Del Graf Spee a la embajada en India: tres uruguayos con el mismo nombre y con la diplomacia como denominador común

Con el servicio exterior en el ADN: Alberto Guani Carrara fue canciller durante el conflicto del acorazado alemán. Su hijo siguió sus pasos en la diplomacia y su nieto es el actual embajador uruguayo en India.

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Alberto Guani Carrara, Alberto Guani Martins y Alberto Guani Amarilla.

El apellido Guani está vinculado desde hace un siglo al Servicio Exterior. Tres generaciones de esta familia (abuelo, padre, hijo) han tenido que ver con el relacionamiento de Uruguay con el mundo. El primero de ellos participó como canciller en la batalla diplomática (que se desarrolló de forma paralela a la militar) desatada en 1939 por el Graf Spee. El segundo aprendió de él los gajes de la diplomacia y los utilizó en Paraguay, Bolivia y Rumania. Y, el último, con una larga trayectoria en la Cancillería, es el actual embajador en India.

De forma inesperada, el campo de batalla de la Segunda Guerra se trasladó por primera y única vez a la pequeña y distante Montevideo, con el ingreso a su puerto neutral del “acorazado de bolsillo” Admiral Graf Von Spee. Un magnífico exponente de poderío bélico nazi, cuyo apodo recordaba las limitaciones que el Tratado de Versalles le impuso a Alemania tras la primera conflagración mundial, obligándola a disminuir el tonelaje de sus buques de guerra. Desde 1904, Uruguay era una tierra de paz: las escaramuzas entre blancos y colorados habían quedado atrás, dando inicio a una época de grandes transformaciones. Y de “vacas gordas” después, producto de los beneficios que la Segunda Guerra le otorgó al país al propiciar el comercio con el Viejo Mundo.

De la llamada “batalla del Río de la Plata”, con su saldo de varios muertos para ambos bandos, mucho se ha escrito y hablado. No tanto así de la batalla diplomática en la que se vio envuelto el Uruguay, que tenía fuertes lazos comerciales con los ingleses, en la que el canciller Alberto Guani Carrara jugó un papel preponderante.

“En lo político, era un vigoroso integrante del Partido Colorado, colectividad política que no ha realizado acto alguno para rendir homenaje a su trayectoria, que es más valorada en el exterior que dentro de su propio país. Sin embargo, Don Pepe Batlle le tenía gran estima y valoraba mucho su inteligencia, desde tiempos en que lucharon juntos en las guerras entre los dos partidos políticos existentes en aquella época”, comenta a Domingo Alberto Guani Amarilla, embajador de Uruguay en la India y nieto de Guani Carrara.

Su abuelo estuvo 27 años ininterrumpidos en Europa. Tras haber ocupado cargos de representante diplomático, primero en el Imperio Austrohúngaro y luego en Bruselas, París, Ginebra y Londres, obtuvo una posición que ninguno de sus compatriotas había alcanzado. Por ello, al decir de su nieto, era envidiado por la casta política. Pero además, tuvo un papel muy discutido cuando, en 1942, comenzó a negociar la eventual instalación de una base naval estadounidense en Punta del Este.

“Esto suena incómodo, pero fue una de las razones por las cuales en el Palacio Legislativo no existe una sala Guani y por las que jamás se instaló una placa en el Cabildo de Montevideo, donde tuvo lugar la batalla diplomática por el Graf Spee. A ello se agrega que le asignaron una calle intrascendente, de tan solo una cuadra, en las afueras de Carrasco”, señala.

Previo a ser el canciller de la administración de Alfredo Baldomir, Guani Carrara ya poseía un currículum notable. En 1920, cuando las naciones del mundo se reunían en la Conferencia de San Remo, se manifestó a favor de las aspiraciones judías en Palestina y apoyó la Declaración Balfour del 2 de noviembre de 1917, hito fundamental en la creación del Estado de Israel.

También fue delegado de Uruguay en la Sociedad de Naciones (antecedente de la actual ONU), cuya Asamblea presidió en 1927. Del mismo modo, presidió el Consejo y fue el primer uruguayo en dictar un curso de Derecho Internacional en la Academia de esa especialidad de La Haya.

