VIAJES
La tierra del ‘Potro’ y de la ‘Mona’ tiene mucho más que cuarteto para ofrecer. Córdoba sorprende con sus vistas de ensueño entre las sierras y propuestas variadas para todos los gustos y edades.
Lo primero que a uno se le viene a la mente al pensar en Córdoba son los hitazos atemporales de la ‘Mona’ Jiménez y el ‘Potro’ Rodrigo, el fernet y esa tonada inconfundible y pegadiza. Pero sepa que esta provincia -cuya capital es la ciudad de mayor superficie de toda Argentina, con 574 kilómetros cuadrados- es mucho más que cuarteto, caravana sin fin y ese acento romanticón tan peculiar.
Esta zona, también famosa por su clima seco, tiene infinidad de atractivos para descubrir y actividades variopintas que no le permitirán aburrirse ni un solo minuto a lo largo de su estadía.
En esta tierra a 1.000 kilómetros de Uruguay -en ómnibus se tarda 15 horas en llegar; la empresa EGA tiene frecuencias martes y viernes a las 18:00 desde Montevideo- encontrará propuestas para todos los gustos y edades: paisajes sublimes entre sierras y valles, un sinfín de opciones de turismo aventura, la paz que regala la naturaleza, paseos en catamarán, miradores con vistas de ensueño, variada oferta teatral -solo en Carlos Paz funcionan 10 teatros y en temporada alta hay más de 25 obras en cartel-; mercado de pulgas, exquisita gastronomía, originales alfajores rellenos de fruta sin desperdicio y movida nocturna.
En Revista Domingo compartimos algunos paseos que no puede perderse si anda por los pagos del futbolista Paulo Dybala, allí donde la hospitalidad de los lugareños es tan identitaria como el ritmo del cuarteto en cada esquina. Tome nota.
Carlos Paz
La villa fundada por Carlos Nicandro Paz en 1913 se ubica a 35 kilómetros de Córdoba capital y al sur del valle de Punilla. Algunos turistas aterrizan allí fascinados por el relax que transmite su paisaje montañoso rodeado de lagos y ríos, mientras que otros se ven atraídos por el ruido nocturno de los boliches, bares, teatros y casinos: cada cual elige su cara favorita de esta ciudad a la vera del dique San Roque.
Descubrir Villa Carlos Paz desde el agua es posible sin sufrir mareos gracias a un confortable catamarán, cuya movilidad es casi imperceptible. El buque, con capacidad para 106 personas, recorre los 13 kilómetros de largo que tiene el lago artificial San Roque en dos horas. El pasajero puede optar por contemplar la vista al aire libre desde la cubierta, o bien a través de los ventanales, en el interior del buque. Apreciará el hermoso cordón de sierras donde abundan los biguá, ave típica de la zona; Villa del Largo, el barrio residencial más antiguo de la ciudad, y otras áreas ideales para practicar deportes acuáticos.
El servicio de bar a bordo ofrece papas chips, pop, alfajores, refrescos, cerveza y mucho pero mucho fernet. El plan incluye show musical en vivo a cargo de Mario Lamas, donde suenan clásicos de cuarteto y cumbia de los años 90 y 2000, que invitan a bailar a los pasajeros menos tímidos.
El costo del paseo es de 2.200 pesos argentinos por persona.
La majestuosa vista panorámica del valle de Punilla también puede admirarse desde las alturas del Cerro de la Cruz, el pico más alto de Carlos Paz, con 1.000 metros sobre el nivel del mar. A 2.200 metros se encuentra el monumento de la Cruz, patrimonio cultural de la ciudad, y en Semana Santa lo suben unas 5.000 personas. El ascenso desde la base (730 metros) lleva dos horas, pero no teman: también hay opciones para los menos entrenados.
Las aerosillas, creadas en 1955, son las primeras privadas del país y permiten llegar hasta la cima en un minuto. El costo es de 2.000 pesos argentinos por persona.
Otra alternativa es hacer 500 metros hasta llegar al primer mirador. En ese tramo solo se topará con alguna pendiente empinada y créame que el esmero valdrá la pena: tendrá la ciudad entera a sus pies para contemplar y fotografiar.
Este circuito es gratuito. Y en verano también se hacen visitas guiadas nocturnas con reconocimiento de flora y fauna.
