Crece la movida Childfree: ¿cómo es la vida sin hijos y cuánto pesa la presión social?

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Los Childfree son espíritus libres y prefieren tener mascotas que niños en su casa. Foto: Canva

INFORME

La tendencia es alejarse del mandato social: cada vez son más las personas en Uruguay y el mundo que optan por no reproducirse, aunque deben soportar el estigma que eso supone.

Cuando la novia de Federico Rodríguez (27) invita a sus sobrinas y ahijadas a dormir a la casa de ambos, él se encierra en el cuarto: prefiere compartir el menor tiempo posible con niños. Hace cinco años que están en pareja, se llevan espectacular, tienen planes de irse a vivir al exterior, pero intuye que lo único que podría llegar a separarlos es que él no quiere tener hijos y ella, dice, “está a full con los gurises”. La familia de Federico da por sentado que en unos años cambiará de opinión, sin embargo, él cada vez se convence más de su elección, al punto de que meses atrás pensó en hacerse una vasectomía. No sabe si desistió de ir tras este método de esterilización masculina 99.9% eficaz por sucumbir a la presión de su pareja, de su psicóloga o porque él mismo puede llegar a cambiar de opinión (aunque la vasectomía puede revertirse con otra cirugía).

Dice que un hijo le quita tiempo, no lo realiza como hombre y tampoco quiere traer una criatura al mundo como está hoy. Hay más. Hace tres meses descubrió en terapia otro motivo por el cual la paternidad le repele: tiene que ver con el espejo que tuvo de su padre. “Capaz que no fue un padre ejemplar con el que pudiera identificarme y decir ‘cuando sea grande quiero ser como él’, tener un hijo y criarlo como me crió a mí”, reflexiona en diálogo con Revista Domingo.

En esa línea, la psicóloga Virginia Mattos considera que la historia de vida como hijo o hija pesa en la elección de las personas de no reproducirse: “Muchas veces la madre fue despegándose de ellos tempranamente, fueron criados por una abuela, una tía y no quieren eso”, ejemplifica la terapeuta. Igualmente, está lejos de ser la única razón por la cual la tendencia Childfree -termino que refiere a las personas que no tienen hijos por elección- va in crescendo: hay quienes nunca experimentaron el deseo de ser madre o padre, les incomoda la energía de los niños, prefieren la libertad, dedicar su vida a viajar, realizarse a nivel académico y profesional o no quieren resignar tiempo ni dinero en una criatura. Hay mujeres, incluso, que no están dispuestas a pasar por el proceso del embarazo.

Pueden encontrarse tantos motivos como personas habitan el planeta. Lo cierto es que la presión social existe y no es un delirio de persecución de los Childfree: se parte de la base de que a nadie se le ocurre preguntar a otro por qué tuvo hijos, sin embargo, es muy común que la gente quiera saber por qué no los tenés. La pregunta surge en un almuerzo familiar, una reunión de trabajo, una salida con amigos y hasta en entrevistas. Ni siquiera las celebridades se salvan: Jennifer Aniston, Renée Zellweger o Audrey Tautou (por citar algunos ejemplos) han tenido que argumentar su decisión.

A pesar del auge del feminismo, la mujer sigue sufriendo más el estigma cuando decide irse de este mundo sin descendencia: “Así como en el hombre se ve más normal, en una mujer todavía genera cierto ruido. Necesitamos que lo justifique porque no está en nuestro imaginario e incluso está el temor de que se arrepienta”, opina Mattos.

Alejandra Volpi (42) nunca sintió el deseo de ser madre. Estaba convencida pero igual abordó el tema en terapia porque sentía que la sociedad la presionaba. “Tus amigas te preguntan cuándo vas a tener un hijo, tu pareja pregunta si deseás un hijo, tu mamá te pregunta qué pensás al respecto. Abrís una revista y hay alguien diciendo que tener un hijo fue lo mejor que le pasó en la vida. Es inevitable cuestionártelo aunque no esté dentro de tus deseos, porque los que te rodean te hacen sentir diferente”, asegura la periodista, locutora y agente de prensa de artistas.

La gente marcha por igualdad, libertad y diversidad, se abraza a esos discursos, y sin embargo, Mariana Paredes, socióloga y demógrafa, confirma que en pleno siglo XXI la sociedad sigue sancionando y cuestionando al que no tuvo hijos. “Hay un tema cultural y es que seguimos atados al modelo de película de los dos hijos, que construye el amor romántico y la familia occidental burguesa”, apunta.

