“‘¿Cómo vas a tirar el vino sobre el papel? ¡Es un pecado!’, me dicen en broma porque piensan que se necesita mucho vino para pintar”, cuenta Gabriela Kolto sobre el comentario que escuchó más de una vez mientras embebía un pincel en una copa para luego deslizarlo sobre el lienzo.
La artista de 33 años está atravesada por el arte desde chica. Siempre fue inquieta, relata. Temprano se dio cuenta de que mezclando distintos pigmentos se conseguía una paleta más amplia de colores y probaba hasta con las tinturas de pelo que encontraba en su casa. A los 20 empezó a estudiar en la Escuela Pedro Figari para canalizar aquel impulso de creación y aprender desde la base técnicas que hasta el momento había logrado de forma autodidacta.
En 2012, cuando descubrió el Wine Art, el arte de pintar con distintos vinos, una nueva ventana se abrió. “Yo trabajaba con pintura artística en el carnaval y un día una de las gurisas con quien estaba trabajando me dijo ‘Gabi, estoy estudiando vino y tengo mucha borra para donar, a vos te gustaría tener para tus pinturas?’. Ella sabía que a mí me gustaba siempre estar inventando cosas y le dije que sí. Un día me llevó las borras y empecé a probar”, cuenta sobre el sedimento que se extrae del fondo de las barricadas donde se almacenan los vinos en las bodegas.
Kolto, que trabaja el vino con la técnica de la acuarela, probó inicialmente con este pigmento más fuerte, que concentra toda la potencia del color de la uva, pero con el tiempo se dio cuenta de que prefería pintar con el vino en su estado natural y no con su versión más concentrada.
“Arranqué trabajando con la borra y con papeles diferentes y una de las cosas que me pasaba es que no me quedaba conforme cuando terminaba la obra, me parecía linda, pero con el tiempo se iba desvaneciendo, el color iba cambiando a tonos que tendían generalmente a marrones, y que no me agradaban tanto a la vista”, relata en charla con Domingo sobre el proceso de oxidación de la bebida, un factor que los artistas tienen que tener muy presente a la hora de trabajar el vino como pigmento, ya que cada cepa ofrece tonos únicos: desde intensos púrpuras y rojizos, hasta suaves rosados o dorados.
“Al igual que cuando abrimos una botella, y el vino toma contacto con el aire, lo mismo pasa en el papel. Al ser una tinta orgánica, su alquimia sigue, y su curso de oxidación continúa con su proceso dentro de la hoja. Y hasta eso me parece muy hermoso, porque vos hacés una obra, pero ella se va transformando con el tiempo”, comparte quien desde hace años pinta en vivo en eventos como las fiestas de la vendimia y salones del vino a lo largo del país y también en el extranjero.
Así, desde que empezó a explorar los misterios del vino sobre el lienzo, todo fue ensayo y error hasta que encontró la paleta de colores que le gusta trabajar y, principalmente, entendió los procedimientos que necesita hacer para obtenerlas.
“Al inicio creaba con borras y después probé con reducciones de vinos blancos. Los reducía para unas tonalidades más amarillas, pero todavía no llegaba a un color que me gustara. Luego fui encontrando en los vinos con más carga tánica, como los Tannat, Cabernet y Cabernet Franc, mi paleta preferida”, dice Kolto, quien al crear se enfoca en figuras humanas y objetos relacionados al mundo de la vid.
Y detalla: “Lo que hago a veces es mezclar e ir agregando vinos blancos a un tinto. Entonces, consigo diferentes violetas. A veces también utilizo vino de naranja, que es un tipo de vino blanco, que también tiene un trabajo distinto con la cáscara. Ese lo utilizo para hacer áreas de luz. Lo más importante es que sumando práctica y amor en la creación se pueden lograr muchas cosas”.

