Deportes de fuerza: historias de atletas uruguayos que reflejan la eterna lucha entre la mente y el cuerpo

Strongman, una forma de llevar las capacidades al extremo para vencer los límites naturales del ser humano

Compartir esta noticia
Jonathan Kaitazoff 20 (16330033).jpg
Jonathan Kaitazoff. Foto: Liz Caballero

Por: Matías Castro
Especial para Domingo

Cuando el cuerpo es grande, aunque no tanto co- mo para dominar y levantar sin esfuerzo una pelota de concreto de 140 kilos, solo queda la mente. Si las manos son fuertes pero pueden cerrarse por completo sobre el eje de las ruedas de un auto, lo que resta es usar la cabeza. Lo mismo en las ocasiones en que toca cargar sobre los hombros una estructura de metal de 380 kilos y caminar con ella varios metros lo más rápido que se pueda. Mano a mano con el objeto pesado, lo que la persona se diga a sí misma hará la diferencia. Y si a su alrededor hay gente alentando, mejor.

De eso se tratan los deportes de fuerza, mente y cuerpo tratando de vencer límites naturales.

Camila Osorio tiene 26 años, es profesora de matemáticas y con su altura de 1.85 metros se ha destacado en esta disciplina en Uruguay. “Conocí el strongman en 2017 cuando fui a ver un torneo. Descubrí que había mujeres compitiendo y me fasciné. Pero cuando quise incursionar, me dio un poco de miedo, porque las categorías se definen por altura y peso del atleta. Y mi altura me marcaba que yo no iba a estar en una categoría de pesos livianos. Además, como somos pocas mujeres, es difícil hacer categorías intermedias, así que hay una o dos”, cuenta. En 2018 participó en su primera competencia de strongwoman, que es la denominación femenina para strongman, o deportes de fuerza. Y ahí empezó una carrera que la llevó a convertirse en 2021 en la mujer más fuerte de Uruguay en la categoría de más de 75 kilos de peso corporal.

Hasta que, en diciembre, durante el último Campeonato Nacional, apareció una recién llegada que le arrebató el título. Esa nueva campeona se llama Viviana Caraballo, tiene 33 años y tres hijas. “Descubrí ahí que todas las mujeres nos estábamos alentando. Si bien competíamos entre nosotras, la rivalidad no se veía. Creo que es un buen ambiente, también entre hombres”, cuenta Viviana.

Es que quienes compiten, cuando tienen en sus manos o sobre los hombros el objeto pesado que deben mover, están disputando sus propias marcas. Siempre es su mente la que da la batalla mientras el corazón bombea y los músculos estallan.

El camino uruguayo

En el siglo XIX, en el hemisferio norte, los strongmen eran figuras de circo que solían hacer proezas como romper cadenas, doblar barras y levantar enormes pesas. Entre ellos hubo strongwomen que también ejecutaban sus pruebas a modo de espectáculo. Recién en el último tercio del siglo XX el deporte de fuerza alcanzó una mayor proyección mundial como disciplina válida por sí sola. Hoy existe una Federación Mundial de Strongman y numerosos torneos por todos los continentes, de los que el Olimpo sería el Arnold Strongman Classic, el patrocinado por Schwarzenegger.

En Uruguay, la Asociación Civil de Atletismo de Fuerza se ocupa de promover la disciplina y atraer más competidores y competidoras. La distinción de género es explícita en el ambiente ya que la participación femenina se ha ido intensificando desde que se empezó a hablar expresamente de strongwoman.

La Asociación organiza dos eventos al año, uno de carácter amistoso y otro clasificatorio, con estándares internacionales. Si bien no hay un registro de cuántas personas se dedican a deportes de fuerza en Uruguay, como referencia está la cantidad de participantes del último Campeonato Nacional: 22 varones y 8 mujeres.

El eje de la Asociación está en el gimnasio Montevideo Fit, uno de los poquísimos que tienen todo el equipamiento necesario. Quien está al frente es su propietario, Guillermo Martínez. Él se acercó de muy chico a los deportes, porque cuando tenía 3 años su madre abrió un gimnasio al que, tiempo después, se sumó su padre como entrenador. El hermano de Guillermo tiene su propio gimnasio y se dedicó al fisiculturismo natural, es decir, el que excluye suplementos y anabólicos.

En 2015, durante una competencia de powerlifting, conoció a Rodrigo González, un deportista que había armado implementos caseros de strongman con las herramientas de su padre. Rodrigo era en ese entonces el dueño de Montevideo Fit y también estaba organizando una competencia de esta disciplina.

