Nombres
Fundó el partido “nacional-bolchevique” ruso que fue ilegalizado, combatió en los Balcanes, fue pordiosero en Nueva York, bohemio en París, novelista, poeta, activista político, enemigo de Vladimir Putin.
Es un provocador nato. Con sus aseveraciones más polémicas se podría construir el manual de lo políticamente incorrecto. Acusado de fascista, anarquista, misógino (aunque él se reconoce como admirador del feminismo), es un hombre al que caben muchas etiquetas y siempre puede sorprender con una más.
Eduard Limónov (76) es escritor, pero también dirigente político y agitador profesional. Un ruso nacido en el apogeo de la Unión Soviética que años más tarde fundó el Partido Nacional Bolchevique, ilegalizado poco después. Fue un poeta maldito en París, un indigente en Nueva York, un combatiente en los Balcanes y por la independencia de Abjasia. Su vida fue narrada en una memorable biografía novelada por el escritor francés Emmanuel Carrére, que se valió de esta novela para probar su tesis de que la vida es más poderosa que la ficción.
Las memorias de Limónov acaban de ser publicadas en castellano y ofrecen la posibilidad de conocer a uno de los intelectuales más provocativos e interesantes de Rusia. Sus afirmaciones chirrían por todos los costados, pero a menudo ponen el dedo en las llagas occidentales y, tal vez por ello, señuelos para la reflexión.
Un ruso atípico
Su verdadero nombre es Eduard Veniaminovich Savenko y nació en Dzerzhinsk el 22 de febrero de 1943. Se trata de una ciudad industrial que se levantó a orillas del río Oká, muy próxima a Nizhny Nóvgorod, que durante la era soviética llevara el nombre del escritor Máximo Gorki. Su padre era un oficial de la temible NKVD, la policía secreta soviética antecesora del legendario KGB, el servicio secreto soviético.
Durante su niñez, sus padres se mudaron a la ciudad de Jákov, ubicada en la actual Ucrania, donde Limónov terminó de criarse. Más adelante, en sus inicios en la carrera de escritor Limónov describiría esta etapa de su vida en la novela Autorretrato de un bandido en su adolescencia.
A los 24 años se fue a vivir con su pareja, la pintora expresionista Anna Moiséyevna Rubinstein a Moscú. Residiría en la capital hasta que por fin abandonara el país. Por entonces, Limónov era un poeta en ciernes, comenzaba a ser conocido en los círculos artísticos y, sobre todo, en el underground.
Poco después, en 1974, emigra a Nueva York junto a la poeta Yelena Shchápova, con la que estaba oficialmente casado. Una vez en la ciudad estadounidense Limónov se gana la vida como puede, al tiempo que comienza a escribir la que sería su primera novela, "Soy yo, Edichka" (diminutivo de su nombre Eduard). Una obra provocativa y de claro sesgo autobiográfico, donde narra su experiencia homosexual y que se publica por primera vez en Francia con el título "Le poéte russe préfére les grands négres" (o "El poeta ruso prefiere a los negros grandes”). En su etapa neoyorkina Limónov escribe otras dos novelas, "Historia de su servidor" y "Diario de un fracasado".
En 1982, se muda a París con la modelo, cantante y escritora Natalia Medvédeva, con la que se casaría al año siguiente. Su matrimonio duraría poco más de una década, en tanto el nombre del ruso comenzaría a hacerse célebre en los círculos parisinos gracias a sus novelas. Limónov se convierte en un colaborador regular del periódico comunista L’Humanité y también del nacionalista Le Choc du mois, así como en L’Idiot International, con lo que comienza a ganar cierta fama como “fascista comunista”. Es el origen de su ideología “nacional bolchevique”.
En 1991, con la caída de la Unión Soviética, Limónov regresa a Rusia resuelto a dedicarse de lleno a la política. Funda un periódico propio que lleva su nombre, Limonka, y se convierte en el vocero del nacional-bolchevismo, la corriente de la que se convertirá en líder.
Los postulados del minúsculo Partido Nacional Bolchevique resultan tan polémicos como su líder. Declara entre sus objetivos el de construir un estado de mayor justicia social sobre todo para los eslavos y aboga por crear un gran imperio que abarque a toda Europa y Rusia, así como el noroeste de Asia (la Siberia) con claro dominio ruso.
El partido de Limónov fue, desde sus orígenes, un duro crítico del ahora presidente Vladimir Putin.
