El caso de Luis Alberto Mulnedharer es único en la televisión uruguaya. Nadie lo conoce por su nombre, pero todos lo reconocen por su apodo: “El colorado de Omar Gutiérrez”. No es actor, ni comunicador, pero una extraña adicción a las cámaras lo ha transformado en un fenómeno de la TV de las últimas décadas. Luego de pasar por situaciones económicas y de salud extremas, hoy vive tranquilo en Montevideo junto a una nueva pareja, 17 años menor que él. La gente lo para por la calle para hablarle, pedirle autógrafos o sacarse una selfie (incluso en Buenos Aires, donde vive su hija). Y él amablemente comparte las anécdotas que atesora de una plétora de famosos.
Luis Alberto Mulnedharer (70) pide que lo llamen “Colo”, el apodo más común para un pelirrojo. Nació en un hogar humilde de Montevideo que integraban su padre (un albañil y policía que murió en el cumplimiento del servicio en 1968); su madre que era feriante y “se las rebuscaba como podía” y un hermano mayor que falleció. Vivió en Piedras Blancas, en Toledo, Buenos Aires y San Pablo.
Su amor por las cámaras viene de su niñez. Cuando tenía 6 años su madre lo llevaba a Canal 4, donde se grababa el programa Realice su sueño. Iba a la escuela Juan Antonio Lavalleja y disfrutaba entrar a los estudios de TV. Por eso comenzaron a llevarlo a otros canales y programas (Las doce campanadas, Divertilandia, Domingos alegres).
De joven trabajó en la imprenta Colombina, en una panadería, en un supermercado que estaba donde hoy se ubica el Disco de 8 de Octubre y Garibaldi y en la desaparecida compañía Onda, donde conoció a Omar Gutiérrez e hizo “de todo un poco” (desde limpiezas hasta de guarda).
Se casó dos veces (hace unos años estuvo a punto de hacerlo por tercera vez) y enviudó de una de sus parejas. “Ahora tengo mi casa en Playa Pascual para vender y estoy viviendo con una compañera en la calle Santiago de Chile”, comenta el Colo a Domingo.
En los últimos años trabajó haciendo trámites para particulares y empresas, lo cual ha podido retomar, lentamente, luego de superar los graves problemas de salud derivados de su diabetes, que le llevaron a perder dos dedos de un pie. Tuvo que dejar de trabajar, terminó viviendo de la caridad en un residencial de El Pinar y comiendo en ollas populares. “Ahora tengo una jubilación chica”, comenta.
Hace poco se lo vio “robando” cámara en una manifestación en Buenos Aires, realizada poco antes de las PASO. Y tiempo antes había sido entrevistado por el canal C5N mientras hacía cola frente a una tienda para comprar la nueva camiseta de la Selección Argentina con sus tres estrellas. Los vínculos con la vecina orilla siguen siendo muy fuertes para él. “Allá tengo a mi hija (Yamila, de 32 años), junto a mi nietito de un año y tres meses. Tienen una farmacia con su madre”, comenta. En tanto, su hijo Camilo (23) vive en Chile con su esposa, que se encuentra esperando familia.
El Colo se hizo popular a través del programa De igual a igual de Omar Gutiérrez. Llegó a ganar la confianza del conductor al punto que este comenzó a darle cheques para traer desde Argentina a grupos de cumbia. Uno de ellos fue “Los pibes chorros”.
“Los fui a buscar a la zona de (la feria) La Salada. Había que entrar a ese lugar, es medio bravo”, dice, y recuerda que los miembros de la banda volvieron a cruzar el charco, esta vez sin que mediara un cheque, para estar presentes en el velatorio de Gutiérrez.
Los avatares de la vida
Además de padecer la muerte de su padre, su hermano y su esposa, el Colorado pasó por otras situaciones críticas en su vida. “Me podría haber muerto, estuve cinco meses internado en la Médica Uruguaya”, recuerda. El comienzo de su debacle fue un día que se cayó en la Plaza de Cagancha al comienzo de la pandemia. “Andaba con poca plata para la comida y estaba en una olla popular. Tropecé con una baldosa y se me hizo una herida que se me empezó a infectar”, comenta.
Luego estuvo viviendo durante ocho meses en dos residenciales: uno en Playa Pascual y otro en El Pinar, pero no la pasó bien. “Ahí ves a la gente abandonada por sus familias, es muy triste. Comés lo que quieren ellos, tenés que acostarte a las ocho...”, recuerda. Por esa época, se viralizó la falsa noticia de que había muerto. “Hubo gente que se quiso quedar con mi casa”, asegura.
Su casa de Playa Pascual fue robada dos veces. Y en una de las oportunidades le llevaron los recuerdos que tenía de Omar Gutiérrez. Algunas pertenencias las pudo recuperar después, corriendo ciertos riesgos: “Fui a la feria de Piedras Blancas porque me enteré que una persona estaba vendiendo ropa de Omar con una foto nuestra. La mujer me miró y salió corriendo por José Belloni. Me llevé las camperas que estaban colgadas y la foto. También tenía a la venta el vestido de mi madre, que se lo saqué y lo llevé a San Cono”.
El amigo que "nunca te dejaba a pie"
“Venía en un coche de Onda para la radio, a la que entraba a las 12 de la noche, y fumaba durante todo el viaje, porque antes se podía hacer eso”, dice sobre el día que conoció a Omar Gutiérrez.
El comunicador estaba en las radios El Espectador y Montecarlo. Y cuando empezó a ser conocido por Canal 4 invitó al Colorado para que se sumara a la tribuna. “Yo le iba a buscar los cigarros. La única vez que se enojó conmigo fue porque no se los conseguí, era de noche y estaba todo cerrado”, señala. Y recuerda que el hombre que tanto fumaba y tomaba mate frente a la pantalla “nunca te dejaba a pie”. “Te daba ropa, plata, lo que necesitaras. Cuando se apagaba la cámara seguía siendo el mismo”, destaca.