En Uruguay cada vez hay más personas que tocan instrumentos musicales. Esto se debe a que hoy son más accesibles -como en otros productos existe una “invasión china”- y a que cada vez son mayores las posibilidades para aprender a tocarlos, junto con una industria del espectáculo que sabe muy bien cómo explotar los medios audiovisuales para llegar a un público cada vez mayor. Todos estos músicos, ya sean principiantes o avezados, se cruzarán alguna vez -o deberían hacerlo- con un lutier.
La respuesta de por qué es importante contar con un servicio de lutería es la misma para músicos profesionales y amateurs: la durabilidad y el rendimiento óptimo de los instrumentos dependen de ello. Un bajo o una guitarra, por ejemplo, tienen su propia “personalidad”. Por eso, como ocurre con las relaciones humanas, no todos los músicos y los instrumentos “congenian”. Además, estos últimos necesitan de un mantenimiento que, en cierta medida (la limpieza, por ejemplo), puede hacer su propietario. Pero hay cosas que es conveniente que las realice un profesional. Y que van desde el mantenimiento y el calibrado hasta la sustitución de componentes.
El término lutier (del francés luthier) significa constructor de instrumentos de cuerda. De ahí el nombre Les Luthiers, porque el grupo humorístico argentino comenzó fabricando sus propios instrumentos musicales, muchos de ellos disparatados, en consonancia con sus puestas en escena. Pero con el tiempo, el término se popularizó para referirse a los técnicos que ajustan o reparan cualquier tipo de instrumento de cuerda frotada y pulsada, lo cual incluye desde violonchelos y violines hasta bajos y guitarras.
En Montevideo uno de los lutieres más requeridos es Carlos Carabajal, quien ha trabajado con artistas como Nicolás Ibarburu, Carlos Quintana, Leo Carbajal, Checo Anselmi, Chacho Ramos, Jaime Roos y Larbanois & Carrero. Como la mayoría de los que se dedican a este oficio artesanal, Carabajal es músico: toca el bajo y la guitarra en varias bandas.
“Imaginate si le llevás el auto al mecánico y él no sabe manejar. El lutier tiene que entender al músico. No quiere decir que no se pueda hacer este trabajo sin saber tocar un instrumento, pero eso te condiciona. Yo puedo arreglar o setear una guitarra de determinada manera, pero no le puedo decir a la persona que tiene que tocar de tal manera. Cada uno tiene su forma de tocar. Entonces, se trata de ajustarse a lo que el cliente hace, a su sonido, a sus preferencias”, explica a Domingo.
Carabajal estudió primero ingeniería electrónica, hasta que se pasó a la Escuela Universitaria de Música. Luego tuvo que comenzar a trabajar, lo cual hizo (entre 1997 y 2003) en una empresa que nada tenía que ver con su profesión actual. Pero más adelante tuvo la chance de reencontrarse con su pasión al ingresar a la tienda Coutinho Music, donde estuvo durante cinco años a cargo de las reparaciones y garantías de los instrumentos. Aprendió el oficio de José Luis Coutinho, una persona muy apreciada -y recordada- en el ambiente musical, quien fue técnico del Palacio de la Música y de la desaparecida casa Musical Miranda, hasta que abrió su propio emprendimiento de venta de instrumentos. Coutinho Music todavía funciona en la calle San José 1138, atendido por sus exempleados.
Fue precisamente Coutinho quien lo motivó a independizarse, dándole -según sus propias palabras- “una buena mano” en sus comienzos, cuando le derivaba a los clientes que precisaban calibrar o reparar sus bajos y guitarras. Desde hace unos años, Carabajal tiene su taller en Yaguarón 1494, donde trabaja con la asistencia de su esposa.
Construir desde cero
En general, el lutier profesional hace desde el mantenimiento hasta adaptaciones y mejoras de instrumentos de acuerdo a las preferencias del cliente. Pero algunos, muy pocos en Uruguay, también construyen bajos y guitarras “a medida”. Este es el caso de Carabajal. Para ello, cuenta con una máquina fresadora CNC (Computer Numerical Control) que compró en el exterior.
Al crear instrumentos musicales, el mecanizado CNC tiene muchas ventajas sobre otras formas de fabricación. Es rápido y dimensionalmente preciso y se puede utilizar para crear una variedad de formas, incluidas las de instrumentos clásicos de alta calidad como pueden ser los modelos de guitarras Stratocaster, Telecaster o Les Paul (por mencionar tres de los más famosos), inventados los dos primeros por la empresa Fender y el último por Gibson.