Guillermo Rodriguez
Guillermo Martínez en Montevideo FIT.
Leonardo Maine/Archivo El Pais

Guillermo compitió en ese torneo y quedó en cuarto lugar de su categoría. De ahí en más, su carrera continuó hasta que tomó la posta de Rodrigo, le compró el gimnasio y se integró a la Asociación. “Son pruebas peligrosas, es verdad”, dice. Y agrega: “Tirar peso por encima de la cabeza o levantar las piedras es peligroso. Pero si hacés las cosas bien, no debería haber problemas”.

Él estuvo un año sin entrenar porque se había hecho una hernia de disco. El dolor lo acompañaba día y noche y no había acupuntura ni fisioterapia que lo ayudara. Pero quería y necesitaba volver a entrenar, así que incluso probó con inyecciones de ozono, pero sin suerte. La recomendación médica era que se olvidara del entrenamiento. “No me quería dar por vencido”, cuenta. Así que dio con un quiropráctico que, en dos sesiones, le cambió la vida y le descomprimió la hernia. Así, de a poco fue regresando a los entrenamientos hasta que se recuperó del todo.

La superación personal

Gonzalo Alemán es entrenador y tuvo un paso ascendente por el mundo del strongman. Se inició en 2016, entrenando en un gimnasio tradicional y dos años más tarde entró en las disciplinas de fuerza gracias a que un conocido lo llevó a acompañar a un grupo que entrenaba donde está la Guardia Republicana.

Gonzalo se había separado de su pareja y eran tiempos en que le dedicaba muchas horas al gimnasio para buscar en el deporte algún punto de anclaje. Debido a esa experiencia y a lo que ha visto estos años como deportista y entrenador, tiene una lectura muy particular sobre lo que lleva a la gente a esta clase de gimnasios.

“Te diría que el 99% de los que ingresan a un gimnasio es por una ruptura amorosa, hombres o mujeres. La mayoría empieza por tratar de ablandar el corazón, pocas van por el tema de salud”, asegura. Lo cierto es que esos procesos de ablande cardíaco lo llevaron a hacer entrenamientos durante los que volteaba neumáticos de 300 kilos.

La primera competencia en la que participó se llamaba Strongfit y fue en 2018, al poco tiempo de empezar a entrenar específicamente fuerza. Todavía recuerda con claridad que, en esa ocasión, tuvo que hacer 12 levantamientos de un peso muerto de 120 kilos, cargó un yugo de 200 kilos por 6 metros y levantó 8 veces un cilindro de 60 kilos sobre su cabeza. Esas secuencias las debía repetir todas las veces que pudiera en un lapso de cinco minutos.

“Fue excelente y muy cansadora”, dice. “En esos momentos te das cuenta de la diferencia entre fuerza, resistencia e hipertrofia. No son lo mismo”. La hipertrofia es el proceso por el que el músculo se trabaja para que crezca en volumen y consiste en aprovechar los microdesgarros que se producen durante el ejercicio. Es lo que los y las fisiculturistas aplican para moldear sus cuerpos.

Después de aquella prueba, lo que le quedaba a Gonzalo era subir. Participó de una competencia en Montevideo Fit, durante la que integró otras pruebas como el llamado Hércules Hold. Este último consiste en pararse entre dos columnas con peso y sujetarlas para que no se caigan durante todo el tiempo que se pueda. Y así fue ascendiendo en otras pruebas hasta que llegó a cargar un yugo de 350 kilos, levantó una piedra de Atlas de 110 kilos y un cilindro de 90, y volteó una columna de hierro de 135 kilos. Un año después, se pasó al powerlifting y dejó atrás las competencias con esa clase de proezas. “Para todos los que nos gusta la fuerza, lo atractivo es superarse a uno mismo”, explica Guillermo Rodríguez. “En un torneo de fuerza, sea strongman, halterofilia o levantamiento de potencia, lo principal es ser mejor de lo que fuiste antes y haber logrado el objetivo que tenías durante el proceso de entrenamiento. Lo interesante es ver hasta dónde podemos llegar, qué es capaz de hacer el cuerpo humano. Porque si se hacen las cosas bien, te vas a sorprender”.

Enzo Lopez 2023 Mancu (16330027).jpg
Enzo López. Foto: Belén Allo

Los recursos uruguayos

La sorpresa a la que se refería Guillermo es la que provoca la pasión secreta por este deporte, un sentimiento muy íntimo que se genera cuando la persona abraza una piedra de Atlas de 110 kilos y la coloca sobre un soporte a más de 1 metro de altura.

