El periódico "El Piloto" y el valor de las ideas en la lucha libertadora para lograr la independencia de Brasil

Prensa revolucionaria. Fundado hace 200 años e impreso en Buenos Aires, acompañó la gesta de Juan Antonio Lavalleja tras el Desembarco de los 33.

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El Piloto Nº 2. Año 1825.

Cincuenta días después del Desembarco de los 33 Orientales (que se sabe no fueron 33 sino más de 40), salió a la “lucha por las ideas” el primer ejemplar del periódico El Piloto, editado en Buenos Aires por Antonio Felipe Díaz, un militar y periodista español que murió en Montevideo y fue abuelo del también escritor Eduardo Acevedo Díaz. De periodicidad semanal y pequeño formato, esta publicación de trinchera acompañó fervientemente la gesta de Juan Antonio Lavalleja.

“Este periódico no pertenece a lo que se llama ministerial ni a lo que se entiende por oposición. No es enemigo de la autoridad que gobierna con arreglo a la ley; pero aborrece el abuso del poder y la tiranía de uno tanto como la licencia de muchos. Estos son sus principios. Si fallare a ellos la imprenta es libre, y los tribunales están formados”, aclaraba el primer ejemplar de El Piloto, publicado el 8 de junio de 1825.

E inmediatamente hacía referencia a la importancia geopolítica del territorio que luego formará parte del Uruguay que hoy conocemos: “La provincia Oriental del Río de la Plata (…), destinada por su posición geográfica y por los favores de la naturaleza a ser una ‘de las más ricas y felices’ y dispuesta por el carácter de sus naturales, por sus habitudes y amor a la libertad, a dar motivos de admiración, no será ciertamente la que contribuya con menos materiales a la reunión que el historiador recoja para los anales de nuestra revolución”.

El Piloto continuaba luego ensalzando las virtudes de los orientales: “Valientes en la guerra, constantes en la fatiga, fuertes en la adversidad, y capaces de los más heroicos hechos para conquistar su independencia, los orientales después de cuatro años de sacrificios se hallaban en 1811 libres de sus antiguos opresores, y en aptitud de entrar al goce de los derechos, cuya posesión era el objeto de sus afanes. ¿Por qué fatalidad este pueblo, digno por tantos títulos de los bienes de la libertad, vio malogrados sus esfuerzos para conseguirlo? ¿Por qué dejó entonces de organizarse bajo los auspicios de la paz en unión de las demás provincias (…) y dio lugar a que ese extranjero que hoy la ocupa se gozase tantos años en el fruto de su usurpación?”

Del sable a la tinta

Afincado desde 1802 en Montevideo, Antonio Felipe Díaz combatió en esta ciudad contra la invasión inglesa de 1807 y se adhirió a los patriotas en 1811, lo cual lo llevó a tomar parte de las batallas de Las Piedras en aquel año y del Cerrito en 1812, donde fue herido. Luego estuvo enfrentado con Artigas, pero el Jefe de los Orientales terminó indultándolo. Luego participó en la Cruzada Libertadora de 1825 contra el Imperio del Brasil, lo que lo vinculó al futuro segundo presidente constitucional de los uruguayos, Manuel Oribe, de quien fue ministro de Hacienda y de Guerra y Marina en 1838. Al renunciar Oribe a la primera magistratura el 24 de octubre de 1838 y retirarse a Buenos Aires, Antonio Díaz lo acompañó, reasumiendo posteriormente su cargo en el gobierno del Cerrito, cuando Oribe puso sitio a Montevideo, en 1843.

Como ministro de los fusionistas Gabriel Antonio Pereira y Bernardo Prudencio Berro, enfrentó en 1863 y 1864 al movimiento insurreccional del Partido Colorado, dirigido por Venancio Flores, siendo, ya como general, integrante del Consejo de Defensa de Montevideo.

Dice Daniel Álvarez Ferretjans en La Historia de la Prensa en el Uruguay, que lo estudios de Antonio Díaz fundaron su capacidad de escritor, que desde sus comienzos le llevaron a la secretaría de los ejércitos en los que revistó. En esa calidad estuvo en la asesoría de José Rondeau y Carlos de Alvear, de quien fue edecán y amigo personal. En momentos de entendimiento y fraternidad rioplatense, y por acuerdo entre Rondeau y Artigas, tuvo el honor de ser el secretario del inolvidable Congreso de Tres Cruces, cuyos actos y principales resoluciones aparecen autorizados por su firma.