“Desgraciadamente, al ser un país chico, no hay prácticamente nada de fabricación local. Yo hace unos años adquirí esa máquina y me tuve que especializar para aprender a dibujar en un software. Estoy desarrollando todo lo que es la fabricación. La pandemia nos pegó fuerte y se hizo más rentable construir una guitarra en Argentina, donde hay muy buenos lutieres, pero ahora se está equiparando el cambio con el vecino país y espero que eso permita avanzar acá. Incluso estaría bueno hacer instrumentos para exportar”, anota. En cuanto al resto de los componentes (clavijas, micrófonos, electrónica, etcétera), Carabajal dice que es muy difícil hallarlos en Uruguay y que por eso casi todo se trae del exterior. Esto lo pueden hacer los propios músicos utilizando las franquicias para las compras por correo, o él mismo -por mayores volúmenes y montos de compra- mediante importaciones. Su principal proveedor es Stewart MacDonald (Stew Mac), una empresa estadounidense fundada en 1968.
Desde el corazón del instrumento
Martín Berloto también repara, calibra y modifica instrumentos, aunque en el ambiente musical es una referencia en lo que tiene que ver con la electrónica analógica; es decir, con los circuitos que no se ven de una guitarra o un bajo pero que son fundamentales para el sonido.
Siendo guitarrista desde los 17 años, Berloto se recibió de técnico perito en electrónica pocos años después. Desde entonces comenzó a conectar ambas actividades y a modificar sus propios instrumentos y equipos. Pasado el tiempo se dedicó a estudiar y a aprender el oficio de técnico de instrumentos, sobre el cual, en aquel entonces, se sabía poco y nada, a la vez que paralelamente se fue vinculando a la experiencia de ser técnico en sonido, trabajando en material de su banda y posteriormente -ya de manera profesional- como asistente de dos reconocidos estudios de grabación del medio local. Esta experiencia lo ayudó a entender conceptos fundamentales del audio en general.
“Mi viejo trabajó en Canal 12 y después puso por su cuenta un taller de electrónica doméstica. Él también estudió; reparaba televisores, videocámaras y otras cosas. Y siempre me insistía en que viera lo que hacía, por lo que a los 13 o 14 años empecé a trabajar con él, tipo part-time, porque yo estaba estudiando. Mi padre me daba lo que tenía que ver con audio, reparación de minicomponentes, cambio de ópticos de los CDs y arreglo de caseteros, mientras él hacía la parte de televisión y video”, recuerda Berloto a Domingo. Y agrega: “Ahí fue que empecé a incorporar el tema audio, algo que siempre me encantó. Y, después, cuando empecé a tocar guitarra, enseguida me quise hacer un amplificador. El primero que tuve me lo hice yo cuando estaba en tercero de Electrónica”.
Actualmente, lo único que no hace es pintar y pulir instrumentos, porque dice que es complejo hacerlo bien y no le interesa. Tampoco repara pedaleras o interfaces digitales, lo cual sabe hacer, pero tampoco le parece interesante. “Me gusta mucho la electrónica analógica y lo macro, los equipos y las válvulas”, aclara el músico.
Berloto también es autor de varios cursos técnicos, los cuales pueden adquirirse en electronicaparamusicos.com. “Siempre he tenido por la docencia y la comunicación una gran inquietud, de la cual ha nacido mi interés por generar contenidos tanto para el canal de YouTube como para el blog EPM, cuyos artículos han sido y son de interés para todos los miembros de una comunidad que ha venido creciendo exponencialmente”, destaca.
Trabajar en el interior
Sabido es que en el interior del país a veces es más difícil acceder a algunos servicios, aunque es posible encontrar buenos técnicos de instrumentos. Uno de ellos es Ramiro Vignoli, quien tiene su taller en Florida y es docente de Secundaria.
“Soy músico desde chico; cuando abrió la Escuela de Música de Florida, en los 90, fui el primero en ingresar. Me anotó mi madre de casualidad. Después hice mi propia banda de rock (Nitrica, con una propuesta de grunge metal), con la que toqué durante 20 años por todos lados, por todo el Uruguay”, comenta Vignoli a Domingo.
El dueño del Taller de Guitarras Vignoli tiene la convicción inquebrantable de que nadie puede trabajar bien en algo si no lo ama de verdad. Y de que ello se refleja en el resultado final. Por eso, desde su punto de vista, un técnico de guitarras debería siempre ser músico.
“Amo mi trabajo como profesor y brindar enseñanza, pero, sobre todo, crear un vínculo con aquellas personas a quienes me ha tocado llegar a su vida. Siempre miro lo humano y este aspecto no está apartado de mi tarea como músico y técnico en guitarras. Todo instrumento lleva una carga sentimental indisoluble con su dueño, y ello es sagrado. Debe respetarse y cuidarse al máximo, sin importar la marca o el precio del mismo”, destaca.
El guitarrista dio clases en el Palacio de la Música de Florida (hoy es su técnico de apoyo) y también se formó con cursos de Guitar Tech, uno de los cuales está terminando ahora en línea con la afamada marca estadounidense Martin, lo que le permite tener un taller al que acuden músicos de todo el país. Uno de ellos es Matías Valdez, a quien conoce “desde que no era nadie”, cuando el intérprete de Contigo le llevó una guitarra partida para reparar. “Con su bajista y socio, Marco (Burguez), también hicimos una amistad bárbara. En los shows grandes que hacen estoy ahí con ellos”, anota.
