COMPORTAMIENTO
¿Qué tener en cuenta para generar vínculos después de los 60 años? ¿Cómo se construye una nueva relación?
Cuando Julio se jubiló a los 65 años decidió que tenía que hacer algo para ocupar el tiempo. Había empezado a trabajar a los 16 y nunca había parado. Trabajó como mozo, como ascensorista, como repartidor y como funcionario del puerto de Montevideo. Encontrarse con que de pronto tenía demasiado tiempo libre lo hizo saber rápidamente que necesitaba buscar alguna actividad para ocupar sus días. Lo primero que hizo fue ponerse un taller de esculturas en el fondo de su casa. Pero eso era una actividad solitaria. Así que, a comienzos del año siguiente, decidió anotarse a un taller de escritura. Iba una vez por semana, todos los lunes a la mañana. Además de que siempre había sido un gran lector y de que escribir era otra de sus pasiones, en el taller se encontró con personas que compartían la misma curiosidad y necesidad de expresión.
Durante un año Julio y sus compañeros escribieron textos sobre su vida, compartieron recuerdos y vivencias, se conocieron, se hicieron amigos, fueron al teatro, se prestaron libros, compartieron ideas y formas. Todos, decían, habían llegado allí para encontrar una manera de pasar el tiempo, de conocer gente nueva y de poder expresarse.
De acuerdo al censo de 2011, el 19 por ciento de la población uruguaya tiene más de 60 años. Esa es, justamente, la edad mínima para jubilarse en Uruguay. También es el momento (un poco antes, un poco después) en el que algunas cuestiones empiezan a rondar en la cabeza: ¿qué hacer cuando ya no haya más horarios? ¿cómo sobrevivir sin la rutina del trabajo diario? ¿cómo mantenerse activos? ¿cómo conocer gente nueva y generar vínculos igual de intensos que en otras etapas de la vida? ¿qué entra en juego al momento de encontrar a una nueva pareja?
“Los cambios en la expectativa de vida y en los hábitos sociales han vuelto difícil ponerle nombre a los rangos etáreos”, sostiene Pedro Horvat, médico psiquiatra y psicoanalista argentino consultado por Revista Domingo. “Así, por ejemplo, hoy no es sencillo precisar cuándo termina la adolescencia, cuál es el límite entre un adulto y un adulto mayor o qué define a un anciano como tal”.
En este sentido, no es lo mismo una persona de 60 años en la actualidad que hace diez o quince años. Las formas de entender, vivir y autopercibir la etapa de la jubilación han cambiado.
“Existe una etapa de la vida, sin nombre aún, que comienza alrededor de los 60 años y se extiende tal vez hasta los 80, que excede los límites de anteriores clasificaciones. Se trata de personas activas, independientes, que prefieren trabajar, y -si pueden- consumen y viajan. En general han perdido a sus padres, ya no viven con sus hijos y son cuidadosos con su salud. Muchos enviudaron o se separaron, muchos buscan nuevas parejas”, agrega el psiquiatra.
Desde la experiencia
Los vínculos son fundamentales en cualquier etapa de la vida: nos definen, nos ayudan a entendernos y a entender, nos posicionan desde determinados lugares ante el mundo. Son, también, una construcción.
“Existen muchas formas de generar vínculos en esta etapa, ya que son variadas las propuestas de socialización para mayores de 65 años. No solo se pueden reforzar amistades de la juventud, también es un momento para generar nuevas. Va a depender de la modalidad de cada uno (...) La sociabilidad es una habilidad que algunos tienen más desarrollada que otros y les será natural generar amistades casi en cualquier ámbito. Hay quienes para su práctica requieren de un espacio con características más estructuradas, como las de un trabajo: una rutina, roles y tareas asignadas, jerarquías, etc. Lo importante es saber de qué modo uno logra desplegar su capacidad de generar vínculos para encontrar el espacio adecuado”, sostiene el doctor Santiago Cedrés, presidente de la Academia Internacional de Sexología Médica.
Como Julio y su taller de escritura, las opciones para generar nuevos vínculos, relaciones y amistades en esa etapa de la vida en la que en general se terminan las rutinas, son muchas. La clave parece estar en encontrar una actividad de la que se disfrute y además brinde la opción de compartir.
