Nombres del Domingo
Le dicen Toto y es el hijo del actor Rafael Ferro. Nunca actuó y fue a un casting sin saber el guion. Hoy protagoniza el film de Luis Ortega.
Se llama Lorenzo pero le dicen Toto. Como si Lorenzo fuera un nombre demasiado estructurado, demasiado formal, demasiado adulto, le dicen Toto. Toto, que lo acerca a lo tierno, a lo puro, a lo inocente. Como si fuese dos extremos, como si fuese una contradicción en sí mismo, Lorenzo "Toto" Ferro tiene 19 años y es una expresión clara de la libertad que todavía no terminó de madurar, de una adolescencia en su clímax, de un niño que empieza a ser adulto, de una cara de inocencia que se emborracha con sus amigos.
Ahora, también, es la cara ficcionalizada de Carlos Robledo Puch, uno de los mayores asesinos de la historia de la Argentina y el que lleva más tiempo tras las rejas: está preso desde 1972, cuando a los 20 años fue condenado por diez homicidios calificados, un homicidio simple, una tentativa de homicidio, diecisiete robos, cómplice de una violación, y de una tentativa de violación, un abuso deshonesto, dos raptos y dos hurtos. Hoy tiene 66 años y lleva 46 en prisión.
La película El Ángel, de Luis Ortega, que ficcionaliza su vida, se estrenó en Argentina y Uruguay el jueves 9, aunque ya se había presentado en el festival de Cannes. Allí, Ortega creó un personaje que se basa en la historia de Carlitos, el ángel de la muerte, como lo conocían en la época, a raíz del libro El Ángel Negro, del periodista Rodolfo Palacios.
Es una creación, dijo el director, porque se tomó la libertad de crear al Carlitos que él quiso, agregándole aspectos y características al Robledo Puch real, preso en la cárcel de Sierra Chica. Y Lorenzo tiene todo (tuvo todo) para interpretar a este niño asesino que mata y roba, no por maldad ni por necesidad, sino por un deseo de infrenable libertad, por convicción y hasta por ideales. "Yo soy ladrón de nacimiento, no creo en esto es tuyo y esto es mío", dice en la película. Sin embargo, Ortega sostuvo que no se trata de intentar explicar la mente de uno de los mayores asesinos de Argentina, sino de ver la belleza en la oscuridad del personaje, de una película en la que el asesino no es necesariamente el malo.
Improvisar para crear.
Lorenzo tiene 19 años y, aunque su padre es un actor referente de la vecina orilla (Rafael Ferro), la actuación nunca había sido un futuro posible. Al menos, no hasta ahora.
Hasta hace poco más de un año, Lorenzo era una persona como todas, solo que con un papá famoso. El mayor de tres hermanos, estaba por terminar el liceo para inscribirse en la facultad. Su papá lo llamó para contarle que los Ortega (Sebastián, hermano de Luis, es uno de los productores de la película, junto con Pedro Almodóvar) estaban haciendo un casting para actores y no actores. Lorenzo no sabía quién era Luis Ortega y mucho menos, Carlos Robledo Puch. Fue al casting solo por diversión, sin saberse mucho la letra y sin saber muy bien qué hacer. Y fue justamente, esa libertad de no aferrarse a un guion que despertó algo en Luis y decidió apostar a un chico de 19 años que más que actor es un irreverente que fue a un casting porque sí.
"Pasaron unos días y mi papá me escribe que yo le había gustado a Julieta Ortega o no sé a quién y que Luis se quería juntar conmigo la semana siguiente. Fui, lo conocí a Luis, me puso una cámara adelante y grabamos como 27 tomas diciendo lo mismo: Hola mi nombre es Carlos Robledo Puch soy hijo de Aurora y Víctor. Me pusieron Carlos por Gardel, tengo 19 años. Soy un hombre de bien, ayudo a los ciegos a cruzar la calle, le doy limosna a la gente pobre", contó en una entrevista con la periodista Verónica Lozano. Esas tomas fueron suficientes para que Luis supiera que el Ángel iba a ser Lorenzo: una cara de niño que podía interpretar a Carlitos a la perfección, sobre todo por su inocencia, frescura y virginidad frente a las cámaras, podría encontrarlo desde la no actuación. Solo había que convencer a los productores para que lo aceptaran, porque era demasiado jugado contratar como protagonista a alguien que nunca en su vida había actuado.
Toto se puso a estudiar teatro solo para tener desde donde "chamullar" a los productores. El mismo día que estaba por dar el examen de matemáticas, la última materia que le quedaba para egresar del secundario, lo llamaron para avisarle que sí, que el papel era suyo. Y desde ese día, Toto dejó de ser como todos, porque no todos a los 19 años nos pusimos en la piel de un asesino, ni bailamos frente a cámaras y directores, nuestra cara no estuvo en gigantografías por toda la ciudad, no dimos entrevistas ni presentamos una película en Cannes, de la mano, nada más ni nada menos, que de Pedro Almodóvar.
Él dice que sigue siendo el mismo, solo que ahora hay mucha gente "extraña" o ajena que lo conoce y hasta lo quiere. Sigue saliendo a tomar cerveza con sus amigos y su novia, sigue volviendo a su casa en ómnibus, sigue mirando las películas que miraba (prefiere el cine clásico, como Fellini o Hitchcock), sigue sin creer en nada más que en "el amor, o al menos por ahora". Lorenzo y Luis ensayaron y prepararon el personaje durante seis meses. Toto era un material crudo y blando que estaba dispuesto a hacer todo lo que le dijera su director para encontrar a Robledo Puch o a la versión casi romántica del Carlitos de Ortega. Para eso, entre otras cosas, entró a robar en la casa de Luis. "Es un personaje que en un punto es un ejemplo, no por los asesinatos, sino porque es una persona que siempre busca la libertad, sin importar el costo, es un inocente y no tiene las preocupaciones de todos los seres humanos de ser exitoso, ganar plata, para él el éxito es ir a robar y frenar el tiempo cuando está en una joyería", dijo Toto sobre Carlitos, que a esta altura, si se los mira en las fotos, parecen casi la misma persona.
Un debut a lo grande en Cannes
La primera vez que se vio en la pantalla fue rodeado de 400 personas en una sala del festival de Cannes que estaba llena de gente que sabía de cine. "En ese momento me quería morir, me miraba y decía yo soy ese pelotudo que está bailando ahí". Después, dijo, no lo podía creer, no "caía". Incluso, el día antes del estreno oficial, Lorenzo dice que no pudo dormir en toda la noche de los nervios.