Nada mejor que un mimo al paladar después de tanto esfuerzo físico. La parada obligatoria para degustar un rico café y unos tentadores alfajores (y llevar alguna caja para regalar aprovechando que el tipo de cambio favorece al uruguayo) es La Quinta, sobre Bulevar Sarmiento, en el corazón del centro viejo. Esta fábrica elabora más de 25 variedades de alfajores 100% artesanales y sin conservantes (se mantienen a base de miel). Hágase un favor y no abandone Carlos Paz sin probar este típico producto cordobés relleno de fruta: pera, frutilla y membrillo.
Córdoba capital
Se la conoce como ‘La Docta’ por haber sido el sitio donde se fundó la primera universidad del país en 1613. Siete expresidentes argentinos estudiaron allí, entre ellos Carlos Menem y Fernando de la Rúa. El edificio, emplazado en el casco histórico, hoy solo funciona como museo: la Universidad Nacional de Córdoba creció tanto que tuvo que mudar su sede a un campus de 1.115 hectáreas. El museo está dentro de la Manzana Jesuítica -declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000- que también comprende la iglesia y residencia de la compañía de Jesús y el Colegio Nacional Nuestra Señora de Monserrat.
Es imposible abarcar todos los atractivos de la ciudad de mayor superficie de Argentina pero se aconseja no dejar de visitar el barrio Güemes para conocer de primera mano los sabores típicos de la exquisita gastronomía local y disfrutar de los pintorescos bares y pubs de esta capital fiestera. El paseo por el Paseo de las Artes -más conocido como mercado de pulgas- le recordará mucho a Tristán Narvaja.
Dato: esta feria, con decenas de puestos sobre la calle Belgrano, abre sábados y domingos a partir de las 17:00 horas.
Si decide dar una vuelta por el Paseo del Buen Pastor - Av. Hipólito Yrigoyen, también en Güemes- podrá fotografiarse con las estatuas del ‘Potro’ y la ‘Mona’, emblemas de esta provincia, aunque los cordobeses parecen idolatrar más al cantante de Beso a beso que al de Lo mejor del amor. Se autodefinen como ‘moneros’ y aseguran que si quisiera ser gobernador de Córdoba, lo votarían de ojos cerrados. No lo descarten.
Valle de los Lisos
Esta reserva natural inmersa en medio de dos cordones montañosos se ubica dentro del Macizo de los Gigantes -una de las formaciones más antiguas del planeta Tierra, con más de 360 millones de años- y es un paraíso para los amantes de la naturaleza y un deleite para los sentidos.
La mágica zona consta de 4.300 hectáreas y debe su nombre a los 12 valles que están entre cerros literalmente lisos. Hay más de 39 tours disponibles -algunos son acuáticos y subterráneos- y el que elija valdrá la pena.
La actividad ‘Valle, miradores y quebradas’ cuesta 6.750 pesos argentinos y cualquier precio es poco para la experiencia sublime que se vive durante esas ocho horas de travesía. La meta es llegar a la entrada de los valles a 2.207 metros de altura. Resulta imposible dejar de maravillarse a lo largo de los 16 kilómetros -8 de ida y 8 de vuelta- y uno cae rendido ante ese gigante de piedras y rocas, mientras camina entre alfombras verdes con cuarzo a la vista y cañadas que lo hacen sentir que es protagonista de una escena digna de Game of Thrones o Crónicas de Narnia.
El secreto para ascender una montaña alta es el paso corto, adelantan los guías locales, que acompañan la larga jornada de trekking, y asumen como narradores de una aventura de ciencia ficción sin parangón.
Consejos sanos: no olvidar el protector solar (los rayos UV pegan fuerte en la altura, aunque sea invierno); un bastón para facilitar el paso; snacks ligeros (frutos secos y/o manzana); una botella con agua (puede rellenarse con la que cae de las cascadas, que es bebible). Llevar ropa cómoda, deportiva y abrigo en la mochila. El resto es contemplar y disfrutar.
La vista lo deslumbra a cada paso y una queda pequeñita ante la inmensidad del paisaje y la belleza natural. El último tramo es el más arduo: la dificultad crece y es necesario trepar. Aumenta el pulso y sube la adrenalina. Al goce de la misión cumplida por llegar a la entrada de los valles se suma la fiesta sensorial. El hermoso espectáculo culmina con una meditación de dos minutos para regalarse la dicha de oír en silencio el bendito sonido de la naturaleza y corroborar que la magia no solo está en los cuentos de hadas. Ver para creer.