De "la mamá de Stifler” a ser Jennifer Coolidge por mérito propio

Reconocida por una larga lista de personajes secundarios, muchos estereotipados, la actriz transita por fin el mejor momento de su carrera

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Jennifer Coolidge con su Globo de Oro por "The White Lotus".
Jennifer Coolidge con su Globo de Oro por "The White Lotus".
Foto: AFP

Jennifer Coolidge (Boston, 1961) se ganó su nombre a los 61 años. Es que hasta hace unos meses era conocida simplemente como “la mamá de Stifler” por el personaje que interpretó en la saga American Pie. Ese papel de “veterana” (¡epa!, tenía 38 años) que seduce a uno de los amigos de su hijo fue su gran oportunidad en Hollywood. A pesar de que demostraba tener un talento natural para la comedia (formó parte durante nueve años del grupo The Groundlings, escuela de improvisación de Los Ángeles), los roles que le siguieron fueron secundarios: desde su debut en televisión como novia de Jerry Seinfeld en 1993 a Paulette Bonafonté, la manicurista de Legalmente Rubia, a Fiona, la madrastra malvada en La nueva Cenicienta.

La propia actriz, quien estudió en la Academia Estadounidense de Arte Dramático, reconoció que había un común denominador: “Un cierto tipo de mujer con una belleza no estándar que siempre hacía de la alocada mejor amiga de las protagonistas, de la secundaria rara”. El paquete se valía de su voluptuosidad, su melena rubia y su sentido del humor que la encasillaban en el rol de la “rubia tonta pero simpática y tierna”.

En los años 90 y en la década del 2000 se la pudo ver en Sex and the City, Frasier, Friends, Joey, Nip/Tuck y un largo etcétera. Pero más de una vez le dijo a su agente que no le interesaba interpretar más estos estereotipos y pedía trabajos “más serios”, pero eran los roles que le ofrecían para trabajar -casi consigue el papel de Lynette en Amas de casa desesperadas- y, con el paso del tiempo, dejaron de considerarla la “veterana sexy” porque la “mamá de Stifler” ya no era objeto de deseo para los jóvenes. Por eso también ha confesado que en más de una oportunidad pensó “tirar la toalla” y “abrir una floristería” o algo similar.

Es más. Dijo que llegó a vivir experiencias profesionalmente humillantes. Por ejemplo, esta: se estaba preparando en Londres el musical de Legalmente rubia y la producción le exigió que hiciera un casting para repetir su propio personaje. Ofendida, rechazó la oferta.

Todo eso cambió con Tanya McQuoid, su personaje en The White Lotus(HBO). En una entrevista, Coolidge llegó a contar que nadie le había pedido “ser la protagonista de su historia” hasta que llegó Mike White (creador de la serie) con el ofrecimiento: “Es como que él dio permiso al resto de la industria para darme ese tipo de papeles”.

La relación entre Coolidge y White viene de mucho antes. Se conocieron en 2009, cuando tuvieron que interpretar a una pareja de novios en la comedia independiente Gentlemen Broncos. Desde entonces, White le prometía que escribiría una serie o película en la que ella fuera la pieza clave y brillara como nunca.

Pero la actriz casi rechaza la propuesta de White, sumida en las inseguridades y decepciones del pasado. “Muchos actores somos tan inseguros y tenemos tanto miedo al fracaso que echamos a perder nuestras propias oportunidades”, reconoció al diario inglés The Guardian.

Jennifer Coolidge

En la última zafra de premios al cine estadounidense, Coolidge obtuvo varios galardones: un EMMY, un Globo de Oro, un SAG y un Critics Choice Television como mejor actriz de reparto en serie dramática por su papel de Tanya McQuoid en la segunda temporada de The White Lotus, y la distinción de Mujer del Año por Hasty Pudding Theatricals de la Universidad de Harvard. Y eso sin contar un anuncio en el Super Bowl y el cariño del público (desde American Pie es un icono cultural, amada por la comunidad gay y por la Gen Z).

En una de esas premiaciones, dio un sincero discurso sobre lo que significa triunfar en la madurez que emocionó e hizo reír por partes iguales: “Tenía grandes sueños y grandes esperanzas cuando era una persona joven pero después se diluyen por la vida. Creía que sería reina de Mónaco aunque ya lo había hecho alguien antes. Tenía esas ideas gigantes y después te haces mayor y piensas que ninguna de estas mierdas ocurrirá. Y solo quiero decir que, Mike White, me diste esperanza, me diste un nuevo comienzo”.

En medio de las premiaciones y los flashes, recordó a sus “maravillosos padres” -Gretchen Knauff, ama de casa, y Paul Constant Coolidge, obrero en una fábrica de plásticos-, de quienes rememoró una anécdota que marcó su vida: un día su padre mintió en la escuela para llevarla a un festival de cine de Charles Chaplin. “Juro por Dios que ver a Charles Chaplin por primera vez y tener esa experiencia es mi amor por el cine. Es mi amor por los actores. Todo eso vino de mi primer grado”, apuntó.

The White Lotus no es su única reaparición en la industria. También interpreta a Karen, una inquietante vendedora inmobiliaria en El vigilante (Netflix), la última creación de Ryan Murphy; y es la suegra entrometida de Jennifer López en Una boda explosiva.

“Creo que mis mejores papeles son los más recientes porque pude interpretar personajes más complejos”, dijo. “Es algo completamente nuevo que las mujeres seamos consideradas graciosas y valiosas y que logremos encabezar grandes comedias. Estoy increíblemente agradecida por lo que me ha pasado en los últimos dos años, pero estoy tratando de canalizar esto de ‘me importa un carajo’. Creo que es el sentimiento favorito que he tenido, esperé toda mi vida para que no me importara un carajo. Es la única vez que tengo poder”, reflexionó la actriz.

¿Quién hubiera dicho que en una industria tan edadista le permitiría a esta actriz vivir su mejor momento profesional a los 61 años? A la revista Rolling Stone le expresó el año pasado: “Prefiero acabar mi carrera con un estallido que apagándome”. En este momento, eso parece que está lejos de suceder.

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