Cuando enfermó de cáncer pasó de un médico a otro hasta que encontró los que la ayudaron a volver a correr

En 2019 a Laura Amaro le extrajeron un seno. Al año estaba de regreso en la rambla, preparándose para volver a ser la que a los 40 años se lanzó a correr y no paró hasta su enfermedad.

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Laura Amaro.
Foto: Estefanía Leal.

"Ta, debe ser el corazón”, pensó Laura Amaro (57 años). Se estaba mareando en las carreras, se iba para adelante. Como ya había tenido varios pre-infartos, uno de ellos mientras dormía, y toda su familia sufre del corazón, creyó que esa era la explicación. “Mis padres murieron del corazón, un hermano de 33 años también, mis abuelas…”, dice a Domingo recordando el año en el que volvió a nacer: 2019.

Pero no era el corazón. Laura se descubrió una bolita en el seno haciendo el autoexamen y aparecieron los nervios. Igual quiso esperar una semana, pero la bolita seguía ahí. Entonces le pidió a una de sus hermanas que la tocara. “Tenés algo ahí, pero no debe ser nada, una bolita de grasa”, le dijo.

Laura no se quedó tranquila y esa misma semana, la primera semana de mayo de 2019, fue a ver a una doctora de medicina general comenzando un periplo por su centro asistencial en el que encontraría de todo: buenos médicos, otros no tanto, esperas insostenibles, diagnósticos equivocados, diagnósticos certeros. Fueron dos meses y medio en los que fue una mujer con cáncer de mama y por ese tiempo dejó de ser esa Laura que la hace tan feliz: la mujer que corre carreras.

La primera doctora que la atendió no la revisó y la derivó con el ginecólogo. Como no conseguía hora hasta junio, esperó una semana y se fue sola a la emergencia, en la que tuvo que esperar dos horas para ser atendida porque no había especialista. Finalmente, el ginecólogo que la examinó le dio la mala noticia: “Laura, ya no tenés una bolita, tenés dos. Vamos a mandarte todo de urgencia”.

Otra vez no había fechas y terminó en una clínica privada, donde le hicieron todos los estudios (mamografía, ecografía), pero dejaron que el diagnóstico se lo diera su médico.

Historia repetida, no había fechas. Y otra vez se decidió por la emergencia, esta vez acompañada de su hermana más chica. Allí la atendió una doctora que, de un modo que a ella le chocó mucho, le lanzó la peor noticia: “¡Pero tú tenés cáncer!” y le dio el pase al oncólogo.

Pasó por tres médicos hasta conseguir día para operarse: el 16 de julio de 2019. Pero justo en esa fecha el especialista que iba a hacerlo estaba de licencia, lo que hizo que desistiera. Por suerte la dueña de la casa en la que Laura trabaja como limpiadora movió cielo y tierra para conseguirle la oncóloga que ella quería desde un principio, que fue quien finalmente la operó, le extrajo el seno derecho y le indicó quimioterapia.

Y allí comenzó la segunda odisea. Fue a dar a la consulta de un oncólogo grado 5 —“un señor mayor”, recuerda— que la mandó a vacunarse contra la gripe y le dijo que volviera. Laura pidió que la viera otro médico y dio con una doctora que tampoco quería indicarle quimioterapia, sino solo medicación. “En ese interín la capitana del grupo de Cereal Mix en el que corría me mandó un folletito de la Fundación de Clarita Berenbau”, cuenta quien esperó dos meses para ir porque no se animaba.

En la fundación todos coincidieron en que lo correcto era comenzar la quimio. La acompañaron a cambiar de oncólogo y encontró el que autorizó el tratamiento. Fueron ocho quimio, cuatro de las fuertes (blancas) y cuatro de las otras (rojas), además de una quimio “inteligente” que “solo mata lo malo”, explica.

Fue una etapa dura, de días con vómitos, llantos y ganas de no levantarse de la cama. Incluso algunos días de internación en tiempos de pandemia por tener las defensas bajas.

Pero Laura salió adelante. Hoy está solo con medicación, esperando que pase el tiempo que se exige para declararla definitivamente curada.

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Laura Amaro.

