EL PERSONAJE
Quiso ser detective, pero se convirtió en un mago nacional referente. Llegó al Magic Castle y al Fool Us de Estados Unidos; ahora investiga la historia de su oficio en Uruguay.
A simple vista la habitación no parece extraña. Paredes blancas, una mesa de trabajo redonda y con cuatro sillas, un par de sofás elegantes, un ventanal que llena de luz la pieza, un escritorio con papeles y lápices. Nada parece insinuar que se está ante la guarida de un mago. Nada, excepto un libro gigante con afiches e historia que está sobre un aparador de madera alto y ancho, muchos otros libros más pequeños con títulos como Tricks with your head (Trucos con tu cabeza), una varita de Harry Potter en su caja, una imagen del Mago de Oz y otra sobre El gran Nicola colgados de la estufa a leña.
En la parte de abajo del aparador hay una secuencia aparentemente infinita de cajoncitos, como de viejo boticario o de archivo analógico específicamente ordenado. Daniel Ketchedjian abre uno y suena la madera por el roce. Adentro hay una bolsa repleta de monedas. Abre otro, mira adentro, billeteras. Abre otro, pañuelos. En otro, cartas.
En esa habitación de su casa Daniel K pasa la mayor parte de los días y las horas. Cuando no hay escenario o pantalla que lo requiera, cuando no hay que llevar a “los nenes” de acá para allá, cuando no hay nada más, está ahí. Practica, ensaya, inventa trucos nuevos, ordena, prepara el maletín para las próximas funciones, estudia sobre la historia de la magia en Uruguay y, dice él, hace de “secretario”, mientras su perro Paul —un fox terrier de 7 años— descansa al lado.
La vida detrás de escena de Daniel K no se parece en nada a lo que el imaginario popular pueda creer de un mago: el misterio, los pasadizos, las ventanas pequeñas y con poca luz no existen. Detrás de escena es un hombre tranquilo, padre, esposo, amigo, tímido.
“La idea es tratar de concentrarme acá, pero cuando están los nenes —Joaquín tiene 5 años, Josefina, 2—, golpean la ventanita, entran, abren los cajones. Ya saben dónde están las pelotitas de esponja. Y acá guardo todo por si sirve. Demasiado. Pero ahora estoy en un plan Marie Kondo”.
Daniel es un hombre tímido. Eso dice él y eso se transmite por fuera de las preguntas y respuestas que guía la charla con Revista Domingo. Eso se camufla sin la más mínima evidencia cuando habla o hace magia. La magia es, sencillamente, eso que hace desde que era un niño. “Yo soy muy tímido, pero a la hora de los shows me transformo en otra persona”.
Es, actualmente, uno de los magos uruguayos más conocidos dentro y fuera del país. Ha ganado premios, es el único contratado por el Magic Castle de Hollywood (una de las mecas del oficio), aparece constantemente en la televisión —desde 2019 como parte de Consentidas en Canal 10—, concursó en Masterchef Celebrity, hizo un taller de magia para chicos amparado por la ANII y desde hace casi una década prepara cada año un show distinto para presentar en Undermovie. Además, este año, en un viaje prepandemia llegó al escenario del programa Penn & Teller: Fool Us, donde magos de distintas partes del mundo tratan de engañar a dos referentes estadounidenses para ganar un premio.
Después del Magic Castle, ese recinto de paredes rojas ubicado en una colina de Los Ángeles al que solo se accede por invitación de alguno de los cinco mil socios, el Fool Us fue quizá uno de sus sueños cumplidos. “A Penn y Teller los admiro muchísimo. Además de que son hiperconocidos en Estados Unidos, como magos han logrado cosas increíbles. No tienen miedo a revelar secretos si tienen que revelarlos, a ir por el lado contrario”.
No eligió un juego para engañarlos completamente y llevarse el premio, sino que Daniel, junto a un grupo de magos latinos con los que trabajó previamente en equipo, optó por mantener su esencia y antepuso al público. Penn y Teller quedaron encantados.
—¿Los magos son más individualistas o trabajan en colectivo?
—Capaz que en una época el secreto era lo fundamental y estaba el no compartir, el miedo a la copia, como en la película El gran truco. Ahora sigue siendo importante, pero hay más colaboración y mejor porque así la magia crece. Eso se nota en otros países del mundo donde la profesión se ha desarrollado más. En Estados Unidos, España, Argentina, China. En Uruguay se intenta, pero siempre en grupos reducidos.