Pero, además, Vignoli tiene un costado solidario poco frecuente: recibe donaciones de guitarras que él repara y luego dona a escuelas y liceos. “Cuando hay alumnos que verdaderamente tienen talento, los impulsás y les prestás instrumentos. Pero también regalo guitarras, que reparo a mi costo y las dono a algún centro educativo o social para que les saquen sus frutos. Hemos donados a tres escuelas, a un centro de recuperación de niños con discapacidad, y ahora mandé a una UTU de Lavalleja y a Salto. También a Paysandú”, describe.
Aunque las redes y los avisos clasificados en línea son lo primero que alguien consulta cuando precisa un servicio, el buen boca a boca sigue siendo el mejor marketing del técnico de instrumentos musicales. Porque, al fin y al cabo, no hay mejor publicidad que un cliente satisfecho.
Y el lutier sabe que ganarse la confianza del cliente puede significar contar con él durante mucho tiempo, ya que, por lo general, quien abraza la música con pasión no la suelta jamás.
De insumos, ser zurdo y amar la Telecaster
Matías Leyera es un conocido guitarrista del medio, propietario de Mota Taller de Guitarras, que se encuentra en Ciudad de la Costa, aunque tiene muchos clientes de Montevideo y otros departamentos. Trabaja con músicos conocidos como Christian Cary, Eduardo Larbanois, Juan Campodónico, Pablo Traberzo y Cumbia Club. Y con las marcas más renombradas: Fender, Gibson, Ibanez y Epiphone, entre otras.
Leyera coincide en cuanto a que los insumos de lutería son difíciles de hallar en Uruguay. “Pasa hasta con las cuerdas, que es lo más básico. A veces querés conseguir (calibre) 0.12 y no hay en plaza. Yo estoy trayendo de afuera, compro un pack de 25, porque no doy abasto. Son muchas las cosas que traigo de afuera, sobre todo por el tema de las calidades”, comenta Leyera a Domingo. Y agrega: “De repente, estás laburando un instrumento que vale más de US$ 2.000, que lo venden acá en las tiendas, pero el repuesto que traen es chino y no está a la altura en calidad. Entonces, muchos insumos los termino comprando afuera. Pasa, por ejemplo, con los potenciómetros (dispositivos electrónicos de volumen y tono) y con los jacks, que son componentes esenciales para establecer una conexión sólida y confiable entre la guitarra y el amplificador o el sistema de sonido. A una Fender no le podés poner un jack chino”.
Al igual que algunos músicos famosos como Paul McCartney y Jimi Hendrix, Leyera es zurdo. Aunque esto parezca un dato baladí, en el mundo de los instrumentos no lo es: durante mucho tiempo fue muy difícil conseguir bajos y guitarras para músicos que no fueran diestros, lo que ha llevado a que algunas personas aprendieran a tocar con el instrumento al revés. Hoy sigue siendo difícil conseguirlos, incluso en el exterior. Pero él logró sacarle provecho a esta “desventaja”.
“Mi viejo estudiaba guitarra clásica y nos acercó a mi hermano y a mí al instrumento. Pero mi hermano era diestro y había una guitarra sola en la casa, por lo que empecé a ‘meterle mano’ desde muy chico. Arranqué a estudiar a los 8 años y personalmente tenía que darle vuelta las cuerdas todas las semanas para poder tocar”, recuerda y se ríe.
Luego fue a aprender Lutería a la Escuela de Artes y Artesanías Pedro Figari de la UTU. Pero allí enseñaban a construir guitarras españolas, y su interés se centraba en las eléctricas, por lo que cursó solamente un año. “Lo mío fue más bien investigación pura. Como es difícil conseguir acá instrumentos para zurdos, siempre tuve que andar inventando, sacando micrófonos de una viola, consiguiendo cosas. Yo soy del 85, no crecí con YouTube ni con las redes. Cuando apareció Google como una herramienta utilizable con un montón de información, lo aproveché muchísimo. En un momento me dedicaba bastante a descargar libros. Ahora hay foros y videos en línea”, anota.
Además de sus clientes particulares, Leyera trabaja para las academias de Christian Cary (La Tiple Nelson) y Eko Music, así como para algunos estudios de grabación. Y tiene un proyecto propio: el de fabricar guitarras Telecaster (el primer modelo de guitarra eléctrica producido en serie por Leo Fender en la década de 1950 que se mantiene como uno de los preferidos por los músicos) con los mejores componentes que encuentra tanto en el mercado local como en el extranjero.
“Siempre trato de no demorar los instrumentos que me traen, no quiero prometer trabajos si no los puedo hacer en tiempo y forma. Como músico eso también me parece muy importante, porque tuve malas experiencias de chico, cuando sentía que si no eras ‘famoso’ no te laburaban rápido la viola”, concluye.