Ese también es el caso de Virginia Pessano (42), quien en la adolescencia incursionó en el mundo del arte con óleos y acrílicos. En 2004, entró al rubro del vino como negocio, pero fue en 2020 que la sommelier decidió dar el paso de también crear con la bebida. Para ella, lo más importante al trabajar con el vino como pigmento es respetar su proceso.
“Es algo muy delicado, lleva tiempo, precisión, cuidado. Se trata de probar, no tener miedo, a fin de cuentas es arte y creatividad, algo natural del ser humano”, dice quien en su búsqueda descubrió que uno de los factores decisivos para pintar con el vino es elegir un buen papel.
“Busco papel con el gramaje más alto posible, y de algodón preferentemente. Para mí, invertir en buen material es fundamental”, sostiene.
Para Kolto, este también fue un punto fundamental en su trabajo. “Me costó mucho llegar a saber que un papel sin ácido iba a conservar la obra mucho mejor. Hay hojas que tienen 100% algodón y ese tipo de papel absorbe mucho vino y no se dobla, no se quiebra, ni se rompe, conserva mucho más el color”, dice y recomienda conservar las obras entre vidrios. “Al no circular el aire, se oxida menos, y los colores se mantienen más en el tiempo”, afirma.
Además, un pigmento de calidad es indispensable: “He pintado con vinos franceses, italianos, argentinos, chileno y uruguayos y lo que sugiero siempre es experimentar con vinos de buena calidad. Malbec, Tannat, Cabernet Franc son algunas recomendaciones, y me he sorprendido positivamente con Pinot Noir”, suma Pessano sobre las distintas variedades de uvas.
Tanto ella como Kolto notan como este es un arte que se da a conocer cada vez más en Uruguay, acompañando el crecimiento de la industria local del vino.
“Yo pasé cinco años fuera del país porque me fui a vivir a Brasil. Durante ese tiempo, inclusive, me pasó que no pintaba tanto con vino allá, por una cuestión del clima. Nosotros acá tenemos muchas ventajas para pintar con vino, y el clima es una de ellas. Cuando regresé, el mundo vinícola había crecido un montón y con eso también los artistas empezaron a experimentar mucho más en el área del Wine Art”, dice Kolto.

A su vez, Pessano apunta: “Tuve la experiencia de exponer en el Sofitel en 2023, por ejemplo, y los cuadros fueron una sorpresa para muchos, pero creo que cada vez más se está conociendo esta forma de arte”. Esta artista ofrecerá este año talleres para enseñar la técnica en Montevideo y Punta del Este.
Desde hace siglos
Aunque hoy muchos ven el arte de pintar con vino como una propuesta novedosa, su historia se remonta a tiempos antiguos, desde civilizaciones como la egipcia, donde el jugo de la uva fermentado ya era valorado más allá de su sabor. Con el paso del tiempo, durante el Renacimiento, los artistas empezaron a experimentar con distintos materiales naturales, y el vino fue uno de ellos. Aunque no era tan común, la búsqueda por nuevas formas de expresión abrió las puertas a lo que hoy se conoce como Wine Art, un término que comenzó a consolidarse cuando artistas contemporáneos, en su deseo de trabajar con materiales más naturales y sostenibles, redescubrieron el vino como un pigmento. Así, y de la mano del creciente interés por la cultura del vino, fue ganando popularidad en exposiciones y talleres alrededor del mundo, donde quedaba cada vez más evidente como esta bebida también podía contar historias.
En Uruguay, los primeros eventos donde se pintó con vino se remontan a los 2000. Según rememora Estela de Frutos, ingeniera agrónoma y enóloga uruguaya con décadas de experiencia en el rubro, uno de los primeros en exponer sus obras fue el artista plástico uruguayo Urbano Pérez.
“Recuerdo el salón del vino del Hotel Conrad (hoy Enjoy), un clásico encuentro de la cultura del vino. El genio creativo Ricardo Tornesi colmaba las expectativas de lo que queríamos transmitir y en la edición 2000 colgó de techo a piso un gran cartel que decía “el color del Tannat”. Era el sitio donde Urbano Pérez pintaba con Tannat frente al público. Este equipo de desarrollador y ejecutante logró la primera muestra de arte Tannat en Uruguay, donde algunos visitantes se llevaron las primeras pinturas hechas con nuestro Tannat. El Instituto Nacional de Vitivinicultura (INAVI) las obsequiaba, en ocasiones, a expertos internacionales”, rescata de Frutos.
Muy de a poco empezaron a aparecer otros nombres, como el de Luis Haro (66), artista plástico y dibujante, que en 2010 decidió incursionar en el mundo del Wine Art, inicialmente como un hobby y luego de manera profesional. Su vínculo con el universo del vino viene desde la infancia, ya que sus padres eran empleados en el sector y él creció inmerso en este ambiente.
“Creo que eso me fue llevando interiormente a querer hacer cosas con el vino. Antes, ya había observado que había algunos artistas que lo hacían, pero afuera, en Argentina y España. En realidad, acá aún no hay muchos artistas plásticos que se dediquen a esa técnica”, dice sobre un trabajo que requiere el estudio del comportamiento del vino y mucha minuciosidad.

