Damián González Bertolino: "El Uruguay es un misterio a develar"

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Damián González Bertolino

EL PERSONAJE

El escritor fernandino acaba de publicar su autobiografía, titulada El origen de las palabras, un libro atravesado por el lenguaje y las historias y hechos que hicieron de él lo que es.

Damián González Bertolino atiende el teléfono en su casa, en el barrio Kennedy en Punta del Este, para hablar de su nuevo libro, El origen de las palabras. Y en el título hay que prestarle atención a dos palabras: origen y palabras. Porque se trata de la autobiografía del escritor.

tapa libro El origen de las palabras
tapa libro El origen de las palabras

Ahí, en esas páginas, está buena parte de su vida, y todo arranca con un tapón que se atascó en la garganta cuando era algo más que un bebé, y su madre le pega en el cuerpo para que ese tapón salga expulsado, y no lo asfixie. Así comienza el relato, a los golpes. Pero no es un libro efectista. Más bien, se trata de una narración que se deja leer con algo que parece facilidad. Es como si González Bertolino no “escribiera”, digamos. Todo fluye con naturalidad, de una manera que a primera vista parece sencilla, pero que dentro de esas oraciones llevan elegancia, pasión y contundencia.

González Bertolino nació hace algo más de 40 años en Punta del Este, en ese barrio que en un momento dejó de llamarse así para denominarse “asentamiento”, con toda la carga que lleva esa palabra. Para él, sigue siendo un barrio, aunque también entiende, cómo no, que en algún momento el Estado abandonó ese lugar a la buena de Dios.

Ahí ha vivido casi toda su vida, con esporádicos períodos prolongados en otros países para escribir, como Estados Unidos (es un apasionado del poeta Walt Whitman, por ejemplo). Cuando saltó a la notoriedad literaria, hace unos pocos años, fue previsiblemente rotulado como el “escritor que salió de un asentamiento”. En un momento, dice en broma y entre risas, como el “buen salvaje” en las letras uruguayas contemporáneas.

—¿Qué significa ese barrio para vos?

—El lugar en el que se desarrolló gran parte de mi educación, no formal, sino algo así como de “la vida”. Es muy manido decir la escuela de la calle, pero realmente aprendí mucho acá. Conocí mucha gente, viví muchas experiencias que para mí fueron fundamentales y que me proyectan hasta el día de hoy, me han hecho reflexionar mucho. Y este es un barrio culturalmente muy rico. A partir de los años 90, el barrio recibió gente que vino de muchos lugares de Uruguay, cada persona trajo sus propias palabras, sus costumbres, su manera de mirar el paisaje, una forma de añorar, cada uno trajo su folclore. También, el hecho de estar al lado del San Rafael y el Club de Golf me permitió conocer gente de ámbitos muy variados y distintos. Creo que ese contraste de la mirada, esa confrontación de miradas (no siempre conflictiva) fue muy rico, y me permitió el privilegio de comprender que hay más de una forma de mirar la realidad.

—¿Y cómo fue cuando te empezaron a reconocer como escritor y se hablaba de que eras de un asentamiento?

—Cuando viví esa notoriedad, en un momento me empezó a jugar en contra.

El escritor se refiere, entre otras cosas, a que percibió cierta romantización de su persona, por el hecho de vivir en un asentamiento. Y eso provino tanto de la derecha como de la izquierda, dice. El fenómeno de la gente que se cría y vive ahí, agrega, es complejo, pero también aclara que no deja de ser consciente de que también en otros lados tienen sus propios problemas. La cuestión es si se sintió estigmatizado por vivir ahí. No es fácil la respuesta, pero él menciona que haber tenido ciertos ejemplos, como los de su padre y de vecinos, en cierta manera lo inspiró. Y también menciona el caso de su hermano, de quien dice sentir una gran admiración, un violista* formado académicamente tanto en Uruguay como en conservatorios en otros países.

González Bertolino debutó como autor editado 2009, y en seguida llamó la atención. Ese año obtuvo el primer puesto en el Premio Nacional de Narrativa, por El increíble Springer. Desde entonces, ha publicado Los alienados, Standard, A quién le cantan las sirenas y Herodes.

Este título lleva de alguna manera la conversación de nuevo al tema de su barrio, de vivir y crear ahí. Y de llevar ese sello. “Mi trabajo literario se ha visto un poco eclipsado por eso. Herodes, mi libro anterior, fue una apuesta diferente para mí como escritor, a nivel de lenguaje, estructura… Y en muchas de las entrevistas que me hicieron primaba el barrio, de eso me hablaban. Era una experiencia desalentadora”.

—¿Por qué decidiste publicar tu autobiografía?

