"Lo que me pasó fue algo que todavía no puedo explicar muy bien con palabras”, dice Ana Grajales (32 años) de lo que le ocurrió al pisar por primera vez Mallorca (España). Fue hace un año y medio, cuando eligió irse de vacaciones sola a Madrid, Barcelona y terminar el viaje en la isla que la conquistó. “Me sentí muy conectada, como que algo de mí estaba acá”, agrega.
En Uruguay, Ana creía tenerlo todo. Era jefa de marketing y diseño gráfico en una multinacional y desde hacía siete años desarrollaba con libertad Trama Design, un emprendimiento de piezas de diseño hechas con lana merino (ver recuadro). Además se había mudado con su taller a El Pinar, una alternativa que buscó al estilo de vida montevideano.
“En realidad era lo que quería, pero a la vez me parecía que había algo más. Y eso lo pude sentir cuando estuve acá”, explica haciendo referencia a Deiá, el pueblito mallorquín entre las montañas que le despertó el amor por la isla. “Me enamoré de su belleza y fue un ‘quiero esto todos los días’”, recuerda.

Regresó a Uruguay, intentó que la idea se le fuera de la cabeza, pero no lo logró. Sabía que dar el paso implicaba dejar absolutamente todo. Empezó por renunciar a su trabajo, siguió trabajando como diseñadora freelance y ahorró lo suficiente para partir. “Le hice trampa al miedo, metí mi vida en dos valijas y me vine”, cuenta desde España.
Llegó a Mallorca solo con un lugar para vivir un tiempo. “Y ahí empezó la odisea”, apunta. “Obviamente que si alguien me hubiera dicho cómo iban a ser las cosas, probablemente no me hubiera animado… pero agradezco haberlo hecho”, añade sobre los obstáculos que debió sortear, sobre todo para conseguir vivienda incluso teniendo la ciudadanía española.
Los primeros 5 o 6 meses fueron de adaptación. “Mi vida se dio vuelta como una tortilla”, grafica de cómo la pasó hasta que encontró un lugar donde montar su taller en Palma de Mallorca (la capital), un espacio que hoy comparte con otros artistas. “Si hay algo que tengo que agradecer es que me he encontrado con gente divina, tuve suerte en ese sentido”, destaca sobre los vínculos que fue generando si bien una de sus mejores amigas es uruguaya. “Es Tina Martínez, fotógrafa y diseñadora de interiores. Con ella conecté y estamos armando cosas muy lindas”, revela.
Sus inicios fueron con tapices y luminarias
Hace unos siete años Ana quiso comprarse un tapiz tentada por lo que veía en la platafoma Pinterest. Pero en Uruguay no pudo encontrar lo que buscaba. Entonces dijo: “Me voy a hacer el mío”. Así nació Trama Design, “el mundo donde experimento, juego y creo a través de la fusión del arte textil y el diseño de producto”, definió en su momento quien aprovechó sus conocimientos como diseñadora industrial para crear su emprendimiento.
Usando la lana como medio y el telar como herramienta, se lanzó a crear piezas para las que priorizó el uso de lana merino y le sumó la madera. “Para mí es muy importante que el material sea sustentable”, remarcó sobre las materias primas que empleaba.
Lo primero que hizo fueron tapices; más tarde llegaron las luminarias, que fueron mutando con los años. En este último caso se animó a dejar el bastidor y tejer directamente sobre el producto.

Así fue creciendo y resultó seleccionada para Uruguay Teje, una experiencia impulsada por la plataforma Texturable para promover y ayudar a realizadores textiles nacionales.
Por primera vez utilizó lana rústica, dado que era el material proporcionado por Texturable. A esa colección la bautizó Origen. “Son piezas inspiradas en las formas orgánicas e imperfectas que encontramos en nuestro país, en el mar, los atardeceres, nuestros cerros, el cielo”, expresó.
Trama Design llegó a presentarse en ferias, como Casa Deco o Pop Up Designers, y fue parte de Campo, un colectivo de artistas que organizan encuentros en Pueblo Garzón. En este último lugar le gustaría presentar su obra actual, que ya no realiza como Trama, sino que adoptó el nombre de su autora, Ana Grajales. Su idea es hacerlo entre diciembre y enero próximos, que es cuando vendrá de visita a Uruguay con el objetivo de dar a conocer esa nueva etapa surgida de su decisión de irse a vivir a Mallorca hace un año y medio.

