El bullying llega al Interior

| Los primeros estudios sobre acoso entre liceales fuera de Montevideo afirman que las víctimas tienen mejores notas y los hostigadores más habilidad social.

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L.G.

Las "mortas" son uno de los recuerdos más negativos de la adolescencia, sobre todo masculina. El agarrar a un compañero de clase de punto con un sobrenombre ofensivo, es una triste tradición de décadas. El "peaje", o sea, que un típico matoncito, o una barra, le exija a un chico dinero para dejarlo moverse dentro del liceo, tal vez sea más cercano en el tiempo; el ciberacoso, hostigamiento a través de SMS, correos electrónicos o anónimos en blogs, sin duda lo es. Todo esto forma parte de la dinámica bullying, que comenzó a ser estudiada en Uruguay en los últimos 10 años. Ayer nomás.

El bullying es un ataque o daño causado intencional y sistemáticamente, sea físico o psicológico, a un niño o adolescente en la escuela o liceo. Según investigaciones realizadas durante la última década en el equipo multidisciplinario Todo Bien (www.espaciotodobien.com), se estima que entre el 10 y el 15% de estos menores son afectados por esa dinámica en Montevideo. "Esta es la realidad que venimos confirmando, y notamos una tendencia en aumento", señala el psicólogo Gabriel Barg, integrante de ese espacio además de docente e investigador de la Universidad Católica (Ucudal).

Y están surgiendo datos nuevos, que al mismo tiempo que arrojan más luz sobre estos casos destapan realidades preocupantes. Las tesis de grado de dos estudiantes de psicología, cuyo tutor es el propio Barg, han logrado vincular al bullying con otros dos factores que aún no habían sido relacionados de manera empírica: el rendimiento escolar y las habilidades sociales. Además, se trata de investigaciones -que se desarrollaron a lo largo de dos años- realizadas en el Interior del país, supuestamente más tranquilo que Montevideo, pero no tan distinto.

La primera tesis fue realizada por la futura psicóloga Mariel Mazur, en un liceo público del departamento de Colonia sobre 308 alumnos de ciclo básico. Los adolescentes identificados como "víctimas", el 3,6% del total, tienen un rendimiento académico de 6,82 (en una base de 1 a 12); el de los "hostigadores", un 4,2% de la muestra, es de 3,54; y para el que cumple los dos roles en esta dinámica, un 0,6%, un 3,5%.

"Contrariamente a lo que ha sido publicado en otros países, los más perjudicados en este caso resultan ser los agresores", señala Barg. La propia Mazur, autora del estudio, dice que este también derriba otro mito: "Las notas, el rendimiento, tienen que ver con la motivación; y se creía que un hostigador, al ser más `popular` entre sus pares, podía tener mejor escolaridad que el hostigado".

En cambio, otro mito, el del alumno que acosa a otro envidioso de que obtiene mejores notas, parece reforzado. Barg puntualiza que eso no es así: el promedio de las víctimas es mejor que el de los hostigadores, "pero no que el resto de los estudiantes" ajenos a esta dinámica (tener un promedio de 6,82 no es lo que se dice "ser un bocho"). También ellos ven afectado su rendimiento: faltan o se niegan a asistir a clases, se cambian de liceo. En cualquier caso, enfatiza, arroja que "participar del bullying, de cualquier forma, es perjudicial. Estos problemas no solo los tiene la víctima, también el agresor".

La víctima del bullying tiene muchas más carencias que el hostigador en sus habilidades sociales. Nicolás Capote, el estudiante que llevó adelante la otra investigación, las identifica como "la competencia de una persona para actuar en diferentes situaciones sociales, como hacer amigos, resolver problemas, defender sus derechos o decir que no". En otras palabras: poner límites. Así, quien tiene vulnerabilidades en su inserción en un grupo es presa fácil de aquel con mayores habilidades para manipular a sus pares.

La tesis de Capote se realizó en Lavalleja, también en el ciclo básico de una institución pública, y con una muestra de 180 alumnos. El 4,75% fueron calificados como "víctimas", el 6,2% como "hostigadores" y hubo un 1% de "víctimas/hostigadores".

"Los agresores son muy hábiles para detectar las carencias para relacionarse de las víctimas", agrega Barg, el tutor. "Y ahí entramos en otro tema interesante: los hostigadores tienen un montón de habilidades sociales pero sin embargo tienen un modelo de interferencia; es decir, no pueden aplicar esas habilidades para relacionarse satisfactoriamente, tener amigos y divertirse, sino para manipular situaciones y para agredir a otros".

El estereotipo del adolescente hábil, sociable, "popular" -más frecuentemente varón- logrando consenso para tomar "de punto" a aquel más retraído, se cumple a rajatabla. La actitud de este último responde a varias causas: haber sido sobreprotegido en su hogar, o no estimulado para interactuar socialemente, es una. De cualquier manera, los expertos señalan la incidencia de la falta de habilidades sociales para convertirse en víctima por encima de otras características como las físicas: ser gordo, bajito, usar lentes o un largo etcétera.

"No hay que quedarse con el estereotipo de que los acosados son los `raros`. Se han conocido casos de víctimas en la dinámica bullying que son muy altos, que realmente `meten miedo`, acosados por pares más chicos. La diferencia de poder no se da por un tema físico sino psicológico y social", sostiene Barg.

En Uruguay los estudios son relativamente recientes, pero ya hace años que se está investigando en el hemisferio Norte. Comenzó en Noruega en la década de 1980, pero tragedias como las de Columbine, Estados Unidos, en 1999, cuando dos adolescentes asesinaron a tiros a 12 compañeros de clase, extendieron el tema. Según Barg, los estudios internacionales destacan que en el 90% de esos casos -en que un estudiante pierde la cabeza y decide arrasar con su clase- hay una situación de bullying.

"Acá en Uruguay vemos un crecimiento de esta dinámica. Estamos en una sociedad que está generando en los adolescentes formas de relacionarse bastante agresivas. Lo bueno es que cada vez hay más conciencia de la situación, y por lo tanto puede ser percibida e identificada", afirma el psicólogo.

La cifra

488 Cantidad de alumnos estudiados en estas dos tesis de grado realizadas en liceos públicos de Colonia y Lavalleja.

Acoso en el aula: deterioro del hábitat

"A la salida te voy a matar", "me volvés a mirar y te fajo", "¿qué te pasa, piojosa?" Las amenazas y los insultos, siguen siendo la forma más corriente de acoso, según se desprende de la investigación de Capote. Le siguen las agresiones físicas y el rechazo o vacío social. Con las nuevas tecnologías -por ejemplo, celulares con cámaras, ideales para sacar una foto o una filmación furtiva e incómoda para subir a Internet- el cyberbullying comienza cada vez a ganar más espacio. Y esto, a su vez, lleva la violencia a otra dimensión.

Originalmente, el hostigamiento era principalmente clandestino: a la entrada o salida del centro educativo, en el pasillo, el baño o el patio, lugares donde se podía escapar de la supervisión de los docentes. En sí, esos lugares siguen siendo los más utilizados. Pero hay otro espacio que está creciendo y ya ocupa el segundo lugar: la propia aula. El uso de los celulares tiene mucho que ver con esa situación.

"Uno de los problemas del bullying es que se suele dar clandestinamente, lo que hace que los adultos no lo perciban. Pero que el propio salón de clases se esté convirtiendo en un escenario habitual de esta dinámica es algo preocupante: habla de un deterioro de los centros educativos y del hábitat del estudiante", concluye Barg.

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