Redacción El País
Este 26 de abril se conmemora el Día Mundial de la Propiedad Intelectual, una fecha que busca poner en valor la creatividad, la innovación y los derechos de quienes producen obras originales. Este año, uno de los debates más candentes a nivel global —y que también encuentra eco en Uruguay— gira en torno a la inteligencia artificial (IA) y su lugar en el universo del derecho de autor.
¿Puede una canción generada por IA estar protegida? ¿Quién es el verdadero autor de una obra creada con ayuda de estas herramientas? Para Virginia Cervieri, presidenta de la Cámara de Lucha contra la Piratería y el Contrabando (Calpyc) y socia del estudio Cervieri Monsuárez, el avance tecnológico no es una amenaza, sino una oportunidad. “La propiedad intelectual y la inteligencia artificial pueden convivir”, asegura.
Según Cervieri, la clave está en reconocer dónde comienza la creatividad. “Yo siempre sostengo que el autor de la obra es quien la idea, quien la piensa, quien la arma. Y después el instrumento puede ser otro —la inteligencia artificial o una persona ejecutora—, pero si la creatividad parte de un ser humano, ese es el verdadero autor”, explica.
La especialista ejemplifica esta postura con una escena cotidiana: el diseño de un vestido. “Si yo le pido a la inteligencia artificial que me diseñe un vestido con ciertas características —dos mangas, un cierre negro, tres flores, un cuello cuadrado—, y ese diseño es original, entonces está protegido. Es lo mismo que si se lo hubiera pedido a una modista. La herramienta cambia, pero la creatividad sigue siendo humana”, afirma.
En el campo literario, la lógica se repite. Si una persona escribe un libro y utiliza la IA para ajustar el formato o mejorar el estilo, la autoría sigue siendo humana. En cambio, si solo se le pide al sistema generar un texto genérico con poca dirección, es probable que no haya una obra original que pueda protegerse.
“Siempre tenemos que ver dónde está la creatividad, de parte de quién”, enfatiza Cervieri. Y aclara: “El creador de un libro es quien lo escribe, no la imprenta que lo imprime. Si la inteligencia artificial simplemente me reproduce algo que ya existe, no hay originalidad ni obra nueva”.
A nivel internacional, la discusión está en pleno desarrollo. La Oficina de Copyright de Estados Unidos, por ejemplo, ha determinado que las obras generadas enteramente por IA no pueden registrarse. Sin embargo, si existe una participación humana sustancial —como brindar instrucciones creativas o editar el contenido final—, entonces sí podrían recibir protección.
Más allá de estas definiciones legales, Cervieri valora el aporte que la tecnología puede hacer al proceso creativo. “La inteligencia artificial ha ayudado mucho a los creadores de contenido. Como todo, depende de cómo se utilicen las cosas, pero creo que ha permitido evitar muchos costos y facilitar la producción de obras”, sostiene.
Aun así, considera necesario avanzar hacia una regulación que establezca límites claros. “La tecnología evoluciona, y el derecho de autor debe evolucionar con ella. El punto clave es conservar el valor humano dentro del proceso creativo”, resume la abogada.
Y concluye con una frase que, según ella, resume el espíritu de este tiempo de cambios: “La inteligencia artificial puede componer, pero solo el ser humano puede conmover”.