Su arte
Ana se mudó a Mallorca con el objetivo de desarrollar su carrera artística. Se llevó lana merino uruguaya y empezó a mezclarla con lana de “Ovella Roja Mallorquina” buscando fusionar dos identidades muy distintas. “Mi proceso está inspirado en la naturaleza y en todo lo que me rodea”, dice.
Fue así que nació su primera serie, The Dance of the Soil (La danza del suelo). “Está dividida en dos partes, The Dance son los cuadros en lino hechos con fieltro y The Soil son las piezas tejidas en lana”, detalla a Domingo.
“Mi primer cliente fue algo muy loco. Fue una diseñadora de interiores francesa que me encontró por Instagram (@anagrajales.textileart) y me encargó una pieza para un interiorismo que hizo en Suiza”, señala.

Una vez terminada esa serie realizó su primera exposición, en junio pasado, en una galería del pueblito mallorquín Santa Eugenia. “Fue un antes y un después en mi carrera acá”, asegura.
Y vaya si lo fue porque en agosto llegó a Londres como parte de una exposición colectiva. “Estoy contenta de haberlo logrado en tan poco tiempo”, expresa.
Actualmente trabaja para Único (by Icónico), una galería de Barcelona dedicada al arte y la artesanía para arquitectos e interioristas.
“Estoy aprendiendo y conociendo cómo se mueve todo este mercado”, comenta y agrega que de su primera serie logró vender un par de piezas.
Su siguiente gran objetivo es exponer en Uruguay entre diciembre y enero próximos, para lo cual viene trabajando en una nueva serie. “Está muy relacionada con la anterior, pero más enfocada en lo que es la lana uruguaya. Tengo la idea de colaborar con Patricia Novicow, una artista amiga que trabaja en metal”, anuncia pensando en hacerlo en Pueblo Garzón o en José Ignacio.
Sería la primera vez que expondría en su país bajo el nombre Ana Grajales, hasta entonces lo había hecho con Trama. “Quiero compartirlo con esas personas, familia, amigos que estuvieron en mi proceso anterior”, remarca.
Cuando se le pregunta si su idea es radicarse definitivamente en Mallorca, responde: “Si hay algo que aprendí en este último año y medio es a no poner ultimátums. Aprendí a vivir con la incertidumbre; primero fue incómodo, hoy ya le encontré la comodidad”.

Escultura y escritura, sus nuevos desafíos
Actualmente Ana se encuentra incursionando en la escultura. “Hice una primera pieza en cerámica con la idea de que a veces necesito salir un poco del telar, que por momentos es muy estructurado”, explica en diálogo con Domingo.
En esa búsqueda también se le ha sumado la pintura.
“Sigo experimentando con el tema de la luz, con las luminarias que ya hacía, pero ahora llevándolo a un soporte más orgánico”, detalla.

No es la única novedad en su carrera, además se ha lanzado a escribir. En realidad comenzó en Uruguay poco antes de resolver la mudanza a España. “Escribí una serie de relatos contando parte de mi proceso y lo que me iba pasando desde el momento que tomé la decisión de venirme. Están relacionados con la primera serie que hice acá, The Dance of the Soil, porque las piezas de esta colección llevan el nombre de los relatos y cada pieza representa un momento en mi vida”, cuenta.
Ana escribe a través del soporte Substack y firma con su nombre. El espacio se llama: Tejer una nueva narrativa - Una invitación a lo profundo abrazando la incertidumbre”.
Confiesa que su sueño es en un futuro poder publicar lo que escribe; por el momento se siente que todavía está “en la búsqueda”.
Aclara que lo que escribe no es ficción, sino que podría definirse como un diario personal. “Profundizo sobre lo que estoy viviendo y lo publico una vez al mes. Además, intento invitar a la reflexión al que lo lee a través de mi propia reflexión sobre lo que me está pasando”, comenta.