El mirador de Sauce de Portezuelo: una escalera en espiral que clama ser rescatada

El mirador de Dino Lapi, con su escalera helicoidal, fue una vez el corazón de un proyecto visionario. Ahora, enfrenta el abandono mientras los vecinos buscan salvarlo.

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Mirador de Sauce de Portezuelo
Ricardo Figueredo

Enclavado entre los médanos de Sauce de Portezuelo, casi en el límite de este balneario cuya entrada está en kilómetro 109 de la ruta Interbalnearia, el mirador diseñado por el empresario italiano Dino Lapi se alza como un testimonio silencioso de sueños de grandeza y proyectos visionarios.

Construido en la década de 1940 como parte de un ambicioso plan de urbanización que pretendía transformar el balneario en un exclusivo “Country Club”, esta estructura singular —con su icónica escalera helicoidal— es hoy una sombra de su antiguo esplendor. Pero su historia, que combina innovación arquitectónica, estrategias comerciales ingeniosas y rumores de contrabando, sigue fascinando a quienes se cruzan con este obelisco de hormigón, un faro de nostalgia y desafío que lucha por no desaparecer del mapa.

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Mirador de Sauce de Portezuelo
Fran Giménez

Una visión.

“Decían que (Francisco) Piria era más romántico; Dino Lapi estaba más movido por el interés económico. Pero, eso sí, dicen que era todo un personaje”, dice Fernando Niggemeyer, presidente de la Asociación de Fomento y Turismo de Sauce de Portezuelo. El vicepresidente, Alfonso Di Paulo, explica por qué: los vecinos más antiguos del balneario aún lo recuerdan desplazándose en su Mercedes-Benz por un paisaje que todavía era el “Far West”, siempre vestido a la altura de las circunstancias.

Lapi llegó de Italia con hambre de progreso. Compró parte de la estancia de Augusto Costa Pértile (abogado y empresario) y loteó el terreno al máximo para atraer a compradores argentinos, impulsando un ambicioso proyecto de urbanización en la década de 1940 que bautizó primero como “Parque y Balneario” y luego como “Country Club Sauce de Portezuelo”. Para concretarlo, contrató a profesionales de primer nivel, como el ingeniero Enrique Chiancone, responsable de los tres hitos arquitectónicos del lugar: el arco de entrada (demolido tras la ampliación de la ruta Interbalnearia), la capilla (inspirada en una de la localidad natal de Lapi y actualmente tapiada) y el icónico mirador. Además, contó con la colaboración del renombrado acuarelista francés Pierre Fossey, cuyas ilustraciones promocionales capturaron con maestría la esencia del proyecto.

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Acuarela promocional del mirador y el bar realizada por Pierre Fossey

La movida era así: Lapi invitaba a potenciales clientes, los alojaba en hoteles de Punta del Este, los llevaba a la playa de Sauce de Portezuelo y, finalmente, los conducía al punto más alto del terreno para admirar la belleza natural. Allí subían por la escalera helicoidal invertida, de unos ocho metros de altura, hasta llegar al “bar aéreo” La Goleta, donde se relajaban entre tragos y comidas (y, con suerte, abrían la billetera). Hoy, de aquel bar, no queda rastro. El negocio comenzó a complicarse en la década siguiente ante la creciente tensión entre los gobiernos de Uruguay y Argentina, generándose problemas en numerosos compromisos de compraventa y posteriores juicios con los herederos de Lapi.

Con el tiempo, y al igual que ocurrió con la peculiar edificación conocida como El Águila, en Villa Argentina (Canelones), comenzaron a circular leyendas urbanas sobre el uso del mirador. “Es mitad verdad y mitad mito”, aclara Niggemeyer. Entre los primeros pobladores de Sauce de Portezuelo se rumorea que el mirador servía como punto de referencia para operaciones de contrabando desde buques mercantes. “Cuentan que se arrojaban bolsas herméticas al mar y que las lanchas de pescadores las recogían. Cada tanto, alguna se perdía, y por eso aparecían termómetros y paraguas en la playa”, relata.

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Mirador de Sauce de Portezuelo, vista aérea
Fran Giménez

La resistencia.

“Los vecinos cada dos por tres entran en el lamento de la pérdida del arco. Perder el mirador va a ser un lamento más grande”, advierte Di Paulo.

Desde hace casi 10 años, la Asociación de Fomento y Turismo de Sauce de Portezuelo ha estado tocando puertas en un esfuerzo por salvarlo de la ruina. La construcción muestra un avanzado estado de deterioro: carece de barandas y de cualquier elemento de protección, y un cartel advierte sobre el peligro de derrumbe, prohibiendo subir la escalera.

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Mirador de Sauce de Portezuelo
Ricardo Figueredo

Los vecinos estiman que su recuperación demandaría una inversión de entre US$ 150.000 y US$ 170.000, según un presupuesto que presentaron a una convocatoria de la Embajada de Estados Unidos para fondos de preservación del patrimonio cultural, aunque no fueron seleccionados. Di Paulo cuestiona: “Estamos en un departamento que mueve mucho dinero. Esa cifra no va a mover la aguja. Es un valor patrimonial para Maldonado que no se puede perder”.

La idea no es recuperar el mirador para reinstalar el bar, sino consolidarlo como monumento distintivo del balneario: que ese obelisco de hormigón armado, con una plataforma ovalada de contemplación a los 7,68 metros de altura y una altura total de 11,08 metros —que se estira hasta los 12,30 metros con un mástil—, siga marcando dónde está Sauce de Portezuelo en el mapa.

En 2017, docentes del Instituto de la Construcción de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República elaboraron un informe técnico sobre el estado de conservación y las patologías estructurales del mirador, tras casi 60 años de abandono. A pesar de las múltiples lesiones causadas por agentes climáticos, la falta de mantenimiento y otros factores, concluyeron que, en aquel momento, la estructura mantenía su rigidez y estabilidad formal. Sin embargo, advirtieron que estos problemas ya comprometían el “desempeño estructural” del mirador y recomendaron diseñar un plan de mantenimiento preventivo.

La Asociación de Fomento y Turismo de Sauce de Portezuelo presentó un pedido ante la Comisión de Patrimonio de Maldonado para que el mirador sea declarado de interés departamental, con el objetivo de detener su deterioro. Hasta el momento, no han recibido respuesta. “Eso nos preocupa”, señala Niggemeyer.

En el informe de la Udelar, los profesionales destacaron la escalera helicoidal, cuya “particular silueta” representa un “interesante desafío tecnológico”. Di Paulo considera que Chiancone, “enamorado” de la obra de Leonardo Da Vinci, pudo haberse inspirado en el diseño del “helicóptero” ideado por el italiano hace más de cinco siglos: un boceto que presentaba una pala vertical con forma de tornillo que gira en espiral alrededor de su eje central.

Desvaneciéndose entre los médanos, Niggemeyer y Di Paulo sostienen que el mirador es una llamada urgente a preservar el patrimonio cultural y arquitectónico de Maldonado. Al mismo tiempo, representa un puente entre el pasado y el futuro que los vecinos de Sauce de Portezuelo no pueden permitirse perder.

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