“Al pintar con vino hay que ser un poco más detallista en la cantidad que ponés sobre el papel, cuidar para no sobrepasarse. Si recargás mucho, a los cuatro o cinco meses esa pincelada muy cargada te va a quedar demasiado opaca. También hay que tener el cuidado de pintar cosas realistas porque, en definitiva, al principio todo es muy líquido y el vino es un ser vivo, va mutando. No es lo mismo pintar con óleo, jugar y dejar que los colores chorreen; el vino es aguado, hay que medir bien cada pincelada. Pero es un pigmento que te da una personalidad, te da algo que decir”, sostiene el artista natural de Canelones.
Desde el 2016, Haro es convocado anualmente al Salón del Vino del Enjoy, algo que para él es una demostración de confianza en su trabajo y una vidriera que posibilitó que sus obras viajen a distintos países.
“Empecé a ver alguna veta interesante con el enoturismo y enfocarme en eso. Además, me encanta el contacto con el público en los eventos, ahí es donde te das cuenta que la técnica interesa porque la gente te pregunta, se acerca y compra, algo que es fundamental, porque en definitiva es tu marca”, cuenta sobre los eventos donde, además de exponer, también pinta en vivo. Durante estas interacciones, además de elogios y comentarios de curiosidad, escucha chistes que ya son clásicos.
“Hay muchas bromas cuando me ven pintando. La de siempre es ‘¿estás tomando o estás pintando?’ Y yo aprovecho y devuelvo el chiste: ‘No, la pintura hay que probarla un poco antes de usarla’” (se ríe).

También son frecuentes comentarios y dudas sobre un posible “desperdicio” de la bebida del Dios Baco (ver abajo). Y, en ese sentido, el lector amante del vino puede quedarse tranquilo, ya que de los más de 60 millones de litros de vino que Uruguay produce anualmente, los artistas utilizan menos de una copa para sus creaciones.
“Con muy poquito vino se hacen buenos dibujos. No es que se necesite un litro para pintar (se ríe). Ni siquiera una medida de copa. Quizás, dependiendo del tamaño, se utiliza una media copa”, concluye Haro.
Se saborea y se crea sin desperdiciar una gota
En sus inicios con el Wine Art, Gabriela Kolto utilizaba sobras de vino en la búsqueda de una paleta de colores que le gustara. Sin embargo, con el tiempo, se dio cuenta de que si no estaban bien almacenados, tampoco servirían para pintar. Por otro lado, sabiendo que no siempre que fuera a crear sobre un lienzo, consumiría la bebida (y lo mismo al revés), se informó de que la mejor manera de almacenar lo que sobraba era pasar el contenido de la botella a un recipiente más chico.
“Me di cuenta de que, en realidad, muchas veces las sobras ya tenían aire, estaban oxidadas. Y aunque algunos artistas gusten de los tonos más marrones del vino oxidado, no es tanto mi estilo. Entonces, lo que empecé a hacer fue comprar vinos específicos y mantenerlos en botellas chicas, en donde no pueden agarrar aire. Hay incluso unos tapones que lo que te permiten es sacarle el aire a la botella. Así garantizás que el vino te va a durar más tiempo”, cuenta.