La década de 1990 fue explosiva en los Balcanes y encontró a Limónov respaldando activamente a los serbios de Bosnia en las guerras yugoslavas que se desataron con el colapso soviético. El escritor ruso llegó a convertirse en combatiente y participó en una patrulla de francotiradores. Al respecto, la BBC exhibió en su momento un video en el que se ve a Limónov tanto junto al líder Rdovan Kradzic, luego acusado de crímenes de guerra y genocidio, así como del ruso disparando con un rifle desde un tanque en marcha hacia Sarajevo, la capital bosnia.
Pero son las ideas de Limónov, su visión del mundo, y los líderes en los que se ha fijado como referentes los que hacen de este ruso atípico un eterno provocador. Es admirador de Stalin, de Bakunin, y del escritor japonés Yukio Mishima. Uno de sus aliados más notorios y activos ha sido Alain de Benoist, ideólogo de la Nueva Derecha.
Su periódico ha sido a lo largo de estos años objeto de numerosas demandas, su partido político fue ilegalizado en 2007, los activistas que lo han seguido fueron encarcelados y en algunos casos condenados a largos años de prisión.
Las oscilaciones políticas de Limónov lo han llevado de izquierda a derecha con frecuencia. Desde los 2000, Limónov comenzó a recorrer un camino más liberal, se convirtió en un activista contra la xenofobia y el antisemitismo y apoyó abiertamente a Garri Kaspárov, el maestro ajedrecista que se volcó a la política y es un activo opositor a Putin, defensor de los derechos humanos y la democracia.
Un viejo recluso
En 2000, Limónov fue a prisión acusado de terrorismo, el fiscal pedía 15 años de cárcel. Limónov tenía 58 años y estaba convencido de que iba a morir en prisión. Y comienza a escribir sin parar aquellas páginas inconexas que serían sus memorias.
En la reciente publicación de El libro de las aguas (que alude a las aguas entre las que vivió: el Mediterráneo francés, el Mar Negro abajasio, el Pacífico de Los Angeles, entre otros), Lemónov recordaba las condiciones en que nació el libro.
“Hace falta recordar el lugar y la condición en la que fue escrito este libro: en la cárcel de los enemigos del Estado de Lefortovo. El fiscal pedía 15 años para mí y yo pensaba que estas páginas tal vez serían mi última aportación artística. Tenía 58, 59 años, y pensaba que tal vez no sobreviviría a un periodo de cárcel tan largo. Para mí, fue como un testimonio”, recordaba Limónov en una entrevista.
Más tarde fue trasladado a la prisión de Saratóv, donde luego de un año de juicio recibió una condena por cuatro años, de los que cumplió dos antes de salir por buena conducta.
“No he retrocedido ni un milímetro, mis ideas siguen siendo las mismas y por supuesto que seguiré dedicándome a la política”, declaró Limónov apenas quedó en libertad.
Fascista rojo, provocador, agitador profesional, hombre de ideas y de acción, Limónov no parece resignarse a una sola etiqueta y a menudo rechaza cualquiera de las mencionadas. “No soy un provocador, digo lo que pienso”, refuta sin más. Un radical librepensador que, ya cerca de las ocho décadas, todavía tiene mucha tela por cortar.
Limónov en estado químicamente puro
“Mi aparición en la literatura fue más bien azarosa”, dice Eduard Limónov. “Pero era lo único que me ofrecía la situación en la que crecí y en la que me hice consciente de mí mismo. Otros oficios extremos me eran inalcanzables: uno no podía convertirse entonces en una estrella de rock. Tampoco había posibilidad de dedicarse a la política, así que me desempeñé en la literatura”, comenta.
“Europa la palmó hace mucho. Ya no es la misma. Está agotada”, opina. “Rusia es también víctima del agotamiento. Porque somos más Europa que Europa. Siempre digo a mis amigos rusos: ‘Son la nación europea más grande. Pero siempre hemos estado ahí, al norte, un arrabal intelectual. Aunque sigue siendo la misma civilización, no hay diferencias importantes . “Hay una línea 'criminal' en la literatura francesa -François Villon, Jean Genet, las canciones de Edith Piaf- que es muy importante. Y por eso les gusta tanto el personaje de Limónov. Porque ese gamberrismo en la literatura está prohibido ahí desde hace tieempo. Está en su naturaleza, les gustan las canciones delictivas, pero ahora viven dentro de un orden que no les permite hacerlo. Pero en Limónov vieron lo que ellos tienen proscrito, porque ya dejaron de generar sus propios 'gamberros'”.