Causas

Federico Rodríguez junto a su perro Magnus: "Lo quiero como a un hijo".
Federico Rodríguez junto a su perro Magnus: "Lo quiero como a un hijo".

Isabel León (nombre ficticio) no es capaz de identificar el momento en que tomó la decisión de no ser madre, simplemente nunca se proyectó en ese rol. “Alguna vez pensé: si a los 35 no tuve hijos ya no tengo y adopto”, cuenta. En marzo cumplió 43 años y ya no baraja esa alternativa. Cuidaba a sus hermanas más chicas y dice entre risas que le gustan los niños, pero no en su casa. Estudia y trabaja desde jovencita y nunca tuvo tiempo de pensar en la maternidad. A eso se suma que ninguno de sus vínculos afectivos le generó la estabilidad suficiente como para incentivarla a formar una familia y que siempre tuvo claro que madre sola no quería ser.

Al consultorio de Mattos llegan varias adolescentes convencidas de que no quieren procrear. “Lo deciden a los 15 o 16 años. Te dicen ‘yo no pienso tener hijos’ y lo mantienen”, asegura la psicóloga. Hay pacientes que atribuyen la elección al factor económico: “Se aspira a un nivel de vida alto, que no falte absolutamente nada y en ese cuadro no entra un hijo”, dice.

Paredes asegura que hoy es mucho más frecuente que mujeres jóvenes digan que no quieren tener hijos. “Antes pasaba mucho menos y es muy bueno para la sociedad en términos de procesos sociales y de independencia de las mujeres que se permitan decir ‘quiero una trayectoria sin hijos’”, dice la experta.

Esta tendencia se asocia, en parte, a procesos de individualización y singularización de la biografía. Es decir, “la gente piensa cada vez más por sí misma y menos atada a las instituciones, como son la familia o el matrimonio”, indica Paredes. Y agrega que “tener hijos es un acto altruista: es dejar de pensar un poco en uno y pasar a pensar un poco en el otro”.

Es cierto quelas mujeres ya no siempre se casan antes de los 30, como cantaba Shakira en Pies descalzos, pero el modelo de sociedad patriarcal se mantiene a pesar de las luchas y conquistas de género. A medida que la mujer se emancipa a nivel educativo, se inserta en el mercado laboral, y se realiza profesionalmente, un hijo puede ser visto como un obstáculo para alcanzar algunos logros.

¿Por qué? La mujer acarrea exigencias implícitas que elhombre no tiene, porque históricamente tuvo el rol de cuidadora. “El horario de la mujer es más extenso que esas ocho horas fuera de casa. Muchas veces las parejas jóvenes se quejan de eso: llego a casa y él no colabora. A los 15 o 18 años ven este panorama y dicen ‘no voy a tener hijos. Quiero la libertad que tienen los varones’”, observa Mattos.

TESTIMONIO

"Doy mi vida por mi hija pero no me hace feliz"

Lourdes tiene 49 años, se crió en un hogar súper conservador, fue a un colegio salesiano, jugaba a las muñecas y no se le pasaba por la cabeza la idea de no tener hijos. “No se hablaba, no se escuchaba decir en la televisión, no se veía en una revista”, dice acerca de la chance de plantearse la alternativa de no ser mamá. Se casó a los 28 y a los 30 tuvo a su primera y única hija, casi que por inercia. Había sido niñera de jovencita y pasar tiempo con niños la hacía sentir llena de vida, pero cuando tuvo a la suya se dio cuenta de que no era lo mismo. “Es diferente tener el instinto maternal a ser mamá porque el instinto lo tenés con un cachorro o con un sobrino. Pero el hecho de ser mamá o papá y que te modifique la vida... Porque no deja de ser una profesión a la que te tenés que dedicar 100%”, comenta a Revista Domingo.

-¿Te arrepentiste de haber sido madre?
-Arrepentida no creo que sea la palabra. Arrepentida del momento en que tomé la decisión de serlo. Me equivoqué en ese momento. Después no hay vuelta atrás. Ya está.

