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Damián Herrera: la altinha como terapia y una vida más austera en la playa de Brasil

Desde que se instaló en Pipa, en febrero, encontró en los deportes de la arena su hobby favorito. El periodista deportivo trabaja en su marca personal y está decidido a quedarse a vivir en la playa.

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Damián Herrera dedica al menos dos horas de su día para practicar altinha en la playa de Pipa.
Damián Herrera dedica al menos dos horas de su día para practicar altinha en la playa de Pipa.

Damián Herrera es fanático del sol, la arena y el mar. Siempre había soñado con vivir en una playa (como muchos) y este año apostó a cumplir a su anhelo (como pocos hacen) y se mudó a Pipa, en el norte de Brasil (ver recuadro). Es también amante de la pelota -“el juguete más lindo del mundo”, define- desde que tiene uso de razón: empezó a jugar al fútbol a los 4 años, hizo inferiores en varios clubes y tocó el cielo con las manos al llegar a Primera División de la mano de Boston River, cuando el Sastre estaba en la C.

La pelota, dice convencido, le ha dado todo lo que tiene: amistades, trabajos y lindos momentos. Así que cuando seis años atrás descubrió el futvoley -gracias a Sarandí “Pampero” Sobral y Fabián Canaveris, propulsores del deporte en la arena en Uruguay-, se sintió en la gloria. “Me encantó porque conectaba la playa y la pelota”, confiesa en diálogo con Domingo minutos después de disfrutar de un hermoso atardecer en las rocas de la soñada Pipa. Tras ese hallazgo, sus frecuentes y disfrutables escapadas al país vecino adquirieron otro sentido: “Siempre me gustó venir a Brasil y los viajes ya eran de otra manera, para ver cómo era esto de desarrollar el futvoley”, repasa.

En una de sus tantas idas a Río de Janeiro se topó con la altinha, un deporte netamente carioca que consiste en patear la pelota sin que caiga al piso o la arena, y se hizo adicto.

“Lo descubrí en Río, pero me metí más en el tema cuando llegué a Pipa con Maxi Güerchia, un amigo uruguayo que tiene una escuelita de altinha acá. Empecé a jugar campeonatos y no hay un día que no juegue una o dos horas en la playa, de mañana o de tarde”, cuenta.

Explica que se trata de un deporte inclusivo: no hay categoría femenina y masculina ya que la regla en los campeonatos es que cada equipo (se juega en cuartetos) tenga al menos una mujer.

Reconoce que evolucionó mucho, pero le falta un montón para llegar al nivel de los nativos. “Un día de playa es diferente: no se va sin la pelota y conectás con el deporte, la fruta, la salud y un chapuzón si estás cansado”, dice.

Descubrió también en la altinha una forma de abstraerse del mundo: “Es como una especie de meditación nativa porque la pelota no cae, estás hipnotizado, pendiente de eso y nada más. Es terapéutico”, resume.

Cambio de vida: más vitamina D y austeridad

Vivir en la playa era un sueño pendiente para el periodista deportivo y revela: “No quería que me agarrara el Damián viejo, a los 80 años y decir ‘por qué no lo hice la vez que se me presentó la oportunidad’”. Y agrega: “Se dio la coyuntura, la vida me llevó y dije ‘es tu momento, tenés que animarte’. Fue lo que hice y no me arrepiento de la decisión que tomé, cada día que pasa estoy más feliz de estar acá”. Los días fríos alteraban su humor y eso ya no lo padece porque en Pipa, donde se radicó en febrero, hay 30 grados todo el año.

Vive en un monoambiente y hace todo a pie o en bici. “Acá no hay que pagar patente del auto, ni andar cambiando el teléfono. No preciso más que unas ojotas, una bermuda y musculosa a veces. Es el lugar en el que soñé estar”, afirma. Al llegar a Brasil decidió tomarse un tiempo de ocio para descansar, pero hace dos meses retomó la actividad laboral: está activo en redes y en su canal de YouTube con distintos análisis. Su plan es quedarse a vivir en Pipa y seguir desarrollando su marca personal en las plataformas: “Es el presente y el futuro”, dice convencido.

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