Como recuerdos amargos le quedan haber confirmado la noticia del cáncer el mismo día que su hermana Iris cumplía años y haber estado enferma en la misma época en que su sobrina Yelina era víctima de bullying y nadie estaba para ella porque el centro era Laura. “No me lo perdona y yo tampoco porque podríamos haberla ayudado un montón”, se lamenta.

Entre lo bueno está haber podido ayudar con su experiencia a otros enfermos, aunque más no fuera con una simple visita en pandemia. “Si no peleás, te tirás abajo. Lo que digo siempre es que hay que estar atentos con los médicos y decir ‘no’ si te parece que están equivocados”, aconseja.

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Laura Amaro en la Maratón de Montevideo.

A correr

Laura en realidad se siente sana y con vida cuando corre, por eso cuando todavía estaba con las sesiones de quimio, en contra de las indicaciones de los médicos, participó de dos carreras.

Una fue la que las capitanas de los equipos de Cereal Mix (Lilián) y de Malvín (Lucía) le organizaron para recaudar fondos para su tratamiento; la otra, nada menos que la San Felipe y Santiago. En la primera se desmayó, en la segunda se tiró a hacer el tramo de 10 kilómetros y lo logró.

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Laura Amaro.

“En 2020 empecé a preguntar a los profesores para ver quién me ayudaba”, recuerda. Nadie se animaba, hasta que dio con Aníbal Labandeira, con quien fue retomando de a poco.

“Ahora venimos muy bien, por suerte. Igual le he dicho que me siento cansada, pero no dejo de entrenar porque si dejo un día, la quedo”, acota.

En 2022 ya corría tramos de 5 y 10 kilómetros, pero “corriendo, corriendo” —como dice ella— está desde 2023, que empezó con 21 kilómetros. “Los hago en dos horas, cuando antes los corría en una hora y 40 minutos”, apunta quien usa la rambla para sus entrenamientos. “Me encanta. Me voy de Flor de Maroñas, donde vivo, a entrenar a Pocitos, que es donde trabajo haciendo limpiezas”, comenta.

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Laura Amaro.

De una familia de 12 hermanos de la que hoy quedan tres varones y seis mujeres, las que la acompañan en esta pasión son Teresa y Verónica. Aunque cuenta que esta última ahora no está corriendo. En tanto sus sobrinos Ibrahim (18) y Yelina (16) lo hicieron hasta la pandemia.

Laura agradece estar de vuelta. “Si no fuera por el deporte, creo que hoy no estaría acá. El deporte para mí es todo, es espectacular”, cierra sonriente.

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Laura Amaro en su carrera más reciente.
Comienzos

La echaron del fútbol por calentona

Su historia en el deporte comenzó como futbolista. “Me encanta el fútbol, pero era muy calentona, para peor jugaba de defensa y me vivían echando”, recuerda quien integró el plantel de Sud América y pudo haber jugado en Nacional —equipo del que es hincha a muerte— pero no le gustó el ambiente.

Ya lejos de la pelota, fue a acompañar a su patrona de entonces a una carrera para cuidarle el hijo y terminó atrapada por lo que vio. “Gente en sillas de ruedas, con bastón, gente obesa... Me dije ‘si ellos pueden, yo también’”, cuenta. Tenía 40 años y se largó a correr.

Desde entonces ha participado en gran cantidad de carreras alcanzando el podio en muchas de ellas.

Al principio se preparaba sin profesor, yendo a la rambla y copiando lo que veía hacer a los grupos. Hasta que se decidió a lanzarse a una maratón y ahí buscó ayuda. “Encontré en Facebook el grupo El Cantero, del profe Mauricio Ramírez”, dice.

En 2014 corrió sus primeros 42 kilómetros con Claudio, un compañero que no pudo terminar. Planeó hacerlo en 4 horas y cuando cruzó la meta en tres horas y 43 minutos no lo podía creer. “Esa maratón se la regalé a mi madre. Estaba mi familia, después llegó mi patrona. Me acuerdo que todo el mundo lloraba y a mí no me salían las lágrimas”, evoca quien hoy corre para Los Rojos.

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Laura Amaro.

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