Fue con el correr de los años, y no apenas dio a luz, que empezó a cuestionarse la maternidad. Su hija estuvo internada 13 días por una patología gastrointestinal cuando era niña y ella no se separó de su lado. Después tuvo otras dificultades en el lenguaje y en el desarrollo y las maestras le decían que no había otra mamá como ella, que siempre estaba presente. Esos elogios, lejos de generarle satisfacción, la hacían replantearse más la situación. “Si estás haciendo lo que realmente querés y te felicitan te tenés que sentir orgullosa y yo nunca me sentí feliz o completa. Me di cuenta de que había algo que fallaba y a la vez no estaba siendo buena mamá, hacía lo que podía”, revela. Todas esas emociones le generaron angustia y depresión. Ha ido al psiquiatra y necesita una terapia pero no puede hacerla porque no tiene recursos económicos. Tampoco siente apoyo de su familia ni de sus amigas. Las veces que le planteó cómo se sentía a su marido, él le contestó, ‘ahora ya está, es lo que hay, cualquiera se puede equivocar’. Sus amigas le decían ‘ya va a pasar, vos tenés que pensar en tu hija’. Lourdes se siente muy sola, aunque no sea la única que vive una situación semejante. Le cuesta poner sus sentimientos en palabras: “La amo tanto, doy mi vida por ella pero no me hace feliz”, confiesa. Y dice que si volviera el tiempo atrás no sería mamá. “Volvería a sexto de liceo para tener el valor de decirle a mis padres ‘yo quiero estudiar economía y si me equivoco arranco de vuelta. Pero quiero ser independiente, valerme por mí misma y no por ser la mujer de’”, concluye.

Perfil

Alejandra Volpi no jugaba con bebotes y quedaba por fuera de todas las conversaciones infantiles que implicaran especular sobre la cantidad de hijos que sus amigas querían tener o la lista de nombres que ellas desplegaban. La posibilidad de ser madre le resultaba cada vez más remota conforme crecía pero terminó de convencerse cuando estuvo en pareja con alguien que sí tenía un hijo chico. “Me empecé a dar cuenta de que no me sentía cómoda involucrándome en esa situación, ni con ese rol de cuidadora de niños”, afirma.

Descubrir el término Childfree pasados los 30 años la ayudó a sentirse menos sola en esta sociedad que, según percibe, tilda de “rara o diferente” a la mujer que opta por apartarse del papel de cuidadora por el motivo que sea: viajar, estudiar, trabajar o ser libre. “Eso se condena socialmente porque no estás siendo funcional al sistema”, advierte la periodista. Y añade que toparse con esta filosofía y ponerse a investigar sobre el tema le permitió entender que hay más personas que se sienten como ella en el mundo y deciden no tener hijos por elección.

Aclara que no se trata de un trauma: es una decisión de vida. “La libertad que te da no tener hijos no se equipara con nada”, opina. Existe un prejuicio de que quienes optan por no tener descendencia son irresponsables, inmaduros o le escapan al compromiso. Alejandra tira por tierra esta teoría: “Disfrutamos mucho la vida en pareja, creemos en el amor y, por lo general, tenemos grandes metas a nivel profesional”.

El perfil Childfree se asocia a personas independientes, amantes de los viajes, la vida nómada y muy enfocadas en su trabajo o profesión. “Nos podemos desvelar escribiendo un artículo hasta las cinco de la mañana pero no nos vemos dando la teta o cambiando pañales hasta esa hora”, dice la periodista.

Hace énfasis, además, en que no son antinatalistas ni odian a los niños; solo eligen una vida donde no comparten con ellos. Por ende, cuanto más lejos de un baby shower o un cumpleaños infantil, mejor.

Como buena Childfree, es crítica y dura cuando observa maternidades y paternidades irresponsables. “Hay muchísimas personas que tienen hijos solo por el mandato o porque socialmente nos programan para eso y no se lo cuestionan, es lo natural para ellos. El Childfree se lo cuestiona, ahí nos diferenciamos”, explica.

Mattos, en tanto, conoce casos con nombre y apellido de mujeres que accedieron a procrear para darle el gusto a su pareja. Y los resultados fueron catastróficos. “Les cuesta mucho ser madres, sienten confusión: es mi hijo, lo quiero pero ojalá no estuviera porque me supone una carga, trabajo, ataduras. Y eso el niño lo percibe con todas las consecuencias psicológicas que supone”, atestigua la psicóloga.