Y, aunque siempre va a depender de la cepa, si es envejecido o no, de la temperatura y otras condiciones, se sugiere que después de abierta una botella, se consuma en hasta cinco o seis días. Utilizando la técnica de cambiar el recipiente y consumirlo dentro de este plazo, se garantiza que estará apto tanto para pintar, como para saborear, y que no habrá desperdicios.
La uruguaya que llevó su arte a China
Durante mucho tiempo, para Gabriela Rieiro la palabra “arte” era lejana, casi inaccesible. “Creía que era sólo para personas que venían de escuelas o Bellas Artes”, cuenta la artista plástica a Domingo. Fue a partir de estudiar diseño de interiores que la curiosidad le hizo entender que ella también podía plasmar su sentir en papeles, lienzos y hasta en maderas. El vino llegó en 2010 y fue otro despertar.

“Fue a partir de un error, pero me gustó lo generado en el lienzo. Es un arte en sí mismo, lo respeto, y me enamora cuando pinto, por eso lo canalizo naturalmente”, dice. Y añade sobre su motivación para trabajar con esta bebida: “El vino es sensual, provocador. Tiene todo un canal de cuidados desde la planta hasta llegar a la botella. Cuando conjugué todos estos elementos sensoriales, tomé la decisión de ser la artista que pinta el alma del vino”, comparte.
Hace unos meses una de sus obras, realizada con técnicas mixtas y Tannat uruguayo, titulada Misión 3, viajó a China. Fue a partir de una donación hecha por la propia artista y que hoy es parte del acervo del Museo Nacional de Arte de China (NAMOC).
“Ingresó como obra que integra la historia del arte uruguayo y se la podrá utilizar para estudio de la técnica del alma del vino, lo cual me enorgullece”, anota Rieiro, quien, además, tiene una muestra activa en este momento y hasta el 5 de mayo en el Punta Shopping, en Punta del Este.
La cepa favorita de los artistas locales
Mañana, 14 de abril se celebra el Día del Tannat, la cepa que es emblema nacional y uno de los vinos preferidos por los artistas que pintan con la bebida. La fecha, que se celebra desde el 2016, fue elegida por el Instituto Nacional de Vitivinicultura y es un homenaje a Pascual Harriague, considerado el padre de la vitivinicultura uruguaya, quien introdujo la uva Tannat en el país.
Esta uva, originaria de los Pirineos Atlánticos, al suroeste de Francia, desembarcó por estas tierras a finales del siglo XIX, y fue Uruguay el primer país que la cultivó con éxito fuera de su lugar de origen. ParaEstela de Frutos, es el vino elegido por muchos artistas locales por dos motivos.
“El primero es emocional: Tannat es un vino que envuelve, apasiona e inspira, sobre todo a quienes tienen sensibilidad exquisita. Desde su color profundo hasta su tacto fuerte o aterciopelado, siempre conmueve. Es un vino que nos representa y nos hace sentir como en cada copa hay un ‘pedacito’ de nosotros. El segundo motivo es técnico, ya que el Tannat es el vino con más pigmentos coloreados que se produce en la región, con antocianos muy característicos, inconfundibles”, comenta en charla con Domingo.
Los artistas, por su parte, confirman los motivos de su predilección. “El Tannat es maravilloso para pintar porque su tinta es muy fuerte”, dice Kolto. Haro, a su vez, también rescata el valor simbólico y afectivo de la cepa a la hora de crear. “Para mí, el Tannat es el mejor vino para pintar, no solamente porque es uruguayo, es nuestro y eso se siente familiar, pero también porque con la técnica de la acuarela, al ser un vino de color fuerte, se puede jugar con muchas capas”.

Para el sommelier Richard Luzardo, el arte visual y el vino hacen un match importante porque “poder expresar el arte a través de algo con esa importancia para el país, es muy simbólico”. El especialista aún hace hincapié en la necesidad de que este arte se siga haciendo conocido y valorado en los eventos dedicados al rubro, como un puente entre el vino a la gente.
“Ojalá se sigan valorando estos artistas y donde haya un evento se los pueda tener en cuenta y se les permita expresarse porque, en definitiva, este producto de la tierra también puede, a través de los ojos, llenar el alma”, concluye.
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