“Poder realizar actividades grupales tiene el plus de los vínculos positivos que podemos crear, tan necesarios para todos. La soledad es una problemática que en la actualidad afecta a todas las edades”, dice la psicóloga Mariana Álvez. “Si bien se ha investigado mucho acerca de la soledad en los adultos mayores nadie está exento y poder encontrar espacios donde conozcamos nuevas personas y se nos brinde la oportunidad de forjar nuevas amistades, es crear un espacio de felicidad profunda”, agrega Álvez.
Encontrar a una nueva pareja es, en estos casos, un desafío que pone en juego nuevas reglas que en etapas anteriores de la vida quizás no se cuestionaban ni estaban presentes.
“La pareja joven tiene en su constitución un proyecto fundacional. Crearán una familia, un mundo y una cultura propia. En la etapa que analizamos hoy, en cambio, no se busca crear sino compartir. Son dos que ya han vivido, gozado y sufrido; ambos cargan con algunos duelos inconclusos que los volvieron prudentes. Llegan a la pareja con sus experiencias personales y un mundo propio de relaciones, hijos y actividades que condicionarán el espacio disponible para el otro. Este será entonces su desafío; encontrar esa franja entre el deseo y la realidad de cada uno que delimite el mundo a compartir”, explica Horvat.
Aunque las experiencias anteriores siempre cuentan y sirven para construir una nueva relación, hay algunas premisas a tener en cuenta. Una de ellas es nunca comparar a la nueva pareja con las anteriores. Otra es que, en este momento de la vida, el tiempo es más valioso que nunca y, por lo tanto, la posibilidad de tener una pareja atravesada por los conflictos debería estar reducida, en lo posible, a cero. “Este vínculo es algo nuevo, limitado e imperfecto pero que a la vez puede ser enormemente vital y poderoso. Necesitará de todo lo que hayan aprendido para lograr la amalgama entre compañerismo e intimidad compartida”, agrega el psiquiatra.
La sexualidad en tanto, es igual de importante que en cualquier otro momento de la vida. “La actividad sexual es una práctica que es recomendable mantener y enriquecer a lo largo de la vida. Ayuda a conocernos, escucharnos, reforzando el autoestima”, explica Cedrés, sexólogo.
En este sentido, hay algunas cuestiones propias de la edad a tener en cuenta. “La sexualidad presenta nuevos cambios. Luego de los 65 años la excitación es menor en ambos sexos. La lubricación en la mujer baja, la piel de las paredes de la vagina se afinan, por consiguiente es necesario lubricación extra para evitar el dolor en caso de haber actividad coital. A su vez el varón consigue erecciones menos firmes y el orgasmo en ambos no siempre es necesario. En cuanto a frecuencia y el placer de la experiencia dependerá de cada uno, ya que eso no es afectado por la edad. Un dato importante es que en buenos vínculos el placer sexual aumenta”.
Se trata, en definitiva, de acompañarse en una etapa de la vida en la que todo puede ser tan conocido como nuevo.
Un tabú que empieza a romperse
“Es indudable que el paso del tiempo produce cambios en la vida sexual. Pudores, cambios hormonales, pérdida de vigor físico y el cuerpo que ya no es lo que era, influyen en este cambio. Aún así, en medio de estas transformaciones, el erotismo juega un rol fundamental. Sus expresiones comprenden todas aquellas manifestaciones de contacto corporal y amoroso que podrán o no, según se quiera y se pueda, incluir a la genitalidad. Cada pareja deberá buscar la forma de construir esta intimidad compartida”, dice Pedro Horvat, médico psiquiatra y psicoanalista.
En un contexto en el que la expectativa de vida es cada vez más larga y en el que tener más de 60 años no definen a la persona en una categoría etaria y social rígida, también se está dando un cambio respecto a la concepción de la sexualidad en la adultez.
“En general hay menos tabú en relación a la temática de la sexualidad. Se está hablando más del tema y eso es sumamente favorable. Hablar sobre el sentir sexual implica conocerse, conocer al otro, hecho que ayuda enormemente a profundizar en los vínculos”, sostiene Santiago Cedrés, sexólogo.