Alejandra Volpi es periodista, locutora y agente de prensa. Foto: Marcelo Bonjour
Alejandra Volpi es periodista, locutora y agente de prensa. Foto: Marcelo Bonjour

Efectos

A la mujer la apura el reloj biológico y al hombre no. Paredes observa que si bien es válido que una adolescente se embandere al movimiento Childfree, también cabe la posibilidad que sobre el final de su vida reproductiva cambie de opinión. Por suerte la ciencia avanzó y, si eso sucede, hoy puede recurrir a las distintas técnicas de reproducción asistida disponibles: ovodonación, inseminación artificial, fecundación in vitro y hasta congelación de óvulos.

La demógrafa y socióloga está convencida de que lo más importante es “velar por el derecho reproductivo de las personas” con políticas sociales que permitan que “las mujeres tengan los hijos que quieran cuando quieran, si es que quieren” -aclara que habla del género femenino porque la mujer está atada al reloj biológico y el hombre no-.

Un informe de la ANEP estimó que las escuelas uruguayas perderán una cuarta parte del alumnado en 2030. Tenemos la tasa de fecundidad más baja de la historia: 1,4 hijos por mujer (también gracias a que desde 2015 bajó la maternidad adolescente por las políticas de prevención de embarazo en esta población).

-¿La tendencia Childfree puede derivar en un problema demográfico?
-Paredes: La población uruguaya tiene una tendencia de crecimiento cercana a cero. Tuvimos contingentes de inmigrantes, y no tenemos claro cuánto han contribuido a que crezca la población (es lo que ha pasado en países de Europa). Hay que esperar al censo del año próximo. Tenemos un país envejecido porque tenemos muy buenos niveles de salud de la población y la gente vive mucho tiempo. ¿Eso es malo para el país? Es lo que somos y es lo que tenemos. Cómo afrontar el tema es bastante complejo porque lo que está primero es el derecho a la reproducción. En general, estas tendencias son bastante irreversibles porque son tendencias de avance. Si las mujeres lograron una trayectoria está muy bueno que la tengan. Si generás políticas para que tener hijos no sea un impedimento (para el crecimiento y desarrollo profesional) puede pasarte que las mujeres quieran tener más hijos.

Quién me va a cuidar en la vejez si no tengo hijos es otra de las clásicas preguntas que surgen y están en el imaginario colectivo. Isabel percibe que esta especulación es egoísta y falsa: “No hay nada que te garantice que si lo tenés va a estar ahí para ti”, dice. Alejandra, en tanto, apunta que “los geriátricos están llenos de personas que tienen hijos. Me parece muy pobre pensar en tener un hijo para que te cuide cuando seas viejo o tener una compañía. Es proyectar mucho. No es un razonamiento inteligente”, cierra.

Una chance para hacer negocios

La baja natalidad es una tendencia consolidada en Europa desde hace décadas: cada mujer da a luz 1,6 hijos en promedio, siendo las españolas las menos fecundadas con 1,26 hijos de media. Uruguay no está lejos del viejo continente en ese sentido: los nacimientos cayeron drásticamente en los últimos años (se pasó de 49.000 en 2015 a 36.000 en 2020) y el promedio es de 1,4 hijos por mujer. Los números hablan por sí solos: la vida sin hijos se puso de moda e incluso existe un Día Internacional Childfree (el 1° de agosto). Se multiplican los memes y la presencia en redes: la Comunidad Childfree en español cuenta con más de 320.000 miembros en Facebook. La página local de Argentina, por ejemplo, reúne más de 23.000 seguidores en Instagram, mientras que en Uruguay son apenas 165, y se encuentra inactiva -la última publicación es de octubre de 2021 y no respondieron al mensaje que Revista Domingo les envío para que participaran de este informe-.

También aparece un mercado que se acopla al modo de vida de quienes prefieren no compartir tiempo y espacio con niños. Los que viajen en la aerolínea Malaysia Airlines pueden estar tranquilos de que no sentirán el golpe de pie de un niño en su asiento. Los que elijan el Ojai Resort, en California, o el Hotel Fontanet, en Villa Gesell, tampoco verán circular infantes ni oirán sus llantos. Atentos, no hay que irse tan lejos: el Live Hotel Boutique, en Punta del Este, es exclusivo para adultos e ideal para quienes prefieren tener a los niños lejos. Bien dicen que todo llega a estas latitudes.

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