Cuando el cuerpo es un ideal que genera ansiedad: ¿qué dice un estudio en Uruguay?

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SALUD

Un reciente estudio académico de la Universidad de la República corrobora que hay mayores niveles de ansiedad entre aquellas mujeres que se autoperciben lejos de su cuerpo ideal.

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Como si ya no fuese suficiente con la expectativa de ser delgada, más alta que 1.60 y con una figura estilizada para —por ejemplo— conseguir trabajo, hay mujeres que también tienen que lidiar con la ansiedad que les provoca su propio cuerpo cuando se lo comparan con otros. Este problema afecta también a los hombres pero mucho menos en comparación con ellas.

Un estudio publicado recientemente por investigadores de la Universidad de la República establece esa correlación entre episodios de ansiedad y la sensación de estar lejos del cuerpo “ideal”.

El estudio fue redactado en inglés (“Hay que hacerlo en inglés para poder figurar en las revistas científicas de mayor prestigio, el nivel Q1. Si no, no entrás en esas publicaciones. Así de sencillo”, explica uno de los autores de la investigación, el economista Máximo Rossi) y el título del estudio se traduce “Insatisfacción corporal y ansiedad. Asimetrías de género”.

En dicha investigación se establece una “robusta” correlación entre episodios de ansiedad y las diferencias o discrepancias que existen entre la imagen que uno tiene de su propio cuerpo y cómo esa imagen se relaciona con lo que uno cree es el cuerpo “ideal”.

mediana edad, arrugas
Foto: Pixabay.

Junto a Máximo Rossi también están los nombres de Luciana Cantera y Daniel Miles (radicado en España) como autores del estudio. Rossi dice que la idea de realizar dicha investigación nace de una encuesta hecha por la Udelar, que era sobre hábitos alimenticios y salud física y mental. “Había una cosa interesante sobre salud y las conductas de alimentación, que era la ansiedad. Se había relevado la percepción que tenía el individuo sobre su cuerpo, desde muy flaquito a obeso, medido en nueve escalones para los que se proporcionaban imágenes de siluetas corporales. A partir de esas imágenes se le pedía a los encuestados decir cómo se veían a sí mismos, dónde se ubicaban en esa escala de nueve. Y también se les pedía que dijeran cuál era el ideal, y eso era tanto para hombres como para mujeres”, explica el académico.

Los resultados arrojaron que las mujeres se consideraban a sí mismas más obesas que lo que hacían los hombres. “Existe una mayor probabilidad que una mujer se perciba a sí misma como obesa en comparación con la probabilidad que existe entre los hombres”, se afirma en una parte del estudio. Y en otra: “Para 26% de los hombres, la imagen que tienen sobre su cuerpo se corresponde con lo que consideran el ideal, mientras que 20% de las mujeres piensa eso. A su vez, 69% de las mujeres consideran que su cuerpo es más gordo que el cuerpo que ella considera ideal, mientras que solo 52% de los hombres se halla en esa situación”.

Los autores, sin embargo, se abstuvieron de dar razones para este estado de situación. No indagaron sobre la causalidad. Daniel Miles, desde España, escribe: “La distancia entre cómo nos percibimos y la imagen física impuesta por la sociedad puede tener efectos, por ejemplo, en nuestros estados de ánimo, o en episodios de ansiedad, que es en donde nos centramos. Lo que observamos son asociaciones, no causalidades, entre episodios de ansiedad y la distorsión de la imagen”.

Uno de los efectos que Miles señala es el del sector laboral: “Muchas normas sociales han perjudicado a la mujer. A ellas, para demostrar lo mismo que un hombre, se le exige el doble. En particular, se ha sido y se es muy exigente en las normas de imagen. Basta ver en cualquier empresa: un hombre va con el mismo traje todos los días. Sin embargo, esto lo veríamos mal si se tratase de una mujer”.

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Foto: Pixabay.

El cuerpo de la mujer (y, cada vez más, también del hombre) es un campo de batalla en donde se enfrentan las aspiraciones individuales, los mandatos sociales, las pautas culturales y, cómo no, las cuestiones de clase.

Porque no es lo mismo un cuerpo de alguien de nivel socioeconómico alto y otro de alguien con una calidad de vida menos privilegiada. “Tengo unos amigos que me venían a visitar en verano”, cuenta Rossi y agrega que estos amigos le comentaban las diferencias que ellos percibían cuando iban a una playa de Guazubirá o a una de Punta del Este o José Ignacio. “Los cuerpos que ellos veían en Punta del Este o José Ignacio eran mucho más estilizados. Ahí había tiempo y dinero invertidos”.

La psicóloga Alejandra López Gómez añade el componente género a la ecuación. “El género es una construcción cultural que permea todos los niveles. Los procesos en los que nos hacemos personas no son neutros. Hay una serie de prescripciones, ideales, mandatos sociales, creencias que tiene que ver con la deseabilidad social, tanto para hombres como para mujeres”, comenta y añade que aunque lo biológico importa, también tienen incidencia los procesos culturales. Ella dice que “las sociedades construyen, pero también interpretan. Esa diferencia biológica es socialmente significativa. Y se establecen todo tipo de clasificaciones, desde los juegos que juegan los niños y las niñas, ideales de cuerpo para niños y niñas. Un varón musculoso y una mujer musculosa tienen significados distintos”.

