dar. Aunque tampoco quiero que se pasen todo el día laburando como yo, que durante años llegaba a casa a las diez de la noche”.
Así como no se cuestiona trabajar, tampoco lo hace respecto a hacerse cargo de sus hijos. En ese sentido, tanto él como Samuel rescatan —cada uno por su lado— algo positivo de la pandemia: que al menos a ellos les permitió estar mucho en sus casas y así estar cerca de sus hijos.
Darío
También Darío (38) menciona a la pandemia. Para él, el teletrabajo (su esposa también cumple con las obligaciones profesionales desde el hogar) le permitió estar todo el día en contacto con su hijo, que nació hace casi un año. “De lo muy poco que rescato como positivo de la pandemia”, comenta. “La jornada laboral se alarga pero entre tanto vas viendo cosas, como los detalles del crecimiento del bebé, su aprendizaje, cambiarle los pañales... Todo lo hacemos juntos con mi esposa: cuidarlo, alimentarlo, atenderlo, jugar... Y entre esas tareas intercalamos nuestros respectivos trabajos. Me gusta mucho poder ir a verlo de mañana, saludarlo, cargarlo. Nada de eso podría haberlo hecho antes”, cuenta y admite que tal vez le hubiese gustado empezar a ser padre antes de los 38.
Sin embargo, el tema de la responsabilidad compartida no está para nada saldado. Valentina Perrotta es, entre otras cosas, doctorada en Sociología e investigadora de los roles de género. Ella hizo su tesis sobre, justamente, cómo se comparten las responsabilidades de madres y padres (el título de su tesis es: “Las licencias parentales y la corresponsabilidad de género”). Perrotta, en charla con Revista Domingo, da unos datos que relativizan algunos de los percibidos avances en las diferentes maneras en las que se dan las paternidades en este siglo: “En la mayor parte de los casos, son las mujeres las que dedican más tiempo a cuidar de los hijos y encargarse de lo doméstico. Las mujeres dedican 2/3 de su tiempo al trabajo no remunerado y 1/3 al trabajo que le genera un ingreso. En el caso de los varones, al revés: 2/3 del tiempo dedicado al trabajo remunerado y 1/3 al doméstico”. Ellas siguen siendo las que tienen que hacerse cargo del hogar, por más que sea cada vez más frecuente toparse con casos como los de Samuel, Camilo y Darío.
¿Qué es hacerse cargo?
Cuando se habla de corresponsabilidad y encargarse, Fernando Rodríguez Añón hace algunas puntualizaciones. No se trata de, dice, “ayudar” o “dar una mano”. No es que el hombre venga a “sumar” a un esfuerzo que ya está haciendo la mujer. Se trata, en cambio, de sentir el deseo y el impulso a participar en los cuidados y los menesteres. A su vez, esa corresponsibilidad no concluye cuando hay un divorcio y no se circunscribe a pagar la pensión alimenticia sin más. Hay que pagarla, dice el experto, pero también comenta que la corresponsabilidad luego del divorcio es más que “depositar dinero en una cuenta bancaria”. Además, Rodríguez Añón resalta que la paternidad no es algo que cae del cielo. “Es un proceso. Uno no se convierte en padre de la noche a la mañana, ni por arte de magia. Se va aprendiendo y pensando con el correr del tiempo, a medida que los hijos van creciendo”, concluye el académico.
“Las ‘nuevas paternidades’ se están dando en la clase media educada, en donde tanto madre como padre valoran el proyecto profesional de su pareja y donde, además, dependen de ambos ingresos para mantener cierto nivel de vida”. En los hogares más pobres, agrega la experta, siguen siendo las mujeres las que dejan el mercado laboral remunerado para responsabilizarse del hogar. Mientras que en los más ricos, las tareas domésticas se delegan en el servicio doméstico contratado (también, siempre mujeres).
Para Fernández Añón, las paternidades del siglo XXI se construyen en la interacción, y también la lucha, entre los tres modelos que mencionó anteriormente: tradición, transición e innovación. Las nuevas paternidades “seguramente tendrán que ver con el resultado de esa lucha interna y también sociocultural. Eso invita a pensar en un modelo de paternidad que nace de una reflexión, no de lo que está bien o mal, que es algo mucho más moral, de mandato, menos reflexiva”.
