"Aquí vivió feliz”. Tres palabras que anticipan lo que espera tras cruzar la puerta de Lascano 2257, en el barrio porteño de La Paternal. Las fotografías de Diego Armando Maradona junto a sus padres, Don Diego y Doña Tota, sus siete hermanos y sus amigos llenan cada rincón de la que fue su primera casa propia. En todas aparece sonriente, incluso en imágenes espontáneas e íntimas, como una en la bañera o en la ducha. Allí se celebraron cumpleaños, almuerzos y victorias.

A los 18 años, Diego firmó su primer contrato con Argentinos Juniors. Según la leyenda, el entonces presidente del club, Próspero Cónsoli, le dijo a la joven estrella: “Te voy a dar la casa para tu mamá”.

En el primer piso, Diego tenía su propio dormitorio, mientras que sus padres y hermanos —Ana María, Rita (Kity), Elsa (Lili), María Rosa (Mary), Hugo (Lalo), Raúl (el Turco) y Claudia (Cali), la menor— se instalaron en la planta baja, tras mudarse de Villa Fiorito y hacer un breve paso por Villa del Parque. La casa también tenía un parrillero en la azotea —como tantas familias argentinas— y un patio interno donde jugaban al ping-pong. Era el comienzo de un sueño.

María Orfila

En 2016, al cumplirse 40 años del debut de Diego en Primera División, la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires colocó una placa en reconocimiento a su trayectoria y al esfuerzo realizado para recuperar su hogar de la infancia, que abrió sus puertas a la comunidad por primera vez. Hoy es uno de los lugares más visitados de Buenos Aires.

Entrar en “La Casa de D10S” es viajar en el tiempo. Papel tapiz floreado, televisores de tubo, alacenas revestidas de fórmica amarilla… Muchas piezas son originales, mientras que otras fueron recreadas con gran detalle, ya que Diego obsequió varios muebles a sus vecinos.

María Orfila

Los actuales propietarios, Alberto Pérez y Rosa Dursi, llevaron a cabo una meticulosa reconstrucción basada en fotografías y documentos de la época para preservar la esencia del hogar. Por ejemplo, en el dormitorio de Diego se ven botines tirados y ropa colgada en el ropero, como si hubiera dormido allí la noche anterior. Grandes fotografías muestran la ropa de cama, las prendas de vestir y los discos de vinilo, replicando fielmente lo que se ve desde la puerta. Un detalle del cuarto: tenía una ventana que da hacia el pasillo. Se dice que el futbolista solía saltar por allí para dirigirse al baño de la azotea y evitar tomar las escaleras.

María Orfila

En total, más de 3.000 reliquias están expuestas en La Casa de D10S, en una cuidada puesta en escena que fusiona la pasión futbolera con la vida cotidiana de Diego. Entre los objetos exhibidos hay recuerdos personales y familiares —desde el souvenir de su casamiento con Claudia Villafañe hasta afeitadoras y peines—, recortes de prensa, antiguas publicidades, camisetas, bicicletas, piezas autografiadas, reproducciones de los trofeos que conquistó y obras artísticas.

Sobre la calle Lascano, dos autos —un Fiat 125 y un Ford Taunus Coupé— recrean la imagen tantas veces vista de Diego posando con ellos.

Al cruzar el zaguán, en el recibidor de la casa, una estatua de tamaño real da la bienvenida. La obra, realizada en resina y fibra de vidrio por el escultor Jorge Martínez, está pintada en dorado y luce una camiseta dividida entre sus orígenes en Argentinos Juniors y su consagración como campeón del mundo en 1986.

La serie de Amazon Maradona: Sueño Bendito (2021) filmó varias escenas en este domicilio. Se dice que un visitante del museo llegó a ofrecer un millón de dólares por la casa, que aún conserva los toldos de chapa originales del patio, activados manualmente. Pero Pérez rechazó la oferta. Para él, no hay precio que compita con la mística de ser el dueño del lugar donde, según se afirma y muestra, Diego fue feliz.

María Orfila

En la azotea se conserva parte del lavadero original. Junto a él, donde antes había un depósito, hoy hay un santuario donde fieles y fanáticos rinden homenaje de forma permanente, dejando ofrendas como camisetas, estampitas y dibujos. Paredes y techo están cubiertos de mensajes de amor y admiración.

A pocos pasos está el parrillero, donde se puede disfrutar de un asado argentino, una experiencia que se puede reservar en Civitatis por unos US$ 70 (solo la entrada ronda los US$ 15 y puede reservarse el horario de ingreso en la misma plataforma). Un cartel lo señala como “el reducto de Don Diego”. Alrededor, varios murales lo retratan en distintas etapas: como jugador de Argentinos Juniors con la leyenda “Yo juego para vos, mamá”, en una icónica fotografía junto a su madre y en el famoso momento televisivo donde su hermano, el Turco, lo definió como “marciano”.

María Orfila

La proximidad de la casa con la cancha de Argentinos Juniors permite recorrer la llamada “Ruta de D10S”, un itinerario que recrea el camino que Diego solía hacer desde su hogar hasta el histórico estadio. En sus alrededores, murales y un museo completan el homenaje a su legado.

Desde las fotos familiares en el living hasta los botines en su habitación, cada rincón de la casa conserva la esencia de aquel joven que soñaba con conquistar el mundo a fuerza de gambetas. Aquí, en este hogar de paredes sencillas y afectos profundos, Maradona no era un ídolo, sino un hijo, un hermano, un pibe feliz. Quizás por eso, quienes cruzan su puerta no solo visitan un museo: sienten, por un instante, que Diego nunca se fue.