Y esto es algo que arranca desde muy temprano. Ella pone un ejemplo de cuando iba a la escuela: “A mí me tenían que atar la túnica, por ejemplo, de atrás. Yo no tenía la misma autonomía que los niños, que se podían sacar o poner la túnica cuando querían. Yo dependía de que me ataran. Eso que parece tan simple te influye, porque durante seis años de tu vida, todos los días, eso se repite y genera niveles de dependencia. Y todo eso está relacionado con el cuerpo, con su dimensión biológica pero también con su dimensión erótica, social, con cómo nos movemos en el espacio”.

Las normas que dictaminan qué es lo bello y qué no cambian con el tiempo, claro. Como dice Rossi: “Cuando yo era más joven, uno de los ideales de belleza femenina era la modelo Twiggy, que era muy flaca”. El cuerpo de Twiggy no tenía nada que ver con lo que entendía por bello en el siglo XVIII, dice Rossi, y desde los días de fama de esa modelo también ha habido cambios a esta parte, aunque aún persisten estigmas respecto a, por ejemplo, la gordura.

Actualmente, basta darse una vuelta por una aplicación como Tik Tok (o Instagram) para percatarse de que eso que rapeaba el hoy olvidado Sir Mix A Lot en 1992 (Baby Got Back) hoy se ha transformado en un ideal de belleza: los glúteos grandes, casi sobredimensionados. Ese cambio se ha podido seguir casi que en vivo y en directo. Que J Lo venga encarnando un ideal de belleza femenina desde hace ya unas décadas se debe, en parte, a la fama que adquirieron sus glúteos como imán de miradas masculinas.

Colas
Foto: Tik Tok.

López Gómez acota que ha habido cambios, y que hay ciertos mandatos y ciertas expectativas que se han ido resquebrajando, pero de todas maneras añade que “aún hoy hay juegos para niños y juegos para niñas. El aprendizaje de la motricidad fina en las niñas (que está más desarrollada en ellas en las tempranas edades), tiene que ver con las manualidades, con estar quieta, dibujando... El dominio del cuerpo y su uso es distinto. Hay muchas señales, expectativas y mandatos que tiene que ver con cómo la cultura interpreta esas diferencias sexuales”.

Para ella, los cánones estéticos están asociados a de qué maneras se construyen los géneros. “Hay toda una lógica cultura y social que permea la subjetividad de las personas, porque la incorporamos emocional y cognitivamente. Ese conjunto de expectativas sociales, de formas de estar en el mundo, relacionarse y armar la familia permea a la persona a lo largo de toda su vida, en distintas etapas de su desarrollo. Y a nivel social, también permea los distintos niveles de complejidad de una sociedad y sus instituciones. Cuando vos analizás por qué los hombres ocupan un lugar de acceso al poder más que las mujeres (esto se da en muchas sociedades contemporáneas), eso tiene que ver con la deseabilidad social. Porque hay cierto consenso social (que ahora se está resquebrajando) de que, por ejemplo, para ser presidente hay que ser hombre”.

El cuerpo, agrega López Gómez, no solo importa por su componente biológico. No es meramente un tema para nutricionistas y especialistas en enfermedades cardiovasculares o diabetes. ”Nosotros nos presentamos no solo con la palabra, sino con cómo nos movemos y nos vestimos. El cuerpo importa, la materialidad de ese cuerpo es biológica pero también es social. Cómo nos sentamos, si cruzamos las piernas o no, por ejemplo”.

Todo eso que señala la experta hace a nuestro lugar en la sociedad, y la creciente influencia que parecen tener las redes sociales en la cotidianeidad puede reforzar la sensación de insuficiencia, o sentirse acomplejada por la estatura, el tamaño de los senos o la textura de la piel. En un estudio publicado en 2019, dos investigadores (Marika Tiggemann e Isabella Anderberg) se enfocaron en Instagram y entre otras cosas constataron efectos “perniciosos” en la autoimagen corporal que tenían muchas mujeres que eran asiduas usuarias de esa red social. Las autoras de la investigación no arriban a conclusiones demasiado optimistas. Para ellas, ni siquiera el movimiento “body positive”, que apunta a reforzar la sensación de bienestar con el propio cuerpo, ha hecho una significativa mella en esa autopercepción tirando a negativa que muchas mujeres tienen sobre sus propias formas.

Si a todo eso se le suma el deseo de ser “famoso” a toda costa, un deseo que se explora en un documental de próxima emisión en HBO (Fake Famous), el combo puede ser un severo golpe a la autoestima y, también, provocar angustia y ansiedad.

En particular porque, como vienen diciendo desde hace muchos años, “la belleza está en el ojo de quien contempla”. Una académica de la Universidad de Georgetown, Gretchen Henderson, publicó un artículo en el que analizaba “la historia de la fealdad” y concluía que un vistazo a esa historia demostraba que no existe algo que objetivamente pueda definirse como “feo”. Lo que se entiende como feo ha cambiado tanto como lo que se percibe como bello. Henderson dice: “Cuando llamamos feo a algo, estamos diciendo algo sobre nosotros mismos, sobre lo que tememos o aborrecemos (…) Mientras las estrellas binarias de belleza y fealdad siguen en órbita en un universo que se expande, haríamos bien en recordar que todas las demás estrellas que también existen en torno a ellas pueden empezar a formar nuevas constelaciones”.

Ideales de belleza
Ideales de belleza corporal femenina a lo largo de recientes años.

Para que se formen esas nuevas constelaciones será necesario, sin embargo, encontrar nuevas maneras de relacionarse con el cuerpo. Y también será necesario construir una forma de analizar los medios de comunicación y la cultura de masas, que disemina imágenes de cuerpos relucientes constantemente a través de un sinnúmero de dispositivos digitales que viralizan cuerpos supuestamente deseables y atractivos.

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