Además, Fernández Añón también señala aspectos menos discutidos en este debate: “Hay parejas de mujeres criando hijos, como las hay de hombres. Ahí aparece la pregunta ‘¿Pero entonces hay padre y madre, son dos madres o son dos padres…?’. A mí me parece que ese desafío —el de no saber siquiera ponerle nombre a un vínculo que está atravesado por el afecto, el respeto y la responsabilidad— no nos tiene que preocupar. Es más importante el contenido de lo que se le otorga a un hijo o una hija, que el nombre que le podemos poner”.
Para Samuel, cuyo hijo ya es un poco más grande que los que tienen Camilo y Darío, la paternidad de este siglo equivale, entre otras cosas, a pasar el máximo tiempo posible con su hijo, pero no de cualquier manera: “No puedo solamente estar ahí si él está haciendo otra cosa. Lo dejo mirar la computadora, pero no todo el tiempo. Estoy buscando siempre cosas para hacer juntos: salir a caminar por la playa cuando se puede, llevarlo conmigo a los partidos de fútbol, algo que a él le gusta mucho…”.
Subjetividad, cultura futbolera y jerarquías
Eduardo Viera es doctor en Psicología y docente de la Facultad de esa asignatura en la Universidad de la República. Cree que los aspectos que un hombre debe contemplar para desarrollar una paternidad provechosa tanto para él como para sus hijos, tienen que ver con estar atento a sus sentimientos: “Tal vez, lo primero que habría que hacer sería problematizar los cambios en su propia subjetividad, cambios que vienen con la condición de padre. Ha cambiado bastante y muy rápido el rol del padre, y hay como una incertidumbre en cuanto a valores e incluso a la estética. Es más difícil definir lo bueno, lo malo, lo lindo y lo feo, pero por el otro lado también se pueden construir certezas dentro de la incertidumbre”, afirma. Además él habla de varias “paternidades” actualmente, en las que se intercalan tradiciones y costumbres más recientes. En esas interacciones hay, agrega, cosas que se perciben como riesgos y pérdidas, y probablemente esos sentimientos puedan explicar -por ejemplo- que algunos hombres recurran a vías de escape o anestesia como el alcohol o el cigarrillo. También, Viera resalta la importancia de darse cuenta de los “privilegios” que los hombres han tenido desde hace mucho tiempo, para así poder cambiar patrones de conducta que actualmente empiezan a percibirse como anticuadas. “Hay que preguntarse de dónde vienen los mandatos sobre la paternidad”, sostiene.
—¿Cómo influye la cultura futbolera en todo esto? Ahí se habla mucho sobre “paternidad”, sobre quién es “hijo” de quién.
—Ahí se están discutiendo, básicamente, las jerarquías. “Yo soy el que te domino”. Ahí se expone el modelo patriarcal, donde el hombre tiene la última palabra. Y durante mucho tiempo fue así. Creo que también hay una marca religiosa, porque “Dios es el padre de todos”. En el fútbol eso está cambiando, también. El fútbol era un deporte de hombres, de “machos”, ¿no? Ya no es tan así. Ahora hay mujeres que juegan, hay juezas que arbitran. Y se sigue oyendo el “andá a lavar los platos”, pero se abrió un abanico. Se abrió un abanico que relativiza a ese deporte como un dominio exclusivamente masculino.
Entre tensiones y vaivenes, entre tradición e innovación se están configurando los roles de padres, que pasaron de ser bastante rígidos a estar signados por la incertidumbre y la esperanza de que, al final, los futuros hijos no tengan demasiado para cobrarle a sus papás.
Un asunto laboral
Buena parte de las posibilidades para que un padre pueda participar en mayor medida de lo que implica criar y educar a los hijos es que tenga tiempo para hacerlo, lo que suele entrar en conflicto con la jornada laboral. Para hacer frente al menos en parte a este desafío, aproximadamente 140 empresas uruguayas (entre ellas, El País) han firmado una adhesión a los Principios Weps (por su sigla en inglés, que se traduce como “Principios de Empoderamiento femenino”). En concreto, la adhesión a esos principios tiene como uno de sus objetivos elaborar políticas y formas de organizar el trabajo en la empresa para que tanto madre como padre puedan destinar tiempo al cuidado de los más pequeños. Los principios a los que adhieren las empresas fueron creados por ONU Mujeres y el Pacto Global de Naciones Unidas en 2010. Entre otras cosas, las empresas se suman a iniciativas como crear conciencia en torno a los roles de género y, también, promover a mujeres. Las políticas públicas, por su lado, han contribuido con diferentes leyes y medidas.