La pasión se expresaba hace algunos años en Montevideo Fit, cuando usaban bombas de aires acondicionados como moldes para hacer sus propias piedras de Atlas. Con el tiempo, el equipamiento de este gimnasio, al que acuden casi todas las personas que compiten, fue evolucionando y empezó a incluir piezas de marcas reconocidas.

Hay otras alternativas para entrenar, aunque no demasiadas en el país. Emanuel Zikov entrena en La Villa Gym, de Progreso, donde hay implementos de strongman. Camila Osorio entrena en un gimnasio común y antes de las competencias va algunas veces a Montevideo Fit.

Por otra parte, en San Ramón, Canelones, hay una manifestación de la misma pasión que solo pueden ver algunos vecinos de la zona. Ahí Enzo López entrena en plena calle, con implementos que se construyó o consiguió por sus medios. Piedras del río, rieles del tren y piezas de desguazadero le han servido como materia prima para equiparse.

“Como tengo un conocimiento básico de herrería, me hice el material. Busqué en chatarrerías y depósitos de autos para ir haciendo los materiales”, explica este integrante del GEO, cuerpo de élite de la Policía. Tiene 37 años, es padre de dos hijas de 5 que a veces lo siguen mientras entrena, y desde hace una década se dedica a levantar pesas para estar físicamente a la altura de lo que su trabajo requiere. En 2018 descubrió el mundo del strongman cuando vio una entrevista con Jonathan Kaitazoff, entonces el más fuerte de Uruguay, que había ganado una medalla de bronce en el Arnold Strongman Classic. Kaitazoff fue su primer guía en este mundo de los pesos.

Normalmente Enzo entrena junto a Julio Vera, un deportista de 52 años que trabaja como arenero y compite con él. Sin embargo, Enzo expresa algo parecido a lo que dicen Camila Osorio y otros: “En la primera competencia salí último. Pero me encantó el ambiente. Porque a pesar de que los demás sean rivales, siempre te tratan muy bien”.

Y en las edades, precisamente, está una de las particularidades de los deportes de fuerza. Es habitual encontrar atletas que empezaron cerca de los 30 años o después. Y no es raro que haya competidores y deportistas potentes de 40 o 50 años. Si se cuida el cuerpo, insisten varios, es posible dedicarse durante mucho tiempo y seguir compitiendo.

Camila Osorio 1.JPG (16329810).jpg
Camila Osorio

La dieta y los límites

¿Cómo se cuida el cuerpo? ¿Qué es “hacer las cosas bien”, como decía Guillermo Martínez? La teoría dice se trata de combinar buen descanso, buena dieta y un entrenamiento planificado. En cierto sentido, el deporte de fuerza es más permisivo que otros. Un atleta puede tener panza, que a veces se utiliza como punto de apoyo para levantar ciertos elementos, pero necesita fundamentalmente ganar masa muscular y disponer de una gran reserva energética.

“La gente normal ve las dietas como una forma de adelgazar. Acá es lo contrario, tenemos una dieta hipercalórica”, explica Emanuel Zikov, que tiene 26 años y es campeón nacional. Su desayuno muchas veces puede incluir diez huevos con panceta, jamón y yogur. Recurre también a los complementos: gluconato de magnesio, proteína y creatina. Y, antes de entrenar, toma vitamina D3, de la que dice que “te da una sensación de fuego en el cuerpo porque te queda en los capilares. Se toma porque ayuda a que lleguen los nutrientes y a recuperarme más rápido”.

Enzo López mantiene sus 123 kilos con complementos como creatina, proteína y aminoácidos. Y dice: “La alimentación es súper aburrida, porque siempre comemos huevo, pollo, arroz y carne”.

Camila Osorio mide lo que come y sigue la guía de su entrenador. En los dos meses previos a las competencias mantiene una dieta estricta planificada para llegar con la mayor energía posible.

“La dieta va en relación a la economía de cada uno”, agrega Viviana Caraballo. El desayuno de ella puede incluir panqueques de avena, tres huevos y manteca de maní. No ingiere suplementos de proteína por el costo y prefiere compensarla con la alimentación. Como complemento, solo toma creatina, que incide en el tamaño muscular y en la resistencia.

Como sea, la mente manda sobre el cuerpo. Camila describe que la situación de competencia es entre ella y los pesos. No importa si se le abren los cayos en las manos y sangran, solo piensa en que tiene que dar lo mejor y que apenas tiene un minuto para hacerlo.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

actividad físicadeporte

Te puede interesar