En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, se desempeñó como ministro plenipotenciario en Gran Bretaña (1936-1938). Y luego llegó a ser vicepresidente de la República, cargo que ocupó entre 1943 y 1947.

Mamando la diplomacia de niño

Quien fuera canciller uruguayo durante el conflicto por el Graf Spee había tenido muchos años antes un estudio de abogacía junto a Eduardo Acevedo, el cual cerraron y se repartieron las ganancias. Con ese dinero fue que se embarcó a Europa, lo cual hizo junto a su hijo, de 8 años, Alberto Guani Martins.

“Mi padre tenía muy presente lo que había sido el comienzo de la Segunda Guerra. En la época en la que todavía estaba en Europa, mi abuelo recibía con desagrado cartas de Hitler y también de Mussolini, cuando actuó en la Sociedad de las Naciones”, dice Guani Amarilla.

Y agrega: “Mi padre ingresó de forma bastante tardía a la diplomacia. El primer destino que tuvo fue Asunción del Paraguay, donde conoció a mi madre y formó su familia. Tenía 47 o 48 años cuando entró al Ministerio. Hoy en día hay un límite de edad de 35 años, que generalmente nadie trata de alcanzarlo porque se ingresa antes, siendo más joven. Incluso han entrado con poco más de 20 años”.

Alberto Guani Martins estuvo después en Rumania y fue embajador uruguayo en Bolivia, su último destino. “Con la dictadura, le aplicaron el Acta 7 (norma dictada por el gobierno de facto en 1977 que anuló la inamovilidad de los funcionarios públicos), por lo que, por motivos de edad, se tuvo que retirar”, concluye.

El tercer Alberto

Las tres generaciones de la familia Guani no solo compartieron la vocación por el servicio diplomático, sino también el nombre de pila.

Alberto Guani Amarilla, hoy embajador de Uruguay en India, ocupó antes el mismo cargo en la República Federal de Alemania (2012-2017) y fue director de Asuntos Culturales de la Cancillería y subdirector General de Asuntos Consulares del Servicio Exterior. También se desempeñó como cónsul en Río de Janeiro y representante del país ante las Naciones Unidas en Nueva York.

“No conocí a mi abuelo y mi padre nunca me forzó a que me dedicara a la diplomacia. Fue algo que fue apareciendo con el tiempo. Es más, cuando yo di el concurso para ingresar al Ministerio de Relaciones Exteriores, en 1985 (tras el retorno de la democracia), mi padre ya había fallecido. O sea que no hubo una fuerza directriz para que me dedicara a esto, fui naturalmente inclinándome a hacerlo. Estuve en la primera generación de Relaciones Internacionales, porque durante la dictadura en Uruguay la carrera de diplomacia se había eliminado”, comenta el embajador uruguayo en la India, acreditado también para Sri Lanka y Bangladesh.

En tiempos en que los organismos internacionales han demostrado no tener capacidad para poner freno a conflictos gravísimos como la guerra en Oriente o la situación generada en Venezuela tras el fraude electoral perpetrado por Nicolás Maduro, Alberto Guani Amarilla sostiene que la diplomacia, por más desvalorizada que pueda verse, sigue siendo importante.

Con el episodio del Graf Spee, el poder militar cayó ante la diplomacia. El capitán Hans Langsdorff tuvo que abandonar el puerto en un plazo estipulado y eso selló el destino del acorazado. Pero hoy el mundo es diferente.

“La situación geopolítica que está transcurriendo hoy es un poco más desconcertante, menos previsible de lo que era antes. No diría que el multilateralismo funcionaba mejor antes, sino que tenía una estructura de cierto idealismo de comienzo, de querer hacer las cosas como para que todos en conjunto pudiéramos decidir el destino del mundo. Pero esto ya no es tan así. Obviamente que hay países que tienen mucho más protagonismo que otros. La situación de poderío y de fuerza es evidente, hoy hay una realidad que salta a los ojos: uno ve que estamos ante un mundo mucho más desordenado, más imprevisible y con una situación de disparidad entre los estados”, reflexiona el embajador.

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