—Tenía que saldar algunas cuentas simbólicas con mi mundo privado, con el barrio en el que me crié, con mi familia, con personas que conocí. Todas esas personas contribuyeron a que yo me dedicara apasionadamente a escribir.

El libro, cuenta, lo empezó a escribir en 2014, pero en esa primera etapa iban a ser historias de ciertas palabras que él nunca olvidó, que prendieron en él y lo marcaron. Eso no prosperó. Y se dio cuenta de que quería algo más torrencial, que quería transmitir la experiencia de sentirse desbordado por el lenguaje. “Nuestro vínculo con el lenguaje, gran parte del tiempo, se vuelve incierto, y estimulante. Creo que nunca llegamos a comprender del todo las palabras, y por eso seguimos escribiendo”. Para él, las palabras no son solo su sustento (o parte de él). También son muchas otras cosas. Entre otras cosas, acota, en ellas está también nuestra identidad como sujetos.

¿Se siente un outsider por ser, vivir y escribir en Punta del Este y no en Montevideo? No, de hecho dice que la distancia entre su lugar en el mundo y la capital es algo bueno. Además, se siente bienvenido en Montevideo. Cuenta que todas las entrevistas que le han hecho fueron en la capital del país, y que cuando una edición de uno de sus libros se agota, eso es porque muchos montevideanos la compraron.

Le parece natural que aquellos que escriben sobre Montevideo tengan una afinidad de la que otros, tal vez, no participan. Pero tampoco saca conclusiones tajantes sobre escritores capitalinos y del “interior”. La literatura tiene vasos comunicantes que exceden los orígenes geográficos.

“Creo que Uruguay es un país con una cultura más heterogénea que lo que nos han hecho creer en la escuela. Tenemos que acordarnos cuando salió ese libro importantísimo que fue Viralata de Fabián Severo, que vino a poner algo en la literatura que era algo que tal vez ya sabíamos o intuíamos, pero cuando se publicó ese libro, con el peso que tiene, empezamos a comprender que el Uruguay es un misterio muy heterogéneo y que está ahí para develar. Y pensar nuestra literatura solamente desde Montevideo, o solamente desde el interior, nos empobrece a todos. Tenemos que pensar en una relación entre todos esos componentes”.

Pero no solo escribir y leer lo apasiona. Desde hace 20 años que es profesor de literatura y dar clases es algo que lo llena y le da algo de sentido a su vida. “La escritura fue lo primero, y nunca voy a dejar de escribir. Pero la docencia me encanta, es una de mis grandes pasiones. Me gusta mucho ir al liceo a dar clases. Llevar los textos para que los estudiantes los conozcan, pero también para que yo vuelva a conocerlos. Todo eso a mí me enriquece mucho, y me siento privilegiado porque me pagan para que yo hable con adolescentes de literatura. Los libros son mi vida, y cuando llego a mi trabajo, sigo con los libros”.

González Bertolino no olvida que él viene de un origen en el cual no todos podían hacer lo que les apasionaba como medio de vida. Su padre, menciona, trabajó en la construcción, una vida bastante sacrificada. Eso, y más, figura en El origen de las palabras, un libro que no solo habla del lenguaje y la importancia que este tiene, sino también vidas que fueron atravesadas por palabras y hechos, por vaivenes vitales que contribuyeron a hacer de él un escritor.

Un futbolista
Enzo Francescoli. Foto: archivo El País.
Enzo Francescoli

Su padre quería bautizarlo como Norberto, por el jugador de fútbol argentino Norberto Alonso. Para él, el mejor jugador de fútbol que vio hasta ahora es “El príncipe” Enzo Francescoli, al que recuerda por su elegancia para jugar y el talento que tenía con la pelota, tanto en la selección como cuando este jugaba en River Plate argentino.

un libro releído muchas veces
tapa libro Tierra y Tiempo
Tierra y tiempo, de Juan José Morosoli

“En realidad, son muchos, y es difícil elegir uno. Por ejemplo, he releído muchas veces muchos cuentos y poemas de Borges. Y también he leído muchas veces El Quijote. Pero bueno, si tengo que elegir uno, digo Tierra y tiempo, de Juan José Morosoli”, contesta. Para él, Morosoli es uno de sus grandes referentes.

una escritora
Eudora Welty
Eudora Welty

“Me gustan varias”, dice, y piensa bastante. “Me gusta mucho Flannery O’Connor, pero tengo un romance más fuerte con Eudora Welty, estadounidense también”. Aunque le gusta mucho la literatura de Estados Unidos, hace un tiempo que está cada vez más inmerso en la literatura uruguaya. “Me volqué mucho más en los últimos años”.

*En la edición papel de este artículo, se le atribuye erróneamente al hermano del escritor la condición de cellista. Lo correcto es violista, ya que es un instrumentista de la viola.

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