Dice Daniel, en la entrevista y en una conferencia que llama El truco, la magia y la persona, que “lo que envuelve al truco es la magia: la presentación, la forma en que lo hago, el toque cómico o dramático, el generar una emoción. Pero lo más importante es la persona y lo que en ella generás, el ida y vuelta con la gente. Antes tenía miedo de sobrepasar a la magia con el humor. Hoy en día no tengo problema de que fluya. Lo importante es generar en el show un momento único”.
El camino del mago
Un tenedor se transformó en cuchillo. Era domingo, la familia había ido a misa, habían almorzado alrededor de la mesa de la casa de sus abuelos y empezaban los actos: chistes, cuentos, interpretaciones teatrales de aficionados y el padre de Daniel, Juan, hacía algún truco. No sabe por qué, pero el que recuerda con mayor claridad es el del tenedor que se transformaba en cuchillo. Y por ahí, en esa mesa, empezó todo.
“Somos una familia grande, tengo tíos curas y tías monjas, uno de ellos era párroco en la Iglesia Armenia Católica, entonces los domingos era tradición ir a misa de mañana. El día anterior nos quedábamos a dormir en lo de mis abuelos, con mis tías y mis primos. Al otro día nos íbamos en camioneta para la parroquia, algunos hacíamos de monaguillo, y después de la misa íbamos de nuevo a la casa de mis abuelos. Siempre había algún invitado al que entretener. Éramos una familia bastante histriónica. Y ahí era donde se veía la magia. Yo estoy seguro de que fue mi padre el que me contagió la pasión”. Ahora es él el que le hace el truco del cuchillo y el tenedor a sus hijos, “para ir cultivándoles el amor, sin obligarlos”.
La primera muestra fue en el cumpleaños de un niño al que conocía, con un amigo y una mesa llena de trucos, a cambio de un poco de torta. Fue desatar el destino: los vieron unos payasos que tenían un programa de radio y los entrevistaron. Unos chicos de 12 años haciendo arte con cartas y otros elementos no era algo que se viera todos los días. El boca a boca hizo que en el correr de unos cinco años Daniel, todavía adolescente, terminara haciendo 200 shows al año.
Luego del liceo sus padres no dudaron en ofrecerle la opción: o una carrera tradicional o perfeccionar la magia. Eligió lo segundo, aunque más adelante vinieron sus estudios de teatro y la licenciatura en Comunicación, para incorporar otro tipo de conocimientos a sus espectáculos.
Antes de pensar a la magia como un oficio, quiso ser detective. Los libros de Agatha Christie, Columbo en la televisión y los gadgets de James Bond lo influenciaron. Ahora, con 30 de sus 41 años de vida entregados a develar el truco, Daniel K está utilizando sus habilidades detectivescas para ir hacia la historia y las anécdotas de antaño del oficio en Uruguay. Leyó, por ejemplo, que los chamanes charrúas ya utilizaban trucos. “Escondían gusanos o espinas en la boca, ‘absorbían’ el mal de los pacientes y los escupían como para decir que habían sacado el mal”. Aprendió, también, que los mejores de Europa y América venían al Teatro Solís en una época en la que la magia ocupaba un lugar primordial en el entretenimiento de la ciudad y en la prensa.
De su niñez curiosa Daniel todavía guarda un cuadernito en el que pegaba recortes de diario con todo lo que hablaba de magia. Y, cree, que todo tiene que ver. “Al principio la magia me atrapó por el tema de intentar descubrir el secreto, porque encontraba un mundo increíble detrás del truco. Miraba plano por plano. Me maravillaba con que algo tan sencillo podía engañar a las personas, para bien. Ahora, cuando veo magia, ya no miro el secreto; veo el carisma, la comunicación, dejo que me atrape. Me sigo deslumbrando”.
Sus cosas
Actualmente Daniel K está investigando sobre la historia de la magia uruguaya. Entre sus puntos de interés está el brujo José Escribanis, quien habría sido el primer mago uruguayo y uno de los referentes del Río de la Plata. “Era un mago muy famoso. Además realizó una cantidad de shows a beneficio recorriendo el interior del país”.
Entre los objetos preciados que guarda en la habitación donde trabaja hay uno muy especial. Se trata de un afiche antiguo que promocionaba un espectáculo de magia en el Teatro Solís. Es de 1900, la atracción principal era la de un mago extranjero, proveniente de Italia, César Watryy y su esposa. Pero, además, aparece el nombre del brujo José Escribanis, invitado local.
Con los primeros ingresos que logró Daniel K en sus trabajos en cumpleaños, compraba VHS para grabar todos los contenidos de magia que aparecían en la televisión de la época. Los primeros de los que tiene recuerdo son los de David Copperfield, los domingos en la tarde de Teledoce. También recuerda a Henry Evans en Grandes Valores del Tango.