LIBRO
Fútbol Infantil: ¿deporte o la salvación?, de Alejandro Grobert, aborda la realidad del baby fútbol en Uruguay desde diversas perspectivas, e incluye el negocio millonario y la actitud de la familia.
Luis Suárez, Edinson Cavani, Álvaro Recoba, Diego Godín, Martín Cáceres, Ruben Sosa, Diego Forlán, Federico Valverde, Fernando Muslera, Lucas Torreira, Facundo Pellistri: los nombres de futbolistas uruguayos clase A brotan sin necesidad de hacer un mínimo esfuerzo. Enumerarlos es una tarea súper sencilla para cualquiera -no se necesita ser un experto-. Lo más arduo y difícil para estos protagonistas, que empezaron a pegarle a la pelota como un juego, fue triunfar y pasar a ser ídolos en la escena internacional.
La lista es extensa y parece interminable. Impresiona la cantidad de jugadores exitosos que ha dado y seguirá dando el fútbol uruguayo. Es milagroso para los tres millones y monedas que somos. Podríamos seguir tirando nombres. Aunque también vale aclarar que por uno que lo consigue, hay otros miles que quedan en el camino: menos del 1% de los más de 60.000 niños que agrupa el baby fútbol en Uruguay llegan a primera división.
Ese y otro sinfín de datos vinculados al universo del baby fútbol en Uruguay se desprenden del libro Fútbol Infantil: ¿deporte o la salvación?, de Alejandro Grobert. El autor hizo más de 100 entrevistas para pintar esta compleja realidad a través de distintas aristas, sin perder de vista el negocio que hay detrás y la frustración de niños y padres por el sueño que no fue. Hay voces de dirigentes de la Organización Nacional de Fútbol Infantil (ONFI), de los clubes, testimonios de futbolistas, familiares, contratistas, jueces, nutricionistas.
Hace 16 años que Grobert recorre las canchas de baby fútbol como productor del programa Baby Deportivo (VTV). Eso lo motivó a querer dar a conocer este universo: “La gente solo sabe generalidades o lo que vive cuando lleva a su hijo a la cancha los fines de semana, pero no tienen idea de lo que pasa a nivel nacional”, asegura Grobert a Revista Domingo.
Plan B
Los directivos de ONFI son cargos de confianza del gobierno y cada gestión pone su impronta. La actual administración incorporó profesionales de primer nivel al equipo docente para una capacitación integral: “Buscamos que, además de ser muy buenos en la formación de entrenadores, también tengan un perfil vinculado a la niñez, un tema muy sensible”, dijo Eduardo Mosegui, presidente de ONFI, a Revista Domingo.
Esta directiva, además, aunó esfuerzos con la Secretaría Nacional de Deportes para atender a los niños que quedan por fuera del fútbol profesional y juntos crearon la Organización Nacional de Deporte Infantil (ONDI) que busca acercarlos a otras disciplinas deportivas.
“A partir de abril vamos a tener más de 60 profesores a lo largo y ancho del país enseñando handball, volley, rugby y atletismo. El objetivo es que los chiquilines sigan vinculados al deporte y no sientan la frustración porque no les fue bien con el fútbol”, explica.
Esos chicos de distintos rincones de Uruguay que quedan por el camino preocupan a las autoridades: llegaron a la capital con la ilusión de probar sus primeras armas en sexta o séptima división del fútbol profesional y vuelven a sus localidades con pena pero sin gloria.
Mosegui apunta que hay otro montón de factores ajenos a la pelota que pueden truncarles la carrera: “A veces el desarraigo es muy fuerte o se dan problemas familiares que llevan a que un chico no pueda superar estar lejos de casa. Todo eso influye en el resultado”.
En ocasiones, el anhelo de ver brillar a su hijo en primera es mayor en los padres y madres que en el propio protagonista: ¿es más grande la desilusión en la familia que en el niño? Grobert opina que el sueño se retroalimenta de las condiciones que muestra ese niño y luego adolescente y las chances que se le presentan.
“Si está en un club donde vive comiendo banco, no lo ponen, o el técnico le da solo los cinco minutos finales, ya no está tan alentado. A lo sumo, el padre podrá tener una pelea con el técnico, que las hay entre los padres que están más pendientes, exigiéndole que ponga a su hijo. Es una cuestión de equilibrio en las expectativas y también ser realista. Y hay padres que no lo son”, señala Grobert.
Detrás del alambrado
Uruguay respira fútbol. Las pelotas son un regalo infaltable en la primera Navidad o cumpleaños. La pasión por un cuadro se inculca desde la cuna. Hay bebés, incluso, que tienen carné de socio de un club antes de nacer.
El fútbol atraviesa la sociedad uruguaya. Hay niños corriendo atrás de una pelota por doquier. Las canchas de baby fútbol son famosas por los gritos de los padres detrás del alambrado y la competitividad a flor de piel, quizás más entre los adultos que entre los niños. ¿Se juega mucho más que un partido de domingo?
Grobert opina que el grito cuando se mira fútbol está impregnado en la idiosincrasia local y el uruguayo lo traslada a la cancha cuando juega su hijo: “El sistema apunta a tratar de controlar las desubicaciones y el grito desmedido donde se pierde la perspectiva de que son niños los tuyos y los otros que están en la cancha”.
Y narra una situación que presenció mientras cubría un partido para Baby Deportivo en una cancha de Canelones: “Un equipo le iba ganando al otro por diferencia de tres goles. El papá de un chiquito del cuadro que venía perdiendo estaba desacatado afuera. Llegó el entretiempo, el técnico reunió a los chicos para la charla técnica y este papá se metió en la cancha, agarró a su hijo del brazo y a los gritos dijo: ‘Me lo llevo de acá porque este cuadro no sirve para nada’. Me dio mucha pena por el gurí”. Y aclara que no es una situación común.
Desde ONFI apuntan que el apoyo familiar es clave para la actividad. Quieren a muchos padres, madres, tíos y abuelos acompañando y alentando a esos niños.
“No nos afiliamos a eso de que los papás le hacen mal a los chicos. Al contrario, lo peor que nos puede pasar es que vayan solos. Los queremos ver al costado de la cancha y si algún papá se zafa y dice algo inconveniente estamos los dirigentes para ir, conversar con ellos y contarles cómo es el sistema de trabajo de nuestra organización”, explica Mosegui.
-Fútbol infantil, ¿deporte o salvación?: ¿cuál es la visión desde ONFI?
?
-(Mosegui): Nadie lleva a un chico con 4 años a una cancha con la premisa de que se va a salvar futbolísticamente. Después, cuando el chico muestra su talento, el propio entorno empieza a generar esa expectativa y se la transmite al papá. Y no hay cosa más linda que tener a un hijo exitoso. La posibilidad de la superación económica genera ansiedad o situaciones que se pueden manejar no muy bien pero son excepciones. Queremos ser un lugar donde haya muchísimos niños que quieran jugar a la pelota pero no queremos que se visualice que somos una fábrica de jugadores de fútbol. A veces el club de fútbol infantil es la única posibilidad de integración social que pueden tener los niños, así que queremos a muchos detrás de la pelota.
Las cifras
60.000
Son los niños y niñas que oficialmente juegan al baby fútbol en Uruguay. Ese total se distribuye en 64 ligas nacionales.
10%
Es el porcentaje de niñas formalizadas en ONFI, pero la directiva asegura que juegan muchas más de las que están fichadas.
1%
Son los pocos afortunados que salen del baby fútbol y llegan a jugar en primera división. Esa cifra, incluso, puede ser menor.