Identificado con la gestión de Oribe y el Partido Blanco, tanto durante su presidencia, como en la Guerra Grande y los acontecimientos subsiguientes, durante largo lapso, Díaz desempeñó cargos de importancia civil: fue su ministro (presidencias de Berro, Pereira, Aguirre) y fue el inspirador de la creación de la Escuela Militar Oriental, según ha señalado el profesor de historia nacional y americana Ariosto Fernández.

Díaz fue un periodista de prolongada actividad durante varias décadas en el inicio de la prensa en Uruguay y Argentina, participando como redactor o director en La Aurora (Montevideo, 1822-1823), El Aguacero (Montevideo, 1823, junto a Juan Francisco Giró y Santiago Vázquez), El Piloto (Buenos Aires, 1825-1826), El Correo Nacional (Buenos Aires, 1827), El Universal (Montevideo, 1829-1838), y El Defensor de la Independencia Americana (Montevideo, 1844-1851), el órgano oficial del gobierno “del Cerrito”.

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El Piloto. Ejemplar Nº 1, año 1825.

El Piloto digital

Algunos ejemplares de El Piloto pueden ser consultados en línea en el sitio Anáforas, una herramienta digital para alumnos, docentes, investigadores y curiosos creada por la Facultad de Información y Comunicación de la Udelar.

Al construir esta biblioteca digital, que recibió en sus etapas iniciales el apoyo de la Comisión Sectorial de Enseñanza de la Universidad de la República, así como del Sector Comunicación e Información de la UNESCO, Oficina Regional Montevideo, se intentó aplicar las facilidades de acceso que brindan los soportes digitales con el fin de ponerla en Internet de forma totalmente gratuita. En el sitio se pueden consultar colecciones de diarios que se publicaron en el país desde 1807, año de aparición de La Estrella del Sur, el primer periódico en el territorio del actual Uruguay, hasta la década de 1980.

El Piloto surgió en los años más inestables del proceso de independencia, que para algunos autores tuvo su inflexión con la Convención Preliminar de Paz de 1828 y su cenit con la aprobación de la Primera Constitución, jurada en 1830. Pero justamente sobre la primera carta magna, el periódico advertía en 1825 que no había que apurarse en su concreción para que no fuera mal utilizada y dejara de lado los intereses del pueblo.

“¡Dar así nomás la Constitución al Estado!... Puede ser que El Piloto se equivoque, y contra sus alcances sea evidente la necesidad de formarla ya, como se ha solicitado, pero en su concepto, esta necesidad sería imperiosa cuando los pueblos se hallasen sufriendo el conflicto del desorden y de la anarquía, cuando estuviesen rotos los lazos de subordinación, y los poderes no estuviesen organizados. En este caso, en que puede verse sin duda una nación cuando en el tumulto de las pasiones hace el tránsito arriesgado de una forma de gobierno tiránica a otra forma libre, entonces la Constitución es el primer objeto de deseo para los amantes del orden, así como para el náufrago lo es una tabla en que salvarse”, señalaba el segundo número del periódico, publicado el miércoles 15 de junio de 1825.

El hombre de prosa firme que escribía desde el anonimato

Antonio Felipe Díaz, un militar y periodista español que murió en Montevideo y fue abuelo del también escritor Eduardo Acevedo Díaz, fue la pluma responsable tras los artículos de El Piloto, Sin embargo, podría decirse que “públicamente” se mantuvo en el anonimato.

Recién en el último número (el 33, correspondiente al lunes 6 de febrero de 1826), al anunciar su suspensión, admitió en un artículo bajo su firma:

“Yo soy efectivamente el autor de este periódico [en respuesta a un articulista del diario El Nacional, que había ironizado sobre el anonimato de El Piloto]. Me he servido del anónimo porque no me consideraba con talentos suficientes para desempeñarme con crédito en el ejercicio de escritor de un pueblo ilustrado; por lo demás, ningún otro motivo ha habido ni hay para ocultar mi nombre; bien o mal, me parece que he llenado mi compromiso con el público, y mi conciencia me asegura que no he tocado con mi pluma, ni a la vida, ni a las pasiones de ningún ciudadano”.

Ferretjans señala en La Historia de la Prensa en el Uruguay que El Piloto se componía y armaba en la Imprenta de Hallet (al igual que su colega El Argentino), se vendía en la librería de Jaime Marcet al precio de un real el pliego y se repartía a domicilio.

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